domingo, 2 de noviembre de 2025

«Jesús, acuérdate de mí» (Lc 23,42)



2 de noviembre: Conmemoración de todos los fieles difuntos

Hoy, el Evangelio evoca el hecho más fundamental del cristiano: la muerte y resurrección de Jesús. Hagamos nuestra, hoy, la plegaria del Buen Ladrón: «Jesús, acuérdate de mí» (Lc 23,42). «La Iglesia no ruega por los santos como ruega por los difuntos, que duermen en el Señor, sino que se encomienda a las oraciones de aquéllos y ruega por éstos», decía san Agustín en un Sermón. Una vez al año, por lo menos, los cristianos nos preguntamos sobre el sentido de nuestra vida y sobre el sentido de nuestra muerte y resurrección. Es el día de la conmemoración de los fieles difuntos, de la que san Agustín nos ha mostrado su distinción respecto a la fiesta de Todos los Santos.

Los sufrimientos de la Humanidad son los mismos que los de la Iglesia y, sin duda, tienen en común que todo sufrimiento humano es de algún modo privación de vida. Por eso, la muerte de un ser querido nos produce un dolor tan indescriptible que ni tan sólo la fe puede aliviarlo. Así, los hombres siempre han querido honrar a los difuntos. La memoria, en efecto, es un modo de hacer que los ausentes estén presentes, de perpetuar su vida. Pero sus mecanismos psicológicos y sociales amortiguan los recuerdos con el tiempo. Y si eso puede humanamente llevar a la angustia, cristianamente, gracias a la resurrección, tenemos paz. La ventaja de creer en ella es que nos permite confiar en que, a pesar del olvido, volveremos a encontrarlos en la otra vida.

Una segunda ventaja de creer es que, al recordar a los difuntos, oramos por ellos. Lo hacemos desde nuestro interior, en la intimidad con Dios, y cada vez que oramos juntos, en la Eucaristía, no estamos solos ante el misterio de la muerte y de la vida, sino que lo compartimos como miembros del Cuerpo de Cristo. Más aún: al ver la cruz, suspendida entre el cielo y la tierra, sabemos que se establece una comunión entre nosotros y nuestros difuntos. Por eso, san Francisco proclamó agradecido: «Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana, la muerte corporal».


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«¿Por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo)

«¡Seremos finalmente revestidos de la alegría, de la paz y del amor de Dios en modo completo, sin ningún límite, y estaremos cara a cara con Él! ¡Es bello pensar esto! Pensar en el cielo es bello. ¡Da fuerza al alma!» (Francisco)

«La comunión con los difuntos. La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo, honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones, pues es una idea santa y provechosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados. Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 958)

«Creo en la comunión de los santos»



1 de noviembre: Todos los Santos

Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador expresado en el “credo” y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de los santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en comunión con nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque ellos ya gozan de la eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el amor «que no pasa nunca» (1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo. El amor que les hace solidarios y solícitos para con nosotros. Por tanto, no veneramos a los santos solamente por su ejemplaridad, sino sobre todo por la unidad en el Espíritu de toda la Iglesia, que se fortalece con la práctica del amor fraterno.

Por esta profunda unidad, hemos de sentirnos cerca de todos los santos que, anteriormente a nosotros, han creído y esperado lo mismo que nosotros creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al Padre Dios y a sus hermanos los hombres, procurando imitar el amor de Cristo.

Los santos apóstoles, los santos mártires, los santos confesores que han existido a lo largo de la historia son, por tanto, nuestros hermanos e intercesores; en ellos se han cumplido estas palabras proféticas de Jesús: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros de su santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son los tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como afirma el Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una noticia reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«La divinidad es pureza, es liberación de las pasiones y remoción de todo mal: si todo eso está en ti, entonces Dios está realmente en ti» (San Gregorio de Nisa)


«No estamos solos; estamos rodeados por una gran nube de testigos: con ellos formamos el Cuerpo de Cristo» (Benedicto XVI)


«La sexta bienaventuranza proclama: ‘Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios’ (Mt 5,8). Los ‘corazones limpios’ designan a los que han ajustado su inteligencia y su voluntad a las exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres dominios: la caridad, la castidad o rectitud sexual, el amor de la verdad y la ortodoxia de la fe. Existe un vínculo entre la pureza del corazón, del cuerpo y de la fe» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.518)

sábado, 1 de noviembre de 2025

San Francisco de Asís y el Demonio



San Francisco de Asís y el Demonio: una lectura teológico-antropológica


Hablar de San Francisco de Asís frente al demonio no es hablar de un episodio marginal en su vida, sino de una dimensión constitutiva de su experiencia espiritual. En Francisco, la lucha contra el mal no adopta forma de exorcismo ritual ni de confrontación violenta, sino de transformación radical del corazón. Su combate demoníaco es esencialmente ascético y teológico, y su escenario no es un desierto físico, sino el alma humana enfrentada al desorden del deseo.


I. La tentación como espacio pedagógico del espíritu

Los relatos hagiográficos —especialmente los de Tomás de Celano y san Buenaventura— muestran que Francisco fue asediado por tentaciones intensas: impulsos carnales, turbaciones interiores, visiones perturbadoras. No se trata de meros conflictos psicológicos, sino de una pedagogía espiritual en la que el demonio actúa como adversario providencial, revelando la precariedad del hombre y la necesidad absoluta de gracia.

Cuando Francisco se arroja desnudo sobre la nieve o se sumerge en un río helado para sofocar la concupiscencia, no está actuando por masoquismo, sino aplicando la lógica monástica antigua: “el cuerpo debe obedecer al alma”. Así, el demonio no es solo enemigo; es también catalizador de santificación.


II. El demonio como presencia simbólica del desorden

En la tradición franciscana temprana, el demonio no es reducido a una figura alegórica, pero tampoco se lo presenta con la teatralidad del exorcismo medieval. Es la personificación del desorden interior y social.

Francisco percibe que el mal no proviene solo de fuera, sino del corazón que se aferra a la posesión. De ahí que su pobreza radical —la santa pobreza— sea su mayor exorcismo. Al renunciar a la propiedad, destruye el territorio donde el demonio reina: la voluntad de dominio. En ese sentido, el voto de pobreza es una expulsión simbólica del “espíritu de posesión”, una categoría teológica y antropológica a la vez.


III. El combate espiritual y el gozo del alma pura

Los Fioretti describen cómo Francisco, en la soledad de la Verna, escuchaba a veces voces y aullidos infernales. Él respondía con cánticos. En una de sus frases más conocidas dice: “El demonio teme la alegría pura más que la penitencia.”

El gozo, para Francisco, no es frivolidad, sino testimonio de victoria sobre la tristeza demoníaca (tristitia diabolica), un concepto tomado de la psicología monástica de Evagrio Póntico. La alegría del espíritu es el antídoto al resentimiento, y por tanto un modo de exorcismo. En términos antropológicos, Francisco transforma la experiencia del mal en ocasión de gozo místico, no por negación del dolor, sino porque la luz se manifiesta en su contraste con la sombra.


IV. La visión cósmica del bien y del mal

El Cántico de las Criaturas puede leerse como la culminación de su teología del mal. En él, el demonio ha perdido su poder central; todo el cosmos se reintegra en la alabanza. Francisco no niega la existencia del mal, pero lo desplaza ontológicamente: el mal carece de sustancia propia, es la negación del bien, como afirmaba san Agustín.

Esta actitud es profundamente cristológica. El crucifijo de San Damián no solo le ordena “reconstruir mi Iglesia”, sino que lo confronta con la paradoja central: Dios vence al demonio no mediante la fuerza, sino mediante la humildad. Por eso el santo hace de su vida un reflejo de esa kénosis, la autovaciamiento de Cristo.


V. Implicaciones antropológicas y teológicas

Desde la antropología teológica, la figura del demonio en Francisco no es un elemento externo, sino una clave interpretativa del proceso de integración del yo.

Francisco representa al hombre reconciliado, que reconoce en sí mismo la tensión entre luz y sombra y decide vivir bajo el signo de la luz. El demonio no desaparece, pero es reducido a su verdadera proporción: la mentira que solo tiene poder mientras el hombre la teme.

La victoria de Francisco es la del discernimiento. No hay que dialogar con el tentador, sino responder con la simplicidad del corazón pobre. En un mundo saturado de poder, su pobreza se convierte en una forma de resistencia espiritual contra el “príncipe de este mundo”.


Conclusión

San Francisco de Asís nos enseña que el demonio no se combate con miedo, sino con claridad interior. No lo vence el asceta que odia la carne, sino el hombre que ama la creación en su pureza original. Su teología del mal no es dualista, sino reconciliadora: el mal existe, pero no tiene la última palabra.

El verdadero exorcismo franciscano no se realiza con fórmulas, sino con una vida convertida en alabanza. En su humildad radical, Francisco desarma al demonio porque le arrebata su principal arma: el orgullo.

Por eso, en la tradición católica, su figura se alza como uno de los ejemplos más puros de la victoria del espíritu sobre la sombra, del amor sobre el miedo, del Creador sobre el caos.


Segunda Parte: Episodios

1. El combate contra la tentación de la carne

En Las Florecillas (cap. I y II), Francisco narra una de sus primeras luchas espirituales. Recién convertido, es asaltado por violentas tentaciones carnales. El demonio lo acosa en su soledad con imágenes impuras y deseos intensos. Francisco reacciona con un gesto extremo —se arroja desnudo en la nieve y se revuelca, formando siete muñecos de nieve— para dominar el cuerpo y someterlo al espíritu.

El episodio no es ascetismo por masoquismo; es un acto de pedagogía interior. Francisco entiende el cuerpo no como enemigo, sino como hermano rebelde que debe ser reconducido por el amor. Aquí, Satanás representa la desintegración del orden interior, la pérdida del dominio de sí.


2. El demonio de la desesperación

En las Admoniciones y los Escritos auténticos (por ejemplo, Carta a los fieles), Francisco advierte del “enemigo del alma” que infunde tristeza, melancolía y desesperación. En una ocasión narrada por Celano (Vita Prima, cap. XXIX), el demonio intenta abatirlo con una oscura sensación de inutilidad y fracaso. Francisco, comprendiendo la trampa, responde con una oración que es pura teología mística: “¿Tan grande eres tú, pobre gusano, que Dios mismo te ha mirado?”.

La humildad es su exorcismo. Frente a la tentación de la desesperanza —el más refinado de los ataques demoníacos, según la tradición patrística— Francisco opone la gratitud y la alabanza, las armas más eficaces contra el demonio de la acedia.


3. El asalto en la celda de la Porciúncula

Relatado en Las Florecillas (cap. XXXVII), este episodio muestra al demonio irrumpiendo de noche en la celda de Francisco, provocando ruido, sombras y gritos. El santo no huye ni pronuncia fórmulas mágicas; responde con ironía espiritual: “Hermano demonio, haz lo que Dios te permita”.

Esa respuesta refleja la conciencia franciscana del límite de Satanás: ninguna criatura puede actuar fuera del permiso divino. Francisco no teme porque su fe no es una idea sino una relación. Este pasaje fue muy citado en la tradición exorcística, pues muestra el equilibrio perfecto entre discernimiento y firmeza.


4. El demonio del orgullo espiritual

En Las Florecillas (cap. XXVIII), se narra cómo un hermano franciscano, tentado por el orgullo, empieza a despreciar la obediencia. Francisco percibe el influjo del demonio del orgullo —“aquel que fue primero entre los ángeles”— y ora hasta que el hermano recobra la humildad.

El diablo, en este contexto, es símbolo de la soberbia teológica: la pretensión de autosuficiencia incluso en el servicio religioso. Francisco combate este mal con la obediencia y la pobreza, que en su teología práctica son formas de exorcismo continuo.


5. La visión del demonio en Arezzo

Este episodio, narrado por Celano y retomado por San Buenaventura, es paradigmático. En Arezzo, una ciudad dividida por conflictos internos, Francisco percibe “una legión de demonios que agitaban el aire sobre la ciudad”. Envía a fray Silvestre a orar y bendecir desde las murallas. Inmediatamente, los habitantes se reconcilian.

Este relato eleva la lucha espiritual al plano social y político: el demonio no actúa solo en las almas, sino en las estructuras del mundo. Francisco intuye, con lucidez antropológica, que el mal colectivo se alimenta del pecado individual, y que la paz entre los hombres es también un acto de exorcismo histórico.


6. El demonio en la muerte del Santo

Celano relata que, en los días finales de Francisco, los hermanos perciben sombras y ruidos en torno a su lecho, como si las potencias del mal aguardaran. Francisco, sereno, entona el Cántico del Hermano Sol, entregándose a “la hermana muerte corporal”.

Es el triunfo absoluto: Satanás, que había intentado tentarlo por la carne, la desesperación y el orgullo, es vencido por la aceptación jubilosa de la muerte como retorno al Creador. El cántico es una oración exorcística en clave cósmica.


Reflexión académica

San Francisco encarna una antropología mística del combate espiritual. Para él, el demonio no es un mito ni una simple proyección psicológica, sino una realidad ontológica que actúa en la historia humana, siempre limitada por la soberanía divina. Sin embargo, el diablo se inserta en la pedagogía del alma: su tentación se convierte en ocasión de crecimiento, su acoso en llamada a la vigilancia.

Desde un punto de vista teológico, Francisco reinterpreta el exorcismo como acto de amor radical: amar tanto a Dios que el mal pierde su espacio. En este sentido, su figura representa la más alta respuesta cristiana al mal: la santidad alegre, la confianza total y la comunión con todas las criaturas, incluso aquellas que simbolizan la oscuridad.

miércoles, 29 de octubre de 2025

Almas Errantes en la Escatología Católica



1. Definiciones clave

Juicio particular: momento en que Dios juzga el alma individualmente al separarse del cuerpo; su destino inmediato es determinado. (Doctrina constante). 

Purgatorio: purificación final de los elegidos que, tras el juicio, requieren limpieza para entrar en la visión beatífica. Distinto del castigo de los condenados. 

Limbo: categoría teológica histórica (especialmente limbo de los patriarcas y limbo de los niños); su estatus doctrinal ha sido objeto de revisión y no es dogma definido en la actualidad. 

Almas errantes / almas en pena (popularmente): noción cultural de almas no juzgadas o no pasadas al más allá que «vagan» y pueden interactuar con los vivos —concepto que no tiene respaldo directo en el Magisterio. 


2. Fundamento magisterial y bíblico

El Catecismo enseña la certeza del juicio particular y la existencia del purgatorio como dimensión real y distinta del infierno; por ello, la teología oficial no sostiene estados indefinidos de errancia post-judicial. 

Respecto a los no bautizados (como la discusión sobre el limbo de los niños), la Congregación para la Doctrina de la Fe planteó una esperanza razonable por la misericordia de Dios pero no definió el limbo como doctrina de fe. Esto muestra prudencia teológica ante cuestiones no totalmente resueltas. 

Carga factual (importante): la doctrina central es clara: juicio particular + destino definido; cualquier teoría de “almas sin juicio” contradice el núcleo de la escatología católica. 


3. Historia de la idea de «almas errantes»

En la piedad popular aparecen muchas variantes: tradiciones locales de «ánimas en pena», leyendas medievales, y relatos de apariciones. Estas representaciones culturales conviven con el magisterio pero no siempre se identifican con él.

Entre teólogos y exorcistas contemporáneos (p. ej. G. Amorth y otros), hay escritos y testimonios que reconocen experiencias que interpretan como almas que no han «encontrado su lugar» y que, por razones variadas, parecen permanecer vinculadas al mundo. Estos informes suelen alimentar debates teológicos y pastorales. 


4. Tipos de fenómenos que se etiquetan como “almas errantes”

Apariciones visuales/sonoras (visión, voces).

Sensación de presencia, olores asociados a difuntos.

Apegos territoriales o a objetos (vínculo afectivo).

Fenómenos que el mundo psiquiátrico explicaría por patología: alucinaciones, duelo patológico, trastorno de estrés postraumático.

Casos interpretados por exorcistas como «almas afligidas» que requieren oración, no exorcismo formal.


5. Diagnóstico teológico-pastoral (esquema operativo)

Verificar doctrina: afirmar que no existe en la fe católica un “estado oficial” de almas sin juicio. 

Evaluación clínica: descartar causas médicas o psíquicas (neurología/psiquiatría).

Contextualización cultural: identificar sincretismos, piedad popular, folklore.

Discernimiento espiritual: distinguir entre recuerdo, presencia sanadora, engaño demoníaco o fenómeno natural.

Respuesta litúrgico-pastoral: oración de sufragio, misas por los difuntos, indulgencias, sacramentos y acompañamiento del duelo. Evitar rituales improvisados que nazcan del sensacionalismo. 


6. La experiencia de los exorcistas: aportes y límites

Exorcistas reconocidos relatan casos donde los vivos perciben presencias que parecen almas humanas. Algunos proponen que, en raros casos, hay almas «no acabadas» que necesitan ayuda. Otros exorcistas y teólogos advierten que tales afirmaciones pueden caer en error teológico o en confusión con actividad demoníaca. Hay, por tanto, pluralidad de voces dentro de la praxis eclesial. 

Cuidado metodológico: testimonios de exorcistas son valiosos como dato pastoral, pero no sustituyen el Magisterio ni las comprobaciones científicas. No convertir la anécdota en doctrina.


7. Orientaciones prácticas para clérigos y agentes pastorales

Priorizar el acompañamiento del duelo y la liturgia por los difuntos (misa, oración, sacramentos). 

Coordinar con profesionales de la salud mental antes de atribuir fenómenos a causas sobrenaturales.

Evitar difundir pánicos mediáticos sobre «modas espirituales» (p. ej. viralidad de “almas errantes” en redes) sin discernimiento. 

Si se considera intervención del ministerio de exorcismo, seguir los protocolos eclesiásticos (triage: sanitario → pastoral → discernimiento por el obispo y el exorcista).


8. Casos paradigmáticos (breves)

Caso A (piedad popular): familia experimenta episodios tras entierro; tras evaluación psiquiátrica y acompañamiento litúrgico, los episodios cesan → explicación: duelo no procesado.

Caso B (testimonio de exorcista): episodios con signos no explicables médicamente, interrumpidos por oración litúrgica intensiva → posible mezcla de fenómenos psicológicos, sugestión y experiencia espiritual; prudencia en la interpretación. (Referencias a relatos recopilados por exorcistas contemporáneos). 


9. Conclusión teológica

La escatología católica no admite, como norma doctrinal, la existencia de almas que «queden sin juicio» vagando eternamente; la propuesta de «almas errantes» como categoría teológica estable entra en conflicto con la enseñanza sobre el juicio particular y el purgatorio. Sin embargo, la experiencia humana —dolor, superstición, apariciones, manifestaciones que algunos clasifican como «almas en pena»— exige respuestas pastorales prudentes, interdisciplinarias y caritativas. La Iglesia debe acompañar con oración y sacramentos, discernimiento teológico y colaboración con la ciencia. 


Conclusiones

La fe no teme la verdad ni la crítica. No confundir piedad legítima con mitología reciente. Sea cual sea la experiencia —una visión consoladora, un recuerdo traumático, una supuesta aparición— la respuesta cristiana es siempre: oración, sacramento, caridad y razón.


Bibliografía mínima recomendada (lecturas y fuentes)

Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1020–1032 (purgatorio y juicio particular). 

Congregación para la Doctrina de la Fe, La esperanza de salvación para los niños que mueren sin ser bautizados (2007). 

Gabriele Amorth, Memorias de un exorcista / escritos sobre experiencia pastoral (testimonios; leer con critica). 

Artículos críticos contemporáneos sobre «almas errantes» y piedad popular (ej.: Religión en Libertad, Aleteia). 

Materiales pastorales y advertencias eclesiales sobre fenómenos mediáticos y supersticiones.


Fuentes web citadas (para consulta inmediata)

Catecismo de la Iglesia Católica (purgatorio, juicio particular). 

Congregación para la Doctrina de la Fe: La esperanza de salvación para los niños que mueren sin ser bautizados (2007). 

Gabriele Amorth y recopilaciones sobre experiencias de exorcistas. 

Artículos críticos sobre la teoría de las «almas errantes».


Segunda Parte: Casos Prácticos Pastorales


CASO CLÍNICO A: “La casa de los susurros”


1. Contexto general

Lugar: San Cristóbal de La Laguna, Tenerife.

Año: 2018.

Sujetos implicados:

María E., 46 años, docente jubilada.

Carlos R., 19 años, hijo de la paciente.

Párroco local y equipo diocesano de pastoral familiar.

Antecedente: fallecimiento del esposo de María por infarto súbito seis meses antes del inicio de los fenómenos.


2. Fenomenología reportada

Ruidos nocturnos en zonas vacías de la vivienda (pasos, golpes leves).

Apariciones fugaces de silueta masculina junto a la fotografía del difunto.

Sensación de “presencia” acompañada de olor a tabaco (el fallecido fumaba).

El hijo relata haber oído su nombre en voz baja al quedarse dormido.

En una ocasión, una figura vaporosa se percibió sobre el espejo del salón.

No se hallan signos de agresividad física ni poltergeist (movimiento de objetos).


3. Primera intervención pastoral

El párroco recomienda:

Bendición de la casa y rezo de responsos.

Confesión y comunión de la familia.

Celebración de misa por el eterno descanso del esposo.

Durante la bendición, la paciente siente alivio temporal, pero los fenómenos reaparecen a las dos semanas.


4. Evaluación interdisciplinaria

A. Clínica y psicológica

La paciente presenta síntomas compatibles con duelo prolongado y trastorno adaptativo.

Se descartan psicosis o esquizofrenia; no hay consumo de sustancias.

Diagnóstico psiquiátrico: duelo no resuelto, episodios disociativos breves por estrés.

Terapia recomendada: acompañamiento psicológico y participación comunitaria.


B. Teológica y pastoral

El equipo diocesano de exorcistas evalúa tres hipótesis:

Fenómeno psicológico (duelo, sugestión).

Actividad preternatural (engaño demoníaco menor).

Manifestación de un alma en purificación (piedad popular).

El discernimiento litúrgico descarta posesión y sugiere oraciones de sufragio y catequesis sobre la comunión de los santos.


5. Intervención espiritual

Acciones:

Tres misas de sufragio consecutivas.

Rosario por las almas del purgatorio.

Lectura de fragmentos del De cura pro mortuis gerenda de san Agustín.

Ayuno voluntario de la familia los viernes.

Resultado: los fenómenos cesaron completamente tras un mes.

La paciente refiere paz interior y conciliación con el duelo.


6. Discernimiento teológico

Conclusión doctrinal:

El fenómeno no implica la errancia de un alma en sentido estricto.

El análisis apunta a una manifestación del inconsciente en duelo, reforzada por signos simbólicos interpretados religiosamente.

Desde la teología católica, el alma del esposo habría recibido ya su juicio particular; por tanto, las manifestaciones no se interpretan como su “presencia física”, sino como el modo sensible en que la familia procesó la pérdida.


Nota pastoral:

La oración y la misa por los difuntos no “liberan almas errantes”, sino que une espiritualmente al orante con la Iglesia purgante (los que se purifican en Dios).

El efecto observable fue psicológico y espiritual: la paz se restauró no por “exorcismo de un alma”, sino por reintegración simbólica del difunto en la memoria redimida de la familia.


7. Análisis académico y antropológico

Desde la antropología teológica, este caso ilustra tres niveles de interpretación:

Nivel cultural: la creencia popular en “almas que no descansan” traduce, en lenguaje mítico, la necesidad humana de cierre ritual ante la muerte.

Nivel psicológico: el duelo prolongado puede inducir percepciones auditivas o visuales sin patología grave.

Nivel teológico: la comunión de los santos ofrece una clave de lectura: los vivos y los muertos están unidos en Cristo; por tanto, el sufragio tiene un valor objetivo, aunque los signos sensibles no sean prueba de una presencia real.


8. Conclusiones didácticas para el aula

Ningún caso pastoral debe comenzar desde la suposición de “almas errantes”.

El exorcista y el pastor son ante todo discernidores de significado, no cazadores de fantasmas.

El sufragio por los muertos debe enseñarse como acto de comunión eclesial, no como intervención sobre entidades.

Los fenómenos sensibles requieren lectura interdisciplinaria: fe, razón y ciencia deben cooperar, no competir.


9. Epílogo

En 2020, la familia ofreció un testimonio en la parroquia: “Comprendimos que él no estaba penando, sino esperándonos en Dios”.

Ese cierre revela el sentido último de toda pastoral escatológica: no apaciguar espectros, sino reconciliar corazones con el misterio de la muerte y la promesa de la resurrección.


CASO CLÍNICO B: “La voz en la capilla”


1. Contexto general

Lugar: Convento rural en el norte de Tenerife.

Año: 2021.

Sujetos implicados:

Sor Clara de Jesús, 38 años, religiosa contemplativa, saludable, sin antecedentes psiquiátricos.

Comunidad de 9 religiosas de clausura.

Exorcista diocesano y director espiritual.

Antecedente: restauración reciente de la capilla del convento, donde se hallaron objetos litúrgicos antiguos de origen desconocido —entre ellos, un cáliz sin consagrar y un fragmento de pergamino deteriorado con inscripciones en latín.


2. Fenómenos iniciales

Durante el rezo de completas, Sor Clara empieza a oír una voz masculina que le dice:

“Ayúdame, estoy atrapado aquí.”

La voz se repite varias noches, con ligeros temblores de las velas y olor a humedad rancia.

Las hermanas, al principio, interpretan que se trata de un ánima del purgatorio.

Comienzan a rezar responsos y encender velas en la capilla, creyendo interceder por un difunto olvidado.

A los pocos días, los fenómenos se intensifican:

Objetos caen sin causa aparente.

El coro de las monjas se interrumpe por un gemido colectivo que surge del altar.

Sor Clara presenta insomnio, tristeza profunda y rechazo a recibir la comunión.

Olor sulfuroso ocasional, sensación de frío y sombra oscura visible a varias religiosas.


3. Primer discernimiento

El obispo autoriza la intervención del exorcista diocesano, bajo el canon 1172 del Código de Derecho Canónico.

Se inicia un protocolo en tres fases:

Verificación médica: sin trastorno psiquiátrico o neurológico.

Discernimiento pastoral: oraciones de sufragio sin resultado.

Bendición y exorcismo menor de lugar.

Durante el rito, la voz interrumpe en latín:

“Non sum anima. Sum princeps huius loci.”

(“No soy un alma. Soy el príncipe de este lugar.”)

Inmediatamente, Sor Clara cae al suelo, rígida, con pérdida de conciencia.


4. Diagnóstico teológico

Indicadores de origen preternatural:

Inteligencia autónoma con discurso teológico coherente (responde en latín sin conocimiento previo de la religiosa).

Resistencia explícita a lo sagrado (reacción violenta ante el Santísimo Sacramento).

Fenómenos físicos externos (alteración de temperatura, movimiento de objetos).

Engaño inicial presentándose como alma en pena —mecanismo clásico de la demonología católica para obtener compasión y legitimidad.

Conclusión: presencia demoníaca local, utilizando símbolos funerarios y lenguaje de piedad para infiltrarse en la devoción.


5. Intervención formal

El exorcista, con autorización episcopal, realiza tres sesiones de exorcismo mayor según el De exorcismis et supplicationibus quibusdam (1998).

Durante las sesiones:

Manifestaciones violentas de voz gutural.

Autodenominación de la entidad como “antiguo guardián del santuario profanado”.

Rechazo total al nombre de Cristo y a la invocación mariana.

Tras la tercera sesión, los fenómenos cesan definitivamente.

El cáliz hallado durante la restauración, al analizarse, se comprobó que había sido sustraído en un rito profano del siglo XIX en el contexto de ocultismo local.

El objeto fue retirado y purificado según el Rituale Romanum.


6. Interpretación antropológica y teológica

El caso muestra una dinámica precisa:

Aparente alma errante (voz que pide ayuda).

Uso emocional de la compasión religiosa para crear apertura espiritual.

Revelación de origen demoníaco, en la medida en que la entidad busca suplantar la devoción cristiana auténtica con un rito de intercesión falsa.

Este patrón coincide con la advertencia clásica de los Padres del Desierto y de san Juan de la Cruz:

“El demonio puede disfrazarse de ángel de luz o de alma suplicante para engañar a los simples.”

La errancia, en este contexto, no pertenece al alma humana, sino a la simulación demoníaca de una presencia buena.


7. Evaluación pastoral posterior

La comunidad fue instruida en doctrina escatológica: las almas del purgatorio no se manifiestan físicamente ni piden diálogo directo.

Se reforzó la formación en discernimiento espiritual y la oración litúrgica estructurada.

Se suspendió toda práctica devocional improvisada (velas o ritos no aprobados).

El convento fue reconsagrado con solemnidad y vigilias eucarísticas mensuales.


8. Conclusión doctrinal

Este caso demuestra la necesidad de un criterio teológico riguroso:

Las almas del purgatorio existen, pero no vagan errantes ni poseen personas.

Las manifestaciones sensibles que simulan ser difuntos pueden, en ocasiones, tener origen preternatural engañoso.

La prudencia pastoral exige no confundir compasión con credulidad: la fe ilumina, no negocia con lo oscuro.

En toda duda, se debe remitir el caso al obispo y al exorcista autorizado; ningún laico ni sacerdote sin mandato puede realizar exorcismos ni “liberaciones” autónomas.

domingo, 26 de octubre de 2025

¡Ten compasión de mí, que soy pecador!: Lc 18,13


Domingo 30 (C) del tiempo ordinario

Hoy leemos con atención y novedad el Evangelio de san Lucas. Una parábola dirigida a nuestros corazones. Unas palabras de vida para desvelar nuestra autenticidad humana y cristiana, que se fundamenta en la humildad de sabernos pecadores («¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!»: Lc 18,13), y en la misericordia y bondad de nuestro Dios («Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»: Lc 18,14).

La autenticidad es, ¡hoy más que nunca!, una necesidad para descubrirnos a nosotros mismos y resaltar la realidad liberadora de Dios en nuestras vidas y en nuestra sociedad. Es la actitud adecuada para que la Verdad de nuestra fe llegue, con toda su fuerza, al hombre y a la mujer de ahora. Tres ejes vertebran a esta autenticidad evangélica: la firmeza, el amor y la sensatez (cf. 2Tim 1,7).

La firmeza, para conocer la Palabra de Dios y mantenerla en nuestras vidas, a pesar de las dificultades. Especialmente en nuestros días, hay que poner atención en este punto, porque hay mucho auto-engaño en el ambiente que nos rodea. San Vicente de Lerins nos advertía: «Apenas comienza a extenderse la podredumbre de un nuevo error y éste, para justificarse, se apodera de algunos versículos de la Escritura, que además interpreta con falsedad y fraude».

El amor, para mirar con ojos de ternura —es decir, con la mirada de Dios— a la persona o al acontecimiento que tenemos delante. San Juan Pablo II nos anima a «promover una espiritualidad de la comunión», que —entre otras cosas— significa «una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado».

Y, finalmente, sensatez, para transmitir esta Verdad con el lenguaje de hoy, encarnando realmente la Palabra de Dios en nuestra vida: «Creerán a nuestras obras más que a cualquier otro discurso» (San Juan Crisóstomo).


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«No tengamos en modo alguno la presunción de que vivimos rectamente y sin pecado. Lo que atestigua a favor de nuestra vida es el reconocimiento de nuestras culpas» (San Agustín)

«No es suficiente preguntarnos cuánto rezamos, debemos preguntarnos también cómo rezamos. Pregunto: ¿se puede rezar con arrogancia? No. ¿Se puede rezar con hipocresía? No. Solamente debemos orar poniéndonos ante Dios, así como somos» (Francisco)

«‘La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes’ (San Juan Damasceno). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde ‘lo más profundo’ (Sal 130,14) de un corazón humilde y contrito? (…). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un “mendigo de Dios” (San Agustín)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.559)

jueves, 23 de octubre de 2025

Análisis teológico de Jesucristo ante la presencia de Satanás



Usaré como texto base la Biblia Católica (Vulgata y textos griegos del NT según el códice alejandrino).


1. EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

Mt 4,1–11 — La tentación en el desierto

Jesús es “ἀνήχθη ὑπὸ τοῦ Πνεύματος” (conducido por el Espíritu) para ser “πειρασθῆναι ὑπὸ τοῦ διαβόλου” (tentado por el diablo).

Exégesis: El verbo πειράζω (tentar/probar) indica un examen moral, no mera seducción. El contexto es teológico: el Hijo, recién proclamado por el Padre (Mt 3,17), debe pasar la prueba de fidelidad.

El diablo no es un símbolo abstracto sino un agente personal del mal, reconocido por Jesús como interlocutor real. La triple tentación (pan, templo, reinos) resume las tres desviaciones mesiánicas: materialismo, espectacularismo y poder político.

Jesús responde con citas del Deuteronomio (8,3; 6,16; 6,13), mostrando que la Escritura es el arma del Hijo contra el tentador.


Mt 8,28–34 — Los endemoniados de Gadara

Aquí aparecen “δύο δαιμονιζόμενοι” (dos endemoniados). Los demonios reconocen en Jesús: “Τί ἡμῖν καὶ σοί, υἱὲ τοῦ Θεοῦ;” (¿Qué tienes que ver con nosotros, Hijo de Dios?).

Exégesis: Este reconocimiento demoníaco precede a la confesión humana. Los demonios poseen una teología correcta, pero sin amor; su “gnosis” carece de caritas.

El exorcismo muestra el dominio ontológico del Cristo sobre las potencias del caos: los cerdos (animales impuros) simbolizan la expulsión del mal fuera del orden del Reino.


Mt 9,32–34 y 12,22–28 — Jesús y Beelzebul

Los fariseos dicen: “ἐν τῷ ἄρχοντι τῶν δαιμονίων ἐκβάλλει τὰ δαιμόνια” (por el príncipe de los demonios expulsa demonios).

Exégesis: Jesús responde con el argumento lógico del reductio ad absurdum: “Si Satanás expulsa a Satanás, su reino está dividido.” (12,26).

El Βεελζεβούλ (del hebreo Baal-zebub, “Señor de las moscas”) se identifica aquí con el ἄρχων (príncipe) del mundo demoníaco. Jesús revela la llegada del Reino de Dios: “ἐφθασεν ἐφ’ ὑμᾶς ἡ βασιλεία τοῦ Θεοῦ” (ha llegado a vosotros el Reino).

La confrontación es teológica y cósmica: la irrupción de Cristo disuelve la autoridad demoníaca.


Mt 16,23 — “¡Apártate de mí, Satanás!”

Jesús llama Satanás a Pedro cuando éste rechaza la cruz.

Exégesis: Aquí Satanás (שָׂטָן, adversario) no es el diablo literal, sino el espíritu de oposición que se infiltra incluso en el discípulo. Pedro se vuelve portavoz de la lógica de tentación: evitar el sufrimiento redentor.

Jesús desenmascara el mecanismo: la tentación se disfraza de piedad.


Mt 25,41 — El juicio final

“Id, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.”

Exégesis: El διάβολος es figura escatológica: su derrota está decretada. Cristo aquí actúa como juez cósmico, no sólo moralista. Los demonios no dominan el infierno; lo padecen.


2. EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS

Mc 1,12–13 — Tentación en el desierto

Jesús está “μετὰ τῶν θηρίων” (con las fieras) y “οἱ ἄγγελοι διηκόνουν αὐτῷ” (los ángeles le servían).

Exégesis: Marcos presenta la lucha como un microcosmos: Cristo entre lo salvaje (caos) y lo angélico (orden). El desierto es campo de batalla cósmico.


Mc 1,23–28 — El primer exorcismo en Cafarnaúm

El espíritu inmundo grita: “Sé quién eres: el Santo de Dios.”

Exégesis: La fórmula “Santo de Dios” (ἅγιος τοῦ Θεοῦ) evoca la consagración profética. Jesús ordena con una sola palabra (φιμώθητι — cállate). En el silencio del demonio comienza el Reino.


Mc 5,1–20 — El endemoniado de Gerasa (Legión)

“Λεγεὼν ὄνομά μοι, ὅτι πολλοί ἐσμεν” (“Mi nombre es Legión, porque somos muchos”).

Exégesis: “Legión” (λεγεών) es término militar romano (aprox. 6000 soldados). Simboliza el dominio imperial del mal sobre el hombre.

El exorcismo de Legión es teopolítico: el poder demoníaco imita el poder imperial. Jesús lo destruye sin armas. El hombre liberado se convierte en evangelizador en la Decápolis.


3. EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS

Lc 4,1–13 — Tentación en el desierto

Relato paralelo a Mateo. Lucas invierte el orden de las tentaciones (Jerusalén al final), subrayando el conflicto escatológico que culminará en la Pasión.

Exégesis: Lucas añade: “ὁ διάβολος ἀπέστη ἀπ’ αὐτοῦ ἄχρι καιροῦ” (el diablo se alejó de él hasta el tiempo oportuno): preanuncia su regreso en la hora de la cruz.


Lc 8,2 — María Magdalena “de la que habían salido siete demonios”

Exégesis: El número siete indica plenitud simbólica. María representa la restauración total: la liberación del ser humano en su integridad.


Lc 10,18 — “Veía a Satanás caer del cielo como un rayo.”

Exégesis: El verbo “ἐθεώρουν” (veía) indica visión profética. Jesús interpreta el éxito de los discípulos como signo del derrumbe cósmico del poder demoníaco.

La caída de Satanás es presente continuo: un proceso inaugurado por la misión cristiana.


Lc 11,14–26 — Exorcismo y parábola del espíritu que regresa

Exégesis: Jesús revela que el mal puede reapropiarse del alma vacía. La purificación sin conversión deja espacio al retorno del demonio. Es una advertencia eclesial: la victoria espiritual exige inhabitación divina.


4. EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

Jn 8,44 — “Vosotros sois hijos del diablo.”

Exégesis: Aquí διάβολος aparece como ἀνθρωποκτόνος ἀπ’ ἀρχῆς (homicida desde el principio). Jesús no introduce dualismo maniqueo; distingue filiación moral, no ontológica.

El diablo es personificación del rechazo a la Verdad (ἀλήθεια). En Juan, el pecado es mentira ontológica.


Jn 13,27 — “Y después del bocado, Satanás entró en él (Judas).”

Exégesis: La entrada de Satanás en Judas no niega la libertad humana: dramatiza el misterio de la cooperación del mal con la historia de la salvación.

La traición no es obra exclusiva del demonio; es decisión humana habitada por el mal.


5. HECHOS DE LOS APÓSTOLES

Hch 5,3 — “Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón?”

Exégesis: Satanás no aparece como figura externa sino como tentación interior en la comunidad. El mal entra en la Iglesia misma; Pedro actúa como exorcista espiritual.


Hch 16,16–18 — La joven con espíritu de adivinación (πνεῦμα πύθωνα)

Exégesis: Pýthōn remite al oráculo de Delfos. Lucas muestra el enfrentamiento entre el Espíritu Santo y los espíritus del paganismo. Pablo actúa en nombre de Jesús, estableciendo la supremacía del kerigma sobre el ocultismo.


6. EPÍSTOLAS PAULINAS

2 Co 11,14 — “Satanás se disfraza de ángel de luz.”

Exégesis: Pablo reinterpreta la figura demoníaca como falsificación carismática. El mal se infiltra bajo apariencia de piedad.

El diábolos es metaschematizómenos (transformado en figura de luz): crítica a los falsos apóstoles.


Ef 6,12 — “Nuestra lucha no es contra carne y sangre...”

Exégesis: Archai, exousiai, kosmokratores tou skotous (principados, potestades, dominadores de este mundo tenebroso).

Pablo describe una jerarquía demoníaca. No es poesía: en su cosmología, el cosmos está bajo estructuras de poder maligno que Cristo ha vencido (Col 2,15).


1 Ts 2,18 — “Satanás nos estorbó.”

Exégesis: Satanás aparece como obstáculo misional, fuerza de impedimento histórico. Pablo percibe la misión como campo de conflicto espiritual real.


7. CARTAS CATÓLICAS Y APOCALIPSIS

St 4,7 — “Resistid al diablo y huirá de vosotros.”

Exégesis: La resistencia es espiritual: ὑποτάγητε τῷ Θεῷ (someteos a Dios). No hay neutralidad entre Dios y el diablo.


1 Pe 5,8 — “El diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar.”

Exégesis: Imagen veterotestamentaria del caos animal. La vigilancia (νήψατε, γρηγορήσατε) es actitud eclesial permanente.


Ap 12,7–9 — La guerra en el cielo

Miguel y sus ángeles combaten contra el dragón (ὁ δράκων ὁ μέγας).

Exégesis: La apocalíptica joánica identifica al dragón con “ὁ ὀφις ὁ ἀρχαῖος” (la serpiente antigua), explicitando continuidad entre Gén 3 y la historia de Cristo.

El dragón es símbolo del imperio persecutor y del mal cósmico.

Cristo vence por su sangre (Ap 12,11): el sacrificio sustituye la violencia por redención.


8. SÍNTESIS TEOLÓGICA FINAL

Jesús no dialoga con el mal; lo desenmascara.

Todo enfrentamiento con Satanás o demonios termina en silencio o expulsión. No hay simetría entre Cristo y el diablo: sólo contraste entre Verbum Dei y mentira ontológica.


El diablo es real, pero derrotado.

En el NT, Satanás pasa de ser acusador (Job, Zacarías) a enemigo derrotado. Su poder es “prestado”, su derrota asegurada por la cruz (Jn 12,31; Col 2,15).


El Reino de Dios es exorcismo cósmico.

Cada milagro, cada conversión, es victoria sobre una potestad invisible. El Evangelio es una guerra silenciosa donde el arma es la palabra.


Cristo es el verdadero Exorcista.

En Él, la humanidad es purificada del miedo arcaico. La luz no negocia con las tinieblas; las disuelve.


Segunda Parte


Presento un panorama historiográfico-teológico sobre la figura del demonio y su relación con Cristo desde los Padres hasta el Concilio Vaticano II y la teología contemporánea, con atención a cómo cada época interpreta los pasajes neotestamentarios que ya examinamos. Lo hago como un exegeta formado en la tradición católica: directo, académico, con referencias clave para consulta.


Resumen de la línea argumental

Los Padres interpretan a Satanás como ángel caído y leen los relatos evangélicos como victoria cristológica y tipológica.

La Edad Media sistematiza (especialmente Tomás) la ontología angélica y demoníaca; aparece la doctrina del pecado irrevocable de los ángeles.

Reforma y contrarreforma polemizan sobre la realidad del demonio y su relación con la Iglesia y la historia.

Edad moderna: reacción frente al escepticismo racionalista; León XIII y la liturgia devocional (San Miguel).

Siglo XX: Vaticano II sitúa la realidad del mal en la historia; teología contemporánea reinterpreta con prudencia (teologías espiritualistas, críticos psicológicos y la reafirmación de Ratzinger/JPII sobre la realidad personal del demonio).

Resultado: doctrina coherente —demonio real y personal, criatura creada y vencida por Cristo; su acción existe pero es finita y subordinada a la Providencia.


I. PADRES DE LA IGLESIA (s. II–V): lectura tipológica y pastoral

Orígenes (c.185–254)

Aporte clave: lectura alegórica y espiritual de la Escritura; reconoce al demonio como realidad personal, pero prioriza interpretación espiritual y moral.


Exégesis práctica: los exorcismos evangélicos son símbolos del combate interior del alma que asciende hacia Dios. Orígenes suaviza literalisms que puedan chocar con su teología de la creación.


San Ireneo (s. II)

Aporte clave: teología de la recapitularon: Cristo corrige las perversidades de Adán; la derrota del demonio está ligada a la economía salvífica.


Exégesis práctica: las tentaciones y exorcismos son etapas en la “recapitulación” mesiánica.


San Agustín (354–430) —figura capital

Aporte clave: sistematiza la ontología del mal en De Civitate Dei y otros tratados: los demonios son ángeles creados y buenos en origen; su pecado fue la soberbia; no son principio coeterna del mal (rechazo maniqueísta).


Exégesis práctica: interpreta exorcismos como manifestaciones de la victoria cristiana; ofrece una antropología del pecado que liga a la libertad con la caída.


Consecuencia doctrinal: Agustín fija la línea que luego seguirá la tradición católica: demonio = criatura libre, responsable y condenada.


Conclusión patrística: el NT se lee como relato histórico y teológico: los demonios reconocen a Cristo (conocimiento verdadero sin conversión); su expulsión es signo escatológico del reinado de Dios.


II. EDAD MEDIA (s. V–XIII): consolidación filosófico-teológica

Escolástica temprana y alta escolástica

Contexto: auge de la filosofía natural, distinción de órdenes del ser, interés por la angelología.

Problema teológico: conciliar libertad angelical con su menor grado de conocimiento (lo que explica la radicalidad de su elección al pecado).

Santo Tomás de Aquino (1225–1274) — Summa Theologica (I, q. 63–64)


Aportes clave:

Demonios = intelectos puros creados por Dios; su caída fue por una única elección irrevocable (no posibilidad de arrepentimiento).


Su pecado raíz: soberbia.


Su acción: pueden tentar y obrar milagros aparentes, pero siempre subordinados a la Providencia.


Cristo como vencedor: la redención se opera en la historia, y los exorcismos son signos del Reino efectivamente presente.


Exégesis práctica: Tomás lee pasajes evangélicos literalmente y metafísicamente: el dominio de Cristo sobre los demonios muestra su autoridad universal y su potestad restauradora.


Conclusión medieval: se consolida una “ciencia” del demonio: ontología, voluntad, influencia y límites. La práctica sacramental y exorcística se regula con prudencia (rituales, normas).


III. REFORMA y CONTRARREFORMA (s. XVI–XVII): politización y pastoral

Reforma (Lutero, Calvino)

Lutero: mantiene la realidad del diablo como tentador personal; subraya la gracia y la lucha personal.

Calvino: insiste en la soberanía divina y en la malicia real de Satanás; la lucha es espiritual y doctrinal (combatir falsas doctrinas que son obra del enemigo).


Contrarreforma y prácticas católicas

Reafirmación sacramental: la Iglesia Católica regula la práctica de exorcismos y combate doctrinal de la superstición.

Ambiente político: en la atmósfera de persecución religiosa, el diablo se incorpora al arsenal polémico: acusaciones de brujería, malos y “pactos” que serán controlados por tribunales (nota: fenómeno histórico complejo con severos abusos).

Exégesis práctica: los textos neotestamentarios mantienen su peso como fundamento para el ministerio exorcístico y la teología cristológica.


IV. EDAD MODERNA (s. XVIII–XIX): escepticismo y reacción católica

Racionalismo y crítica

Ilustración: tendencia a explicar fenómenos demoníacos en términos psicológicos, sociales o supersticiosos. Se reduce la creencia popular en demonios literales en ciertos círculos intelectuales.


Reacción católica conservadora

León XIII (s. XIX): reactiva devociones contra el diablo (oración a San Miguel); en la praxis se mantiene la doctrina tradicional: demonio real, peligro pastoral.

Consecuencia: tensión entre la creciente explicación psicologista y la persistente praxis exorcística.


V. SIGLO XX: pastoral, exorcismo y reforma conciliar

Desarrollo pastoral

Ritos de exorcismo: la Iglesia conserva rito, que será revisado y clarificado en el siglo XX; se regula su ejercicio (prudencia, diagnóstico médico-psicológico previo).

Casos mediáticos: proliferan en prensa relatos de “posesiones” y exorcismos; la Iglesia y la ciencia frecuentemente entran en diálogo para evitar abusos.


Vaticano II (1962–1965)

Aporte mayor: el Concilio no hace una teología sistemática del demonio, pero en documentos clave (Lumen Gentium, Gaudium et Spes) sitúa la realidad del mal en la historia humana y en la libertad: un “mal personal” existe, pero la llamada es a la acción pastoral y a la transformación social.

Tono: menos catastrofista, más pastoral y esperanzador; énfasis en la dignidad humana y en la lucha por la justicia como respuesta al mal.


Posconciliaridad

Catequesis y renovación: el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) sintetiza doctrina: Satanás es ángel caído (CEC 391–395), su realidad no es mito; la liturgia y pastoral exigen discernimiento (CEC 2850–2854 sobre el Padrenuestro: «libranos del maligno»).

Reafirmaciones papales modernas: Juan Pablo II y Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) hablaron de la realidad del demonio (audiencias y escritos), distinguiendo subinterpretaciones New Age/psicologistas y afirmando la necesidad de discernimiento. Paul VI (1972) hablaba del «humo de Satanás» en la Iglesia (frase famosa): subrayó la presencia de corrupciones internas.


VI. TEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA: matices, críticas y relecturas

A. Corrientes que secularizan la experiencia demoníaca

Psicología y psiquiatría: muchos fenómenos tradicionales de “posesión” se re-explican a partir de trastornos mentales, sugestión, trauma. Los teólogos contemporáneos piden prudencia y cooperación interdisciplinaria (psicólogos, psiquiatras, médicos) antes del recurso ritual.

Teologías simbólicas: algunos autores interpretan demonios como metáforas de estructuras del pecado (p. ej. opresión, injusticia institucional) — lectura útil para la ética social, pero insuficiente para explicar casos extraordinarios descritos en los evangelios.


B. Reafirmación personalista y teológica

Hans Urs von Balthasar: insiste en la libertad personal y en la tragedia de la criatura que cae; la narrativa cristiana del mal es teológica (misterio de la libertad creatural).

Joseph Ratzinger / Benedicto XVI: advierte contra reducir el demonio a metáfora; para él, negar su realidad simplifica la experiencia cristiana del mal y empobrece la antropología cristiana. Ratzinger subraya la centralidad cristológica: sólo en Cristo la salvación y la derrota de las potencias son efectivas.


C. Exorcismo hoy: normas y prudencia

Disciplina eclesial: el exorcismo mayor es tarea del obispo o del sacerdote designado (con formación); antes se requiere evaluación médica y psiquiátrica. La práctica sigue viva en la Iglesia, con protocolos más rigurosos que en siglos pasados.


VII. SÍNTESIS DOCTRINAL Y EXEGÉTICA FINAL

Continuidad hermenéutica: desde los Padres hasta hoy la lectura del NT sobre el demonio mantiene cuatro rasgos constantes: (a) su realidad personal; (b) su origen creado y su caída voluntaria; (c) su derrota ontológica en Cristo; (d) su actividad histórica y pastoral.

Evolución metodológica: la Edad Moderna y la contemporaneidad han introducido exigencias interdisciplinarias —no negar la realidad demoníaca, pero evitar confluir en superstición, sensacionalismo o explicaciones unilaterales.

Cristología como clave: la interpretación neotestamentaria nunca es neutral: los exorcismos y enfrentamientos con Satanás son signos de la presencia del Reino en Cristo y, hermenéuticamente, deben leerse cristológicamente: el Hijo actúa con la autoridad del Padre.

Pastoral responsable: la Iglesia exige discernimiento —tratar lo pastoral, lo sacramental y lo médico con equipos competentes— y al mismo tiempo conservar la dimensión escatológica: la victoria definitiva pertenece a Cristo.


VIII. BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA (selección para consulta académica)

San Agustín, De Civitate Dei (libros XI–XIV sobre el mal).

Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae I, q. 63–64.

Hans Urs von Balthasar, Mysterium Paschale (y escritos sobre el mal y la libertad).

Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), Jesús de Nazaret (vols. 1–2) y sus audiencias/ensayos sobre el demonio.

Catecismo de la Iglesia Católica (1992), nn. 391–395; 2850–2854.

Didier, El mal en la tradición cristiana (estudio histórico-teológico contemporáneo).

Works on exorcism and pastoral care: material eclesial sobre el rito del exorcismo (manuales diocesanos y documentos teológicos; consultar las directrices de las conferencias episcopales locales).

lunes, 20 de octubre de 2025

¿Quién es José Gregorio Hernández Cisneros? Primer santo venezolano



José Gregorio Hernández Cisneros nació el 26 de octubre de 1864 en la pequeña localidad de Isnotú, en el estado Trujillo, hacia el centro-oeste de Venezuela. Hijo de Benigno Hernández, comerciante y dueño de un almacén, y de Josefa Antonia Cisneros, quien se dedicaba a las labores del hogar. José Gregorio quedó como el mayor de seis hermanos pues la primera hija, de aquel solido matrimonio, murió prematuramente.

Cuando estaba por cumplir ocho años, su madre falleció; ella, además de amorosa progenitora, le impartió las primeras lecciones pedagógicas y de fe cristiana; posteriormente, su educación escolar estuvo a cargo del maestro del pueblito, Pedro Celestino Sánchez. También la tía paterna, María Luisa, haría las veces de madre para con él y sus hermanitos. Otra hermana de Benigno, quien era  religiosa dominica de clausura, vivió con la familia, debido al cierre de conventos y otras leyes anti eclesiásticas en Venezuela. Su padre volvió a contraer matrimonio y de aquella segunda unión nacieron otros seis hijos. José Gregorio creció en ambiente familiar y vecinal rural, pero de importantísimos valores humano cristianos, lo cual influyó en  su encumbrada personalidad.

Desde pequeño se distinguió por una excelente conducta y destacó como buen estudiante. Cumplidos los trece años dejó atrás su hogar en Isnotú, para emprender un largo viaje hasta Caracas, donde primero cursó lo que actualmente llamamos bachillerato, en el afamado Colegio Villegas, y posteriormente Medicina, graduándose con excelentes calificaciones, en la Universidad Central de Venezuela (UCV) el 29 de junio de 1888.

Aunque hubo propuestas, de parte de sus amistades, para que se estableciera en Caracas,  José Gregorio tenía la convicción de que la primera misión estaba en su lugar de origen, Los Andes, donde, como en el resto de la Venezuela rural, abundaba la pobreza. Mientras tuvo como residencia su pueblito natal, ejerció por varios meses la profesión médica (desde agosto de 1888  hasta abril de1889) entre los estados Trujillo, Mérida y Táchira.

Buscando otro lugar para establecerse en el país, debido a ciertas hostilidades en la región, le llegó la noticia de su recomendación ante el presidente de la República, Juan Pablo Rojas Paúl,  para viajar como becado hasta París a completar sus estudios y traer adelantos científicos a la nación. Inició así una titánica labor en el país, trayendo el primer laboratorio científico y ejerciendo apasionadamente la docencia universitaria y su dilatada profesión como médico.

Siguiendo las inspiraciones de su profunda espiritualidad, en el año 1908 entró al convento de La Cartuja, en Italia. No pudiendo asumir los rigores de aquel estilo de vida volvió a su querida Venezuela a seguir ejerciendo la docencia y medicina, pero con el anhelo de regresar a los senderos de una consagración definitiva. La ocasión se repite en 1913 cuando ingresa al Colegio (seminario) Pío Latinoamericano de Roma. Por motivos de salud, y forzado por el comienzo de la Primera Guerra Mundial,  debió regresar a Caracas sin cumplir dicho propósito.

Aunque intentó dos veces la vida religiosa en  Italia, el camino vital de José Gregorio se desarrolló fundamentalmente en la capital de Venezuela donde residió con su querida familia y trabajó casi toda su vida;  su casa de habitación estuvo ubicada en varias de las parroquias que hoy se conocen como el centro de Caracas. Desde 1909, cuando regresa de La Cartuja, residió en el sector La Pastora, dónde tenía su casa y «consultorio» . Durante estos años acude diariamente al templo del lugar, sin dejar de frecuentar los del centro, particularmente la Santa Capilla. En La Pastora vivió hasta su fallecimiento en junio de 1919.

El hombre de la fe y de la ciencia, desarrolló una amplia labor clínica e investigadora, incluyendo, entre muchos escritos,  la publicación de un libro de bacteriología y otro de filosofía.

José Gregorio hablaba, además del español, francés, alemán, inglés e italiano. Era conocido como un profesor culto, con habilidades para la música y también como un filósofo. En su etapa juvenil participaba con frecuencia en la retreta citadina y bailes de la época.

Médico, profesor, científico y hombre de profunda fe católica, el Dr. José Gregorio Hernández destaca en la historia por sus aportes al desarrollo de la medicina moderna en Venezuela, la dedicación a su querida familia, la polifacética experiencia de vida y por la generosidad con la que atendió a todos sus pacientes, teniendo especial atención para con los de bajos recursos.

Sus biógrafos lo describen, además de su indiscutible vida espiritual, como un hombre íntegro, recto e intachable; excelente galeno, docente abnegado y mejor ser humano. Fue médico de varios presidentes de la República, de ministros y destacadas personalidades.  Sin embargo, no se aprovechó de ninguna forma de estos pacientes observando para con todos ellos el mismo trato profesional.

El domingo 29 de junio, una vez cumplidos sus habituales deberes religiosos y profesionales, murió después de ser atropellado por un vehículo  en la esquina de Amadores, ubicada en el sector La Pastora, Caracas. Un golpe seco contra la acera le ocasionó una fractura de cráneo que terminó con la vida de uno de los venezolanos más admirados. La repentina noticia sorprendió a la sociedad caraqueña y de diversos lugares del país, aglutinando en sus exequias a decenas de miles de ciudadanos; como dijeran algunos, fue un día de luto para la ciencia y la patria.

Después de su muerte, la devoción a su figura se extendió entre los venezolanos de  los diversos estratos sociales. También el apelativo, por parte de muchos de sus devotos, al llamarlo “el médico de los pobres” se difundió aún más entre los sectores populares. La «estampita» y su devoción fue llegando, prácticamente, a cada hogar de Venezuela, e incluso a otros países de la región.

José Gregorio Hernández Cisneros como médico, científico y docente, se puso al servicio de quien lo necesitara, convirtiéndose así en una persona admirada por todos. Vestido de traje de color oscuro, con el bigote y el sombrero negro, a usanzas de la época, o con la típica bata blanca, su imagen y devoción acompaña a las familias, generación tras generación.

Su beatificación y canonización han despertado mucho interés por conocer más y mejor su vida. Como escribía el cardenal José Humberto Quintero: “El Dr. José Gregorio se destaca en la historia contemporánea con imponencia de montaña. De la infancia al minuto de la muerte, la vida de José Gregorio Hernández fue un constante subir hacia la perfección. La ciencia y la santidad eran sus metas. Triunfó alcanzándolas”.

San José Gregorio Hernández Cisneros se nos presenta, particularmente a sus coterráneos, como un modelo para hacer, entre todos,  una Venezuela iluminada por su espiritualidad, formación y vocación de servicio para el bien común.

Fue beatificado el 30 de abril de 2021 después de que el papa Francisco reconociera el milagro de la recuperación de Yaxury Solórzano Ortega, una niña que recibió un disparo en la cabeza y a quien los médicos daban por perdida.

Pese a que el Vaticano solo ha reconocido este milagro, en Venezuela a Hernández Cisneros se le atribuyen “miles” de favores, por lo que la Iglesia local empezó el proceso para su canonización desde 1949, siendo declarado siervo de Dios en 1972.

El Papa León XIV  canonizó el 19 de octubre de 2025 en una ceremonia en la plaza de San Pedro ante decenas de miles de fieles a los venezolanos José Gregorio Hernández, médico laico, y Carmen Rendiles, religiosa, primeros santos de Venezuela.