jueves, 23 de febrero de 2017

Primer Encuentro Iberoamericano de Teología DECLARACIÓN DE BOSTON



Primer Encuentro Iberoamericano de Teología

DECLARACIÓN DE BOSTON




Durante varios días, teólogas y teólogos católicos de Ibero-América nos reunimos en Boston, Estados Unidos de América, con espíritu ecuménico, interreligioso, intercultural, integrador y solidario. La vocación eclesial nos lleva a pensar, investigar, aprender, enseñar y comunicar la riqueza de la fe cristiana en la Iglesia y la sociedad. Compartimos la vida, la oración, la Eucaristía, la reflexión y el diálogo para hacer un discernimiento en común de los nuevos signos de los tiempos de nuestra época. Ahora queremos compartir algunos frutos de nuestro trabajo con la comunidad eclesial y el público en general.

Reconocemos, con gozo y alegría, que vivimos un momento favorable en el desarrollo de la teología y, en general, en la vida de la Iglesia. Creemos que vivimos un kairós eclesial a partir de los procesos iniciados por el obispo de Roma, Francisco, primer pontífice proveniente de América Latina. Sus impulsos de renovación evangélica, expresados en la necesidad de una reforma, tanto de las mentalidades como de las estructuras de la institución eclesial, en perspectiva sinodal, nos animan apreguntarnos por dónde pasa Dios hoy en nuestra historia y qué realidades se le oponen. Nuestro discernimiento nos ha permitido descubrir aquellos rasgos y signos de una historia común, desde donde queremos mirar los desafíos presentes y futuros de esta época global en la que vivimos. Así, enfatizamos la importancia de mirar, desde la Palabra de Dios leída en la Iglesia, la situación socio-política y económica de nuestros países, concibiéndola como un lugar teológico fundamental, en el que la Iglesia está llamada a insertarse para acompañar, como Pueblo Dios, a los pueblos de este mundo.

Por ello, queremos discernir nuestra presencia como creyentes a partir de la cuestión social de esta época, caracterizada, en lo socioeconómico, por la existencia de relaciones y sistemas de exclusión e inequidad, en lo sociocultural, por la necesidad de ir de lo pluricultural a lo intercultural, y, en lo sociopolítico, por la urgencia de consolidar el sistema democrático y las formas emergentes de la sociedad civil que propongan una mirada más humana de este mundo. En este marco reafirmamos nuestra opción por los pobres y excluidos.

América Latina y el Caribe no es la región más pobre en términos económicos, pero sigue siendo la más desigual. La causa no está ni en la renta ni en la herencia, como en Europa o Estados Unidos, sino en una distribución desigual de los ingresos y las oportunidades, incluyendo la inequitativa propiedad privada concentrada de la tierra, que genera riqueza para unos pocos y pobreza para muchos. Urge pues, una teología profética que desacralice falsos dioses. No podemos dejar de denunciar las causas económicas y culturales de la pobreza, y debemos estar atentos a las mediaciones socio-políticas que se implementen para su superación. Una teología profética inculturada supone preguntarnos desde dónde hacemos teología, y de qué lado social nos ubicamos para comprender la realidad. Para ello, es necesario un discernimiento crítico de los nuevos estilos "de corte neopopulista" (DA 74) que emergen por vía democrática en distintos países de América.

En este sentido, nos hemos preguntado por el servicio que presta la teología pensada, dicha y escrita en castellano o español -en el marco de los idiomas iberoamericanos y de todas las lenguas de América que comunican el Evangelio- a la comunidad eclesial y, especialmente, al magisterio universal, junto con la concepción o el modelo del misterio de la Iglesia que le caracteriza y sustenta. Reconocemos la importancia numérica y socio-cultural del uso del español en el catolicismo mundial actual. Nuestro trabajo conjunto ha confirmado la necesidad de acrecentar los vínculos personales e institucionales entre teólogas y teólogos latinoamericanos de habla española y portuguesa, españoles de lengua castellana y latinos de Norte América. Promovemos una teología teologal e histórica que salga a dialogar con las cuestiones que conciernen al contexto sociocultural y eclesial ibero-latino-americano.

Movidos por el Espíritu que actúa desde los márgenes de la Iglesia y el reverso de la historia, creemos que las periferias son lugares teológicos que obligan a la teología a preguntarse: ¿Cuándo un pueblo es católico: cuando tiene muchos templos o cuando tiene poca pobreza? Como consecuencia, ratificamos nuestro compromiso ineludible con las hermanas y los hermanos en las periferias de la sociedad, azotados por la pobreza y diversas formas de exclusión social, económica, política y eclesial, que llama, con urgencia, a luchar por su mayor inclusión e integración. Esto exige una mayor fidelidad de la institución eclesiástica a Jesús de Nazaret, Mesías liberador, Señor de la historia e Hijo de Dios. Reconocemos que la pobreza injusta mata porque genera formas de muerte prematura que debemos rechazar. Somos creyentes que apostamos por la puesta en práctica de la misericordia con justicia. Nuestra opción por los pobres se inserta en la memoria de la sangre de los mártires de América, celebrando su vida y recordando que su entrega por el Pueblo de Dios es luz que ilumina nuestro quehacer teológico.

Ante la gravedad de este momento histórico que clama por una presencia más viva en medio de nuestras comunidades, afirmamos la urgencia de colaborar con la pastoral y la teología del papa Francisco. Apoyamos una teología que se hace cargo de los conflictos y transita por las periferias. Al igual que los pastores, los teólogos hemos de oler a pueblo y a calle, por lo que creemos en la necesidad de sanar la deuda pastoral que la teología profesional tiene aún con nuestros pueblos pobres. En este contexto, la teología debe impregnarse de una misericordia que se nutra en el Evangelio y que promueva una Iglesia pobre y para los pobres, donde ellos sean sujetos de su propia historia, y nunca objetos de manipulaciones ideológicas, de cualquier orden. Los pobres, muchas veces víctimas de la violencia, han de ser para nosotros lugares teológicos privilegiados, por lo que nuestro compromiso no sólo ha de ser el de acompañarles, sino el de dejarnos evangelizar y transformar por ellos, en un proceso continuo de conversión pastoral y misionera.

Reconocemos que los procesos de globalización han permitido una mayor interdependencia e intercambio entre personas y pueblos remotos. Sin embargo, también vemos cómo hoy padecemos sus efectos socioculturales. Por ello, observamos con perplejidad la globalización de la indiferencia y de la indolencia. Dedicamos especial atención a los fenómenos de las migraciones, la precarización del empleo y la falta de oportunidades engendrados por sistemas que no asumen la causa de los pobres, ni los consideran sujetos de sus propios procesos. Hemos entrado en una nueva etapa mundial que algunos denominan como desglobalización caracterizada por la inhabilidad de relacionarnos como sujetos, de tú a tú, en relaciones humanizadoras recíprocas.

Creemos que los migrantes son un gran signo de nuestro tiempo. En ellos, los cristianos estamos llamados a reconocer el rostro y la voz de Jesús (Mt 25,35) y responder desde las siguientes claves: la afirmación de la dignidad de todo ser humano, la promoción de una «cultura del encuentro», la práctica de la fraternidad, la hospitalidad y la compasión. Las migraciones nos invitan a construir procesos de interculturalidad como elemento clave de nuestra reflexión teológica. La presencia de múltiples culturas en nuestros países exige el profundo reconocimiento de la alteridad, abrazando con amor las riquezas que nos regalan nuestras diferencias y ampliando permanentemente el horizonte de nuestras teologías. Esto supone un aprendizaje recíproco en las experiencias diarias y exige la disponibilidad constante al cambio de mentalidad a partir de nuestra inserción en el mundo de vida de los pobres.

Nuestras prácticas no pueden seguir reproduciendo formas de dominación, como aquellas marcadas por el clericalismo que no respeta a laicos y laicas. Las rigideces institucionales no ofrecen la imagen misericordiosa del Dios de Jesús y frenan los procesos necesarios de conversión pastoral de la iglesia. A este respecto corresponde destacar el valor de las nuevas teologías contextuales, como las hechas por mujeres, indígenas y afroamericanos, entre otras, que muestran sujetos que han sido marginados de la vida social y eclesial. Su compromiso por la liberación de nuestros hermanos, víctimas de marginación, ha puesto particular énfasis en las luchas y los sufrimientos que han padecido. Así, destacamos la labor hecha por las teólogas que nos invitan a mirar, con un mayor compromiso, la naturaleza y las causas de la opresión de las mujeres, permitiendo así una concepción más adecuada del tipo de transformaciones que nuestras sociedades requieren para un desarrollo pleno y auténticamente cristiano de todos.

Destacamos las contribuciones de la teología Latina en los Estados Unidos, como una forma de pensar la opción preferencial por los pobres y la defensa de la identidad religiosa y cultural de las comunidades latinas que son discriminadas, muchas veces, no sólo en la sociedad sino también en espacios eclesiales. Recogiendo las contribuciones de la teología latinoamericana, esta teología ha sabido prestar atención a temas claves de la experiencia de latinas y latinos en los Estados Unidos, destacándose el mestizaje, la religiosidad popular, en particular en sus expresiones marianas, y la experiencia de lo cotidiano. Creemos que, sólo reconociendo las raíces socioculturales y religiosas de estas personas en pueblos latinoamericanos, la Iglesia en los Estados Unidos y Canadá, podrá responder pastoralmente a este nuevo desafío. En este sentido, urge una mejor preparación y sensibilidad de los ministros y todos los agentes pastorales.

Estas consideraciones, señalan que la reforma sinodal de toda la Iglesia, en la complejidad de sus diversas instancias, y en fidelidad creativa al espíritu del Concilio Vaticano II, constituye un presupuesto ineludible para concebir la vida, la misión y la teología de las comunidades eclesiales. Como teólogas y teólogos ibero-latino-americanos, apoyamos con esperanza y colaboramos con el proceso de reforma de mentalidades y estructuras impulsado por el actual Obispo de Roma.

El Pueblo de Dios es una comunidad de discípulos misioneros llamado, en una dinámica de salida y donación, a testimoniar y anunciar el Evangelio bajo la guía del Espíritu Santo. Sólo una institución espiritualmente más evangélica, teológicamente más consistente y pastoralmente más abierta a la diversidad sociocultural y religiosa, podrá responder al desafío de trabajar por la justicia, la paz y el cuidado de la casa común, desde una genuina atención a los más pobres y excluidos de nuestra época.

María, sobre todo en la imagen y el nombre de la Virgen de Guadalupe, Patrona de América, acompaña nuestro caminar.


Primer Encuentro Iberoamericano de Teología
Realizado del 6 al 10 de febrero de 2017 en el Boston College
Boston, Massachusetts


Coordinadores:

Rafael Luciani (Venezuela)
Carlos María Galli (Argentina)
Juan Carlos Scannone SJ (Argentina)
Félix Palazzi (Venezuela)


Firmantes:

Omar César Albado
Virginia Raquel Azcuy
Luis Aranguren Gonzalo
Phillip Berryman
Agenor Brighenti
José Carlos Caamaño
Víctor Codina SJ
Harvey Cox (invitado)
Emilce Cuda
Allan Figueroa-Deck SJ
Mario Ángel Flores
Carlos María Galli
Roberto S. Goizueta
José Ignacio González Faus SJ
Gustavo Gutiérrez OP
Michael E. Lee
María Clara Lucchetti Bingemer
Rafael Luciani
Carmen Márquez Beunza
Carlos Mendoza-Álvarez OP
Patricio Merino
Félix Palazzi
Ahída Pilarski
Nancy Pineda-Madrid
Gilles Routhier
Luis Guillermo Sarasa SJ
Juan Carlos Scannone SJ
Carlos Schickendantz
María del Pilar Silveira
Jon Sobrino SJ
Roberto Tomichá OFM-Conv
Pedro Trigo SJ
Gabino Uríbarri SJ
Ernesto Valiente
Olga Consuelo Velez
Gonzalo Zarazaga SJ

lunes, 20 de febrero de 2017

DECLARACIÓN DE BOSTON DEL I ENCUENTRO IBEROAMERICANO DE TEOLOGÍA

DECLARACIÓN DE BOSTON DEL I ENCUENTRO IBEROAMERICANO DE TEOLOGÍA

"Al igual que los pastores, los teólogos hemos de oler a pueblo y a calle"

"LOS POBRES, VÍCTIMAS DE VIOLENCIA, HAN DE SER PARA NOSOTROS LUGARES TEOLÓGICOS PRIVILEGIADOS"
Durante varios días, teólogas y teólogos católicos de Ibero-América nos reunimos en Boston, Estados Unidos de América, con espíritu ecuménico, interreligioso, intercultural, integrador y solidario. La vocación eclesial nos lleva a pensar, investigar, aprender, enseñar y comunicar la riqueza de la fe cristiana en la Iglesia y la sociedad. Compartimos la vida, la oración, la Eucaristía, la reflexión y el diálogo para hacer un discernimiento en común de los nuevos signos de los tiempos de nuestra época. Ahora queremos compartir algunos frutos de nuestro trabajo.

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Título del libro:

El arte del consuelo
Autor: Grün Anselm
Idioma: Castellano

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domingo, 12 de febrero de 2017

Hacerse próximo en familia / Por Ronald Rivera



Para darle sentido a la cruz es necesario hacerse próximo en familia

Caridad y Palabra de Dios
            San Pablo exhorta a los cristianos de Colosas a vivir con aquellas virtudes que proceden de haber resucitado con Cristo, de ser santos por haber sido elegidos y amados por dios. So virtudes que se resumen en la caridad: “Y por encima de todo, revístanse del amor que es el vínculo de la perfección” (Col 3, 14).
            De esta forma a pesar de la cruz diaria, de los motivos para sentirse ofendidos o tener que quejarse de los demás, que sepan dar a su caridad incluso las dimensiones del soportarse mutuamente y de la prontitud al perdón a ejemplo del Señor y movidos por Él.
            De esta actitud profunda y constante brota una paz que es don de Cristo y que configura interior y exteriormente las condiciones de vida de los miembros de la comunidad, a las que todos estamos llamados.
            Como alimento, medio y garantía para mantenernos con este fervor y fuego de la caridad, está por una parte la alusión constante de la Palabra de Dios, que debe estar siempre en medio de los fieles y permanecer intensamente entre ellos, y, por otra, la oración incesante, “cantando a Dios con un corazón agradecido salmos, himnos y cánticos inspirados” (Col 3, 16).
Proximidad de Dios
            Comencemos por lo fundamental. El “hacerse próximo” atraviesa el misterio profundo de proximidad que constituye el sentido y el fundamento de toda la existencia familiar. Así, el primer modo de dejarse formar y modelar por la caridad es ser, precisamente como familia, fieles al proyecto de Dios: ser signo y sacramento de Dios para el mundo, signo e instrumento de la caridad de Cristo, testimonio e imagen viva de la proximidad misma de Cristo.
            Es la primera e insustituible misión de una familia cristiana, y más aún actualmente, ya que se imaginan y proponen formas de vida familiar que desgraciadamente en nada se parecen a imágenes de la caridad de dios y sí a una convivencia provisional, a un contrato de trabajo, a una comunidad de vida que se puede interrumpir al propio antojo.
Amor recíproco
            Un nuevo peldaño: para ofrecer el testimonio de la fidelidad a Dios, ser signo e instrumento de su amor, cada familia debe vivir el amor interiormente. Es el primer sendero de la caridad, como recuerda el Papa en la “Familiaris Consortio”, cuando dice que la primera tarea de la familia consiste en “vivir fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas” (nº 18).
            Amor vivido entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre unos familiares y otros.
            Amor que significa buen entendimiento, serenidad recíproca, capacidad para sonreír, comprender, escuchar el discurso del otro; ausencia de prejuicios recíprocos, superación de distancias, de reticencias, de desconfianzas, de momentos difíciles que suelen presentarse para turbar las relaciones familiares; capacidad de realizar entre las distintas generaciones intercambios y enriquecimiento mutuo.
            Amor que se declina con las modulaciones ricas y realistas sugeridas por el apóstol Pablo en el pasaje a los colosenses y que nos remite, como alimento y garantía, a la escucha constante de la Palabra de Dios en familia, a la oración en familia.
            Se trata, por, tanto de asegurar esos momentos y espacios estupendos e insustituibles, aun en medio de la marcha agotadora del día a día, y de todas las dificultades prácticas que pueden surgir. Es el significado del tiempo de desierto aplicado a la familia.

            Se trata, por tanto, de encontrar todos juntos el valor, la fuerza y la alegría de unir las manos y expresar a dios los sentimientos más profundos del corazón. De tres modos podemos hacerlo: orar juntos con las palabras que sabemos, orar juntos con un salmo, orar juntos con una página del Evangelio.  

Abrazar la cruz de la infidelidad matrimonial / Por Ronald Rivera



Abrazar la cruz de la infidelidad matrimonial

            La infidelidad matrimonial es una realidad. Se verifica más a menudo de lo que suponen los moralistas. Y es un error buscar soluciones ilusas o ciegas. No sobreviene casi nunca por casualidad o con una persona cualquiera. La infidelidad tiene casi siempre una larga “prehistoria” y, en general, “sucede” en situaciones claramente típicas con personas que tienen una relación bien precisa con quien es infiel: ellos representan exactamente lo que le falta. Ellos son, o por lo menos dan la impresión de ser, un complemento ideal de quien es infiel. Junto al matrimonio se vive aquello que no puede ser vivido en el matrimonio o es vivido en tono menor.
            Por eso, a mi parecer, frente a estos casos no sirven para nada ni sentimentalismos, ni lágrimas, ni escenas. Sólo pueden servir de ayuda, a parte de la oración, tres preguntas realistas:
            Primero: ¿Por qué lo he hecho? ¿Lo he intentado realmente todo para descubrir a mi mujer física, psíquica y espiritualmente? ¿Le he ofrecido afectivamente todas las posibilidades para que fuera ella misma, para descubrir su camino y para desarrollar en su vida un estilo personal?
            O bien, ¿Le he impedido todo esto por tranquilidad? Tal vez con mi comportamiento autoritario, sofocante e intolerante ¿He impedido que ella no haya conquistado nunca contornos definidos, que no se haya hecho una personalidad y que, se haya vuelto aburrida?
            Segundo: ¿Por qué lo ha hecho él? ¿Por qué me ha traicionado? ¿Lo haré tal vez agobiado con mis celos y desconfianza? ¿Soy, acaso, una fanática de la casa, que pensaba solamente en las cosas del hogar, de la oficina, de los hijos, mientras él llegaba a casa abatido en las noches? ¿Dedico más hora al internet que a estar con él? ¿Lo habré encadenado con mi amor? ¿Habré reducido su vida personal? ¿Me he preocupado por mantenerme atrayente, tanto física como intelectualmente? ¿He sofocado los momentos románticos con mi mal humor?
            Tercero: ¿Se puede salvar todavía nuestro matrimonio? En esta pregunta se encuentra la palabra decisiva. “Nuestro” matrimonio.
            La infidelidad matrimonial tiene siempre que ver con el secreto, el engaño, la mentira y la clandestinidad. Precisamente estos secretos tienen, por lo general, el efecto de volver extraños a los cónyuges.
            Aquí está uno con sus problemas.
            Allí el otro, también con los suyos.
            En medio se cruza la barrera de la desconfianza, de la ira, de los celos, de la desilusión.
            Y ahora surge esta pregunta, en que se trata de nuestro matrimonio, de algo común, por tanto, de algo que se debe pensar, tratar y aclarar en su interés comunitario. Esta pregunta representa la gran posibilidad de cada matrimonio que se halla en peligro de adulterio. Si se plantea con seriedad y con la mejor disposición personal y espiritual, el matrimonio ya está casi salvado.
            Lo que luego pase tiene que ver con la tolerancia, con la humanidad, con la generosidad y con el arte de vivir.
            El cónyuge terco, limitado, duro y egoísta, con seguridad no comprenderá nunca, y difícilmente o jamás logrará perdonar. El adulterio del cónyuge es una ruptura definitiva. Y significa la separación.
            Muchos cónyuges deben hacerse esta pregunta solos. Hay algunos cuya infidelidad no ha salido a la luz del día, y otros que se interpelan una y otra vez sobre el sentido o no-sentido, sobre el valor o no-valor de su conducta. Para ellos con frecuencia es más difícil que para aquellos cuya infidelidad ha sido descubierta. Más difícil, porque no cuentan con el alivio de la conversación, porque tienen miedo de confiarse con cualquier persona, porque temen con razón que su confianza podría ser mal entendida. Para ellos es más difícil, porque no pueden resolver el “enredo” con la confesión. Porque tienen que vivir toda la vida con la contradicción de haber traicionado a la pareja, a quien aman de doble manera: en la fidelidad y en la verdad.
¿Se puede prever la propia infidelidad?
¿Se puede la puede prevenir?
Sobre todo, ¿Un hombre puede amar a dos mujeres?
            Diez novelas no bastarían para responder a estas preguntas de manera satisfactorias. Por eso me voy a limitar a unas breves indicaciones desde la experiencia de hombre casado:
  1. ¿Realmente estoy enamorado? ¿Por qué no puede suceder esto? Tal vez caemos  en el error de creer que el matrimonio es una especie de seguro contra todas las “tentaciones” procedentes del exterior; pero no existe tal seguridad. Por eso la comunicación y una vida de constante participación sacramental es la clave para alejar las tentaciones procedentes de terceros.
  2. La presencia de esa mujer lo electriza. El problema no es sentir esa electricidad, el matrimonio no es capaza de impedir eso, pero lo más antes posible reflexiones un poco por ver si su “amiga” no colma una laguna importante de su vida matrimonial.
  3. Aún no has permitido nada. Usted pretende decir que todavía no ha cometido ninguna falta,  que hasta ahora es solo una chispa a distancia… Pues, le digo que desde el momento que recreó en su mente la posibilidad de la infidelidad desde ese momento ya quitó toda distancia y si no desiste de sus pensamientos esa chispa en la primera oportunidad ocasionará un incendio.
  4. Pero usted “ama también a su esposa…” aquí empieza su ilogicidad. Este “también” denota una coordinación equivocada. Es decir, que ese sentirse electrizado no tiene nada que ver con el amor. La relación basada en escudriñar mis carencias y llenarlas de placer no es vinculante, ni amorosamente ni siquiera debe serlo sexualmente. No puede amarse dos personas a la vez en plano sexual y afectivo por el simple hecho de que una relación amorosa prejuzga la otra. Lo que logres alcanzar con una pareja será una pérdida irremediable de lo que sientes por la otra. Y lamentablemente la más perjudicada es la persona infiel, pues a medida que esta esté vinculada afectivamente y sexualmente con distintas personas, aparte de su cónyuge, está restando su sentido afectivo y por lo general queda sin nada.
  5. ¿Cómo terminará mi relación infiel? La respuesta está en sus manos. Puede dejarse arrastrar por las circunstancias o dar un alto y sopesar lo que está perdiendo, empezando por su sanidad mental y afectiva.
            Antes de concluir este punto algunos consejos elementales:
            Primero: El matrimonio es algo más que “amar a un hombre o a una mujer”. El matrimonio es construir juntos un edificio vivo. Si se deja de construir, el matrimonio deja de respirar…
            Segundo: el matrimonio es algo más que la “la felicidad con los hijos”. El matrimonio es un jardín que hay que cuidar, a fin de que la joven vida pueda crecer.
            Tercero: el matrimonio es algo más que “vivir íntimamente en familia”. El matrimonio es el cristal en el que se reflejan las experiencias sociales decisivas para todos los miembros de la familia.

            Y la “máxima” más importante, si usted desea que su matrimonio se mantenga vivo, no debe olvidar que el centro de la relación debe estar basada en Dios y su vida sacramental. Si usted no hace caso de este último consejo, el peligro en su matrimonio se duplica.

Abrazar la cruz de la enfermedad de un cónyuge / Por Ronald Rivera



Abrazar la cruz de la enfermedad de un cónyuge

            La enfermedad de un cónyuge puede presentarse desde el comienzo del matrimonio como estado enfermizo de salud, como debilidad física y como capacidad trabajadora limitada. Pero puede también irrumpir de improviso en el matrimonio, como en el caso de una desgracia o de una condición física gravemente patológica.
            En ambos casos surgen determinados problemas psicológicos, tanto para la pareja enferma como para la sana. Y también para el matrimonio.
            Hablemos primeramente de cónyuge enfermo. Mientras él está constantemente abatido, cansado, incapaz de efectuar cualquier otro trabajo por la tarde, observa día tras día que su mujer escribe por la noche en celular personal, estira los pantalones deportivos de sus hijos, se le nota las ganas de visitar y recibir amigos. Con frecuencia estos pacientes manifiestan en el matrimonio envidia por la vida, es decir, envidian a su dulce mitad sana por esa vitalidad que a ellos les faltan. Envidian a la mujer porque es sana porque puede comer y beber, mientras que se contentan consigo mismos con haber pasado la jornada no del todo mal. ¡Qué tormento contemplar que el otro vive más intensamente que ellos!
            Invito a estos enfermos a reflexionar:
  1. Es posible que en las circunstancias de enfermedad uno se comporte demasiado orgulloso. En este caso, deben aprender a emplear mejor sus fuerzas y a no someterse hasta el agotamiento en el trabajo. Traten de hacer así, e inmediatamente la envidia, este sentimiento impotente y penoso que se atreven siquiera a manifestar, desaparecerá. Y les quedarán fuerzas para disfrutar de un paseo por el parque.
  2. No abusen de su enfermedad física “amargando” la vida de su pareja. Tanto el marido como la mujer corren peligro de “sacrificarse” por el amor en esta tarea. Con frecuencia no entra para nada el amor, sino simplemente el deseo de hacerse necesitado.
            A la pareja sana se le recuerda que esté atenta a no hacerse la indispensable para dar un “sentido” a la propia existencia, viéndose sólo con sentido precisamente mediante esta obra de asistencia sanitaria. A menudo tal intento se vuelve un impedimento para la curación del cónyuge enfermo, ya que con ella la vida de la pareja sana perdería su propósito de vivir.
            Recuerdo una pareja en la que el marido tenía treinta y cinco años más que la mujer, la cual era joven y atrayente. En sociedad él estaba siempre inseguro. Vivía con la preocupación constante de perder a la mujer, bella y agraciada. Un día tuvo ella un accidente automovilístico. Dio con la cara al parabrisas y se le quedaron marcadas tres cicatrices en la mejilla derecha y en la nariz. Desde entonces se restableció el equilibrio en aquel matrimonio. Él se resignó a su edad, porque “podía” advertir que su mujer, a causa de aquella deformación, había perdido parte de su atractivo, de su seguridad y de su seducción.

            Esta historia es paradójica e insensata, porque crea el fantasma de que resolvieron su problema. En realidad no es ninguna solución si un cónyuge “arrastra” al otro a su nivel. El marido solo se engaña a sí mismo en un acto completamente egoísta.

miércoles, 8 de febrero de 2017

Problemas en la Familia: Mala economía en el hogar / Ronald Rivera



Abrazar la cruz de la
Mala economía en el hogar

            “¿Qué dices? ¿Qué no puedes darme 500 Bs para casa? ¡Pero eso es increíble! ¡Qué mezquino eres!”

            El problema económico se presenta como un verdadero calvario en muchas familias. La economía es la columna vertebral para el dinamismo matrimonial, cuando una vértebra falla, todo se paraliza y eso ocasiona en la mayoría de los casos un divorcio.

            Podemos enumerar muchas situaciones: El marido que se siente un burro servil por la familia; la esposa que siente que su marido aporta sólo migajas al hogar; el marido que exige más austeridad; la esposa que se queja de no poder permitirse algo para ella; la discusión por los gastos del colegio y la alimentación de los niños; la mala economía del país…

            Ante esta problemática, que es una verdadera cruz de santificación si se lleva de mano de  la oración, debemos decir que no se puede aprender en el matrimonio a administrar el dinero, así como tampoco se puede conseguir hacer economías en el matrimonio si no se sabe que toda la problemática psicológica del dar y del recibir repercute en el factor dinero. Los litigios  que conciernen al dinero en el matrimonio (y ocupan el primer lugar en los matrimonios infelices) no son fáciles de eliminar, aun haciendo uso de un libro de cuentas y llevándolo con precisión. Esto no sirve para nada mientras que el balance preventivo de las salidas, un cónyuge se aproveche del otro o pretenda demasiado de él, o mientras un cónyuge se deje explotar económicamente. Precisamente, respecto al balance económico, tiene una importancia particular lo que ha subrayado al principio: desde el comienzo del matrimonio ninguno de los cónyuges debe dejarse arrastrar a una conducta de víctima, aun cuando al inicio parezca una demostración de amor auténtico. ¡Esto  no es verdad! ¡Sacrificarse a sí mismos de esta manera no tiene nada que ver con el amor! Este principio sirve para todos los problemas de la vida matrimonial, incluido el de la política financiera. Por tanto, cuando surgen las primeras dificultades en la economía familiar, ténganlo en cuenta. Apresúrense antes de que sea demasiado tarde. Así evitarán que se acumule el rencor y se multipliquen las escenas.

            Se pueden enumerar infinitos caso en que se presentan estos problemas matrimoniales cada día. Pero de nada les serviría un registro lleno de cifras y de datos, puesto que lo fundamental se puede explicar con los ejemplos aducidos y deben encontrar por cuenta  nuestra cada vez lo que más les conviene, interpretándolo en conformidad con sus condiciones financieras personales.

            Me parece esencial precisar una vez más que la conducta que un cónyuge manifiesta en la vida comunitaria matrimonial tiene una relación muy estrecha con esos modelos de comportamiento que ha “absorbido” durante la infancia y la juventud en su casa paterna. Cuando aparecen las primeras desavenencias en el matrimonio ambos cónyuges deberían hacerse tres preguntas:

            Primera: ¿Atribuyo a mi pareja algún prejuicio o reproche muy ligeramente? ¿Influyen en mi matrimonio esperanzas y experiencias pasadas de mi infancia pero que referidas a mi pareja ya no sirven?
            Segunda: ¿La incomodidad que mi pareja me presenta de deberá únicamente a mala voluntad? ¿Mi pareja no actuará sólo por capricho sino que viene de una situación familiar que modifica lo que esperamos de él?
            Tercero: ¿Qué es lo que debo hacer para que mi matrimonio no se vuelva víctima de relaciones neuróticas?
            La respuesta a la primera pregunta significa conocimiento de sí mismos.
            La respuesta a la segunda pregunta significa comprensión.
            La respuesta a la tercera pregunta significa examen general.
            La “comprensión” de su pareja no puede llegar hasta el punto de dejarles remolcar por su capricho o por su comportamiento extravagante. En ningún caso en su matrimonio esas situaciones que han formado en la infancia a su pareja. Esto significa que no pueden renunciar nunca a sí mismos “por amor de su pareja”.

            En caso necesario esto significa que deben mantener siempre un poco de distancia para no perder la visión del conjunto. Además significa que tienen que evaluar no sólo los problemas con la pareja a lo que refiere el momento erótico, sino que se debe aplicar la lente de la relación sexual y afectiva a su vida matrimonial de cada día y en cada cosa y buscar en las mismas esas causas posibles de malestar.


            Los problemas de la vida matrimonial de cada día, que he descrito hasta este punto, están presentes en cualquier matrimonio. No hay una sola pareja de cónyuges que pueda saltar tranquilamente los problemas mencionados, pensando que estas cosas no suceden entre ellos. Sería una autosugestión, Estos problemas diarios se presentan en todos los matrimonios. No existe ninguna excepción. De lo contrario, sería unos matrimonios entre ángeles que viven en el cielo, por ende, en condiciones existenciales ideales.