lunes, 27 de marzo de 2023

Sinodalidad: La teología inculturada

 



La teología inculturada


La cultura envuelve la globalidad de la vida de cada grupo humano en tres niveles diferentes: El imaginario, que comprende sueños, mitos, esperanzas; el simbólico se refiere a la representación material, social o cognitiva; y el nivel real alude a la producción y utilización de objetos materiales. Tanto los tres subsistemas culturales (lo material, lo social y lo interpretativo), como los tres registros (Imaginario, simbólico, real) interactúan constantemente. La cultura se define “como el conjunto de sentidos y significaciones que informan la vida de un pueblo” (Lonergan, 1988: 9).


La inculturación, por su parte, comprende el proceso de evangelización por el cual la vida y el mensaje cristiano son asimilados por una cultura, de modo que no solamente ellos se expresen con los elementos propios de la cultura en cuestión, sino que se constituyan en un principio de inspiración, al mismo tiempo, norma y fuerza de unificación, que transforma y recrea esa cultura (Azevedo, 1991: 56 ss.).


En otras palabras, la inculturación se da en doble vía. Por una parte, los evangelizadores y su mensaje pasan por la Kénosis y purificación, acogiendo, valorando y asumiendo elementos de una cultura; y por otra, el mensaje cristiano ilumina y transforma la cultura.


El cristianismo católico centro-europeo, con sus formulaciones teológicas correspondientes, acumuló patrimonio inmenso de datos, admirable contenido y sistematización. Constituye gran parte de lo que hoy se reconoce como tradición, memoria colectiva-selectiva de la Iglesia. Contribuye innegablemente para la creación de cualquier otra teología legítimamente cristiana, en cualquier lugar de la tierra. Como ya enfrentó muchas situaciones a lo largo de su historia, acumuló sabiduría.


La teología europea tiene otra contribución para ofrecer: Elabora su reflexión con el sustrato de la cultura occidental, hasta hoy hegemónica en gran parte del planeta, y con inmensa capacidad de penetración y fascinación. No se supera la teología europea sin pasar por ella y aprender lo mucho que tiene para ofrecer. Esto no significa que sea la teología por definición. Como toda reflexión sobre la fe, contextualizada culturalmente, la llamada teología occidental no está obligada a responder a todos los desafíos y preguntas centrales suscitadas por otras culturas. No puede tener esa pretensión.


Los enfoques pluriculturales atentos a esta situación incentivan la elaboración de teologías para contextos en los que determinados elementos culturales, aunque con una gama enorme de variaciones, muestran cierta configuración distintiva. Se puede así ensayar una teología amerindia, por ejemplo, que abarque distintos pueblos y naciones indígenas. Sin embargo, tomar en serio este enfoque teológico representa un gran esfuerzo. Supone estar atento a las grandes preguntas que surgen en cada matriz cultural y buscar las respuestas más adecuadas.


Sinodalidad: La teología de las religiones

 


La teología de las religiones


La teología de las religiones se comienza a considerar una disciplina teológica debido al auge de otras religiones y su establecimiento al lado del cristianismo. Este enfoque teológico pretende responder a la difícil pregunta sobre el valor revelador y salvífico de las religiones no-cristianas, hasta que punto y en qué intensidad ellas manifiestan la presencia del Dios vivo y verdadero y en qué medida ofrecen los medios para acoger la gracia divina, que libera y conduce a la comunión plena con Dios. La respuesta equilibrada se sitúa entre las posturas extremas: exclusivistas y pluralistas-relativistas. En el primer caso, se considera al cristianismo la única religión verdadera. Las otras apenas manifiestan mentiras y errores, sirven a la idolatría. En el segundo caso, se acepta que todas las religiones son igualmente verdaderas, portadoras de gracia. El cristianismo sería apenas manifestación privilegiada del fenómeno religioso y de la revelación del único Dios, destinada sobre todo a occidente. Las religiones serían así caminos paralelos que se encontrarían al final de la historia. En esta postura, la teología de las religiones acaba siendo una abstracción simplista.


La posición inclusiva intenta esquivar los dos extremos. Sostiene que todas las religiones participan, en diferentes criterios decisivos del juicio al cual está sometida hasta la religión cristiana.


K. Rahner se sitúa en esta postura: Afirma que las grandes religiones son preparación para el cristianismo y se constituyen en verdaderas mediaciones hasta que el cristianismo se encarne verdaderamente como mensaje salvador en cada cultura.


Hans Küng utiliza el criterio humanista supra-religioso: “Una religión es buena y verdadera en la medida en que sirve a toda la humanidad, en la medida en que, en sus doctrinas de fe y costumbres, en sus ritos e instituciones, fomenta la identidad, la sensibilidad y los valores humanos, permitiendo así al hombre alcanzar una existencia rica y plena” (Küng, 1989: 194).


Aunque esta postura encierra un sentido ético-práctico válido, no aborda la cuestión propiamente teológica de una teología de las religiones. Se limita a responder al nivel antropológico. El enfoque macro-ecuménico atraviesa los grandes tratados de la teología académica al rescatar los valores implícitos y explícitos de las religiones que ayudan al cristianismo a recuperar y enriquecer algunas de sus verdades. Así, la teología fundamental afronta la cuestión de la pretensión del cristianismo frente a las otras religiones; la dogmática incluye en sus cursos la visión de las grandes religiones sobre la imagen de Dios, la muerte, el concepto de salvación, gracia, pecado, la función de la comunidad religiosa particular, etc. Además, interpreta desde nuevos parámetros la universalidad de la salvación en Cristo.


La moral amplía su abanico de interlocutores al considerar la posición ética de otras religiones en la confrontación con el cristianismo. En definitiva, se reelaboran los datos que ayudan a los cristianos a comprender su fe en una sociedad plurirreligiosa y a establecer diálogo macro-ecuménico vivo, eficaz y enriquecedor. La teología de las religiones, en cuanto enfoque macro-ecuménico, no sólo afecta, por tanto a los contenidos de la fe sino al modo de articularlos (cfr. Dupuis, 1997).

Sinodalidad: La teología holística

 


La teología holística


La cultura moderna proclamó la sumisión de la naturaleza al ser humano. La filosofía moderna sigue el mismo camino, fundamentando la centralidad de la persona, con la autonomía de la razón científica, filosófica y subjetiva. El antropocentrismo se muestra en las últimas décadas con la tendencia irreversible de consolidarse en todas las culturas. La teología también acoge el virajes al antropocentrismo al adoptar la matriz de la subjetividad-existencia y la historia-praxis. Sin embargo, la polución creciente del planeta, la crisis de la ciencia, la caída del socialismo, la crisis del capitalismo, los indignados, la creciente conciencia del desarraigo del ser humano en relación con el cosmos, entre otros factores, originaron el movimiento ecológico que tiene hoy ciudadanía universal. En su acepción primera, el término ecología se refiere al estudio de las relaciones entre los seres vivos y el medio ambiente, y sus recíprocas influencias. Hoy en día ese término expresa mucho más. Se refiere a la toma de conciencia ética sobre el respeto que los seres vivos le deben a la naturaleza para mantener el equilibrio entre todos los seres y el cosmos en que viven.


La mentalidad ecológica tiene algunas limitaciones. Al rebelarse contra el racionalismo, puede caer en posturas irracionales. Actualmente, en aras de combatir el orgullo antropocéntrico, proliferan las creencias en los condicionamientos cósmicos sobre el destino individual, desde los astros, que pasa por historias de duendes hasta ángeles cabalísticos. Frente a la grandeza del misterio del cosmos, sólo resta al ser humano resignarse con sabiduría y conocer algo de sus secretos. De ahí surge el interés por los mapas astrales, la quiromancia, los horóscopos, etc...

Sinodalidad: La teología negra y la amerindia

 




La teología negra y la amerindia


Estas teologías parten desde la realidad cruel del racismo a través de la identificación de datos prácticos y teóricos responsables de la discriminación de algunos grupos humanos. Da como resultado la teología negra elaborada en África y América, y la teología amerindia elaborada en América. En África surge la teología de la inculturación o la teología cristiana africana, desde mediados de la década de los 60 sobre todo, en Zaire. Busca interpretar el mensaje cristiano en conceptos africanos bantús. En África del Sur, la conciencia negra hace surgir la teología negra en el escenario del apartheid. En Estados Unidos, la teología negra surge a partir del movimiento de la negritud y sólo en un segundo momento adopta la perspectiva de liberación social. Su máximo exponente es James Cone. En Brasil, la teología negra nace al interior de la teología de la liberación.


La teología negra como teología liberadora parte de la experiencia concreta de opresión-liberación del pueblo negro: su deportación de África, su reducción a la esclavitud, sus intentos de liberación y creación de espacios alternativos (quilombos en el Brasil), sus prácticas de resistencia, así como el racismo efectivo que crea y alimenta mecanismos discriminatorios y luchas por las conquistas sociales de los negros y el reconocimiento de su identidad. Cuando toda esta realidad del pueblo negro es asumida por la fe, surge la pregunta central: ¿Cómo recrear un cristianismo blanco, engendrado en el contexto cultural centro-europeo de matriz colonialista? En cuanto postura critico-deconstructiva la teología negra cuestiona el etnocentrismo que contaminó al cristianismo occidental. Sólo la etnia blanca se erige como la correcta. Todas las otras pasan a ser consideradas como inferiores o equivocadas.


La teología negra nacida en las iglesias evangélicas norteamericanas pone de relieve la fuerza desideologizadora de la Palabra de Dios. Ella lleva a no aceptar la imagen de un Jesús que propone la sumisión a los esclavos para ser mejores cristianos. Por el contrario, en la Escritura los negros encuentran la fuerza para no aceptar ninguna sumisión. La teología negra de matriz católica acentúa otros elementos. Muestra como el etnocentrismo blanco privilegió lo intelectual-doctrinal en detrimento del sentimiento religioso, la expresión festiva, la valoración de las manifestaciones culturales de los pueblos negros. Más aún, prohibió durante mucho tiempo el acceso de los negros a la jerarquía eclesiástica.

En cuanto postura creativo-constructiva, la teología negra propone elementos para curar la anemia blanca que azota al cristianismo católico. La liturgia es interpretada y vivida con el paradigma de la fiesta y el encuentro explosivo con lo divino. La comunidad cristiana se comprende no a partir de las estructuras eclesiásticas sino de la experiencia de la familia-clan. Se enriquece la experiencia religiosa con su aspecto cósmico de comunión con la naturaleza. Se redescubre la alegría cristiana. La teología es entendida más como narración de la experiencia de Dios que como ciencia descriptiva. Se teme un sincretismo religioso. ¿Hasta dónde aceptar algunos valores y rechazar otros? ¿Cómo integrar la fe en nuestro Señor Jesucristo con el culto a los orixás o el culto a los muertos? Al mismo tiempo, se corre el peligro de olvidar los elementos cuestionables de la experiencia de vida africana, como la estructura patriarcal y la rivalidad tribal.


La teología amerindia también surge de este enfoque étnico. Parte de la experiencia del pueblo indio, avasallado en su cultura y obligado a abrazar una fe que no significaba nada para él. Rescata la experiencia indígena de la dimensión sacral de la naturaleza, la unidad de toda la persona, su capacidad de descubrir la presencia divina en toda la realidad. La teología india pretende apoyar la lucha de los pueblos indígenas por su descolonización ideológica, por la conquista de la palabra política y por la participación en el discurso eclesial. También busca fortalecer su identidad y defender su causa.

Sinodalidad y Teologías: Teología feminista latinoamericana

 



Sinodalidad y Teologías


Teología feminista latinoamericana


La teología feminista se presenta como una búsqueda radical de la dignidad y el lugar de la mujer, así como del papel que ha de desempeñar y los derechos que ha de ejercer en la Iglesia. Reacciona contra una teología que califica de patriarcal, androcéntrica y unilateral (Halkes, 1980: 122-137).


La teología feminista nace como reflexión dentro de los cánones de la teología de la liberación. Usa la metodología del ver-juzgar-actuar. Parte de la realidad de la mujer, la juzga a la luz de la Palabra de Dios y toma decisiones respecto de las acciones que deben transformar esa realidad. En América Latina la teología feminista ha tenido su propio desarrollo. En la actualidad el contexto latinoamericano favorece toda reconstrucción de paradigmas, entre los factores podemos mencionar: La fuerte crisis ideológica y el desmoronamiento del orden económico mundial. Se celebra la Conferencia de Aparecida, que busca revivir el espíritu de misión que ardía en los documentos de las anteriores conferencias (En especial el de Medellín y el de Puebla) ante el estancamiento de las comunidades eclesiales de base. Y la ocasión de los 500 años de la Conquista, y 200 de independencia europea, que ha fortalecido la teología indígena. Se pide que se asuman las mediaciones antropológicas y simbólicas para la construcción de esta teología. Es por ello que surge una actitud hermenéutica radical anti patriarcal, que busca proponer una teología nueva: inclusiva y no patriarcal.


La tarea de rescatar lo femenino de la teología se considera insuficiente. Ivonne Gebara afirma que se precisa reconstruir la teología. Se indica la necesidad de trabajar las teorías de género para desarrollar con más seriedad el discurso teológico y la hermenéutica bíblica feminista (La mediación socioanalítica se cambia por las teorías de género). Las mujeres negras e indígenas piden que se asuman teorías antropológicas y de la simbología. La actual época es fecunda en su rica producción y en el posicionamiento de sus contribuciones al quehacer teológico general. De esta manera, la realidad de la mujer comienza a tener mayor rostro, significado y pertinencia.


La hermenéutica feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza


Es tal vez la teóloga feminista que más ha trabajado la hermenéutica y por eso nos referimos a su trabajo. Ella pretende realizar una exploración teórica de las condiciones hermenéuticas y de las posibilidades epistemológicas necesarias para una práctica feminista crítica de lectura de los textos androcéntricos, mediante la elaboración de tales lecturas en el contexto de una teoría crítica, interdisciplinaria y feminista. Pretende una interpretación bíblica con un método de lectura política feminista. El método que propone consiste en desconstruir el núcleo patriarcal de las tradiciones bíblicas y elaborara el discurso político alternativo de la ekklesia en el seno de las religiones bíblicas.


La interpretación bíblica debe reconceptualizarse en términos retóricos. Comprende el patriarcado no sólo en términos del esquema sexo-género sino en el de estructuras de dominación interrelacionadas (kyriarcales) de aristocracia masculina (de relaciones de dominio). La teología de Elisabeth Schüssler Fiorenza está en la línea de las teologías de la liberación, que critican el statu quo y se elabora a partir de experiencias de opresión (cfr. Schüssler, 1996).


Perspectiva histórica igualitaria


La hermenéutica feminista puede comprender los símbolos cristianos a partir de la valorización del elemento humano en una perspectiva histórica igualitaria. Esta propone que las lecturas bíblicas deben ser revisadas, debido a que poseen una connotación sexual y, por tanto, mantenedora de desigualdad, en la medida en que centraliza en la figura humano-divina del hombre la primacía del ser humano. La hermenéutica feminista ve necesario releer los mitos del antiguo Testamento y los símbolos más importantes del Nuevo con el intento de integrar el elemento humano (hombre y mujer) en el símbolo (cfr. Gebara, 1994: 34).


La hermenéutica feminista es una hermenéutica ética


Se podría caracterizar como contracorriente respecto a la ética patriarcal y se propone pasar (cfr. Gebara, 1994: 36):


De la prioridad del hombre (sexo masculino) a la igualdad entre hombre y mujer.

De la exclusión de la diferencia o de su afirmación en un esquema jerárquico a la afirmación de esa diferencia como fundamental en todos los procesos vitales.

De la afirmación absoluta de la ley a la afirmación absoluta de la vida.

De la unidimensionalidad religiosa a la pluridimensionalidad, es decir, a la posibilidad de acogernos a la diversidad de expresiones originadas de una misma raíz fundadora; de la ilusión de la objetividad a la afirmación de la riqueza de las subjetividades.

De la afirmación de los rígidos esquemas de pureza e impureza a la afirmación de la vida humana como mezcla de esos esquemas.


El Método y la Pedagogía en las comunidades sinodales

 



El Método y la Pedagogía en las comunidades sinodales


El método inductivo


El mundo no está hecho para la Iglesia, sino la Iglesia para el mundo. Lo mismo que Cristo al encarnarse acepta una total humanización, la Iglesia debe humanizarse y orientar, partiendo de las realidades de la historia.


Desde la base de esa aceptación y esa solidaridad habla el Concilio Vaticano II en la “Gaudium et Spes”. El Papa Pablo VI define muy bien las líneas de esta nueva orientación metodológica. Veamos uno de los textos más claros:


Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de cada país, esclarecerla mediante la luz de la Palabra inalterable del Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción, según las enseñanzas sociales de la Iglesia tal como han sido elaboradas a lo largo de la historia” (OA Nº 4).


El texto nos señala claramente un cambio metodológico, sin que eso quiera decir que se cambien los contenidos. Ya no se trata de una “doctrina” que ha de ser enseñada, para que se aplique indistintamente a situaciones tan diferentes, sino que son las mismas situaciones las que se convierten en “lugares teológicos” de un discernimiento que habrá de hacerse a través de la lectura de los “signos de los tiempos”.


Estamos frente a un método no deductivo, sino inductivo. Ya no se deducen consecuencias partiendo de unos principios abstractos, sino que se comienza por observar la realidad en la que se llegan a descubrir con la ayuda de esas enseñanzas, unas potencialidades evangélicas transformadoras.


Nada ha cambiado pero ha cambiado todo. Además, este cambio metodológico no es algo meramente técnico. Se desprende de la naturaleza misma de la Iglesia que se define, no como una realidad absoluta, sino por su presencia salvadora en el mundo. El mundo y sus realidades son el lugar en donde el cristiano discierne las llamadas del Evangelio.


Características del Método Inductivo


Método Inductivo: Ver, Juzgar, Actuar.


Ver Objetivamente:

Conocimiento personal directo.

Experiencia de otras personas.

Estudios y análisis científicos.

Otras lecturas.

Actitud de aprender.


Juzgar Evangélicamente

A la luz de:

La Palabra de Dios.

El Magisterio Ordinario y Extraordinario de la Iglesia.

La Tradición y el “Sensus Fidelium”

El Juicio de la comunidad.

Las motivaciones evangélicas.


Actuar Cristianamente

Compromiso cristiano personal.

Compromiso comunitario.

Labor de concientización.

Animación pastoral

Animación promocional.

Testimonio personal y comunitario.


Sinodalidad con una visión integral de la realidad

 


Sinodalidad con una visión integral de la realidad


Nuestro pensamiento se mueve generalmente dentro de categorías dualistas. Nuestra cultura, nuestra formación religiosa, nuestras ideas, tienden a dividir la realidad como si estuviera compuesta por dos elementos totalmente diferenciados: el espiritual y el material.


Esto ha llevado a los cristianos a vincular exclusivamente la redención y la salvación que se nos da en Cristo con el elemento espiritual. La teología y la mayoría de los cristianos han tendido a subestimar, y hasta relegar al olvido, los aspectos humanos y materiales de la salvación. Han pretendido reducir la Salvación a la “salvación del alma”, de un modo inhumanamente desencarnado e individualista.


Se ha pensado que la Redención actúa sólo en la intimidad de la conciencia individual, sin comprender que la economía, la política, la historia… son lugares de revelación y de salvación divina.


Si la evangelización no alcanza a la creación entera, entonces dios es el gran ausente de la historia. El Reino de Dios debe brotar, no sólo en la conciencia individual de las personas, sino, y sobre todo, en nuestras instituciones familiares, sociales, económicas, políticas. Debe brotar en las relaciones con nuestros hermanos, sobre todo con los más pobres, ya que el juicio de Dios se ejercerá sobre “el hambre” y “la sed” que nosotros no supimos saciar o mitigar.


Este dualismo por el que pretendemos establecer en las cosas una división que sólo se da en nuestra mente, permanece profundamente arraigado en la mentalidad de los creyentes. Según esto, se quiere ver como realidades totalmente seccionadas y hasta contrapuestas, el alma y el cuerpo; el cielo y la tierra; la Iglesia y el mundo; el espíritu y la materia; la oración y la acción; el amor de Dios y el amor humano...


Esta falsa visión dualista quiere ser totalmente superada en el proceso sinodal que el pontificado del Papa Francisco nos invita a vivir.


Sinodalidad como fermento de la sociedad


El proceso sinodal busca ser una síntesis entre la fe que se profesa y la vida; quiere hacer realidad la imagen del fermento que se mezcla con la masa para transformarla o la de la sal que se diluye dentro de la comida para sazonarla.


Las instancias sindicales, políticas, económicas, culturales, son lugares importantes donde significativamente se hacen historia la gracia y el pecado, la opresión y la liberación.


Puebla nos lo dice claramente: “La Iglesia siente como un deber y derecho el estar presente en el campo de la realidad: porque el cristianismo debe evangelizar la totalidad de la existencia humana, incluida la dimensión política. Crítica por esto a quienes tienden a reducir el espacio de la fe a la vida personal o familiar, excluyendo el orden profesional, económico, político, social, como si el pecado, el amor, la oración y el perdón no tuvieran allí relevancia” (Puebla nº 515).


El proceso sinodal quiere hacer realidad la visión evangélica y luminosa que nos da el Concilio Vaticano II de lo que es la Iglesia. Dice así: La Iglesia “avanzar con toda la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo y su razón de ser es actuar como fermento y alma de la sociedad” (GS. nº 40).


El Concilio busca superar todos los dualismos y dicotomías. La Iglesia es distinta, pero no separada del mundo. Participa en los procesos históricos desde adentro de la sociedad, aunque con una dimensión distinta, que le es propia.


Dicen los Obispos en el Documento de Medellín: “Nuestro aporte no pretende competir con los intentos de solución de otros organismos… Nuestro propósito es alentar esfuerzos, acelerar realizaciones, ahondar el contenido de ellas, penetrar todo el proceso de cambio con los valores evangélicos”. (Mensaje a los Pueblos de América Latina).


La acción de la Iglesia no debe ser orientada solamente hacia el pueblo, sino también y principalmente desde el pueblo mismo. (Decl. del Episcopado Argentino. Abril 1969)


La “Iglesia en salida” debe evangelizar la totalidad de la existencia:


La vida personal

La vida familiar

Las relaciones económicas

Los proceso sociales

La cultura y las costumbres

La política…


No hay más que una historia en la que el proyecto de Dios se hace historia de salvación:


La Iglesia es un sacramento e instrumento de salvación universal.

Es distinta del mundo pero no separada de él.

La Iglesia no pretende ofrecer soluciones técnicas a los problemas.

Su misión es servir al hombre y animar todos los procesos humanos con los valores del Evangelio.


Cuestionamientos a la sinodalidad como historia:


Muchos cristianos formados en un falso espiritualismo y en una concepción del mundo como algo absolutamente malo, dicen:


Hay que huir del mundo porque en él todo es tentación.

Lo espiritual es lo importante. Todo lo material es transitorio y deleznable.

Al fin, lo que se salva es nuestra alma…


La Sinodalidad leída desde las Comunidades Eclesiales de Base

 



La Sinodalidad leída desde las Comunidades Eclesiales de Base


Ser sínodo es escuchar lo Humano (“Comunidad”)


Ser sínodo implica relaciones de amistad y fraternidad en la comunidad. Es promover la ayuda mutua y solidaria entre todos. Es impulsar el desarrollo de la personalidad y la participación plena, en la Iglesia como Pueblo de Dios.


Ser sínodo es discernir el área de la Fe (“Eclesial”)


Ser sínodo implica conocimiento y reflexión sobre la Palabra de Dios. Implica vivir el “mandato de amor” de Cristo, celebrar su fe, dar razón de su esperanza, ser fermento profético, denunciar la injusticia y anunciar y trabajar en la construcción de un mundo nuevo.


Ser sínodo es actuar desde el área de las Realidades Temporales (“De Base”)


Las C.E.Bs. están dentro del mundo y quieren ser servidoras del mundo. Se sienten interpeladas por la historia y por los acontecimientos. Tratan de analizar la realidad y de responder a sus desafíos. Ser sínodo es estar dentro de la historia, e implica ser factor de promoción humana, de desarrollo y de liberación integral. Ser sínodo es caminar juntos en la transformación del mundo. Es denunciar los anti-valores de nuestra cultura occidental. Es vivir intensamente los problemas de la comunidad local en actitud de disponibilidad y de servicio eficaz.


Los elementos constitutivos de la Sinodalidad son:


Mantener e intensificar en la comunidad la disposición a la escucha, a las relaciones de amistad, de apoyo mutuo, de solidaridad, de fraternidad, de perdón…

Tener fe en Jesús Salvador y querer profundizarla. Junto con la amistad, se comparte también la fe y se la renueva y fortalece.

Comprometerse con el mundo en el que viven. Ese compromiso se comparte, se intensifica y se evalúa en la Iglesia como Pueblo de Dios, con el fin de llegar progresivamente a una acción cada vez más solidaria, más consciente y más eficaz.


Cuestionamientos:


Muchos objetan el proceso sinodal diciendo:


Son una “moda” del momento. ¡Ya pasará!


La sinodalidad es “un movimiento” más dentro de la Iglesia…


En el proceso sinodal sólo participan y escuchan a los que se encuentran inconformes dentro de la Iglesia, por lo tanto no son universales y católicos, abiertos a todos…


El mayor obstáculo para la sinodalidad es nuestra mentalidad, los paradigmas que congelan el proceso evangelizador para mantenernos en las zonas de confort.


Sinodalidad: Tradición y Renovación

 



Sinodalidad: Tradición y Renovación


La Sinodalidad es una actitud evangélica que se encuentra presente desde los inicios del cristianismo. Para desarrollar esta segunda parte, tomaremos como base el estudio realizado por Gregorio Iriarte para el VII encuentro de redes cristiana (Cfr. Iriarte, 2021) y lo adaptaremos al reto sinodal. El “caminar juntos” se traduce en la “fraternidad” que se hacía presente en las primeras comunidades apostólicas. Las primeras comunidades eran grupos de bautizados en el cual sus integrantes se conocen, comparten su vida, celebran su fe y se ayudan mutuamente a vivir plenamente su compromiso con la ley suprema del Amor, enseñada por Jesucristo.


La Iglesia es el Pueblo de Dios desde la primera experiencia comunitaria entre los bautizados. Los primeros cristianos mantienen su cultura y tradiciones, propias del contexto histórico. Es sólo  a la medida que sus corazones se amoldaban a la inspiración del Espíritu Santo que van descubriendo e implementando nuevas formas de organización que ayuden a interiorizar los valores evangélicos, ofreciendo una respuesta a los signos de los tiempos.


La Sinodalidad es un paso reflexivo que, a la luz del Evangelio, transforma a la comunidad cristiana a la imagen de su Salvador.


La invitación a una fraternidad más abierta en la eclesiología actual, responde a la necesidad de una  estrategia pastoral de regresar a los orígenes. Las comunidades eclesiales de base, en Latinoamérica, han sido un ejemplo del esfuerzo del querer ser Pueblo de Dios. La Iglesia de hoy desea ardientemente ser la expresión actualizada más parecida a las primeras comunidades cristianas, descritas en los Hechos de los Apóstoles:


“Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a la oración… Todos los creyentes vivían unidos y compartían todo cuanto tenían. Vendían sus bienes y propiedades y se repartían de acuerdo a lo que cada uno de ellos necesitaba” (Hch. 2, 42-46).


“La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que todo lo tenían en común. Dios confirmaba con su poder el testimonio de los apóstoles respecto de la resurrección del Señor Jesús, y todos ellos vivían algo maravilloso. No había entre ellos ningún necesitado, porque todo lo que tenían, campos o casas los vendían y ponían el dinero a los pies de los apóstoles, quienes repartían a cada uno según sus necesidades”. (Hch. 4, 32-36).


Las C.E.Bs.: Concilio Vaticano II, Medellín y Puebla


La experiencia latinoamericana de las Comunidades Eclesiales de Base brota de la renovada eclesiología del Concilio Vaticano II. Dice el Concilio:


“La Iglesia avanza con toda la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo y su razón de ser es actuar como fermento y alma de la sociedad” (GS nº 40).


Las Comunidades de base “surgen y se desarrollan en el interior de la Iglesia, permaneciendo solidarias con su vida, alimentadas con sus enseñanzas, unidas a sus pastores. Nacen de la necesidad de vivir todavía con más intensidad la vida de la Iglesia o del deseo de una dimensión más humana que difícilmente pueden ofrecer la comunidad eclesial, sobre todo en las grandes ciudades contemporáneas que favorecen el anonimato y la masificación… Se quieren reunir para escuchar la Palabra de Dios, para los sacramentos, el ágape fraternal de las personas que la vida misma encuentra ya unidas en la lucha por la justicia, la ayuda fraterna a los pobres, la promoción humana”… (EN nº 58).


La doctrina de Puebla sobre las CEBs. es muy rica y abundante: Extractamos algunas ideas al respecto:


Las CEBs. son “puntos de partida en la construcción de una nueva sociedad”.

“Focos de evangelización y motor de liberación y desarrollo”.

“Expresión del amor preferente de la Iglesia por el pueblo sencillo”.

Las CEBs. “explicitan la vocación de comunión con Dios y con sus hermanos”.

“Ofrecen posibilidad concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso transformador del mundo”.

En las CEBs. “se expresa, valora y purifica la religiosidad popular”

“Esas pequeñas comunidades son esperanza de la Iglesia” y “ambiente propicio para el surgimiento de nuevos servicios laicales”.

“Ellas promueven un compromiso mayor con la justicia en la realidad social de sus ambientes”

La CEB es una comunidad de fe, esperanza y caridad, celebra la Palabra de Dios en la vida, a través de la solidaridad y el compromiso con el mandamiento del Señor y hace presente y actuante la misión de la Iglesia”. (Puebla nº 641, 642, 643 y 629).


Conclusiones:


Las CEBs. tratan de reactualizar las características y el dinamismo de las primeras comunidades cristianas, tratando de adaptarlas a los tiempos actuales. Ellas nacen inspiradas por la teología renovada del Concilio Vaticano II y por  los documentos de Medellín y Puebla. Las CEBs forman un ambiente propicio para el surgimiento de nuevos ministerios laicales, y una herramienta para evitar la autoreferencia clerical para todas las decisiones.


Cuestionamientos: 


Muchos, por distintas razones, miran con desconfianza a las CEBs.


En algunos lugares las CEBs. han llegado a perder su sentido eclesial.

Existe siempre el peligro de que sean manipuladas por los políticos, o se encasillen en ideologías.


¿Qué es una Comunidad Eclesial de Base?


La CEB es un nuevo modelo eclesial que surge por la fuerza del Espíritu. Es la Iglesia misma a su nivel más humilde, más pequeño y más vital. Esta vitalidad de las CEBs. es real en la medida en que son:


Comunidad: Comunión del pequeño grupo y comunión de muchas comunidades. Cuanto más comunidad, mayor fuerza. Pero es comunidad.


Eclesial: Cuanto más fuerte y nítida es la identidad eclesial de la CEB, mayor es su dinamismo. Pero esta comunidad eclesial es también.


De Base: Cuando hablamos de “la base” nos referimos a la base humana, social, étnica, política y religiosa. Es el pueblo creyente y humilde que se organiza desde la fe. Las CEBs. es la Iglesia que nace de la fe de los pobres.


Hay CEB cuando hay identidad Eclesial de tipo Comunitario inserto en la Base de la sociedad. Si uno de los tres elementos se debilita o desaparece también la CEB tiende a decaer o desaparecer.


Nos detenemos unos momentos para profundizar un poco en estos tres elementos básicos de las CEBs.


Comunidad


Se denomina “Comunidad” porque está formada por grupos homogéneos y fraternos. Entre ellos se da ayuda mutua y solidaridad. La convivencia es profunda y estable. Hay participación plena de todos en la reflexión y en el compromiso.


Existe sentido de pertenencia al grupo, corresponsabilidad y crecimiento personal.


Viven todos profundamente encarnados en su propia realidad, haciendo un frente común ante los problemas y asumiendo solidariamente las tareas que el grupo selecciona.


Se sienten estrechamente unidos, ya que todos sufren parecidos problemas, usan el mismo lenguaje, alientan idénticos ideales y asumen los mismos compromisos.


En las CEBs. se da el mínimo de estructuras con el máximo de interrelación personal; el mínimo de verticalidad y de dirección con el máximo de participación igualitaria.


Diferencias entre “comunidad” y “grupo”:


El “grupo” es transitorio, excesivamente homogéneo, cerrado y muy uniforme; en cambio, la “comunidad” es más permanente; buscando dar una respuesta global a los desafíos de la vida, integrando a diversidad de personas (hombres, mujeres, jóvenes, ancianos…). La “comunidad” es pluralista. La homogeneidad viene dada en cuanto a todos tienen metas e intereses comunes.


El Grupo hace referencia a algo especializado. Responde a problemas concretos. Uniforma en la edad, cultura, ideas, lenguaje. Es transitorio; se disuelve cuando acaba su función. Es cerrado; sólo los iniciados pueden pertenecer.


La Comunidad es global. Se busca respuesta a todos los problemas de la vida. Es Pluralista en la edad, sexo, raza, nivel de concientización. Es Permanente, ya que los problemas de la vida nunca se superan totalmente. Es Abierta a todas las personas, buscando siempre expansionarse.


Eclesial


La CEB es una comunidad sociológica (“de Base”), psicológica (“Comunidad”) y teológica (“Eclesial”). El principio y la motivación básica de la C.E.B. es la fe en Cristo y el deseo de vivir plenamente su Mandamiento Nuevo.


En su viaje a Brasil, el Papa Juan Pablo II hacía estas puntualizaciones, mientras reafirmaba su confianza en las C.E.Bs.: “Entre las dimensiones de las Comunidades Eclesiales de Base creo conveniente llamar la atención en aquellos que más profundamente las define, y sin lo cual se perdería su identidad: la eclesialidad. Ser eclesiales es su marca original y su modo particular de existir y de actuar. La “base” a la que se refieren es nítidamente eclesial y no meramente sociológica u otra. Esa eclesialidad se concretiza en una sincera y leal vinculación a sus legítimos Pastores, y en una fiel adhesión a los objetivos de la Iglesia Universal. Esta apertura evitará toda tentación de sectarismo” (Mensaje a los líderes de las C.E.Bs. Nº 3 y 5).


Fieles a las condiciones esenciales que las definen como Iglesia, las C.E.Bs. demuestran en toda América Latina gran riqueza y creatividad en su manera de ser y vivir la vocación de Iglesia presente en el mundo. Ellas reconocen ser convocadas y alimentadas por la Palabra de Dios, sobre la cual reflexionan, bajo la acción del Espíritu, en vistas a la conversión personal y social. A su luz, analizan la realidad, actúan dentro de ella y buscan transformarla cuando la situación la exige. En la base de esta acción sobre la realidad está la convicción de que Dios nos habla también por medio de los acontecimientos y nos llama a todos a construir una sociedad conforme a sus designios.


La C.E.B. es la Iglesia misma bajo la expresión más popular y celular, donde se da un máximo de vivencia de la fe, donde, por un lado, se reproduce y actualiza la estrategia pastoral de la Iglesia primitiva, y por otro, se da una respuesta a los problemas socio-económicos de nuestro mundo, de acuerdo con “los signos de los tiempos”, que indican el “paso liberador de Dios” en los acontecimientos de cada día.


La C.E.B. es, por lo tanto, una micro-estructura eclesial. Es la Iglesia misma en su mejor expresión de “fermento profético”.


Su característica de “eclesial” dimensiona tanto sus posibilidades como sus limitaciones.

Las C.E.Bs. son el núcleo fundamental de la Iglesia inmerso en la misma base, respondiendo evangélicamente a los problemas, denunciando la injusticia, desarrollando una labor concientizadora, anunciando y proclamando nuevos valores, criticando la mentalidad consumista de nuestro tiempo y construyendo un hombre nuevo dentro de una nueva sociedad.


De Base


Porque las C.E.Bs. mayoritariamente están constituidas por “las bases” socio-económicas de nuestra sociedad (los pobres, los marginados, los desocupados, los sin-instrucción, los sencillos, los humildes…).


También ellos son “las bases” de la Iglesia.


Por eso las comunidades “de base” son un signo y una expresión de protesta frente al autoritarismo y al monopolio clerical, al verticalismo, al elitismo y a la excesiva institucionalización de la Iglesia. Son igualmente una protesta viviente en contra de la función legitimadora de la Iglesia para con un “orden” social y económicamente injusto.


La “base” es la parte de la sociedad que no tiene acceso al “poder” (político), al “tener” (económico) y al “saber” (científico) porque es continuamente privada de esas posibilidades a través de la dominación político-cultural y de la explotación económica.


Lo que caracteriza globalmente a “la base” es el hecho de haber sido históricamente despojada de un futuro propio, manteniéndola en condición de objeto para que otros puedan autorrealizarse en su propia historia.


Pero Cristo se encarnó “en la base” y anuncia su Buena Noticia preferentemente para “la base”.


Toda auténtica transformación viene desde “la base” y no desde arriba.


Habilidades de Juicio en el diseño Sinodal




El pensamiento crítico conlleva proponer diversas hipótesis, observar un problema desde interpretaciones alternativas, plantear nuevas preguntas, ofrecer posibles soluciones, y diseñar un plan que contenga estrategias para la investigación. Todas estas afirmaciones encuentran un espacio en el reto eclesial que nos invita a transformar todo en clave sinodal.


Las habilidades de juicio que deben estar presentes en el diseño eclesial sinodal son: 


 El análisis de los argumentos recibidos por los líderes de la comunidad eclesial.

 El juzgar la credibilidad de las fuentes (basado en el depósito de la fe) de lo que se enseña.

 El identificar el foco del asunto.

 El preguntar dudas y responderlas.

 El poner en entredicho las cuestiones que se alejan del espíritu evangélico.


Las actitudes de juicio que deben estar presentes en el diseño eclesial sinodal son:


 Mostrar interés por plantear preguntas y por llegar a conclusiones.

 Detentar un conocimiento global del contexto.

 Tener disposición de buscar y dar razones ante los problemas.

 Estar siempre bien informado, buscando fuentes veraces y alternativas (depósito de la fe).

 Tender a juzgar si las evidencias y razones aportadas son insuficientes.


Las habilidades de juicio y las actitudes de juicio en el proceso de construcción sinodal nos ayudan a la comprensión de la complejidad eclesial que debe asumir la comunidad. Los bautizados asumen la tarea de una estructura eclesial más evangélica y fraterna no desde la rigidez fáctica, autoritaria y normativa, sino con una mirada personal y en su contexto social, cultural, espiritual, fraterno y económico. El método teológico desde la sinodalidad facilita al bautizado poder analizar la información que le da sus pastores y el conocimiento que aporta la reflexión de la Palabra de Dios desde su perspectiva histórica, lo discute y propone alternativas, con la seguridad de que será escuchado. Para la elaboración de una interpretación objetiva, el bautizado realiza inferencias pragmáticas o proyectivas, desde los lineamientos diocesanos o parroquiales.

Podemos definir inferencia como el proceso por el cual se derivan conclusiones a partir de premisas. En la lectura bíblica crítica las inferencias deben ser parte de la acción cognitiva del bautizado y deben estar asociadas a la lógica doctrinal enseñada por la Iglesia. Estas deben ser conscientes y deben surgir de forma natural en el proceso de oración y no forzosamente.


¿Cómo enseñar a leer la Palabra de Dios críticamente?


Para poder leer críticamente la Palabra de Dios se necesita una profunda actitud orante y una integración de las habilidades y actitudes del pensamiento crítico de la comunidad eclesial, que vinculan en la memoria los distintos conocimientos que la Iglesia a través de su Magisterio y Tradición nos ha enseñado. Dentro de un texto bíblico encontramos un mapa de situaciones y distintos caminos en el cual debemos seguir las líneas y señalizaciones correctas para lograr alcanzar nuestro “tesoro”, que es una interpretación objetiva en consonancia con la Revelación aprobada por la Iglesia.


Este proceso de despertar lógico va acompañado de señales claras que conocemos como las inferencias evangélicas, estas nos permiten evaluar y aprender, desde el espíritu del Evangelio, estableciendo una relación entre lo que conocemos, lo que nos invita a vivir la Palabra de Dios y las nuevas ideas que surgen en seno de la comunidad. Sin el pensamiento crítico, personal y comunitario, nos colocamos frente a dos peligros. El de vaciar la lectura bíblica de sentido; y que el sentido que le dé el lector al texto bíblico no posibilita una conexión real con el epíritu del Evangelio.


La pedagogía eclesiológica debe deslizarse en un aprendizaje crítico desde el contexto sinodal como lugar de saberes bien articulados y priorizados. Es un error limitar la lectura bíblica a la memorización de conocimientos aislados y peor aún confusos. La pedagogía eclesiástica debe enseñar a leer la Palabra de Dios desde una dimensión mística en un proceso interactivo con la realidad de la comunidad y constructivista en función de la salvación de las almas. El programa pedagógico eclesial inspirado desde la Sinodalidad, destaca el pensamiento crítico como un proceso consciente de la acción del Espíritu Santo a través de la lectura y en medio de la comunidad. Para hacerlo posible debemos construir desde la invitación de “caminar juntos” un método que sostenga el sentir de la comunidad eclesial desde en el contexto de la lectura bíblica orada y leída, en otras palabras,  ser “luz y sal del mundo” en medio de las situaciones o problemas de la vida cotidiana. Los hechos del presente, del día a día, son para el proceso de la vida de fe para el cristiano, motivaciones al aprendizaje, sin ellos no puede promoverse la comunidad eclesial, ni el pensamiento crítico personal, ni el camino sinodal.


Un factor importante en la enseñanza de la lectura crítica de la Biblia es la unidad mística del creyente al Cuerpo de Cristo como Pueblo de Dios. Dentro del camino sinodal la meditación de la Palabra de Dios no debe perderse en ideologías, ramas, discíplinas o ciencias, sino debe estar en consonancia con el Magisterio y la Tradición. Sólo desde la unidad con la enseñanza de la santa Iglesia católica caminaremos en un suelo seguro para la vida de fe. La interdisciplinariedad es un valor del pensamiento crítico, pero debe estar sujeta al Magisterio y no a una o varias opiniones personales. La Sinodalidad valora la interdisciplinariedad porque sin ella es difícil poder pensar de forma crítica, pero es más fácil no perderse en el camino si usamos la brújula de la Revelación.


Al enseñar sobre la lectura bíblica crítica hay que resaltar que no es suficiente leer y comprender el texto, sino  que es necesario tener la habilidad de inferir el sentir del Pueblo de Dios y el discernimiento que sólo puede provenir del Espíritu Santo. Desde esta idea, el ejercicio de leer la Palabra de Dios supone reconocer que el texto es un instrumento místico que Dios a confiado a su Iglesia. La Sagrada Escritura es ante todo un don del Espíritu Santo que ha sido otorgado al Cuerpo místico de Cristo, y sus valores son de naturaleza espiritual situados en un tiempo y un espacio (con dimensión histórica). Esto implica que el autor absoluto de la Biblia es Dios uno y trino y no una persona neutra o ente metafísico despersonificado. El Cuerpo místico de Cristo no es un sofismo sino que es un cuerpo vivo, y tiene sus propios conocimientos, y propias intenciones que se plasman en la historia y de forma gráfica en la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios es una realidad epifánica que el lector tiene que llegar a vivir. Para ello el lector bíblico debe tener la astucia de escapar de las trampas ideológicas, del razonamiento positivista científico, afirmaciones arbitrarias, hipótesis privadas, especulaciones separadas de la Revelación, predicciones proféticas o alarmistas... El método teológico en el contexto sinodal propone tener presente los criterios del Magisterio y se apoya en el aprendizaje cooperativo dentro de la comunidad eclesial.


El párroco debe crear un ambiente de oración en base a las necesidades de la comunidad, invitando a que los fieles conversen de sus ideas y puntos de vista, estimulando al debate entre ellos, la vida de oración, sin desconectarlos de los problemas de su cotidianidad y escuchando sus posibles soluciones. El párroco debe invitar a sus fieles a que planteen tareas para que construyan sus ideas y den forma a sus interpretaciones en beneficio a la comunidad eclesial. A su vez, el párroco  debe dar especial atención a los conocimientos que los fieles manejan previamente y a las emociones que despiertan en ellos el hecho de leer la Palabra de Dios. Pues, los valores, los sentimientos y las emociones forman parte de la experiencia de la lectura y también han de ser objeto de análisis y reflexión.


El lector de la Palabra de Dios debe comprender que leer reflexivamente es el resultado de una actividad en comunidad compartida. La experiencia afirma que los fieles entienden mejor un texto bíblico y acceden mejor a la información cuando éste se ha analizado en seno de la comunidad eclesial que cuando el texto se ha interpretado únicamente desde una lectura individual. Es por ello que el método teológico en el contexto sinodal plantea como estrategia la lectura en comunidad, como herramienta útil para estimular el ejercicio espiritual de la meditación de la Palabra de Dios. Y formar en ellos al mismo tiempo la capacidad de hacerlo de forma crítica.


La estrategia de la lectura bíblica en comunidad, promueve la reflexión metacognitiva, que consiste en crear consciencia en los fieles de sus procesos de formación, de forma tal que sea el bautizado el más interesado en obtener de manera eficaz el conocimiento de la fe y su vivencia comunitaria. La reflexión bíblica facilita a los fieles activar los procesos de aprendizaje a través de pensamientos no sólo cognitivos sino espirituales. Estos pensamientos auto-generados a través de la experiencia del encuentro con el Jesús bíblico van acompañados de emociones y acciones que están planificadas y adaptadas pastoralmente para lograr la obtención de los dones espirituales propios del Pueblo de Dios. Dones espirituales que se alcanzan a través de la oración activa de la comunidad eclesial al lograr la madurez de la vida espiritual de los fieles. La participación de aprendizaje bíblico, vincula al bautizado con la propia comunidad y con sus prácticas sociales. La participación en el aprendizaje bíblico es una estrategia clave asociada al pensamiento crítico y a la invitación sinodal que la Iglesia nos invita hoy.  El método teológico debe ofrecer los medios para que los bautizados puedan comprender la dimensión sinodal que necesita el Pueblo de Dios y puedan vivirla y generarlas, así como reflexionar sobre ellas. 


Atendiendo a estas estrategias podemos afirmar que el método teológico debe ser una herramienta no tanto académica como pastoral, de naturaleza crítica y dinámica. Es el método teológico el que nos permite avanzar en la relación comunidad eclesial- bautizado- texto bíblico. El texto bíblico se  comprende desde la comunidad y el amor de su autor. Si se ignora la Palabra de Dios se ignora la Sinodalidad del Pueblo de Dios. Para lograr una interpretación objetiva del contexto de escucha de la Palabra de Dios, esta debe ser comprendida y escogida por la comunidad eclesial, unida a su Obispo,  para que de forma natural surjan las tomas de decisiones y las muestras de responsabilidad.


martes, 21 de marzo de 2023

¿Qué se entiende leer la Palabra de Dios críticamente? Sinodalidad y Método

 



¿Qué se entiende leer la Palabra de Dios críticamente?


Desde la eclesiología tradicional el ejercicio pastoral en las parroquias se ha centrado en la metodología expositiva del párroco o de algún coordinador de grupos de apostolados, centrando los resultados en la calificación memorística del fiel. Esta metodología memorística, o unidireccional, relega a un segundo plano el aprecio a la lectura meditativa de la Palabra de Dios, considerando la comprensión de lo leído como un simple accesorio del que se puede omitir, si los resultados operativos del funcionamiento parroquial no se ven alterados. A pesar de ese oscuro historial de la lectura de la Palabra de Dios en la eclesiología, donde hasta hace poco todos los bautizados católicos pudieron tener acceso a ella en su propio idioma y sin persecución inquisitoria,  ha sobrevivido la acción del Espíritu Santo sobre mujeres y hombres en el seno de la comunidad cristiana. Y continúa siendo la lectura de la Palabra de Dios un vehículo fiable de los dones del Espíritu Santo, indispensable para el proceso de la fe.


El primer paso para dar un justo valor y escala a la lectura crítica de la Palabra de Dios es identificar

los errores históricos que se han asido a través de la historia de la Iglesia, sin caer en anacronismos o juicios morales de hechos ocurridos en tiempos ya remotos. Entre los principales hemos de destacar:


A. Mala construcción del concepto de la lectura bíblica: Durante mucho tiempo se pensó en el ámbito teológico que leer e interpretar la Palabra de Dios era repetir literalmente lo que la dogmática del momento señalaba. Cuando en realidad es un proceso de profunda oración personal y comunitaria, cuya comprensión y elaboración de nuevos conocimientos para la fe no precisaban de una opinión única, exclusiva y excluyente, pero sí de un acompañamiento y enseñanza oyente del magisterio.


B. Mal uso del ejercicio de la lectura bíblica: Ha sido y es un error teológico pensar que el ejercicio de la lectura bíblica es una herramienta que sirve sólo para almacenar y transmitir conocimiento de manera unidireccional, olvidándonos y no poniendo en valor las interacciones que se producen en el proceso lector, orante, y comunitario de todos los bautizados.


C. Creerse un buen lector bíblico cuando no se es: Es un problema de soberbia pensar que el proceso de acercamiento a un texto bíblico tiene por finalidad localizar datos cognitivos, para memorizarlos y luego recordarlos, con el afán de demostrar la razón sobre situaciones personales. Es un error peligroso considerar la mera reducción memorística como un signo de los buenos lectores bíblicos, en especial cuando lo realizan sin una debida formación oficial y cualificada por el magisterio. ¿Cómo hablar de buenos lectores bíblicos cuando solamente pueden leer y memorizar el texto pero no pueden hacerlo oración ni meditación para el bien personal y comunitario? Cuando no pueden  analizarlo, sintetizarlo, clasificarlo ni interpretarlo desde sus propias impresiones y atendiendo a los criterios enseñados por el magisterio como parte de la Revelación.


D. Pensar que la lectura bíblica es un proceso lineal cognitivo: Es un error acercarse al texto bíblico pensando que mi vivencia de oración personal y comunitaria del texto no es lo más importante. La lectura bíblica es un aprendizaje constructivo que establece una relación entre Dios (su autor), el texto (escrito por mujeres y hombres inspirados por el Espíritu Santo) y el lector del texto bíblico (que tiene sed de la verdad). Es decir, la información y gracia contenida en el libro sagrado es una combinación entre la sabiduría infinita de Dios como autor  y los propios conocimientos humanos o inspirados por el Espíritu Santo del que lee. Cada lectura bíblica crea una nueva información y una nueva gracia que va más allá de la comprensión humana y de la inteligencia de sus escritores.


 E. Creer que leer la Palabra de Dios es reconocer símbolos gráficos o localizar un archivo de datos: La lectura bíblica no es un contenedor de información, es ante todo la Palabra de Dios. Y el Evangelio es el mismo Cristo. La lectura bíblica es la construcción activa de nuevos conocimientos, no por méritos humanos sino por puro don de Dios. La lectura bíblica es una construcción discursiva porque depende de las ideas previas del lector y este necesita experimentar la gracia santificante de su autor.


F. Pensar que todas las interpretaciones del texto bíblico son iguales, válidas o buenas: Es vital saber que dentro del texto bíblico hay una concepción ética del escritor inspirado por el Espíritu Santo, y que el lector antes de leer el texto bíblico trae consigo expectativas y sus propias ideas (y conducta) . Esto conlleva a distintos enfoques o conocimientos tantos como lectores hayan. Por lo tanto todas las conclusiones no son necesariamente válidas o universales, pues estas dependen de las creencias cognitivas y de las emociones que son concebidas antes de leer un texto bíblico. Es necesario por tal motivo que la interpretación del texto sagrado sea según la enseñanza del magisterio, a quien le compete el resguardo de la doctrina de la fe, revelada una vez y para siempre en la persona de Jesucristo. 


Valorar la lectura orante de la Palabra de Dios en medio de la vida comunitaria es la posición correcta ante nuestro deseo de construir un mundo más evangélico. Un mundo que comprende el texto bíblico y no ve como utopía, la construcción de una sociedad más agradable a la imagen del mismo Jesús.


La comprensión del texto bíblico pasa por la comprensión de nuestra propia realidad. Los bautizados pueden tomar distintas posiciones hermenéuticas, incluso ante un mismo texto bíblico. Por tal motivo la garantía del magisterio para el resguardo de la Revelación por ningún motivo debe estar amenazada por cambios o modificaciones.  Posición peligrosa al momento hermenéutico de leer los libros sagrados es la que toma el lector cuando se acerca al texto bíblico con ideas previas que modifican la intención original de la lectura bíblica, en una tensión interpretativa que no es coherente con el contenido del Evangelio. Y es doblemente peligroso cuando la falsa interpretación se ejecuta desde la autoridad eclesial o desde una mal denominada teología. De la misma manera es peligrosa para la fe la posición sumisa cuando el lector se acerca al texto bíblico sin ideas fijas ni previas, sin hacer oración previamente o sin un mínimo de respeto al misterio sagrado, permitiendo que la lectura bíblica condicione sus construcciones cognitivas y de fe e incluso le haga descartar su experiencia vivencial de la Palabra, si esta va en contra de intereses externos. Posición mixta es la que toma el lector cuando se acerca al texto bíblico  y permite que la lectura condicione sus ideas previas pero mantiene interpretaciones distintas a las enseñada por el magisterio. Posición negociada se produce si el lector se acerca al texto bíblico y adopta una postura crítica y empieza una negociación empática entre la lectura y sus propios controles éticos, pudiendo crear una interpretación falsa a la medida que su ética no sea compatible con la moral cristiana enseñada desde el magisterio. Esta posición permite la formulación de opiniones y la selección de la interpretación más consistente o completa, pero siempre y cuando se mantenga dentro de la enseñanza oficial de la Iglesia católica. Esta posición negociada, también permite tener presente las ideas previas sin quitar mérito al contenido del texto bíblico. Sería la base para la construcción sinodal.


Para valorar el proceso hermenéutico propio de la reflexión bíblica se invita el establecer puentes entre el entorno epistemológico del texto (propuesto por los biblistas) y el entorno sociocultural del lector (según la esencia propia de la comunidad). 


Desde el método teológico la reflexión a la luz del depósito revelado de la fe, comprender el entorno social es el resultado de conocer desde la oración lo que nos pide el Evangelio. Esta afirmación implica que la teología bíblica debe aprender a ser una herramienta no solo académica sino pastoral, que facilite a la comunidad de bautizados construir puentes entre estos dos mundos, el mundo hermenéutico propuesto por los biblistas y el mundo del entorno pastoral sociocultural del fiel.


El contenido de cualquier texto bíblico se encuentra vinculado naturalmente a un contexto, y puede modificar la realidad social según la construcción del lector a través de la interpretación personal desde su comunidad eclesial y en función de su cultura. El contenido de un texto bíblico será útil en la medida que sea capaz de traspasar las barreras de la literalidad o simple memorización a la posición negociada o crítica desde el contexto comunitario, eclesial y de fe. Una lectura bíblica crítica y reflexiva no es ajena a una lectura orante, meditada y en unión a lo que la Iglesia cree. Una lectura crítica del texto sagrado debe contener seis tareas: Orar, santificar, comprender, interpretar, analizar y evaluar su efecto. Estas seis tareas permiten una interpretación acorazada por la lógica racional y la fe vivida.Todo este desarrollo aunque sea de índole religioso requiere del pensamiento crítico como fundamento de un evento real e histórico, esta es la tarea de la teología bíblica.  Para promover el pensamiento crítico en el ambiente teológico se debe tener especial atención al desarrollo de las expectativas de la comunidad eclesial ante su vivencia con el texto bíblico y el proceso de enseñanza como tarea de la Iglesia. La mejor manera de promover el propio juicio epistemológico, sin caer en herejía, es facilitar un aprendizaje cooperativo y activo desde el seno de la comunidad eclesial, como por ejemplo la parroquia liderada por su párroco. Desde la teología se pretende un aprendizaje conectado a los distintos problemas de la vida real, con la finalidad de crear interacciones entre la comunidad que posibiliten el debate sobre las distintas formas de ver y analizar un mismo hecho.


El pensamiento crítico conlleva proponer diversas hipótesis, observar un problema desde interpretaciones alternativas, plantear nuevas preguntas, ofrecer posibles soluciones, y diseñar un plan que contenga estrategias para la investigación. Todas estas afirmaciones encuentran un espacio en el reto eclesial que nos invita a transformar todo en clave sinodal.