1. Primeros siglos (I–IV): fundamentos bíblicos y patrísticos
Siglo I–II: El Nuevo Testamento es el núcleo. Satanás aparece como “adversario” y “acusador” (cf. Mt 4; Jn 8,44; Ap 12). Ya no solo es un “ángel caído” sino un ser personal con poder real de tentación.
Padres de la Iglesia:
San Justino Mártir (†165) y Orígenes (†254) interpretan a Satanás como un ángel caído, dando inicio a la teología demonológica.
San Agustín (†430) en De Civitate Dei (Ciudad de Dios, Lib. XI) sistematiza: Satanás es una criatura buena creada por Dios, que por libre elección se apartó. Aquí queda fijado el principio clave: Satanás no es un principio eterno opuesto a Dios (rechazo del maniqueísmo).
2. Edad Media (V–XV)
Concilio de Braga (561): condena la creencia de que el diablo fue creado por Dios como malo de origen. Reafirma que es un ángel bueno que se pervirtió por elección libre.
Papa Gregorio Magno (†604): en sus Moralia in Iob, desarrolla la idea de que el diablo reina sobre los demonios, pero su poder está limitado por la Providencia.
Santo Tomás de Aquino (†1274) en la Suma Teológica (I, q.63-64): sistematiza la teología sobre los ángeles caídos. Claves:
El pecado de los demonios fue la soberbia.
Su condena es irreversible.
Satanás tiene poder de tentar pero subordinado a Dios.
3. Época Moderna (XVI–XVIII)
Concilio de Trento (1545–1563): al hablar del pecado original (Decreto sobre el Pecado Original, 1546), reafirma que Satanás intervino en la caída de Adán y Eva.
Catecismo Romano (1566): expone de forma clara la doctrina: el demonio es real, personal, enemigo de la humanidad, tentador desde el inicio.
Siglo XVII–XVIII: la Iglesia se distancia de supersticiones y mitologías locales, insistiendo en que el demonio no tiene poder autónomo, sino permitido por Dios.
4. Siglo XIX – Respuestas al racionalismo
León XIII (1879–1903): clave en la reafirmación doctrinal contra corrientes racionalistas que negaban la existencia del demonio.
Encíclica Humanum Genus (1884): Satanás es presentado como inspirador de sociedades secretas anticristianas (ej. masonería).
Oración a San Miguel Arcángel (1886): mandada rezar tras la misa, explicitando la lucha contra Satanás.
5. Siglo XX – Concilio Vaticano II y el posconcilio
Concilio Vaticano II (1962–1965):
Lumen Gentium (n. 16 y 17): menciona explícitamente la acción del demonio en la historia.
Gaudium et Spes (n. 13): enseña que el hombre, tentado por el maligno, desde el inicio abusó de su libertad.
Pablo VI (1968–1977): muy claro en reafirmar la existencia real de Satanás, contra interpretaciones “simbólicas”:
Audiencia general (15 de noviembre de 1972): “El humo de Satanás ha entrado en la Iglesia… El mal no es solo carencia, es un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor.”
6. Catecismo de la Iglesia Católica (1992)
Documento central de la doctrina contemporánea.
CEC 391–395: el diablo es un ángel caído, personal, con poder limitado. Su pecado: la soberbia.
CEC 2850–2854 (sobre el Padrenuestro): “Líbranos del Maligno” se refiere explícitamente a Satanás.
Enfatiza que la victoria definitiva es de Cristo: el demonio está ya vencido por la Cruz.
7. Juan Pablo II y Benedicto XVI
Juan Pablo II (1978–2005):
Audiencias catequéticas de 1986 sobre los ángeles y demonios: reafirma la existencia personal de Satanás.
Subraya que su acción principal es la tentación moral y el engaño.
Benedicto XVI (2005–2013): en Jesús de Nazaret (2007, 2011), insiste en que la tentación de Cristo por el diablo es histórica y real, no un mito literario.
8. Papa Francisco (2013–actualidad)
Reiteradamente ha hablado del demonio como ser personal, no mito:
Evangelii Gaudium (2013), n. 160–161: Satanás es enemigo del plan de salvación.
Homilías cotidianas: alerta contra la tentación de “psicologizar” o “simbologizar” al demonio.
Ha recordado que su poder es real pero limitado: solo puede tentar, no destruir la libertad del hombre.
Síntesis final
El Magisterio católico ha sostenido de manera constante, desde los primeros concilios hasta hoy, que Satanás es un ser personal, ángel creado bueno, caído por soberbia, que tienta al hombre pero cuyo poder está limitado por Dios.
La doctrina ha evolucionado en matices:
De la teología patrística y medieval, centrada en el origen del mal.
Al énfasis tridentino en el pecado original.
A la respuesta moderna contra el racionalismo, destacando su existencia personal.
Al Catecismo (1992) y los papas contemporáneos, que lo presentan como una realidad espiritual y personal que actúa en la historia, pero derrotada por Cristo.