jueves, 16 de mayo de 2024

¿Quién es el Cardenal Fernando Filoni?



Fernando Filoni (Manduria, 15 de abril de 1946) es un cardenal italiano, actualmente es el gran maestre de la orden del Santo Sepulcro de Jerusalén.


Biografía

Sacerdote

Recibió la ordenación sacerdotal el 3 de julio de 1970. Es doctor en filosofía y en Derecho canónico. Entró en el servicio diplomático de la Santa Sede el 3 de abril de 1981.


Arzobispo

Juan Pablo II lo nombró Arzobispo titular de Volturno y Nuncio Apostólico en Jordania y en Irak el 17 de enero de 2001; recibió la ordenación episcopal el 19 de marzo del mismo año. Benedicto XVI lo trasladó como Nuncio Apostólico a Filipinas el 25 de febrero de 2006; y el 9 de junio de 2007 lo nombró sustituto de la Secretaría de Estado para los Asuntos generales. El mismo Papa lo nombró Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos el 11 de mayo de 2011.


Cardenal

Benedicto XVI lo proclamó cardenal en el Consistorio del 18 de febrero de 2012 como Cardenal diácono de Nuestra Señora de Coromoto en San Juan de Dios, tomando posesión de la Diaconía el 26 de febrero del mismo año.

En agosto de 2014 el papa Francisco lo nombró su enviado especial durante la crisis de Irak para llevar un mensaje de consuelo y cercanía espiritual a los cristianos perseguidos por el estado islámico de Irak.

El 10 de mayo de 2016 fue confirmado como prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos donec aliter provideatur.

El 23 de mayo de 2017 fue confirmado como miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe in aliud quinquennium.

Mediante Rescriptum ex Audentia Ss.mi de 26 de junio de 2018 fue promovido al Orden de los Obispos del Colegio Cardenalicio, equiparándolo en todo a los cardenales insignidos con el título de una Iglesia suburbicaria y manteniendo el título diaconal con el que fue creado cardenal.

El 15 de mayo de 2019 fue confirmado como miembro de la Congregación para las Iglesias Orientales in aliud quinquennium y el 28 de mayo, de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica in aliud quinquennium.

El 8 de diciembre de 2019 fue nombrado Gran Maestre Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén.

El 14 de enero de 2020 fue nombrado miembro de la Congregación para las Causas de los Santos ad quinquennium.

El 23 de mayo de 2022 fue confirmado como miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

¿Quién es el Cardenal Ángel Fernández Artime?



Ángel Fernández Artime SDB (Luanco, 21 de agosto de 1960) es un cardenal católico español, rector mayor de la Congregación Salesiana, desde 2014.


Biografía

Ángel nació en una familia de pescadores, el 21 de agosto de 1960, en la parroquia de Santa María de la Anunciación de Luanco, del concejo español de Gozón.

A partir de 1970 asistió a un internado en Astudillo y posteriormente a un colegio en Cambados durante tres años y luego al Centro Don Bosco de León.

Estudió Filosofía en la Universidad de Valladolid, y Teología en Santiago de Compostela. También realizó una pasantía Pastoral de dos años en León. Obtuvo las licenciaturas en Teología pastoral, Filosofía y Pedagogía.


Vida religiosa

Ingresó en la Congregación de los Salesianos, completando el noviciado en Mohernando. Realizó su primera profesión de votos religiosos el 3 de septiembre de 1978, y la profesión solemne el 17 de junio de 1984, en Santiago de Compostela.

Su ordenación sacerdotal fue el 4 de julio de 1987, en León.

Trabajó inicialmente como profesor y pastor en el Colegio Santo Ángel de Avilés. Luego trabajó como delegado para la Pastoral Juvenil en la Inspectoría de León de los Salesianos y dirigió el Colegio Don Bosco de Orense.​ También fue miembro del Consejo Provincial y actuó como vicario del provincial. De 2000 a 2006, fue provincial de la Orden Provincia de León. También fue miembro de la comisión técnica que preparó el 26.° Capítulo General de los Salesianos, celebrado en 2008.

En 2009 fue nombrado provincial de la Inspectoría Argentina Sur, con sede en Buenos Aires, en este período tuvo la oportunidad de conocer y colaborar personalmente con el entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio, hoy papa Francisco.

El 23 de diciembre de 2013, fue nombrado provincial de la Provincia Sur de la Orden Española de María Auxiliadora, con sede en Sevilla, cargo que iba a ocupar en mayo.​ Sin embargo, ya no asumió esta tarea pues el 25 de marzo de 2014, fue elegido rector mayor por el 27.° Capítulo General de los Salesianos. Es el primer español​ y el tercer no italiano en convertirse en rector de los Salesianos.

Como rector mayor, presidió la inauguración de las celebraciones del 200 cumpleaños de San Juan Bosco el 24 de enero de 2015, en Turín.

El 11 de marzo de 2020, fue confirmado en este cargo por el 28.° Capítulo General. En su calidad rector mayor, es también Gran canciller de la Universidad Pontificia Salesiana y de la Universidad Pontificia de Auxilium (2014-2021), así como del Pontificium Institutum Altioris Latinitatis.

En 2018, participó en la XV Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos.


Cardenalato

Fernández Artime usando los ornamentos de un cardenal.

Fue creado cardenal por el papa Francisco durante el consistorio del 30 de septiembre de 2023, con el titulus de cardenal diácono de Santa María Auxiliadora en Vía Tuscolana.​​ Es el primer superior de una congregación religiosa en ser nombrado cardenal.​ Es el primer cardenal elegible sin ordenación episcopal desde Roberto Tucci en 2001. Tomó posesión formal de su Iglesia Titular el 17 de diciembre del mismo año.

El papa Francisco ha anunciado que se le asignará una nueva tarea, aún desconocida, a partir del 1 de agosto de 2024. Con efectos a partir del 31 de julio de 2024, Fernández Artime tendría que dimitir de su cargo de rector mayor de los Salesianos.

El 4 de octubre de 2023, fue nombrado miembro del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

El 5 de marzo de 2024, el papa Francisco lo nombró arzobispo titular de Ursona, contrariamente a la práctica habitual según la cual los cardenales renuncian a sus sedes titulares con la creación cardenalicia. Fue consagrado el 20 de abril del mismo año, en la Basílica de Santa María la Mayor; a manos del cardenal Emil Paul Tscherrig. Renunció al cargo de arzobispo titular de Ursona inmediatamente después de su consagración.

En relación con su ordenación episcopal, Fernández Artime también anunció que, con un permiso especial ("decreto dispensa") del Papa, seguirá ejerciendo su cargo como rector mayor de los Salesianos hasta el 16 de agosto de 2024, cuando anunciará su dimisión en el cargo.

¿Quién es el Cardenal Víctor Manuel Fernández?



Víctor Manuel «Tucho» Fernández (Alcira Gigena, 18 de julio de 1962) es un eclesiástico, teólogo, biblista, profesor y escritor católico argentino. Es el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, desde septiembre de 2023. Fue arzobispo de La Plata, de 2018 a 2023 y rector de la Universidad Católica Argentina, entre 2009 y 2018.

Biografía

Víctor Manuel Fernández nació el 18 de julio de 1962, en la localidad argentina de Alcira Gigena, Córdoba. Hijo de Emilio Fernández y Yolanda Martinelli.

Fue apodado Tucho en honor al futbolista Norberto «Tucho» Méndez.

En 1979, tras realizar estudios en el Instituto Presbítero Pedro Caviglia, obtuvo el título de perito mercantil.

Ingresó en el Seminario Mayor de Córdoba, donde realizó los estudios eclesiásticos.

En 1988, obtuvo la licenciatura en Teología bíblica en la Pontificia Universidad Gregoriana, y en 1990 obtuvo el doctorado en Teología por la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina, con una tesis sobre la relación entre el conocimiento y la vida en San Buenaventura.


Sacerdocio

Fue ordenado diácono el 21 de diciembre de 1985. Su ordenación sacerdotal fue el 5 de agosto de 1986, a manos del obispo Adolfo Arana; incardinándose en la diócesis de Río Cuarto.

Formador y director de estudios del Seminario de Río Cuarto (1988-1993 y 2000-2007).

Director de Catequesis y asesor de movimientos laicales (1989-1997).

Fundador y director del Profesorado en Ciencias Sagradas y Filosofía «Jesús Buen Pastor» en Río Cuarto.

Fundador y director del Instituto Diocesano de Formación Laical en Río Cuarto (1990-1993).

Párroco de Santa Teresita, en Río Cuarto (1993-2000).

Delegado de ecumenismo (2003-2005).

A fines de la década de 1990 y por recomendación del entonces arzobispo Jorge Bergoglio, había rechazado una propuesta para radicarse en Colombia y dirigir un instituto teológico en Bogotá.

Fue perito de la Comisión de Fe y Cultura y del Secretariado para la Formación Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina; lector de la Comisión de Catequesis de los obispos argentinos. También fue miembro del equipo de reflexión que asesoró al episcopado argentino para actualizar las orientaciones pastorales.

También trabajó en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en el campo de la reflexión teológica pastoral.

En 2007 participó en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida como sacerdote en representación de Argentina y luego como miembro del grupo que redactó el documento final.

Fue profesor Ética, Psicología, Hermenéutica, Exégesis, Teología espiritual y Nuevo Testamento I, II y III en el Profesorado “Jesús Buen Pastor”. Ejerció como profesor de Teología moral III, Antropología teológica, Escatología y de varios seminarios en la Facultad de Teología de la UCA. También fungió como profesor de Antropología en el Instituto Teológico Franciscano S. A. de Padua.

Vicedecano (2002-2008) y decano (2008-2009) de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina.

Director de la Revista Teología (2003-2008).

Presidente de la Sociedad Argentina de Teología (2007-2009).


Rector de la UCA

El 15 de diciembre de 2009, tras ser propuesto por el cardenal Jorge Bergoglio (futuro papa Francisco), asumió el rectorado de la Universidad Católica Argentina. Sin embargo, recién pudo prestar el juramento correspondiente el 20 de mayo de 2011, cuando su designación finalmente recibió la confirmación de la Congregación para la Educación Católica que exige el estatuto de la universidad,4​ luego de responder y sortear objeciones que le llegaban desde la Congregación para la Doctrina de la Fe a partir de quejas anónimas 5​ enviadas desde Argentina con respecto al contenido de algunos artículos de su autoría. Se desempeñó como rector hasta el 24 de abril de 2018, y fue sucedido por el doctor Miguel Ángel Schiavone.

Gestión

Durante su gestión se creó la Facultad de Ciencias Sociales, un barómetro sobre adicciones dentro del Observatorio de la Deuda Social, una Coordinación de Compromiso Social dedicada a trabajar en villas de Buenos Aires y la denominada Cátedra Pontificia, orientada a estudiar el pensamiento de los últimos pontífices.

Además, fueron aprobados el Proyecto Institucional de la Universidad para el quinquenio 2011-2016, los nuevos estatutos de los órganos del gobierno estudiantil, las designaciones de nuevos profesores ordinarios y la creación de nuevas carreras. También se produjeron ampliaciones edilicias en las sedes de Puerto Madero, Rosario y Mendoza, se construyó el hospital universitario en el Hospital Británico, se creó el repositorio digital en la biblioteca central,​ se realizaron reformas en las asignaturas de formación católica, y se favoreció la concesión de becas a alumnos provenientes de sectores vulnerables de la sociedad.

A lo largo de su mandato, la Universidad organizó y también alojó eventos públicos relevantes como el Primer Congreso Nacional de Doctrina social de la Iglesia, las conmemoraciones del Bicentenario Patrio y del Cincuentenario de la Apertura del Concilio Vaticano II; las disertaciones de personalidades de renombre internacional como el exgerente del FMI Michel Camdessus, el expresidente del BID Enrique Iglesias, el ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti, el secretario general de la Congregación para la Educación Católica Mons. Jean-Louis Bruguès, el presidente del Pontificio Consejo para la Familia Mons. Vincenzo Paglia y el cardenal Christoph Schönborn; y la entrega de doctorados honoris causa al cardenal Gianfranco Ravasi, el biblista Luis H. Rivas y el rabino Abraham Skorka.​ Asimismo, el Pabellón de las Bellas Artes albergó diversas muestras artísticas, destacándose las exposiciones de Marta Minujín, del Museo de la Biblia de Estados Unidos y de Alejandro Marmo.

Su período al frente del gobierno universitario coincidió con las primeras publicaciones del ranking de clasificación académica de universidades latinoamericanas elaborado por Quacquarelli Symonds, en el cual la Universidad Católica Argentina logró su mejor ubicación al alcanzar el decimonoveno puesto en 2013, cayendo posteriormente al vigésimo segundo lugar en 2014 y al vigésimo sexto en 2015.

También en el transcurso de su gestión se produjeron reclamos estudiantiles y la Federación de Estudiantes de la Universidad realizó tanto protestas como presentaciones formales por diversos motivos entre los cuales pueden mencionarse los elevados precios de las fotocopias; la aplicación de moras arancelarias contrarias a las normativas internas de la institución;​ la aprobación de un paquete de medidas económicas que dispuso, entre otras cuestiones, el cobro de turnos de exámenes y el aumento del recargo por aranceles adeudados, ante lo cual se elevó un documento con cerca de veinte propuestas para solucionar las problemáticas académicas y administrativas de la universidad que causaban retrasos en los estudios, como también para evitar que se infringieran normativas internas que regulan la entrega de becas por promedio elevado,​ lo cual afectaba a alumnos pertenecientes a las sedes del interior del país.


Episcopado

Fernández (centro) junto a estudiantes de la FEUCA en el día de su consagración episcopal.

El 13 de mayo de 2013, el papa Francisco lo nombró arzobispo titular de Tiburnia.​ Fue consagrado el 15 de junio del mismo año, en la Catedral de Buenos Aires, a manos del arzobispo Mario Aurelio Poli.

El 29 de marzo de 2014, fue nombrado miembro del Pontificio Consejo de la Cultura, y lo convocó para participar en calidad de vicepresidente de la comisión para el mensaje del Sínodo extraordinario de obispos sobre la familia (2014).

Hombre de confianza del pontífice, se le atribuyeron aportes al papa Francisco para la exhortación Evangelii gaudium. El papa citó como referencia de ese documento pontificio un trabajo de Fernández. También se le atribuyó una colaboración en la redacción de la encíclica Laudato si' sobre el cuidado del ambiente.

Fue miembro de nómina pontificia de la XIV Asamblea General Ordinaria del sínodo de obispos (2015).​ En ese marco, el papa Francisco lo nombró miembro de la comisión para la elaboración de la Relación Final, tarea que implicó ayudar a encontrar los consensos entre los 265 padres sinodales y que culminó con un documento aprobado con mayoría calificada de dos tercios de los votos.

En 2017 fue elegido presidente de la Comisión de Fe y Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina.


Arzobispo de La Plata

Fernández durante una misa en la Catedral de La Plata.

El 2 de junio de 2018, el papa Francisco lo nombró arzobispo de La Plata. Tomó posesión canónica el día 16 del mismo mes, durante una ceremonia en la Catedral de La Plata.

El 29 de junio de 2018, en una ceremonia en la Basílica de San Pedro, recibió el palio arzobispal de manos del papa Francisco.​ El 14 de julio del mismo año, en una ceremonia en la Catedral de La Plata, recibió la imposición del palio arzobispal de manos del nuncio apostólico, Léon Kalenga Badikebele.

El 27 de abril de 2019, fue confirmado como miembro del Pontificio Consejo de la Cultura ad aliud quinquennium.

El 14 de diciembre de 2021 fue confirmado como consultor de la Congregación para la Educación Católica ad aliud quinquennium.

El 18 de febrero de 2023, fue nombrado miembro del Dicasterio para la Cultura y la Educación.


Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe

El 1 de julio de 2023, el papa Francisco lo nombró prefecto Dicasterio para la Doctrina de la Fe, presidente de la Comisión Pontificia Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional. Asumió el cargo en septiembre del mismo año.​


Cardenalato

Fue creado cardenal por el papa Francisco durante el consistorio del 30 de septiembre de 2023, con el titulus de cardenal diácono de Santos Urbano y Lorenzo en Prima Porta.​

El 4 de octubre de 2023 fue nombrado miembro de la Sección para las cuestiones fundamentales de la evangelización en el mundo del Dicasterio para la Evangelización, de la Sección para la primera evangelización y las nuevas Iglesias particulares del Dicasterio para la Evangelización, del Dicasterio para las Iglesias Orientales, del Dicasterio para los Obispos, del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y del Dicasterio para la Cultura y la Educación.

El 20 de octubre de 2023 fue nombrado miembro del Dicasterio para los Textos Legislativos.

El 23 de enero de 2024 fue nombrado miembro del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.


Publicaciones

Fue codirector de varios libros publicados por la Facultad de Teología de la UCA.

Cuenta con más de 300 publicaciones en Argentina y en varios países de América Latina y Europa, entre las cuales pueden encontrarse artículos científicos, subsidios y libros, algunos de los cuales han sido traducidos al inglés, al portugués, al francés, al italiano y al polaco. Sus escritos de espiritualidad combinan erudición con sentido práctico, aportes de la psicología, la exégesis bíblica y el diálogo con las diversas religiones.

Su obra Il progetto di Francesco. Dove vuole portare la Chiesa, publicada con el periodista italiano Paolo Rodari,​ ofrece claves para la comprensión de la forma mentis del papa Francisco y tuvo amplias repercusiones en ámbitos católicos europeos.

Su libro Teología espiritual encarnada fue mostrado en un capítulo de la telenovela argentina Esperanza mía que narra el amor entre un sacerdote y una monja. El arzobispo tomó la aparición de su libro con sentido del humor, en contraposición a las críticas por parte de algunos sectores católicos conservadores que se manifestaron en contra de dicha emisión televisiva y, posteriormente, de esta actitud de Fernández.

Entre sus libros se encuentran los siguientes:


Teología

Salir de sí. Plenitud de conocimiento y de vida, 1991.

Dios y el hombre en los límites, 1993.

Sáname con tu boca. El arte de besar, 1995.

La pasión mística. Espiritualidad y sensualidad, 1998.

Actividad, espiritualidad y descanso, 2001.

Vivir en paz, 2003.

Catequesis con Espíritu, 2003.

La gracia y la vida entera, 2003.

Claves para vivir en plenitud, 2003.

Teología espiritual encarnada. Profundidad espiritual en acción, 2004

La oración pastoral, 2006

Gracia. Nociones básicas para pensar la vida nueva, 2010.

Contemplativi nell´azione attivi nella contemplazione, 2014.


Teología bíblica y exégesis bíblica

San Juan y su mundo. Comentario al cuarto Evangelio, 1992.

El Apocalipsis y el tercer milenio, 1998.

El Evangelio de Juan. Un comentario pastoral, 1999.

El Evangelio de cada día. Comentario, 2000.

El Evangelio de cada día. Santoral, 2003.

Para mejorar tu relación con María, 2004.

Cómo interpretar y comunicar la Palabra de Dios. Métodos y recursos prácticos, 2008.

Pablo apasionado. De Tarso hasta su plenitud, 2008.

El Evangelio del Domingo 1. Comentario para meditar, 2012.

El Evangelio del Domingo 2. Comentario para meditar, 2012.

El Evangelio del Domingo 3. Comentario para meditar, 2013.

¿Quién es el Cardenal Kevin Joseph Farrell?



Kevin Joseph Farrell (Dublín, 2 de septiembre de 1947) es cardenal, obispo católico, actual camarlengo1​ de la Iglesia católica, irlandés por nacimiento, residente durante años en los Estados Unidos y actualmente en la Ciudad del Vaticano. Tras obtener varias titulaciones académicas en distintas universidades del mundo, fue ordenado sacerdote el 24 de diciembre de 1978 en la ciudad de Roma. Tras su ordenación comenzó a ejercer en México, pero después se trasladó a Estados Unidos, para desempeñar su ministerio en la arquidiócesis de Washington, en la que luego fue nombrado en 2001 obispo auxiliar y también titular de Rusuccuru.

Posteriormente, el 6 de marzo de 2007 pasó a ser el obispo de Dallas y a ocupar numerosos cargos episcopales sobre todo en la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos, hasta que el día 15 de agosto de 2016 fue nombrado por el papa Francisco en la Curia Romana, como primer prefecto del nuevo Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida.


Biografía

Inicios y formación

Cabe destacar que su hermano mayor, es el también obispo Brian Farrell. Estudió con los Hermanos Cristianos (C.F.C.) en el suburbio de Drimnagh y en 1966 comenzó a hacer su noviciado con los Legionarios de Cristo. Un año más tarde hizo un viaje a los Estados Unidos para la recaudación de fondos destinados a las misiones católicas de América Latina, a través de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

Luego marchó hacia España para tener el título de Bachelor of Arts en la Universidad de Salamanca. Seguidamente fue a Italia e hizo un Máster en Filosofía (MPhil, MRes) y se licenció en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana y además recibió los grados de Teología dogmática y Teología pastoral en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino. Más tarde hizo una Maestría en Administración de Negocios por la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos).


Sacerdocio

El 24 de diciembre de 1978 fue ordenado sacerdote en Roma e inició su ministerio pastoral en México como capellán de la Universidad de Monterrey (UDEM), donde también impartió algunos seminarios sobre bioética y ética social. Al mismo tiempo fue administrador general de la Legión de Cristo, cuyas responsabilidades estaban dentro de diversas escuelas católicas de Italia, España e Irlanda.

En 1984 volvió a Norteamérica y allí fue incardinado para la Arquidiócesis de Washington D. C., donde estuvo sirviendo como pastor en la Iglesia "Saint Peter’s Parish" de Onley, en "St Bartholomew" de Bethesda y en "St. Thomas Apostle" y la "Annunciation" de Washingston.

También en 1986, monseñor Seán Patrick O'Malley lo eligió como director del Centro Católico Hispano.

Desde 1988 a 2007 fue director ejecutivo adjunto y director interino de Caridades Católicas, secretario de Finanzas, vicario general y moderador de la Curia de la Arquidiócesis.


Prelado de Honor de Su Santidad

Cabe destacar que en 1995, el Papa Juan Pablo II le otorgó el título honorífico de prelado de Honor de Su Santidad.


Episcopado

Obispo auxiliar de Washington

El 28 de diciembre de 2001, el papa Juan Pablo II lo nombró Obispo titular de Rusuccuru y obispo auxiliar de la arquidiócesis de Washington D. C..

Recibió la consagración episcopal el 11 de febrero de 2002, durante una eucaristía presidida por el cardenal-arzobispo metropolitano y principal consagrante Theodore Edgar McCarrick y por sus co-consagrantes, el cardenal-arzobispo emérito James Aloysius Hickey y el también auxiliar Leonard James Olivier.

Obispo de Dallas

El 6 de marzo de 2007, el papa Benedicto XVI lo designó como VII obispo de la diócesis de Dallas,5​6​ en sucesión de monseñor Charles Victor Grahmann, que se retiró por jubilación. Tomó posesión oficial de este cargo, el día 1 de mayo.

Como obispo de Dallas, dentro de la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) ha ejercido de consultor de la Comisión Episcopal de Migración, la cual se encarga de supervisar el departamento de Servicios de Migración y Refugiados7​ y desde 2009 ha sido el presidente del Comité de Obispos para la National Collections, que apoya la administración y coordina las colecciones de la justicia social, la evangelización, la educación y el desarrollo institucional.

También fue tesorero de la conferencia episcopal y presidente de la Comisión de Presupuesto y Finanzas.

Además de estas funciones, sirvió como canciller de la Universidad de Dallas, de la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción, de las Juntas del Consejo de la "Papal Foundation", de la Universidad Católica de América (CUA) y del Instituto San Lucas, en el Distrito de Columbia. Y fue presidente de la Nueva Evangelización de América y miembro de la Junta Directiva los Amigos del Colegio Pontificio Irlandés en Roma.


Cardenalato

Desde el 17 de agosto de 2016, tras haber sido nombrado por el papa Francisco, es el primer Prefecto del recién creado10​ nuevo Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida.

Desde 19 de noviembre de 2016, es cardenal de la Iglesia católica.

El 29 de mayo de 2017 fue nombrado miembro de la Oficina de Administración del Patrimonio de la Santa Sede.

El 11 de octubre de 2017 fue nombrado miembro de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano.

El 28 de mayo de 2019 fue nombrado miembro de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica ad quinquennium.

El 26 de mayo de 2020 fue nombrado miembro del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos ad quinquennium.

El 29 de septiembre de 2020 fue nombrado presidente de la Comisión de Materias Reservadas ad quinquennium.

El 15 de agosto de 2021 fue confirmado como prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ad aliud quinquennium.

El 14 de marzo de 2022 fue nombrado miembro del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales ad quinquennium.

El 3 de mayo de 2022 fue nombrado miembro de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ad quinquennium.

El 29 de mayo de 2022 fue nombrado miembro de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica ad quinquennium.

El 7 de junio de 2022 fue nombrado presidente del Comité para las Inversiones de la Santa Sede.

El 2 de septiembre de 2022 fue confirmado como prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida donec aliter provideatur.

El 11 de octubre de 2022 fue confirmado como miembro de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano usque ad octogesimum annum aetatis.​

El 25 de abril de 2023 fue nombrado miembro de la Sección para las cuestiones fundamentales de la evangelización en el mundo del Dicasterio para la Evangelización.

El 2 de junio de 2023 fue nombrado presidente del Tribunal de Casación del Estado de la Ciudad del Vaticano, con efectos a partir del 1 de enero de 2024.

Cardenal-Camarlengo de la Iglesia católica

Desde el 14 de febrero de 2019, tras haber sido nombrado por el papa Francisco, es el actual Cardenal-Camarlengo de la Iglesia católica.

Vida privada

De nombre completo es Kevin Joseph Farrell, pero es más conocido por Kevin Farrell. Nació el día 2 de septiembre de 1947, en la ciudad de Dublín (Irlanda) donde ha pasado gran parte de su juventud antes de viajar a otros países para llevar a cabo sus estudios superiores. Es el segundo de cuatro hijos. Cabe destacar que su hermano mayor es también obispo, Brian Farrell, que desde diciembre de 2002 es el vicepresidente de la Comisión para las relaciones religiosas con el Judaísmo y Secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos en la Curia Romana.

Al ser nombrado obispo por primera vez, además de elegir su escudo, escogió como lema episcopal: la frase "State In Fide" (en latín).

¿Quién es el Cardenal Péter Erdő ?





Péter Erdő (Budapest, 25 de junio de 1952) es un cardenal húngaro, Arzobispo de Esztergom-Budapest, primado de Hungría y presidente de la Conferencia Episcopal Húngara y del Concilio de Conferencias Episcopales de Europa.


Biografía

Nació en Budapest en 1952.

Es doctor en teología y en derecho canónico.


Sacerdocio

Fue ordenado sacerdote el 18 de junio de 1975.

Fue profesor en la Facultad de Teología de la Arquidiócesis de Esztergom-Budapest y en la Pontificia Universidad Gregoriana. Fue rector del Pontificio Instituto Húngaro de Roma. Fue profesor, jefe de departamento, decano y rector de la Academia Teológica Péter Pázmány, y fue presidente del Instituto de Postgrado de Derecho Canónico. También enseñó en la Pontificia Universidad Católica Argentina (Buenos Aires) y en la Pontificia Universidad Lateranense. Es autor de numerosos escritos y fundador de varias revistas.


Episcopado

Obispo Auxiliar de Székesfehérvár

El 5 de noviembre de 1999, el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo titular de Puppi y Obispo Auxiliar de la Diócesis de Székesfehérvár.

Recibió la consagración episcopal de manos del mismo Juan Pablo II, el 6 de enero de 2000.

Arzobispo de Esztergom-Budapest y Primado de Hungría

El 7 de diciembre de 2002, Juan Pablo II lo nombró LXXIX Arzobispo Metropolitano de la Arquidiócesis de Estrigonia-Budapest y Primado de Hungría.

El 11 de enero sucesivo, tomó posesión canónica en la Catedral. Ha recibido el palio arzobispal en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el 29 de junio de 2003.


Cardenalato

El 21 de octubre de 2004 fue nombrado Cardenal Presbítero de Santa Balbina por el papa Juan Pablo II. Participó en el cónclave de 2005, donde salió elegido papa Benedicto XVI. Ese mismo año fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal Húngara, y en 2006 del Concilio de Conferencias Episcopales de Europa.

El 29 de marzo de 2023, el papa Francisco le asignó el título cardenalicio de Santa María la Nueva.


Curia romana

El 5 de mayo de 2015 fue nombrado miembro de la Congregación para las Iglesias Orientales.

El 6 de septiembre de 2016 fue confirmado como miembro de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

El 26 de mayo de 2020 fue nombrado miembro del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos ad triennium.

El 14 de julio de 2020 fue nombrado miembro del Consejo de Asuntos Económicos de la Santa Sede ad quinquennium.

El 4 de mayo de 2021 fue confirmado como miembro de la Congregación para las Iglesias Orientales ad aliud quinquennium y como miembro del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica ad aliud quinquennium.

El 22 de febrero de 2022 fue confirmado como miembro de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ad aliud quinquennium.

¿Quién es el Cardenal Willem Jacobus Eijk?





Willem Jacobus "Wim" Eijk (Ouder-Amstel, Países Bajos, 22 de junio de 1953) es un cardenal y arzobispo católico neerlandés. Actualmente es arzobispo de Utrecht.

Biografía

Primeros años

Nació en Duivendrecht un pueblo del municipio de Ouder-Amstel en la provincia de Holanda del Norte. Originalmente quería ser médico y, de hecho, se graduó en medicina en 1978 en la Universidad de Ámsterdam. Más tarde, sin embargo, decidió entrar en el seminario Rolduc en Kerkrade para ser sacerdote. En 1979, estudió bioética médica en la Universidad de Leiden. Fue ordenado sacerdote en 1985 en la diócesis de Roermond, donde fue nombrado vicario de San Antonio de Padua en Blerick.

En 1987 recibió su doctorado en bioética médica, con una disertación sobre la eutanasia. En 1990 obtuvo su doctorado en filosofía en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino, con una tesis sobre el tema de la ingeniería genética.1​2​ Poco después comenzó a enseñar teología moral en el Seminario de Rolduc. Después de 1996 se trasladó a Lugano, a enseñar en la facultad de teología de las universidades locales. De 1997 a 2002 fue miembro de la Comisión Teológica Internacional.

Episcopado

Obispo de la Diócesis de Groningen

El 17 de julio de 1999, Juan Pablo II lo nombró VI Obispo de la Diócesis de Groningen.

Eligió el lema episcopal «Noli recusare labore» (no rechazar el trabajo), tomado de las últimas palabras de Martín de Tours. Como obispo, restringió el papel de los laicos en los servicios de la iglesia en comparación con la práctica anterior. El Papa Juan Pablo II lo nombró miembro de la Pontificia Academia para la Vida el 4 de agosto de 2004 y miembro de su consejo de gobierno el 23 de marzo de 2005.

Fue consagrado obispo el 6 de noviembre, por el Cardenal Adrianus Johannes Simonis.

En 2001 sufrió una hemorragia cerebral y durante algún tiempo tuvo que delegar sus funciones en el vicario general, pero unos meses más tarde las reanudó tras recuperarse por completo.

Arzobispo Metropolitano de Utrecht

El 11 de diciembre de 2007, Benedicto XVI lo nombró como el LXXVI Arzobispo Metropolitano de la Arquidiócesis de Utrecht.

Se instaló en la Catedral metropolitana de Santa Catalina el 26 de enero de 2008. En mayo de 2008, el Papa Benedicto XVI nombró a Eijk miembro de la Congregación para el Clero. Coeditó el Manual de ética médica católica: Atención médica responsable desde una perspectiva católica, publicado en 2010.​ En 2011 fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal de los Países Bajos. El 21 de abril de 2012 fue nombrado miembro de la Congregación para la Educación Católica.

El 6 de febrero de 2014 el Papa Francisco lo nombró miembro del Pontificio Consejo para los Laicos. Como arzobispo de Utrecht, recomendó una reestructuración de las 326 parroquias de la diócesis en 48 territorios, siguiendo un patrón en toda Europa frente a la disminución de la asistencia a la iglesia. Ha insistido en ese plan a pesar de cierta resistencia popular. Él dijo: «Cuando hablé con el Papa, le advertí que las estructuras de las iglesias antiguas no existirían cuando me jubilara, y que para el 2025 dos tercios de nuestras iglesias se habrían retirado del culto divino».

Cardenalato

El papa Benedicto XVI lo nombró cardenal con el título de San Calixto en el consistorio del 18 de febrero de 2012 junto con otras 21 personas.9​ Fue ordenado Cardenal-Presbítero de San Calixto.9​ Fue uno de los cardenales electores que participó en el cónclave papal de 2013 que eligió al Papa Francisco.​

El 14 de marzo de 2022 fue confirmado como miembro de la Pontificia Academia para la Vida in aliud quinquennium.

Posiciones

En junio de 2015, Eijk ordenó la destitución de Rhianna Gralike, la tesorera transgénero de la parroquia de Norbertus que está en este de Flevoland y el norte de Veluwe, a pesar de las objeciones de la junta parroquial.

En 2015, Eijk fue elegido para representar a la Conferencia Episcopal de los Países Bajos en el Sínodo de Obispos sobre la Familia en octubre. Antes del Sínodo, publicó un ensayo en el que afirmaba que las parejas que se vuelven a casar por lo civil sin haber recibido la anulación de matrimonios anteriores representan «una forma de adulterio estructurado e institucionalizado». Después del sínodo, se convirtió en un crítico del Amoris laetitia del papa Francisco. En 2018, dijo que el documento había «causado que se sembrara la duda» y dijo que Francisco debería declarar más claramente que el matrimonio es «uno e inquebrantable» y que a un católico que se vuelve a casar después del divorcio se le debe negar la comunión.

En mayo de 2018, después de que el Papa Francisco no rechazara un borrador de propuesta por parte de la Conferencia Episcopal Alemana para permitir a los protestantes en ciertos casos acceder a la Comunión, Eijk escribió que Francisco no estaba defendiendo «la clara doctrina y práctica de la Iglesia» y que esto representaba "una deriva hacia la apostasía de la Verdad».

¿Quién es el Cardenal Peter Ebere Okpaleke?



Peter Ebere Okpaleke (nacido el 1 de marzo de 1963) es un prelado nigeriano de la Iglesia católica que ha sido obispo de Ekwulobia desde el 29 de abril de 2020. Fue nombrado obispo de Ahiara en 2012 y consagrado en 2013, pero después de que el clero y los laicos locales insistieran en un obispo de Mbaise, fue instalado como obispo de Ekwulobia.


Biografía

Sacerdocio

Peter Ebere Okpaleke nació el 1 de marzo de 1963 en Amesi en el estado de Anambra, Nigeria. Asistió a escuelas locales y en 1983 ingresó al Seminario Mayor Bigard Memorial en Ikot-Ekpene y Enugu, donde estudió filosofía y teología de 1983 a 1992. Fue ordenado sacerdote de la Diócesis de Awka el 22 de agosto de 1990.

En los veinte años posteriores a su ordenación, ocupó una amplia variedad de puestos pastorales y administrativos, incluidos capellán universitario, párroco, administrador de finanzas diocesano, canciller diocesano y secretario y miembro de juntas diocesanas. También estudió derecho canónico en Roma en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz .

Episcopado

El 7 de diciembre de 2012, el Papa Benedicto XVI nombró a Okpaleke obispo de Ahiara, Nigeria. Okpaleke fue consagrado obispo el 21 de mayo de 2013. Debido a las objeciones a su nombramiento, su consagración se llevó a cabo fuera de la Diócesis, en el Seminario Mayor de Ulakwo en la Arquidiócesis de Owerri.

El clero local y los feligreses se opusieron a su nombramiento y le impidieron entrar en la catedral para tomar posesión de la diócesis. Una petición objetando el hecho de que Okpaleke no era del origen étnico Mbaise del área, fue enviada al Papa Benedicto después de que nombrara obispo a Okpaleke. El 9 de junio de 2017, el Papa Francisco le dio al clero de la diócesis 30 días para escribir una carta prometiendo obediencia y aceptando a Okpaleke como su obispo o ser suspendido. El clero envió cartas de disculpa pero continuó protestando por lo que vieron como discriminación racial.

El 19 de febrero de 2018, el Papa Francisco aceptó la renuncia de Okpaleke como obispo de Ahiara.

El 5 de marzo de 2020, poco más de dos años después de aceptar su renuncia como obispo de Ahiara, el Papa Francisco nombró a Okpaleke obispo de la diócesis de Ekwulobia, una diócesis recién creada en el estado de Anambra que anteriormente tenía su territorio bajo la jurisdicción de la diócesis de Awka.6​ Okpaleke se instaló allí el 29 de abril de 2020.

Cadenalato

Fue creado cardenal por el papa Francisco en el Consistorio celebrado el 27 de agosto de 2022, asignándole el Título de los Santos Mártires de Uganda en Poggio Ameno.

El 7 de octubre de 2022 fue nombrado miembro del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

martes, 14 de mayo de 2024

Las monjas que abrazan el cisma



Difícil comprender la decisión de las clarisas de Belorado de querer dejar la Iglesia católica para abrazar a una corriente cismática.

En el comunicado, la archidiócesis de Burgos asegura que "las comunidades de Belorado y Orduña están asistidas diariamente por sus capellanes, de manera ininterrumpida, y nunca han manifestado ninguna disconformidad, más bien, en las últimas comunicaciones con el delegado episcopal para la vida consagrada, las monjas manifiestan sentirse contentas y agradecidas". El arzobispado ha confirmado que el capellán de estas monjas no tenía conocimiento de esta situación y ha manifestado su perplejidad por lo ocurrido.

Todo apunta que el desencadenante de todo este revuelo a sido el lío con la compra-venta del Monasterio de Orduña

La archidiócesis de Burgos explica que el Monasterio de Orduña (Diócesis de Vitoria) se encontraba suprimido canónicamente y vacío y es propiedad de las clarisas de Vitoria.

La comunidad de Belorado firma en octubre de 2020 con la comunidad de clarisas de Vitoria un acuerdo de compra-venta del Monasterio de Orduña (que al estar extinguido se encontraba en venta desde 2002) por un importe de 1.200.000 € y con una mora de dos años. En dicho acto de compra-venta se aportan 100.000 € y se comprometen a realizar pagos semestrales de 75.000 €. El primer pago debía realizarse el 1 de noviembre de 2022, pero nunca se ha hecho ningún pago«, asegura la archidiócesis de Burgos.

Siguiendo con el relato cronológico de los hechos, la archidiócesis burgalesa cuenta que a principios de marzo de 2024, Sor Isabel manifiesta tener un benefactor que comprará y pondrá a nombre del propio benefactor el Monasterio, llegarán a un acuerdo de uso y lo revenderán a la comunidad de Belorado cuando obtengan el importe procedente de la venta del Monasterio de Derio.

Ante las sospechas de que esa persona era ajena a la Iglesia Católica, el obispo de Vitoria y su vicario para la vida consagrada, se desplazan el 21 de marzo de 2024 a Orduña para hablar con Sor Isabel, Madre Abadesa de esta comunidad de clarisas. El viaje fue en vano ya que no consiguieron hablar con Sor Isabel y el resto de religiosas aseguraron que solo ella sabía el nombre del comprador.

Ante esta situación, el 7 de mayo, la comunidad de Belorado es convocada por la comunidad de clarisas de Vitoria ante un notario para rescindir el contrato de compra-venta a instancias de esta última comunidad. En la notaría, Sor Isabel, acompañada por Sor Paz y Sor Sión, entrega un pliego reclamando 1.600.000 € como pago por el importe de las obras realizadas por su comunidad en el Monasterio de Orduña y un 30% por daños y perjuicios. Al no aceptar Sor Isabel la rescisión del contrato, lleva el asunto a instancias judiciales, detalla la archidiócesis de Burgos.

La archidiócesis rechaza las acusaciones vertidas en el comunicado de las clarisas.

El arzobispado también ha respondido con contundencia al comunicado y al manifiesto emitidos por esta comunidad de monjas clarisas que abogan por el cisma.

La archidiócesis de Burgos ha subrayado que rechazan «la acusación injusta e indiscriminada de “silencio y aquiescencia de los pastores” y «las acusaciones, en términos similares, a la “Cátedra de Pedro” sobre “contradicciones, lenguajes dobles y confusos, ambigüedad y lagunas de doctrina”.

En el comunicado se remarca que las monjas han decidido situarse bajo la tutela y jurisdicción del controvertido Pablo de Rojas Sánchez-Franco «excomulgado en julio de 2019».


Apertura de proceso canónico

El arzobispado ha hecho público que fue el 13 de abril de 2024 cuando la Presidenta de la Federación de Nuestra Señora de Aránzazu (Provincia de Cantabria – Hermanas Clarisas), a la que pertenece la comunidad de Belorado, pidió una reunión urgente con el arzobispo de Burgos. Fue recibida esa misma mañana, poniendo en su conocimiento la sospecha de una posible comisión un delito de cisma (c. 751 del Código de Derecho Canónico).

El arzobispo de Burgos firmó un decreto de apertura de la investigación previa por los hechos comunicados, el 24 de abril de 2024, conjuntamente con los obispos de Vitoria y Bilbao. Asimismo, lo comunicó a la Santa Sede, contando con su aprobación.

En la mañana de este lunes se ha presentado en el convento el capellán para hablar con ellas. Sor Paz, tras hablar con el capellán, y ante la petición de éste, accede a hablar telefónicamente con el arzobispo, confirmándole el abandono de la Iglesia Católica por parte de toda la comunidad y manifestando que la decisión ha sido tomada por unanimidad de todas las monjas.

Según desvela el propio arzobispado burgalés, a las 10.30, el arzobispo Iceta ha recibido el manifiesto desde una dirección de correo electrónico sin identificar, pero no ha recibido la carta de abandono de la Iglesia Católica. A las 11.00 la comunidad entregó en mano un ejemplar del manifiesto al capellán de Belorado, pero no la carta de abandono.

Ellas mismas han confirmado al arzobispo de Burgos que el ‘obispo’ excomulgado Pablo de Rojas ha visitado el Monasterio de Belorado al menos en tres ocasiones acompañado de otra persona que manifiesta ser sacerdote.

Sor Paz ha afirmado que, desde hoy mismo, será José -el supuesto sacerdote ayudante de Pablo de Rojas- quien celebre la Misa en el Monasterio, advirtiéndole el arzobispo de la gravedad del acto y de la pena canónica en que incurren.

Monseñor Mario Iceta, arzobispo de Burgos ha dado parte de lo ocurrido a la Santa Sede, al Nuncio Apostólico, al Presidente de la Conferencia Episcopal, al Presidente de la Comisión de Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal y a los obispos de Vitoria y de Bilbao. «Se procederá según las indicaciones de la Santa Sede», confirma la archidiócesis de Burgos.

Finalmente, ante esta situación, han pedido a todos los fieles «que se abstengan de participar en ningún acto litúrgico realizado en el Monasterio de Santa Clara de Belorado ni en el Monasterio de Santa Clara de Orduña».

El comunicado ha sido emitido conjuntamente por la archidiócesis de Burgos y la diócesis de Vitoria.

Oremos por la unidad de la Iglesia y para que esta siempre prevalezca ante los conflictos humanos.

domingo, 12 de mayo de 2024

"Conoce, ama y vive tu fe" y otros programas ANTI CATÓLICOS



Luego de poder comprobar como en distintas redes sociales han crecido el número de programas y comentarios que se posicionan en contra del Papa Francisco, veo el deber de denunciar que estos influencers no son católicos, aunque así se autodenominen. 

Canales en YouTube como por ejemplo: "Conoce, ama y vive tu fe" o "Perspectiva católica" dirigidos por Luis Román, producen un gran daño a la unidad de la Iglesia al autodenominarse «influencers cristianos». Sus contenidos responden a un objetivo principal: desacreditar todo lo que ocurre dentro del pontificado del Papa Francisco, incluso también a sus antecesores, acusando al Magisterio de la Iglesia de contener divisiones y enseñanzas anti evangélicas. Una acusación sumamente grave y sin fundamentos demostrables.

Estos influencers que no son católicos se comportan como 'haters' en las redes sociales, tomando distancia de lo que se espera de un discípulo: La actitud cristiana de «crear comunidad». Por tal motivo invito a todos el Pueblo de Dios a estar atentos a no publicar y compartir contenidos que puedan causar malentendidos, exacerbar la división, incitar al conflicto y ahondar los prejuicios. 

A través de este blog alertamos de los numerosos perfiles o cuentas que proclaman contenidos religiosos pero que no participan en las dinámicas relacionales de manera auténtica. Decimos a esos 'haters católicos' que las interacciones hostiles y las palabras violentas y degradantes están en contradicción con el Evangelio; y que cuando quienes los publican son obispos, pastores, o destacados líderes laicos, no sólo causan división en la comunidad, sino que también autorizan y legitiman a otros a promover un tipo de comunicación similar.

Es lamentable que se haga apología a la división y a la desobediencia al Magisterio de la Iglesia, a través de las redes sociales. Estas plataformas digitales malignas, están diseñadas de modo que se siembra el conflicto entre los usuarios provocando indignación o reacciones emocionales. Recordemos que los cristianos están llamados a mostrar otro camino, el de la unidad, el de la misericordia y el de un amor infinito. La recomendación es reaccionar con el silencio para no dignificar esta falsa dinámica.

Otra posibilidad es reaccionar con «compasión y cercanía» ante los usuarios «heridos» que se cruzan por el propio camino en las redes sociales, para «transformar este entorno en un espacio más humano y relacional». También pedimos desde este espacio mantener un estilo «reflexivo, no reactivo», como se espera sea entre todos los bautizados.

sábado, 11 de mayo de 2024

Ascensión del Señor


Ascensión del Señor (B)

Hoy en esta solemnidad, se nos ofrece una palabra de salvación como nunca la hayamos podido imaginar. El Señor Jesús no solamente ha resucitado, venciendo a la muerte y al pecado, sino que, además, ¡ha sido llevado a la gloria de Dios! Por esto, el camino de retorno al Padre, aquel camino que habíamos perdido y que se nos abría en el misterio de Navidad, ha quedado irrevocablemente ofrecido en el día de hoy, después que Cristo se haya dado totalmente al Padre en la Cruz.


¿Ofrecido? Ofrecido, sí. Porque el Señor Jesucristo, antes de ser llevado al cielo, ha enviado a sus discípulos amados, los Apóstoles, a invitar a todos los hombres a creer en Él, para poder llegar allá donde Él está. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará» (Mc 16,15-16).


Esta salvación que se nos da consiste, finalmente, en vivir la vida misma de Dios, como nos dice el Evangelio según san Juan: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).


Pero aquello que se da por amor ha de ser aceptado en el amor para poder ser recibido como don. Jesucristo, pues, a quien no hemos visto, quiere que le ofrezcamos nuestro amor a través de nuestra fe, que recibimos escuchando la palabra de sus ministros, a quienes sí podemos ver y sentir. «Nosotros creemos en aquel que no hemos visto. Lo han anunciado aquellos que le han visto. (...) Quien ha prometido es fiel y no engaña: no faltes en tu confianza, sino espera en su promesa. (...) ¡Conserva la fe!» (San Agustín). Si la fe es una oferta de amor a Jesucristo, conservarla y hacerla crecer hace que aumente en nosotros la caridad.


¡Ofrezcamos, pues, al Señor nuestra fe!


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«El que por nosotros se hizo hombre, siendo el Hijo único, quiere hacernos hermanos suyos y, para ello, hace llegar hasta el Padre verdadero su propia humanidad, llevando en ella consigo a todos los de su misma raza» (San Gregorio de Nisa)


«En nuestra vida nunca estamos solos: tenemos este abogado que nos espera, que nos defiende. El Señor crucificado y resucitado nos guía» (Francisco)


«El Bautismo es el sacramento de la fe. Pero la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. Al catecúmeno, o a su padrino, se le pregunta: ‘¿Qué pides a la Iglesia de Dios?’ y él responde: ‘¡La fe!’» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.253)

Apoyo al Cardenal Ambongo ante el acoso del gobierno de la R. D. del Congo



Tomando como referencia el cana de noticias Zenit, hacemos un llamado para solidarizarnos con todos los cristianos perseguidos en África.

La noticias nos indica que en la República Democrática del Congo, el Fiscal General de la Corte de Casación, Firmin Mvonde Mambu, ha enviado una carta al Fiscal Jefe de Kinshasa-Matete, en la que ordena iniciar acciones legales contra el Cardenal Fridolin Ambongo, Arzobispo de Kinshasa. 

La orden del Fiscal General se basa en acusaciones de que el Cardenal Ambongo está promoviendo rumores falsos e incitando a la población a rebelarse contra las instituciones establecidas, así como conspirando contra vidas humanas. Se le acusa de realizar constantes declaraciones calificadas de sediciosas que podrían desmoralizar a las fuerzas armadas de la República y fomentar el maltrato por parte de grupos rebeldes hacia las poblaciones locales.

Este conflicto entre la Iglesia Católica y el gobierno del Presidente Félix Tshisekedi ha estado en aumento desde las elecciones de diciembre de 2023, que fueron objeto de cuestionamientos por parte de los obispos católicos. Representantes de la Iglesia responsabilizan al gobierno de la inestabilidad y la guerra en el este del país. El Cardenal Ambongo ha sido especialmente crítico con el gobierno, llegando incluso a sugerir que la administración de Tshisekedi está suministrando armas a milicias e insurgentes en oposición al gobierno de Rwanda. Esa declaración fue recogida en una entrevista de la agencia FIDES. Además, se ha informado que al Cardenal Ambongo se le ha negado recientemente el acceso a la sala VIP del aeropuerto de Kinshasa. Esta medida se tomó debido a las repetidas amenazas de muerte que ha recibido el Cardenal, y no por cuestiones de privilegios. Ambongo, elegido por el Papa Francisco como miembro del C9, el consejo de cardenales que discute la reforma de la Curia Romana, fue uno de los principales críticos del documento del Vaticano que permite la bendición de parejas del mismo sexo, una medida impopular entre muchos obispos africanos.

La situación entre la Iglesia y el gobierno en la República Democrática del Congo continúa tensa, y el futuro de las relaciones entre ambas instituciones sigue siendo incierto.

Desde nuestro blog oramos por toda la Iglesia en África.


viernes, 10 de mayo de 2024

Bula "Spes non confundit"



El Papa Francisco entrega "Spes non confundit", la bula de convocación del Año Santo 2025, en la que lanza llamamientos en favor de los presos, los emigrantes, los enfermos, los ancianos y los jóvenes presos de la droga y de las prevaricaciones.

El Pontífice anuncia que abrirá una Puerta Santa en las cárceles, pide la condonación de la deuda de los países pobres, el aumento de la natalidad, la acogida de los inmigrantes y el respeto a la Creación.

La Santa Sede ha hecho pública la Bula de Convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025. Les ofrecemos la Bula completa:


FRANCISCO

OBISPO DE ROMA

SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS

A CUANTOS LEAN ESTA CARTA LA ESPERANZA LES COLME EL CORAZÓN


1. «Spes non confundit», «la esperanza no defrauda» (Rm 5,5). Bajo el signo de la esperanza el apóstol Pablo infundía aliento a la comunidad cristiana de Roma. La esperanza también constituye el mensaje central del próximo Jubileo, que según una antigua tradición el Papa convoca cada veinticinco años. Pienso en todos los peregrinos de esperanza que llegarán a Roma para vivir el Año Santo y en cuantos, no pudiendo venir a la ciudad de los apóstoles Pedro y Pablo, lo celebrarán en las Iglesias particulares. Que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación (cf. Jn 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1).

Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza. La Palabra de Dios nos ayuda a encontrar sus razones. Dejémonos conducir por lo que el apóstol Pablo escribió precisamente a los cristianos de Roma.


Una Palabra de esperanza


2. «Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. […] Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,1-2.5). Los puntos de reflexión que aquí nos propone san Pablo son múltiples. Sabemos que la Carta a los Romanos marca un paso decisivo en su actividad de evangelización. Hasta ese momento la había realizado en el área oriental del Imperio y ahora lo espera Roma, con todo lo que esta representa a los ojos del mundo: un gran desafío, que debe afrontar en nombre del anuncio del Evangelio, el cual no conoce barreras ni confines. La Iglesia de Roma no había sido fundada por Pablo, pero él sentía vivo el deseo de llegar allí pronto para llevar a todos el Evangelio de Jesucristo, muerto y resucitado, como anuncio de la esperanza que realiza las promesas, conduce a la gloria y, fundamentada en el amor, no defrauda.

3. La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz: «Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida» (Rm 5,10). Y su vida se manifiesta en nuestra vida de fe, que empieza con el Bautismo; se desarrolla en la docilidad a la gracia de Dios y, por tanto, está animada por la esperanza, que se renueva siempre y se hace inquebrantable por la acción del Espíritu Santo.

En efecto, el Espíritu Santo, con su presencia perenne en el camino de la Iglesia, es quien irradia en los creyentes la luz de la esperanza. Él la mantiene encendida como una llama que nunca se apaga, para dar apoyo y vigor a nuestra vida. La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino: «¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? […] Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rm 8,35.37-39). He aquí porqué esta esperanza no cede ante las dificultades: porque se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad, y de este modo hace posible que sigamos adelante en la vida. San Agustín escribe al respecto: «Nadie, en efecto, vive en cualquier género de vida sin estas tres disposiciones del alma: las de creer, esperar, amar».[1]

4. San Pablo es muy realista. Sabe que la vida está hecha de alegrías y dolores, que el amor se pone a prueba cuando aumentan las dificultades y la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento. Con todo, escribe: «Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza» (Rm 5,3-4). Para el Apóstol, la tribulación y el sufrimiento son las condiciones propias de los que anuncian el Evangelio en contextos de incomprensión y de persecución (cf. 2 Co 6,3-10). Pero en tales situaciones, en medio de la oscuridad se percibe una luz; se descubre cómo lo que sostiene la evangelización es la fuerza que brota de la cruz y de la resurrección de Cristo. Y eso lleva a desarrollar una virtud estrechamente relacionada con la esperanza: la paciencia. Estamos acostumbrados a quererlo todo y de inmediato, en un mundo donde la prisa se ha convertido en una constante. Ya no se tiene tiempo para encontrarse, y a menudo incluso en las familias se vuelve difícil reunirse y conversar con tranquilidad. La paciencia ha sido relegada por la prisa, ocasionando un daño grave a las personas. De hecho, ocupan su lugar la intolerancia, el nerviosismo y a veces la violencia gratuita, que provocan insatisfacción y cerrazón.

Asimismo, en la era del internet, donde el espacio y el tiempo son suplantados por el “aquí y ahora”, la paciencia resulta extraña. Si aun fuésemos capaces de contemplar la creación con asombro, comprenderíamos cuán esencial es la paciencia. Aguardar el alternarse de las estaciones con sus frutos; observar la vida de los animales y los ciclos de su desarrollo; tener los ojos sencillos de san Francisco que, en su Cántico de las criaturas, escrito hace 800 años, veía la creación como una gran familia y llamaba al sol “hermano” y a la luna “hermana”[2]. Redescubrir la paciencia hace mucho bien a uno mismo y a los demás. San Pablo recurre frecuentemente a la paciencia para subrayar la importancia de la perseverancia y de la confianza en aquello que Dios nos ha prometido, pero sobre todo testimonia que Dios es paciente con nosotros, porque es «el Dios de la constancia y del consuelo» (Rm 15,5). La paciencia, que también es fruto del Espíritu Santo, mantiene viva la esperanza y la consolida como virtud y estilo de vida. Por lo tanto, aprendamos a pedir con frecuencia la gracia de la paciencia, que es hija de la esperanza y al mismo tiempo la sostiene.


Un camino de esperanza


5. Este entretejido de esperanza y paciencia muestra claramente cómo la vida cristiana es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús. Me agrada pensar que fue justamente un itinerario de gracia, animado por la espiritualidad popular, el que precedió la convocación del primer Jubileo en el año 1300. De hecho, no podemos olvidar las distintas formas por medio de las cuales la gracia del perdón ha sido derramada con abundancia sobre el santo Pueblo fiel de Dios. Recordemos, por ejemplo, el gran “perdón” que san Celestino V quiso conceder a cuantos se dirigían a la Basílica Santa María de Collemaggio, en L’Aquila, durante los días 28 y 29 de agosto de 1294, seis años antes de que el Papa Bonifacio VIII instituyese el Año Santo. Así pues, la Iglesia ya experimentaba la gracia jubilar de la misericordia. E incluso antes, en el año 1216, el Papa Honorio III había acogido la súplica de san Francisco que pedía la indulgencia para cuantos fuesen a visitar la Porciúncula durante los dos primeros días de agosto. Lo mismo se puede afirmar para la peregrinación a Santiago de Compostela; en efecto, el Papa Calixto II, en 1122, concedió que se celebrara el Jubileo en ese Santuario cada vez que la fiesta del apóstol Santiago coincidiese con el domingo. Es bueno que esa modalidad “extendida” de celebraciones jubilares continúe, de manera que la fuerza del perdón de Dios sostenga y acompañe el camino de las comunidades y de las personas.

No es casual que la peregrinación exprese un elemento fundamental de todo acontecimiento jubilar. Ponerse en camino es un gesto típico de quienes buscan el sentido de la vida. La peregrinación a pie favorece mucho el redescubrimiento del valor del silencio, del esfuerzo, de lo esencial. También el año próximo los peregrinos de esperanza recorrerán caminos antiguos y modernos para vivir intensamente la experiencia jubilar. Además, en la misma ciudad de Roma habrá otros itinerarios de fe que se añadirán a los ya tradicionales de las catacumbas y las siete iglesias. Transitar de un país a otro, como si se superaran las fronteras, pasar de una ciudad a la otra en la contemplación de la creación y de las obras de arte permitirá atesorar experiencias y culturas diferentes, para conservar dentro de sí la belleza que, armonizada por la oración, conduce a agradecer a Dios por las maravillas que Él realiza. Las iglesias jubilares, a lo largo de los itinerarios y en la misma Urbe, podrán ser oasis de espiritualidad en los cuales revitalizar el camino de la fe y beber de los manantiales de la esperanza, sobre todo acercándose al sacramento de la Reconciliación, punto de partida insustituible para un verdadero camino de conversión. Que en las Iglesias particulares se cuide de modo especial la preparación de los sacerdotes y de los fieles para las confesiones y el acceso al sacramento en su forma individual.

A los fieles de las Iglesias orientales, en especial a aquellos que ya están en plena comunión con el Sucesor de Pedro, quiero dirigir una invitación particular a esta peregrinación. Ellos, que han sufrido tanto por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia, muchas veces hasta la muerte, deben sentirse especialmente bienvenidos a esta Roma que es Madre también para ellos y que custodia tantas memorias de su presencia. La Iglesia católica, que está enriquecida por sus antiquísimas liturgias, por la teología y la espiritualidad de los Padres, monjes y teólogos, quiere expresar simbólicamente la acogida a ellos y a sus hermanos y hermanas ortodoxos, en una época en la que ya están viviendo la peregrinación del Vía crucis; con la que frecuentemente son obligados a dejar sus tierras de origen, sus tierras santas, de las que la violencia y la inestabilidad los expulsan hacia países más seguros. Para ellos la experiencia de ser amados por la Iglesia —que no los abandonará, sino que los seguirá adondequiera que vayan— hace todavía más fuerte el signo del Jubileo.

6. El Año Santo 2025 está en continuidad con los acontecimientos de gracia precedentes. En el último Jubileo ordinario se cruzó el umbral de los dos mil años del nacimiento de Jesucristo. Luego, el 13 de marzo de 2015, convoqué un Jubileo extraordinario con la finalidad de manifestar y facilitar el encuentro con el “Rostro de la misericordia” de Dios[3], anuncio central del Evangelio para todas las personas de todos los tiempos. Ahora ha llegado el momento de un nuevo Jubileo, para abrir de par en par la Puerta Santa una vez más y ofrecer la experiencia viva del amor de Dios, que suscita en el corazón la esperanza cierta de la salvación en Cristo. Al mismo tiempo, este Año Santo orientará el camino hacia otro aniversario fundamental para todos los cristianos: en el 2033 se celebrarán los dos mil años de la Redención realizada por medio de la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús. Nos encontramos así frente a un itinerario marcado por grandes etapas, en las que la gracia de Dios precede y acompaña al pueblo que camina entusiasta en la fe, diligente en la caridad y perseverante en la esperanza (cf. 1 Ts 1,3).

Apoyado en esta larga tradición y con la certeza de que este Año jubilar será para toda la Iglesia una intensa experiencia de gracia y de esperanza, dispongo que la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, se abra a partir del 24 de diciembre del corriente año 2024, dando inicio así al Jubileo ordinario. El domingo sucesivo, 29 de diciembre de 2024, abriré la Puerta Santa de la Catedral de San Juan de Letrán, que el 9 de noviembre de este año celebrará los 1700 años de su dedicación. A continuación, el 1 de enero de 2025, solemnidad de Santa María, Madre de Dios, se abrirá la Puerta Santa de la Basílica papal de Santa María la Mayor. Y, por último, el domingo 5 de enero se abrirá la Puerta Santa de la Basílica papal de San Pablo extramuros. Estas últimas tres Puertas Santas se cerrarán el domingo 28 de diciembre del mismo año.

Establezco además que el domingo 29 de diciembre de 2024, en todas las catedrales y concatedrales, los obispos diocesanos celebren la Eucaristía como apertura solemne del Año jubilar, según el Ritual que se preparará para la ocasión. En el caso de la celebración en una iglesia concatedral el obispo podrá ser sustituido por un delegado designado expresamente para ello. Que la peregrinación desde una iglesia elegida para la collectio, hacia la catedral, sea el signo del camino de esperanza que, iluminado por la Palabra de Dios, une a los creyentes. Que en ella se lean algunos pasajes del presente Documento y se anuncie al pueblo la indulgencia jubilar, que podrá obtenerse según las prescripciones contenidas en el mismo Ritual para la celebración del Jubileo en las Iglesias particulares. Durante el Año Santo, que en las Iglesias particulares finalizará el domingo 28 de diciembre de 2025, ha de procurarse que el Pueblo de Dios acoja, con plena participación, tanto el anuncio de esperanza de la gracia de Dios como los signos que atestiguan su eficacia.

El Jubileo ordinario se clausurará con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica papal de San Pedro en el Vaticano el 6 de enero de 2026, Epifanía del Señor. Que la luz de la esperanza cristiana pueda llegar a todas las personas, como mensaje del amor de Dios que se dirige a todos. Y que la Iglesia sea testigo fiel de este anuncio en todas partes del mundo.


Signos de esperanza


7. Además de alcanzar la esperanza que nos da la gracia de Dios, también estamos llamados a redescubrirla en los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece. Como afirma el Concilio Vaticano II, «es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas».[4] Por ello, es necesario poner atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia. En este sentido, los signos de los tiempos, que contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios, requieren ser transformados en signos de esperanza.

8. Que el primer signo de esperanza se traduzca en paz para el mundo, el cual vuelve a encontrarse sumergido en la tragedia de la guerra. La humanidad, desmemoriada de los dramas del pasado, está sometida a una prueba nueva y difícil cuando ve a muchas poblaciones oprimidas por la brutalidad de la violencia. ¿Qué más les queda a estos pueblos que no hayan sufrido ya? ¿Cómo es posible que su grito desesperado de auxilio no impulse a los responsables de las Naciones a querer poner fin a los numerosos conflictos regionales, conscientes de las consecuencias que puedan derivarse a nivel mundial? ¿Es demasiado soñar que las armas callen y dejen de causar destrucción y muerte? Dejemos que el Jubileo nos recuerde que los que «trabajan por la paz» podrán ser «llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). La exigencia de paz nos interpela a todos y urge que se lleven a cabo proyectos concretos. Que no falte el compromiso de la diplomacia por construir con valentía y creatividad espacios de negociación orientados a una paz duradera.

9. Mirar el futuro con esperanza también equivale a tener una visión de la vida llena de entusiasmo para compartir con los demás. Sin embargo, debemos constatar con tristeza que en muchas situaciones falta esta perspectiva. La primera consecuencia de ello es la pérdida del deseo de transmitir la vida. A causa de los ritmos frenéticos de la vida, de los temores ante el futuro, de la falta de garantías laborales y tutelas sociales adecuadas, de modelos sociales cuya agenda está dictada por la búsqueda de beneficios más que por el cuidado de las relaciones, se asiste en varios países a una preocupante disminución de la natalidad. Por el contrario, en otros contextos, «culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas».[5]

La apertura a la vida con una maternidad y paternidad responsables es el proyecto que el Creador ha inscrito en el corazón y en el cuerpo de los hombres y las mujeres, una misión que el Señor confía a los esposos y a su amor. Es urgente que, además del compromiso legislativo de los estados, haya un apoyo convencido por parte de las comunidades creyentes y de la comunidad civil tanto en su conjunto como en cada uno de sus miembros, porque el deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas, como fruto de la fecundidad de su amor, da una perspectiva de futuro a toda sociedad y es un motivo de esperanza: porque depende de la esperanza y produce esperanza.

La comunidad cristiana, por tanto, no se puede quedar atrás en su apoyo a la necesidad de una alianza social para la esperanza, que sea inclusiva y no ideológica, y que trabaje por un porvenir que se caracterice por la sonrisa de muchos niños y niñas que vendrán a llenar las tantas cunas vacías que ya hay en numerosas partes del mundo. Pero todos, en realidad, necesitamos recuperar la alegría de vivir, porque el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26), no puede conformarse con sobrevivir o subsistir mediocremente, amoldándose al momento presente y dejándose satisfacer solamente por realidades materiales. Eso nos encierra en el individualismo y corroe la esperanza, generando una tristeza que se anida en el corazón, volviéndonos desagradables e intolerantes.

10. En el Año jubilar estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria. Pienso en los presos que, privados de la libertad, experimentan cada día —además de la dureza de la reclusión— el vacío afectivo, las restricciones impuestas y, en bastantes casos, la falta de respeto. Propongo a los gobiernos del mundo que en el Año del Jubileo se asuman iniciativas que devuelvan la esperanza; formas de amnistía o de condonación de la pena orientadas a ayudar a las personas para que recuperen la confianza en sí mismas y en la sociedad; itinerarios de reinserción en la comunidad a los que corresponda un compromiso concreto en la observancia de las leyes.

Es una exhortación antigua, que surge de la Palabra de Dios y permanece con todo su valor sapiencial cuando se convoca a tener actos de clemencia y de liberación que permitan volver a empezar: «Así santificarán el quincuagésimo año, y proclamarán una liberación para todos los habitantes del país» (Lv 25,10). El profeta Isaías retoma lo establecido por la Ley mosaica: el Señor «me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor» (Is 61,1-2). Estas son las palabras que Jesús hizo suyas al comienzo de su ministerio, declarando que él mismo era el cumplimiento del “año de gracia del Señor” (cf. Lc 4,18-19). Que en cada rincón de la tierra, los creyentes, especialmente los pastores, se hagan intérpretes de tales peticiones, formando una sola voz que reclame con valentía condiciones dignas para los reclusos, respeto de los derechos humanos y sobre todo la abolición de la pena de muerte, recurso que para la fe cristiana es inadmisible y aniquila toda esperanza de perdón y de renovación.[6] Para ofrecer a los presos un signo concreto de cercanía, deseo abrir yo mismo una Puerta Santa en una cárcel, a fin de que sea para ellos un símbolo que invita a mirar al futuro con esperanza y con un renovado compromiso de vida.

11. Que se ofrezcan signos de esperanza a los enfermos que están en sus casas o en los hospitales. Que sus sufrimientos puedan ser aliviados con la cercanía de las personas que los visitan y el afecto que reciben. Las obras de misericordia son igualmente obras de esperanza, que despiertan en los corazones sentimientos de gratitud. Que esa gratitud llegue también a todos los agentes sanitarios que, en condiciones no pocas veces difíciles, ejercitan su misión con cuidado solícito hacia las personas enfermas y más frágiles.

Que no falte una atención inclusiva hacia cuantos hallándose en condiciones de vida particularmente difíciles experimentan la propia debilidad, especialmente a los afectados por patologías o discapacidades que limitan notablemente la autonomía personal. Cuidar de ellos es un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza que requiere acciones concertadas por toda la sociedad.

12. También necesitan signos de esperanza aquellos que en sí mismos la representan: los jóvenes. Ellos, lamentablemente, con frecuencia ven que sus sueños se derrumban. No podemos decepcionarlos; en su entusiasmo se fundamenta el porvenir. Es hermoso verlos liberar energías, por ejemplo cuando se entregan con tesón y se comprometen voluntariamente en las situaciones de catástrofe o de inestabilidad social. Sin embargo, resulta triste ver jóvenes sin esperanza. Por otra parte, cuando el futuro se vuelve incierto e impermeable a los sueños; cuando los estudios no ofrecen oportunidades y la falta de trabajo o de una ocupación suficientemente estable amenazan con destruir los deseos, entonces es inevitable que el presente se viva en la melancolía y el aburrimiento. La ilusión de las drogas, el riesgo de caer en la delincuencia y la búsqueda de lo efímero crean en ellos, más que en otros, confusión y oscurecen la belleza y el sentido de la vida, abatiéndolos en abismos oscuros e induciéndolos a cometer gestos autodestructivos. Por eso, que el Jubileo sea en la Iglesia una ocasión para estimularlos. Ocupémonos con ardor renovado de los jóvenes, los estudiantes, los novios, las nuevas generaciones. ¡Que haya cercanía a los jóvenes, que son la alegría y la esperanza de la Iglesia y del mundo!

13. No pueden faltar signos de esperanza hacia los migrantes, que abandonan su tierra en busca de una vida mejor para ellos y sus familias. Que sus esperanzas no se vean frustradas por prejuicios y cerrazones; que la acogida, que abre los brazos a cada uno en razón de su dignidad, vaya acompañada por la responsabilidad, para que a nadie se le niegue el derecho a construir un futuro mejor. Que a los numerosos exiliados, desplazados y refugiados, a quienes los conflictivos sucesos internacionales obligan a huir para evitar guerras, violencia y discriminaciones, se les garantice la seguridad, el acceso al trabajo y a la instrucción, instrumentos necesarios para su inserción en el nuevo contexto social.

Que la comunidad cristiana esté siempre dispuesta a defender el derecho de los más débiles. Que generosamente abra de par en par sus acogedoras puertas, para que a nadie le falte nunca la esperanza de una vida mejor. Que resuene en nuestros corazones la Palabra del Señor que, en la parábola del juicio final, dijo: «estaba de paso, y me alojaron», porque «cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,35.40).

14. Signos de esperanza merecen los ancianos, que a menudo experimentan soledad y sentimientos de abandono. Valorar el tesoro que son, sus experiencias de vida, la sabiduría que tienen y el aporte que son capaces de ofrecer, es un compromiso para la comunidad cristiana y para la sociedad civil, llamadas a trabajar juntas por la alianza entre las generaciones.

Dirijo un recuerdo particular a los abuelos y a las abuelas, que representan la transmisión de la fe y la sabiduría de la vida a las generaciones más jóvenes. Que sean sostenidos por la gratitud de los hijos y el amor de los nietos, que encuentran en ellos arraigo, comprensión y aliento.

15. Imploro, de manera apremiante, esperanza para los millares de pobres, que carecen con frecuencia de lo necesario para vivir. Frente a la sucesión de oleadas de pobreza siempre nuevas, existe el riesgo de acostumbrarse y resignarse. Pero no podemos apartar la mirada de situaciones tan dramáticas, que hoy se constatan en todas partes y no sólo en determinadas zonas del mundo. Encontramos cada día personas pobres o empobrecidas que a veces pueden ser nuestros vecinos. A menudo no tienen una vivienda, ni la comida suficiente para cada jornada. Sufren la exclusión y la indiferencia de muchos. Es escandaloso que, en un mundo dotado de enormes recursos, destinados en gran parte a los armamentos, los pobres sean «la mayor parte […], miles de millones de personas. Hoy están presentes en los debates políticos y económicos internacionales, pero frecuentemente parece que sus problemas se plantean como un apéndice, como una cuestión que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero daño colateral. De hecho, a la hora de la actuación concreta, quedan frecuentemente en el último lugar».[7] No lo olvidemos: los pobres, casi siempre, son víctimas, no culpables.


Llamamientos a la esperanza


16. Haciendo eco a la palabra antigua de los profetas, el Jubileo nos recuerda que los bienes de la tierra no están destinados a unos pocos privilegiados, sino a todos. Es necesario que cuantos poseen riquezas sean generosos, reconociendo el rostro de los hermanos que pasan necesidad. Pienso de modo particular en aquellos que carecen de agua y de alimento. El hambre es un flagelo escandaloso en el cuerpo de nuestra humanidad y nos invita a todos a sentir remordimiento de conciencia. Renuevo el llamamiento a fin de que «con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares, constituyamos un Fondo mundial, para acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo de los países más pobres, de tal modo que sus habitantes no acudan a soluciones violentas o engañosas ni necesiten abandonar sus países para buscar una vida más digna».[8]

Hay otra invitación apremiante que deseo dirigir en vista del Año jubilar; va dirigida a las naciones más ricas, para que reconozcan la gravedad de tantas decisiones tomadas y determinen condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas. Antes que tratarse de magnanimidad es una cuestión de justicia, agravada hoy por una nueva forma de iniquidad de la que hemos tomado conciencia: «Porque hay una verdadera “deuda ecológica”, particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países».[9] Como enseña la Sagrada Escritura, la tierra pertenece a Dios y todos nosotros habitamos en ella como «extranjeros y huéspedes» (Lv 25,23). Si verdaderamente queremos preparar en el mundo el camino de la paz, esforcémonos por remediar las causas que originan las injusticias, cancelemos las deudas injustas e insolutas y saciemos a los hambrientos.

17. Durante el próximo Jubileo se conmemorará un aniversario muy significativo para todos los cristianos. Se cumplirán, en efecto, 1700 años de la celebración del primer gran Concilio ecuménico de Nicea. Conviene recordar que, desde los tiempos apostólicos, los pastores se han reunido en asambleas en diversas ocasiones con el fin de tratar temáticas doctrinales y cuestiones disciplinares. En los primeros siglos de la fe los sínodos se multiplicaron tanto en el Oriente como en el Occidente cristianos, mostrando cuánto fuese importante custodiar la unidad del Pueblo de Dios y el anuncio fiel del Evangelio. El Año jubilar podrá ser una oportunidad significativa para dar concreción a esta forma sinodal, que la comunidad cristiana advierte hoy como expresión cada vez más necesaria para corresponder mejor a la urgencia de la evangelización: que todos los bautizados, cada uno con su propio carisma y ministerio, sean corresponsables, para que por la multiplicidad de signos de esperanza testimonien la presencia de Dios en el mundo.

El Concilio de Nicea tuvo la tarea de preservar la unidad, seriamente amenazada por la negación de la plena divinidad de Jesucristo y de su misma naturaleza con el Padre. Estuvieron presentes alrededor de trescientos obispos, que se reunieron en el palacio imperial el 20 de mayo del año 325, convocados por iniciativa del emperador Constantino. Después de diversos debates, todos ellos, movidos por la gracia del Espíritu, se identificaron en el Símbolo de la fe que todavía hoy profesamos en la Celebración eucarística dominical. Los padres conciliares quisieron comenzar ese Símbolo utilizando por primera vez la expresión «Creemos»[10], como testimonio de que en ese “nosotros” todas las Iglesias se reconocían en comunión, y todos los cristianos profesaban la misma fe.

El Concilio de Nicea marcó un hito en la historia de la Iglesia. La conmemoración de esa fecha invita a los cristianos a unirse en la alabanza y el agradecimiento a la Santísima Trinidad y en particular a Jesucristo, el Hijo de Dios, «de la misma naturaleza del Padre»[11], que nos ha revelado semejante misterio de amor. Pero Nicea también representa una invitación a todas las Iglesias y comunidades eclesiales a seguir avanzando en el camino hacia la unidad visible, a no cansarse de buscar formas adecuadas para corresponder plenamente a la oración de Jesús: «Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste» (Jn 17,21).

En el Concilio de Nicea se trató además el tema de la fecha de la Pascua. A este respecto, todavía hoy existen diferentes posturas, que impiden celebrar el mismo día el acontecimiento fundamental de la fe. Por una circunstancia providencial, esto tendrá lugar precisamente en el Año 2025. Que este acontecimiento sea una llamada para todos los cristianos de Oriente y de Occidente a realizar un paso decisivo hacia la unidad en torno a una fecha común para la Pascua. Muchos, es bueno recordarlo, ya no tienen conocimiento de las disputas del pasado y no comprenden cómo puedan subsistir divisiones al respecto.


Anclados en la esperanza


18. La esperanza, junto con la fe y la caridad, forman el tríptico de las “virtudes teologales”, que expresan la esencia de la vida cristiana (cf. 1 Co 13,13; 1 Ts 1,3). En su dinamismo inseparable, la esperanza es la que, por así decirlo, señala la orientación, indica la dirección y la finalidad de la existencia cristiana. Por eso el apóstol Pablo nos invita a “alegrarnos en la esperanza, a ser pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración” (cf. Rm 12,12). Sí, necesitamos que “sobreabunde la esperanza” (cf. Rm 15,13) para testimoniar de manera creíble y atrayente la fe y el amor que llevamos en el corazón; para que la fe sea gozosa y la caridad entusiasta; para que cada uno sea capaz de dar aunque sea una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito, sabiendo que, en el Espíritu de Jesús, esto puede convertirse en una semilla fecunda de esperanza para quien lo recibe. Pero, ¿cuál es el fundamento de nuestra espera? Para comprenderlo es bueno que nos detengamos en las razones de nuestra esperanza (cf. 1 P 3,15).

19. «Creo en la vida eterna»[12]: así lo profesa nuestra fe y la esperanza cristiana encuentra en estas palabras una base fundamental. La esperanza, en efecto, «es la virtud teologal por la que aspiramos […] a la vida eterna como felicidad nuestra».[13] El Concilio Ecuménico Vaticano II afirma: «Cuando […] faltan ese fundamento divino y esa esperanza de la vida eterna, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas —es lo que hoy con frecuencia sucede—, y los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre a la desesperación».[14] Nosotros, en cambio, en virtud de la esperanza en la que hemos sido salvados, mirando al tiempo que pasa, tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no se dirigen hacia un punto ciego o un abismo oscuro, sino que se orientan al encuentro con el Señor de la gloria. Vivamos por tanto en la espera de su venida y en la esperanza de vivir para siempre en Él. Es con este espíritu que hacemos nuestra la ardiente invocación de los primeros cristianos, con la que termina la Sagrada Escritura: «¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22,20).

20. Jesús muerto y resucitado es el centro de nuestra fe. San Pablo, al enunciar en pocas palabras este contenido —utiliza sólo cuatro verbos—, nos transmite el “núcleo” de nuestra esperanza: «Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce» (1 Co 15,3-5). Cristo murió, fue sepultado, resucitó, se apareció. Por nosotros atravesó el drama de la muerte. El amor del Padre lo resucitó con la fuerza del Espíritu, haciendo de su humanidad la primicia de la eternidad para nuestra salvación. La esperanza cristiana consiste precisamente en esto: ante la muerte, donde parece que todo acaba, se recibe la certeza de que, gracias a Cristo, a su gracia, que nos ha sido comunicada en el Bautismo, «la vida no termina, sino que se transforma»[15] para siempre. En el Bautismo, en efecto, sepultados con Cristo, recibimos en Él resucitado el don de una vida nueva, que derriba el muro de la muerte, haciendo de ella un pasaje hacia la eternidad.

Y si bien, frente a la muerte —dolorosa separación que nos obliga a dejar a nuestros seres más queridos— no cabe discurso alguno, el Jubileo nos ofrecerá la oportunidad de redescubrir, con inmensa gratitud, el don de esa vida nueva recibida en el Bautismo, capaz de transfigurar su dramaticidad. En el contexto jubilar, es significativo reflexionar sobre cómo se ha comprendido este misterio desde los primeros siglos de nuestra fe. Por ejemplo, los cristianos, durante mucho tiempo construyeron la pila bautismal de forma octogonal, y todavía hoy podemos admirar muchos bautisterios antiguos que conservan dicha forma, como en San Juan de Letrán en Roma. Esto indica que en la fuente baustismal se inaugura el octavo día, es decir, el de la resurrección, el día que va más allá del tiempo habitual, marcado por la sucesión de las semanas, abriendo así el ciclo del tiempo a la dimensión de la eternidad, a la vida que dura para siempre. Esta es la meta a la que tendemos en nuestra peregrinación terrena (cf. Rm 6,22).

El testimonio más convincente de esta esperanza nos lo ofrecen los mártires, que, firmes en la fe en Cristo resucitado, supieron renunciar a la vida terrena con tal de no traicionar a su Señor. Ellos están presentes en todas las épocas y son numerosos, quizás más que nunca en nuestros días, como confesores de la vida que no tiene fin. Necesitamos conservar su testimonio para hacer fecunda nuestra esperanza.

Estos mártires, pertenecientes a las diversas tradiciones cristianas, son también semillas de unidad porque expresan el ecumenismo de la sangre. Durante el Jubileo, por lo tanto, mi vivo deseo es que haya una celebración ecuménica donde se ponga de manifiesto la riqueza del testimonio de estos mártires.

21. ¿Qué será de nosotros, entonces, después de la muerte? Más allá de este umbral está la vida eterna con Jesús, que consiste en la plena comunión con Dios, en la contemplación y participación de su amor infinito. Lo que ahora vivimos en la esperanza, después lo veremos en la realidad. San Agustín escribía al respecto: «Cuando me haya unido a Ti con todo mi ser, nada será para mí dolor ni pena. Será verdadera vida mi vida, llena de Ti».[16] ¿Qué caracteriza, por tanto, esta comunión plena? El ser felices. La felicidad es la vocación del ser humano, una meta que atañe a todos.

Pero, ¿qué es la felicidad? ¿Qué felicidad esperamos y deseamos? No se trata de una alegría pasajera, de una satisfacción efímera que, una vez alcanzada, sigue pidiendo siempre más, en una espiral de avidez donde el espíritu humano nunca está satisfecho, sino que más bien siempre está más vacío. Necesitamos una felicidad que se realice definitivamente en aquello que nos plenifica, es decir, en el amor, para poder exclamar, ya desde ahora: Soy amado, luego existo; y existiré por siempre en el Amor que no defrauda y del que nada ni nadie podrá separarme jamás. Recordemos una vez más las palabras del Apóstol: «Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rm 8,38-39).

22. Otra realidad vinculada con la vida eterna es el juicio de Dios, que tiene lugar tanto al culminar nuestra existencia terrena como al final de los tiempos. Con frecuencia, el arte ha intentado representarlo —pensemos en la obra maestra de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina— acogiendo la concepción teológica de su tiempo y transmitiendo a quien observa un sentimiento de temor. Aunque es justo disponernos con gran conciencia y seriedad al momento que recapitula la existencia, al mismo tiempo es necesario hacerlo siempre desde la dimensión de la esperanza, virtud teologal que sostiene la vida y hace posible que no caigamos en el miedo. El juicio de Dios, que es amor (cf. 1 Jn 4,8.16), no podrá basarse más que en el amor, de manera especial en cómo lo hayamos ejercitado respecto a los más necesitados, en los que Cristo, el mismo Juez, está presente (cf. Mt 25,31-46). Se trata, por lo tanto, de un juicio diferente al de los hombres y los tribunales terrenales; debe entenderse como una relación en la verdad con Dios amor y con uno mismo en el corazón del misterio insondable de la misericordia divina. En este sentido, la Sagrada Escritura afirma: «Tú enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo de los hombres y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza, porque, después del pecado, das lugar al arrepentimiento […] y, al ser juzgados, contamos con tu misericordia» (Sb 12,19.22). Como escribía Benedicto XVI, «en el momento del Juicio experimentamos y acogemos este predominio de su amor sobre todo el mal en el mundo y en nosotros. El dolor del amor se convierte en nuestra salvación y nuestra alegría».[17]

El Juicio, entonces, se refiere a la salvación que esperamos y que Jesús nos ha obtenido con su muerte y resurrección. Por lo tanto, está dirigido a abrirnos al encuentro definitivo con Él. Y dado que no es posible pensar en ese contexto que el mal realizado quede escondido, este necesita ser purificado, para permitirnos el paso definitivo al amor de Dios. Se comprende en este sentido la necesidad de rezar por quienes han finalizado su camino terreno; solidarizándose en la intercesión orante que encuentra su propia eficacia en la comunión de los santos, en el vínculo común que nos une con Cristo, primogénito de la creación. De esta manera la indulgencia jubilar, en virtud de la oración, está destinada en particular a los que nos han precedido, para que obtengan plena misericordia.

23. La indulgencia, en efecto, permite descubrir cuán ilimitada es la misericordia de Dios. No sin razón en la antigüedad el término “misericordia” era intercambiable con el de “indulgencia”, precisamente porque pretende expresar la plenitud del perdón de Dios que no conoce límites.

El sacramento de la Penitencia nos asegura que Dios quita nuestros pecados. Resuenan con su carga de consuelo las palabras del Salmo: «Él perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. […] El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; […] no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen; cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados» (Sal 103,3-4.8.10-12). La Reconciliación sacramental no es sólo una hermosa oportunidad espiritual, sino que representa un paso decisivo, esencial e irrenunciable para el camino de fe de cada uno. En ella permitimos que Señor destruya nuestros pecados, que sane nuestros corazones, que nos levante y nos abrace, que nos muestre su rostro tierno y compasivo. No hay mejor manera de conocer a Dios que dejándonos reconciliar con Él (cf. 2 Co 5,20), experimentando su perdón. Por eso, no renunciemos a la Confesión, sino redescubramos la belleza del sacramento de la sanación y la alegría, la belleza del perdón de los pecados.

Sin embargo, como sabemos por experiencia personal, el pecado “deja huella”, lleva consigo unas consecuencias; no sólo exteriores, en cuanto consecuencias del mal cometido, sino también interiores, en cuanto «todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio».[18] Por lo tanto, en nuestra humanidad débil y atraída por el mal, permanecen los “efectos residuales del pecado”. Estos son removidos por la indulgencia, siempre por la gracia de Cristo, el cual, como escribió san Pablo VI, es «nuestra “indulgencia”».[19] La Penitenciaría Apostólica se encargará de emanar las disposiciones para poder obtener y hacer efectiva la práctica de la indulgencia jubilar.

Esa experiencia colma de perdón no puede sino abrir el corazón y la mente a perdonar. Perdonar no cambia el pasado, no puede modificar lo que ya sucedió; y, sin embargo, el perdón puede permitir que cambie el futuro y se viva de una manera diferente, sin rencor, sin ira ni venganza. El futuro iluminado por el perdón hace posible que el pasado se lea con otros ojos, más serenos, aunque estén aún surcados por las lágrimas.

Durante el último Jubileo extraordinario instituí los Misioneros de la Misericordia, que siguen realizando una misión importante. Que durante el próximo Jubileo también ejerciten su ministerio, devolviendo la esperanza y perdonando cada vez que un pecador se dirige a ellos con corazón abierto y espíritu arrepentido. Que sigan siendo instrumentos de reconciliación y ayuden a mirar el futuro con la esperanza del corazón que proviene de la misericordia del Padre. Quisiera que los obispos aprovecharan su valioso servicio, enviándolos especialmente allí donde la esperanza se pone a dura prueba, como las cárceles, los hospitales y los lugares donde la dignidad de la persona es pisoteada; en las situaciones más precarias y en los contextos de mayor degradación, para que nadie se vea privado de la posibilidad de recibir el perdón y el consuelo de Dios.

24. La esperanza encuentra en la Madre de Dios su testimonio más alto. En ella vemos que la esperanza no es un fútil optimismo, sino un don de gracia en el realismo de la vida. Como toda madre, cada vez que María miraba a su Hijo pensaba en el futuro, y ciertamente en su corazón permanecían grabadas esas palabras que Simeón le había dirigido en el templo: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón». (Lc 2,34-35). Por eso, al pie de la cruz, mientras veía a Jesús inocente sufrir y morir, aun atravesada por un dolor desgarrador, repetía su “sí”, sin perder la esperanza y la confianza en el Señor. De ese modo ella cooperaba por nosotros en el cumplimiento de lo que había dicho su Hijo, anunciando que «debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días» (Mc 8,31), y en el tormento de ese dolor ofrecido por amor se convertía en nuestra Madre, Madre de la esperanza. No es casual que la piedad popular siga invocando a la Santísima Virgen como Stella maris, un título expresivo de la esperanza cierta de que, en los borrascosos acontecimientos de la vida, la Madre de Dios viene en nuestro auxilio, nos sostiene y nos invita a confiar y a seguir esperando.

A este respecto, me es grato recordar que el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México se está preparando para celebrar, en el 2031, los 500 años de la primera aparición de la Virgen. Por medio de Juan Diego, la Madre de Dios hacía llegar un revolucionario mensaje de esperanza que aún hoy repite a todos los peregrinos y a los fieles: «¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre?».[20] Un mensaje similar se graba en los corazones en tantos santuarios marianos esparcidos por el mundo, metas de numerosos peregrinos, que confían a la Madre de Dios sus preocupaciones, sus dolores y sus esperanzas. Que en este Año jubilar los santuarios sean lugares santos de acogida y espacios privilegiados para generar esperanza. Invito a los peregrinos que vendrán a Roma a detenerse a rezar en los santuarios marianos de la ciudad para venerar a la Virgen María e invocar su protección. Confío en que todos, especialmente los que sufren y están atribulados, puedan experimentar la cercanía de la más afectuosa de las madres que nunca abandona a sus hijos; ella que para el santo Pueblo de Dios es «signo de esperanza cierta y de consuelo».[21]

25. Mientras nos acercamos al Jubileo, volvamos a la Sagrada Escritura y sintamos dirigidas a nosotros estas palabras: «Nosotros, los que acudimos a él, nos sentimos poderosamente estimulados a aferrarnos a la esperanza que se nos ofrece. Esta esperanza que nosotros tenemos es como un ancla del alma, sólida y firme, que penetra más allá del velo, allí mismo donde Jesús entró por nosotros, como precursor» (Hb 6,18-20). Es una invitación fuerte a no perder nunca la esperanza que nos ha sido dada, a abrazarla encontrando refugio en Dios.

La imagen del ancla es sugestiva para comprender la estabilidad y la seguridad que poseemos si nos encomendamos al Señor Jesús, aun en medio de las aguas agitadas de la vida. Las tempestades nunca podrán prevalecer, porque estamos anclados en la esperanza de la gracia, que nos hace capaces de vivir en Cristo superando el pecado, el miedo y la muerte. Esta esperanza, mucho más grande que las satisfacciones de cada día y que las mejoras de las condiciones de vida, nos transporta más allá de las pruebas y nos exhorta a caminar sin perder de vista la grandeza de la meta a la que hemos sido llamados, el cielo.

El próximo Jubileo, por tanto, será un Año Santo caracterizado por la esperanza que no declina, la esperanza en Dios. Que nos ayude también a recuperar la confianza necesaria —tanto en la Iglesia como en la sociedad— en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación. Que el testimonio creyente pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva (cf. 2 P 3,13), donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos, orientados hacia el cumplimiento de la promesa del Señor.

Dejémonos atraer desde ahora por la esperanza y permitamos que a través de nosotros sea contagiosa para cuantos la desean. Que nuestra vida pueda decirles: «Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor» (Sal 27,14). Que la fuerza de esa esperanza pueda colmar nuestro presente en la espera confiada de la venida de Nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la alabanza y la gloria ahora y por los siglos futuros.

Dado en Roma, en San Juan de Letrán, el 9 de mayo, Solemnidad de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, del año 2024, duodécimo de Pontificado.


FRANCISCO


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[1] Sermón 198, 2.


[2] Cf. Fuentes Franciscanas, n. 263, 6.10.


[3] Cf. Misericordiae Vultus, Bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, nn. 1-3.


[4] Const. past. Gaudium et spes, n. 4.


[5] Carta enc. Laudato si’, n. 50.


[6] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2267.


[7] Carta enc. Laudato si’, n. 49.


[8] Carta enc. Fratelli tutti, n. 262.


[9] Carta enc. Laudato si’, n. 51.


[10] Símbolo niceno: H. Denzinger – A. Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, n. 125.


[11] Ibíd.


[12] Símbolo de los Apóstoles: H. Denzinger – A. Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, n. 30.


[13] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1817.


[14] Const. past. Gaudium et spes, n. 21.


[15] Misal Romano, Prefacio de difuntos I.


[16] Confesiones X, 28.


[17] Carta enc. Spe salvi, n. 47.


[18] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1472.


[19] Carta ap. Apostolorum limina (23 mayo 1974), II.


[20] Nican Mopohua, n. 119.


[21] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 68.


[00781-ES.01] [Texto original: Español]