sábado, 29 de enero de 2022

Lección 1: Introducción al Pensamiento Crítico



Introducción al Pensamiento Crítico

El pensamiento crítico es la habilidad de analizar y reflexionar sobre los hechos de forma objetiva para poder crearse un juicio. Para obtener esta habilidad debemos ejercitarla y aprenderla; no es una capacidad que nace desarrollada desde el nacimiento.


Para dar los primeros pasos para su desarrollo es necesario superar dos vicios propios de nuestra naturaleza humana: El egoísmo y la auto-referencia. Para vencer estos dos vicios lo primero que debemos hacer es detenernos en la "escucha", a través de la atención a las distintas opiniones de las situaciones que nos rodean, en especial en la opinión de aquellos que difieren de nuestras convicciones.


Para entender mejor el pensamiento crítico vamos a leer sus características:


1. Una persona que utiliza el pensamiento crítico no llega a conclusiones precipitadas, ni se basa en sus emociones para tomar  una decisión.

2. Un pensador crítico es capaz de recopilar los datos necesarios para entender una situación por completo.

3. Un pensador crítico analiza para extraer la conclusión más lógica.

4. Un pensador crítico no coloca sus razones ni sus emociones por encima de los hechos reales.

5. Un pensador crítico siempre recuerda que su proceso cognitivo está formado por tres pasos: Piensa, adapta y cambia.


Estas características se completan por las distintas situaciones de nuestras vidas, en especial por aquellas cosas que cambian el transcurso de nuestros planes. El pensamiento crítico no solo significa el no priorizar nuestras emociones sino en sacar lo mejor de nuestras experiencias. Nuestras vidas están llenas de experiencias que tienen rostros específicos, por tanto, asumir nuestras experiencias es asumir al otro totalmente distinto a mí pero que también es lo más parecido.


El paso del reconocimiento del otro distinto a mí se llama pensamiento creativo. La curiosidad es el combustible de todo nuestro sistema cognitivo. Es la curiosidad la que evita que nuestros pensamientos se comporten de manera sesgada.


En la medida que nos apropiemos del valor del respeto a todas las personas, el pensamiento crítico será independiente y no manipulable. Recuerda que la verdad siempre es una y universal, pero sólo se le puede inferir cuando se contrastan tus pensamientos con todos los procesos complejos que te rodean.


El pensamiento crítico tiene una estructura de ocho elementos que son:


1. Propósito.

2. Preguntas.

3. Información.

4. Conceptos.

5. Inferencias.

6. Suposiciones.

7. Implicancias.

8. Punto de vista.


Para que tus pensamientos sean correctos y no confusos debes seguir los siguientes estándares:


1. Claridad.

2. Certeza.

3. Profundidad.

4. Amplitud.

5. Justicia.

6. Precisión.

7. Relevancia.

8. Significancia.

9. Lógica.


La ecuación del pensamiento crítico es:


A (elementos conocidos) + B (elementos conocidos) = C (respuesta que es cierta).


Por ejemplo:


Maceta con tierra (elemento conocido) + Semillas de maíz (elemento conocido) = Planta de maíz (respuesta que es cierta).


Atención: Siempre que los elementos de la primera parte no cambien.


Por ejemplo:


Maceta con tierra + monedas de oro = resultado no cierto.


En lógica los elementos conocidos en la ecuación se denominan "premisas". Las premisas son cada una de las proposiciones anteriores a la conclusión de un argumento. La respuesta cierta corresponde al "argumento". Y se llega al argumento a través del ejercicio de la "argumentación".


La argumentación es un proceso secuencial que permite inferir conclusiones a partir de ciertas premisas y es un movimiento comunicativo entre un grupo de personas, incluso entre una persona y un texto.


Actividad para investigar: Investiga e intenta encontrar el Mito del filósofo griego Platón sobre el origen de "Las Cigarras".


Ante alguna duda, las dejas abajo en los comentarios.


@RonaldMRivera


viernes, 28 de enero de 2022

El descubrimiento de la Sinodalidad: ¿Para qué? (Parte IV)



 ¿Para qué vivir la Sinodalidad?

La Sinodalidad es necesaria en la vida eclesial de hoy para tener una Iglesia más completa. Es por ello que la Iglesia accidentada debe estrenar nuevos caminos sin temor a equivocarse; la equivocación sería no moverse.


Los signos de una Iglesia accidentada, "en camino", se expresan en distintas manifestaciones del Espíritu como  la Asamblea Continental, la restructuración del CELAM y el Sínodo de la Sinodalidad. Todo en sintonía con la invitación del documento de Aparecida a ser discípulo misionero continental, en un proceso de planificación continua.


Una manera más completa de Iglesia es una Iglesia pobre para los pobres, como ha sido la intención manifiesta del Papa Francisco, y de su predecesor el Papa Juan XXIII. Para alcanzar ese objetivo es necesario la toma de algunas acciones:


1. Ser Iglesia en salida, en consonancia con la invitación del Concilio Vaticano II en  "abrir las ventanas". 


2. Es necesario desinstalar todo aquello que haga prolongar el invierno eclesial; aquel invierno que no ha permitido que llegue la primavera eclesial ansiada por los padres conciliares (del Concilio Vaticano II).


3. Hay que extirpar de la Iglesia tres tentaciones: El formalismo, el intelectualismo y el inmovilismo.


Se entiende como la tentación del formalismo, todas aquellas acciones (formales o burocráticas) que distancian a todos los laicos de la gracia sacramental administrada por los ministros ordenados.


Se entiende como la tentación del intelectualismo, todas aquellas acciones que separan al Pueblo de Dios entre los conocedores de la fe y los ignorantes con fe.


Se entiende como la tentación del inmovilismo, todas aquellas acciones que atan a todos los bautizados en su área segura. Aquellas acciones que invitan a mantenerse en las comodidades de una "vida eclesial instalada", marcada por un carácter dormido o desconectado con la realidad sufriente del otro que no soy yo.


La Sinodalidad como proceso reflexivo

La invitación a la Sinodalidad como nuevo modelo de Iglesia, es en realidad un proceso profundo de la integralidad de la persona humana, donde juegan distintos factores que corresponden íntimamente a su naturaleza. Estos factores son cognitivos, conductuales, espirituales y mentales. Siguiendo esta idea podemos afirmar que la Sinodalidad eclesial es:


  • Una nueva forma de conocer (una nueva gnosis).
  • Una nueva forma de comportamiento. Una Iglesia que ya no se mueve con artrosis sino que es empujada por el Espíritu Santo en una "Iglesia en salida".
  • Una Iglesia orante que cultiva la espiritualidad y su mística.
  • Una nueva forma de pensar, de romper paradigmas, sin temor al cambio.

El primer paso reflexivo para vivir este tiempo de gracia de Sinodalidad es el de hacernos las siguiente pregunta: ¿Qué eclesiología vivimos? ¿Qué eclesiología tenemos?.

El segundo paso reflexivo es analizar de forma objetiva el funcionamiento del modelo institucional de la Iglesia, para luego preguntarnos si responde a un modelo horizontal donde todos somos hermanos y donde el más importante es el servidor de todos.

El tercer paso es analizar cómo la patología del poder ha sido un obstáculo para descubrir el Evangelio dentro de la Iglesia. En especial para los más alejados.


@RonaldMRivera



sábado, 22 de enero de 2022

El descubrimiento de la Sinodalidad: Congar, Rahner y Ronaldo Muñoz (Parte III)




Yves Congar

El espíritu sinodal del pontificado del Papa Francisco es el espíritu del Concilio Vaticano II, que se expresa a través de una eclesiología esperanzada propia del Pueblo de Dios. El camino sinodal es una invitación a un proceso de conversión. Por tal motivo el reconocer el rostro de una Iglesia sinodal implica un discernimiento de nosotros como bautizados, si deseamos asumir el clamor del Pueblo de Dios o seguir un modelo eclesial piramidal que no responde a las exigencias que pide el Evangelio.


Por lo que hemos expuesto no es de extrañar que el Papa Francisco haya citado en su discurso de apertura del Sínodo al teólogo Yves Congar. El teólogo francés refería con toda claridad, que si hay estructuras que ya no responden a los tiempos actuales, esas estructuras no tienen sentido porque no transmiten la fe, porque más bien se convierten en obstáculos. Yves Congar era un visionario de la eclesiología de su tiempo.


Congar como perito del Concilio Vaticano II contribuyó en su espíritu. El documento conciliar Unitatis Redintegratio cuando habla de reforma dice, la reforma se hace por fidelidad a Jesucristo, no es por fidelidad a nosotros mismos que queremos una nueva institución, sino por fidelidad Jesús a quien tenemos que responder de nuestro seguimiento cotidiano (Cfr. numeral 6).


La Reforma de la Iglesia

La sensación de que la Iglesia debe renovarse es una constante a lo largo de la vida de Congar, pues sentía que la Iglesia después del Concilio de Trento y del Concilio Vaticano I, no reproduce de manera exacta el ideal evangélico y tampoco está en total sintonía con el mundo en el que vive.


Nadie puede negar que el concilio Vaticano II ha promovido un resurgimiento espiritual, un impulso misionero, el diálogo con el mundo contemporáneo, el ecumenismo, la transformación de las instituciones para promover la vida laical y la participación de todos. Pero siguen muy presentes algunos graves problemas internos, la tibia vida de fe de muchos cristianos y la provocación de una cultura ya postcristiana. Y aún subsiste un problema mayor: El clericalismo.


Sólo desde Dios y con el deseo de convertirse y acercarse a Él es posible una renovación auténtica y eficaz. La aportación de la Iglesia al mundo se sitúa en este orden teológico y espiritual. Este principio teológico, base de la verdadera reforma, ha de completarse con la apertura a los anhelos y sufrimientos del mundo, el discernimiento del sentido de comunidad y la integración de la tradición, auténtica objetividad teológica alentada por el Espíritu Santo.


Yves Congar es sin duda un referente de la Sinodalidad.




Karl Rahner

La obra de Rahner es muy valiosa en el quehacer teológico de la Iglesia, y que podemos visualizar en su libro "Cambio estructural de la Iglesia". Este texto surgió como una reflexión para el Sínodo que la Iglesia alemana celebró en 1971. 

La obra teológica de Rahner es de íntima vinculación con el Concilio Vaticano II y en la actualidad puede ser considerada como un referente obligatorio en el espíritu sinodal que nos invita a vivir el pontificado de Francisco. La eclesiología vista desde el pensamiento de Rahner es una eclesiología de estructura horizontal, propia de la imagen de Pueblo de Dios. Su teología tiene un método didáctico, y podemos comprenderla a partir de tres preguntas:


La primera, ¿Dónde nos encontramos? La Iglesia de aquel momento era una Iglesia camino de perder su situación de cristiandad, con un gran desfase respecto de la cultura del momento y fuertemente polarizada en sí misma. 


Ante una situación tan delicada,  la segunda pregunta que realiza Rahner es: ¿Qué había que hacer?. Su respuesta era que la Iglesia debería seguir siendo católica y romana, pero desclericalizada, entregada al servicio de la humanidad, punto de referencia ético pero dejando la excesiva moralización en que se había caído, una Iglesia de puertas abiertas, con directrices concretas y, sobre todo, llena de una espiritualidad auténtica (intuición de la que aún vivimos, cuando recordamos constantemente que el cristiano del siglo XXI será místico o simplemente no será). 


La tercera pregunta proponía ¿Cómo imaginar la Iglesia del futuro?. Rahner contemplaba una Iglesia abierta, ecuménica, cuya vida surgiera de la base eclesial, democratizada en sus estructuras y crítica con la sociedad. Es fácil ver que el programa, en el fondo, sigue vigente en la esperanza de todos los bautizados. 


Ronaldo Muñoz

El valor del trabajo teológico de Ronaldo Muñoz bebe de la riqueza evangélica de la Iglesia latinoamericana. Levanta su voz desde la Iglesia Chilena como un profeta que previene de los grandes peligros del clericalismo. 


El llamado del Papa Francisco a la sinodalidad, a caminar juntos, está en la línea profética de Ronaldo Muñoz. Actualmente la Iglesia vive un tiempo de gracia con el Sínodo sobre la Sinodalidad. Pero un tiempo de gracia que implica un llamado de conversión y a la exhortación crítica a una Iglesia que, como institución, no ha podido extirpar hasta ahora la tentación del clericalismo, distorsión de la autoridad sacerdotal. 


La Iglesia, en distintas oportunidades cae en el error de relevar a los fieles de sus deberes como miembros del Cuerpo Místico de Cristo, con una sustancial misión, relegándolos al papel de simples empleados de las parroquias, mientras encumbra al sacerdote –a veces seduciéndolo hacia un autoritarismo no cónsono con su vocación de servidor- y lo recarga con tareas que bien podrían realizar laicos bien formados. 


Esta distorsión no solamente pervierte el objetivo de la estructura eclesial, sino que  como nos previene teólogo chileno Ronaldo Muñoz, "las estructuras de forma clerical, digamos las que asumen el clericalismo como parte de la vida cotidiana, se convierten en obstáculos para el anuncio del Evangelio", vulnerando el propósito esencial del sacerdocio y laicado.


¿Cómo avanzar en la Sinodalidad?

  • Detenerse y revisar el problema del clericalismo, para vivir una manera más completa de ser Iglesia.

  • Entender a la Iglesia como siempre en proceso de renovación, de conversión. Llamada a caminar por los senderos de reforma continua, en el espíritu conciliar de la Unitatis Redintegratio.

  • La Iglesia debe entenderse como Pueblo de Dios.

  • Trabajar para una reconfiguración eclesial en sinergia de las Iglesias particulares, para desligarse de los obstáculos que distancian al Evangelio.






@RonaldMRivera


martes, 18 de enero de 2022

El descubrimiento de la Sinodalidad: Pueblo de Dios (Parte II)



La Iglesia Pueblo de Dios y el Concilio Vaticano II

La Iglesia como Pueblo de Dios es la manera que los padres conciliares visualizaron la naturaleza eclesial del Cuerpo Místico de Cristo. Este punto fue desarrollado en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium). Esta Constitución desarrolla y completa la doctrina que sobre la Iglesia comenzó a formular el Concilio Vaticano I, bruscamente  interrumpido en 1869.

En su numeral 12 los padres conciliares nos recuerdan que el Pueblo de Dios participa también del oficio profético de Cristo y se adhiere indefectiblemente a la fe, que se esfuerza por aplicar en la vida. El Pueblo bautizado, puede ofrecerse a sí mismo como víctima a Dios, renovando en todo el mundo su testimonio de Cristo. El sacerdocio común de los fieles (junto a los obispos, presbíteros y diáconos) participan del único sacerdocio de Cristo. El Espíritu Santo distribuye a cada fiel sus dones o carismas, como a Él le place y para bien de todos. 

¿Somos Pueblo de Dios?

El camino sinodal es el itinerario que todos los bautizados esperan ante las exigencias del tercer milenio. El pontificado del Papa Francisco está lleno de epifanías que se expresan de forma emergentes frente a un nuevo modelo eclesial en clave de "caminar juntos".

Los signos del Espíritu Sinodal se pueden palpar en algunos hechos sensibles, como la restructuración del CELAM, la creación de la CEAMA, la celebración del Sínodo de la Sinodalidad, la celebración de Sínodos diocesanos y Concilio Plenarios, la Asamblea Eclesial.

El verbo de la clave sinodal es el Verbo "escuchar". Escuchar en una acción que involucra a todos los bautizados, en relaciones horizontales, como lo proponía la línea teológica de Karl Rahner, fundadas en la dignidad sacramental, dada por el bautismo. Es así, como nos recuerda el teólogo Rafael Luciani, que nuestras relaciones horizontales se fundamentan en el sacerdocio común de todos los fieles.

Actualmente todos los bautizados tenemos en nuestras manos el futuro de la misión de la Iglesia, inmersos en el Espíritu Santo, que se presenta como Sinodalidad. Este "caminar juntos" es retomar el mandato evangélico, de permitir que Jesús camine en medio de nosotros, como ocurrió con los discípulos de Emaús, y darnos la oportunidad de sentir como arde nuestro corazón al fuego de la Palabra de Dios.

Vivir el mandato evangélico es visibilizar a la Iglesia como "Pueblo de Dios". 

El ser Pueblo de Dios se expresa en el distanciamiento de la visión piramidal donde las acciones de todos los bautizados son limitadas por las decisiones "incuestionadas" de los obispos. Muy acertadas las palabras del Papa Francisco "Es mejor una Iglesia accidentada en salida a una Iglesia enferma encerrada". La actitud del Pueblo de Dios es superar relaciones desiguales, de superioridad y subordinación propias del clericalismo, y apostar por la reciprocidad en el Amor.

La Sinodalidad ¿Qué es? Es el ser y actuar de la Iglesia Pueblo de Dios.

¿Qué es lo que hace único al Pueblo de Dios?

Lo que hace único al Pueblo de Dios es su fundador, Dios Padre. Lo hace único su cabeza que es Jesucristo. Lo hace único su fuente de energía que es el Espíritu Santo. La puerta de entrada al Pueblo de Dios es el bautismo. Su dignidad es la libertad de los hijos de Dios. Su ley es el amor. Si este pueblo permanece fiel a Dios y busca ante todo el reino de Dios, transforma el mundo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica 781-786).

Sinodalidad: Todo lo que debes saber

Sinodalidad es un término griego, conocido hace muchos siglos en la Iglesia pero que en la actualidad ha obtenido un "renovado uso". Su traducción literal es "Caminar juntos" (συν: Sin/ οδικότητα: Camino - Caminar). Jesús es οδο, es el Camino.

El término Sinodalidad expresa la identidad de la Iglesia como Pueblo de Dios en camino; en peregrinación hacia el reino de Dios. Subraya la dignidad común de todos los bautizados y afirma la corresponsabilidad en la misión evangelizadora.

La Comisión Teológica Internacional ha elaborado un documento que trata por primera vez de forma orgánica y programática las relaciones horizontales de la Comunidad de bautizados, en medio del espíritu evangelizador de una Iglesia en salida. El documento ofrece una aclaración de la Sinodalidad con respeto a la colegialidad y la comunión eclesial, en una lectura transversal y esencial con base en las Sagradas Escrituras.

La Sinodalidad es una actitud interior que nos implica a estar abierto al diálogo, al encuentro, a hallar a Dios donde sea que se manifieste y no solamente en ambientes predeterminados, bien definidos y cerrados (Cfr. EG 231-233).

Sinodalidad y Derecho Canónico

El CIC establece que cuando un Superior necesita el consentimiento y el consejo de un Collegium o de un Coetus debe convocarlo o consultarlo conforme al derecho (can. 127 § 1; can. 166; cfr. cann. 166-173). Para que el acto sea válido debe solicitar el parecer de todos (can. 127 § 1).

El sentir actual de la Iglesia es el de empezar un cambio sustancial del Código de Derecho Canónico para facilitar la vida de un espíritu sinodal al Pueblo de Dios.

Sinodalidad y las Sagradas Escrituras

Tomando como base la investigación de Luis Heriberto Rivas para la UCA compartimos las siguientes afirmaciones:

En la versión griega del Antiguo Testamento (LXX) el término synodos aparece una sola vez: el pueblo pecador es designado como una asamblea (synodos) de adúlteros (Jeremías 9,2). En este lugar traduce el término hebreo "ageret", que en otros libros del mismo A.T. es traducido con diferentes términos griegos con el mismo sentido de "asamblea", "solemnidad".

En el Nuevo Testamento la palabra synodos no aparece, y sólo se encuentra synodia, una sola vez, con el sentido de “comitiva, el grupo de personas que siguen un mismo camino” (Lucas 2,44).

La idea de “caminar juntos con un mismo fin” está presente de muchas formas tanto en los libros del Antiguo como del Nuevo Testamento, aun cuando no se utilice en esos lugares el término synodos. La Sagrada Escritura testifica desde las primeras páginas que los seres humanos no recorren pasivamente este itinerario que ha sido llamado “historia de la salvación”, sino que en él todos son corresponsables, y esta corresponsabilidad resplandece mucho más en la etapa inaugurada por la redención realizada por Jesucristo. Si en el lenguaje común de los griegos el syn odo era el nombre con el que se designaba toda reunión o asamblea, tanto popular como política o litúrgica, que de diferentes maneras contribuía a la edificación de la polys, en la tradición de la Iglesia este término pasó a ser el nombre de la comunidad cristiana cuando en su conjunto asume su responsabilidad y contribuye a edificar el Cuerpo de Cristo y el Reinado de Dios.

La Comisión Teológica Internacional nos recuerda en su documento sobre la Sinodalidad, en su número 19, que los Hechos de los Apóstoles nos dan testimonio de algunos momentos importantes en el camino de la Iglesia apostólica, en los que el Pueblo de Dios fue llamado a ejercer en forma comunitaria el discernimiento de la voluntad del Señor resucitado. El protagonista que guía y orienta en este camino es el Espíritu Santo, derramado sobre la Iglesia el día de Pentecostés (cfr. Hechos 2,2-3). Los discípulos, en el ejercicio de sus respectivos roles, tienen la responsabilidad de ponerse en actitud de escuchas de su voz para discernir el camino que se debe seguir (cfr. Hechos 5,19-21; 8,26.29.39; 12,6-17; 13,1-3; 16,6-7.9-10; 20,22). Por ejemplo en la elección de "siete hombres de buena reputación, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría", a los que los Apóstoles confiaron el oficio de "servir las mesas" (cfr. Hechos 6,1-6), y en el discernimiento de la cuestión crucial de la misión entre los paganos (cfr. Hechos 10).

En la cita de Hechos de los Apóstoles 15, 22-29 se nos presenta la famosa carta apostólica fruto de la Asamblea de Jeru­salén, donde se dilucidó el pri­mer problema serio de la Igle­sia naciente, que fue el asunto de los judaizantes (intento de adentrar elementos puramente judíos en la fe naciente), don­de en el versículo 28 y 29 se expone lo siguiente: “Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponerles mayor carga que estas cosas esenciales: que se abstengan de cosas sacrificadas a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. Si se guardan de tales cosas, harán bien”.

La Sinodalidad, que es un caminar junto con Dios, también es un caminar junto con y como Iglesia, aquí no debe ha­ber elementos de agendas particulares, sino la que nos dicta el Espíritu, el cual nos habla a través de los signos de los tiempos, y hoy se nos pide consenso ante unos problemas que como hijos de Dios y miembros de la Iglesia debemos de dar respuesta. Somos Pueblo de Dios.



@RonaldMRivera

domingo, 16 de enero de 2022

El descubrimiento de la Sinodalidad (Parte I)




 Antecedentes históricos:

El siglo XXI es el siglo que despierta con fuerza a la Sinodalidad en una actitud de "volver a los orígenes". Pero el proceso sinodal actual vierte sus raíces a gran profundidad. Unas raíces que nos llevan a un recorrido por el siglo XX; un siglo en que la Iglesia "descubre" el papel del laicado. A lo largo de este siglo se ha hecho común la expresión: "Ha llegado el lugar (tiempo) del laicado".


Si lo que hemos expuesto es cierto, no se comprende ¿Qué otra cosa son los laicos, sino los discípulos y seguidores de Jesús, los "cristianos", como se les llamó ya desde los primeros tiempos (Cfr. Hechos 11, 26)? Responder esta interrogante de forma afirmativa es reconocer que la Iglesia ha tardado más de dos mil años en descubrir al cristiano. Si esta es la hora del laicado (en especial del laicado femenino) ¿Qué fue entonces el laicado y la figura femenina durante los veinte siglos precedentes?.


La Sinodalidad, aunque sea una palabra no utilizada en las primeras comunidades cristianas, ya se vivía en la riqueza teológica del sacramento del Bautismo. Por tal motivo hablar del proceso sinodal nos referimos al proceso mismo del "laicado". En el siglo III el laico aparece como "clase" o "estamento" como base en la construcción de una Iglesia jerárquica. Es decir, las características civiles son transferidas a la Comunidad Cristiana.


Desde el siglo III se hace referencia al laicado para poder distinguir entre los bautizados aquellos que forman parte del "orden sacerdotal". El concepto de "clero" surge en el siglo III, cuando la multiplicidad de servicios comunitarios desembocó en las tres clásicas funciones de obispos, presbíteros y diáconos. Paralelamente el laicado o bautizado no ordenado fue perdiendo su valor participativo. Para poder ejercer cargos en la Comunidad se establece una "ordenación". En adelante ya no se hablaría de Comunidad de Bautizados, sino de Comunidad de ordenados y no ordenados; ordo y plebs. Se estableció dos clases separadas de una misma Comunidad bautismal, no sólo desde el punto de vista del culto, sino también socialmente. 


La diferencia entre ordo y plebs, clero y laicado, se convirtió así, hasta el día de hoy, en uno de los rasgos característicos de la Iglesia. El laicado se definió como no sacerdote, como no clérigo, o sea "por su no pertenencia" al estado clerical.


Dos acontecimientos que ahondan la separación entre clérigos y laicos

El edicto de Milán (313)

El emperador Constantino, emperador romano, concedía privilegios a la Iglesia cristiana y la integró en el Estado. Esto hizo que la evidente distinción, en el plano estatal, entre autoridades y súbditos, pasara también a la Iglesia. Los vínculos de unión entre jerarquía y seglares fueron quedados gradualmente relegados a un segundo plano, mientras se ponían cada vez más de relieve los factores de separación.


La Reforma (siglo XVI)

El rechazo de los reformistas de la jerarquía eclesiástica y el sacerdocio ministerial llevó a los católicos a insistir más en ambas cosas.


Los trabajos posteriores al Concilio de Trento llegaron a definir a la Iglesia desde una imagen jerárquica, elaborando una eclesiología en base a una estructura piramidal, con una vinculación entre la gracia y el poder (o autoritas Dei).


La eclesiología del Concilio de Trento presenta la palabra "Iglesia" como el conjunto formado  por el Papa, los obispos y los sacerdotes. En otras palabras, la Iglesia es el magisterio curial, también conocida como la Iglesia oficial o institucional. Surgen expresiones como: "La voz del clero es la voz oficial de la Iglesia".


Sinodalidad es vivir una nueva mentalidad

Durante el siglo XX se perciben importantes esfuerzos en la "Iglesia oficial" de una nueva mentalidad sinodal.


Tomamos como punto de partida el pontificado de Pío XI (1922-1939) donde surge la propuesta de la "acción católica".


La "acción católica" hunde sus raíces en los organismos e instituciones (en su mayoría italianas), que nacen en el siglo XIX, para la defensa de los derechos de la Iglesia:


En 1890 el Volksverein für das Katholische Deutschland (Asociación Popular por la Alemania Católica), se fundó conforme el modelo suizo de 1904, el Schweizerisches Katholiches Volksverein (SKVV), con sede en Lucerna. Todas aquellas agrupaciones se tenían así mismas por defensores de la Iglesia clerical más que abogar por las necesidades del laicado. Es por ello que estas iniciativas no se consideran dentro de la historia sinodal.


El historiador Karl Otmar Von Aretin describe de la siguiente manera a la acción católica, creada por Pío XI: "Tal organización tiene como objeto fomentar la actividad de los seglares, pero en realidad constituyó más a realzar el absolutismo papal y no a la promoción de la autonomía del laicado". La acción católica era muy apreciada por el Papa Pío XI, quien la definió como "colaboración y participación de los seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia". El apostolado de la Iglesia es el testimonio activo del mensaje de Jesús, no es algo exclusivo de la jerarquía, sino que requiere también la cooperación de los seglares. Sin embargo el pensamiento expresado por Pío XI no reúne los principios de la Sinodalidad, ya que los laicos aparecen como ayudantes al servicio de la jerarquía, atentos a la menor "señal" de la misma para ponerse inmediatamente a su disposición ("ut ad nutum hierarchiae ecclesiasticae praesto sint"). En este pensamiento clerocéntrico hasta el modo en que los laicos debían organizarse, exigía la aprobación de la jerarquía. También, pues, en tiempos de la acción católica, continuaba siendo un concepto clave el de "jerarquía" u "orden sagrado". Se incurrió en el error de pensar que para valorar al laicado se tenía que vincular más estrechamente el laicado con la jerarquía.


El Papa Pío XII (1939-1958):

Durante su pontificado busca dar nuevos pasos que permitan avanzar las urgentes modificaciones exigidas para la Sinodalidad. Todo en el marco de comprensión que se había alcanzado con el Papa Pío XI.


El Papa Pío XII se distanció de la noción de "apostolado jerárquico", declarando que la Iglesia se comprende no solamente desde la jerarquía sino desde un auténtico "apostolado seglar". Y que ni siquiera cuando la formación de los laicos esté en servicio a la jerarquía, se podía utilizar el término de "apostolado jerárquico".


Podemos afirmar que el Papa Pío XII es el primer pontífice después del Concilio de Trento,  que veía a la Iglesia encarnada en los seglares. El Papa Pío XI, afirmaba que los seglares pertenecían a la Iglesia, mientras que, según Pío XII, son la Iglesia. En 1946, el Papa Pío XII declaraba: "Los fieles, y más exactamente los seglares, están en primera línea de la vida de la Iglesia; para ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad humana. Por eso ellos, precisamente ellos, deben tener una conciencia cada vez más clara no sólo de pertenencia a la Iglesia, sino de ser la Iglesia". Esta oposición de Pío XII, respecto de su predecesor ha de interpretarse como un verdadero síntoma de crisis del antiguo paradigma de la Iglesia, permitiendo nuevas lecturas de algunas conclusiones formuladas por el Concilio Vaticano I. Concilio suspendido por el Papa Pío IX el 20 de octubre de 1870, después que se hubiera consumado la unión a Italia de los Estados Pontificios.


En 1953, el dominico francés Yves Congar sacaba a la luz lo que podría muy bien ser el primer gran ensayo de una teología del laicado (Jalons pour une théologie du laïcat). Congar prepara así el camino hacia la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la línea trazada por Pío XII (Encíclica Mystici Corporis Christi); es determinante en su tratado la idea de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. Sorprendentemente, sin embargo, y en contra de la metáfora paulina de 1 Corintio 12, todo eso llevaría a Congar a una bipartición morfológica de la Iglesia: En jerarquía y laicado. A su juicio, sólo las funciones jerárquicas garantizan a la Iglesia su estructura como institución salvadora y, en este sentido, únicamente la jerarquía es esencial para la existencia de la Iglesia.


No obstante, para poder desempeñar la Iglesia su misión en el mundo, necesita de los seglares, ya que estos forman parte integrante del Cuerpo de Cristo cuya vida sólo puede realzarse plenamente en su totalidad. Los seglares son también y en particular necesarios por tener acceso a ámbitos del mundo que permanecen vedados a la jerarquía.


"Los seglares son el pléroma de la jerarquía", afirma Congar. Forzoso es reconocer que, básicamente, Congar hubiera más bien podido imaginar una Iglesia sin seglares que sin jerarquía. En esto el teólogo dominico era hijo de su tiempo. Quien haya vivido la misma época admitirá sin reserva que el cristiano se entendía a sí mismo no tanto como miembro de pleno derecho en la Iglesia, que como vinculado a la jerarquía. No es de extrañar, pues, que también el Concilio Vaticano II, haya dado pasos en ese tema.


Concilio Vaticano II (1962-1965)

El Concilio Vaticano II se considera la carta magna del laicado. Podemos destacar tres documentos:


- El decreto sobre el apostolado de los seglares (Apostolicam Actuositatem): 

Promulgado el 18 de noviembre de 1965. El Concilio se propone en este decreto explicar la naturaleza, carácter y variedad del apostolado seglar, exponer sus principios fundamentales y dar instrucciones pastorales para comunicarle mayor eficacia. Este apostolado, reviste hoy (dice el Concilio) caracteres de urgencia por la escasez de un clero que, además, se ve a veces impedido en el ejercicio de su propio ministerio. El decreto contiene seis capítulos que recorren el apostolado de los seglares atendiendo a su vocación, fines, campos, formas, orden que hay que observar y, por último, formación necesaria.


El papel que en este campo han de asumir los seglares dependerá de lo que el seglar es en la Iglesia: de lo que pueda y se le permita hacer.


El seglar pertenece de hecho a un doble orden: espiritual y temporal (Número 5). Sin embargo el Concilio le asigna preferentemente la tarea de representar los intereses de Jesús en el mundo. El seglar sirve así de lazo de unión entre la Iglesia de lo que puede y se le permite hacer, frente a una Iglesia jerárquica, que no tiene acceso a ese mundo y la vida cotidiana (Número 6).


A los pastores les incumbe manifestar con claridad los principios sobre el sentido de la creación, elaborando también normas de vida y defendiéndolas; en cuanto a los seglares, su deber específico es actuar en el mundo, aunque han de hacerlo "según la mentalidad de la Iglesia" (Número 6).


El Concilio Vaticano II es una mirada retrospectiva que nos ayuda asumir una nueva mentalidad, donde la identidad del seglar deja de ser un simple órgano ejecutivo, como "prolongación del brazo de la jerarquía". El Concilio Vaticano II es un cuestionamiento sobre la corresponsabilidad de los laicos en la Iglesia.


En resumen, según el decreto Apostolicam Actuositatem, los seglares son un instrumento indispensable en el obrar apostólico de la Iglesia, pero siguen estando subordinados a la jerarquía o autoridad eclesiástica competente en cada caso.


- El decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia (Ad Gentes): 

Fue promulgado por el Papa Pablo VI el 7 de diciembre de 1965. Es uno de los 16 documentos y uno de los 9 decretos resultantes del Concilio Vaticano II, sobre la actividad misionera de la Iglesia, donde, según, el mismo documento, expone que desea delinear los principios de la actividad misional y reunir las fuerzas de todos los fieles para que el Pueblo de Dios, caminando por la estrecha senda de la cruz, difunda por todas partes el reino de Cristo, Señor que preside de los siglos, y prepara los caminos a su venida.


El deber de la Iglesia de ir al mundo entero caminando por el mismo sendero de Cristo a impulsos del Espíritu Santo, se denomina actividad misionera y el medio principal para desarrollarla es la predicación del Evangelio. Puesto que Iglesia ha recibido de Cristo esta misión, el Concilio sintió la necesidad de exponer los principios de la actividad misionera y reunir las fuerzas de todos los fieles para difundir el reino de Dios. Este decreto analiza la acción misionera de la Iglesia. Señala en qué consiste la vocación de los misioneros, traza líneas de reorganización de la tarea misionera y detalla los deberes de los cristianos en esta actividad, en la que todos tenemos una función.


- La Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium): 

Lumen Gentium fue promulgada por el Papa Pablo VI en noviembre de 1964. Hace referencia a la luz de los pueblos y se refiere a Cristo como el sol naciente. De alguna manera, Lumen Gentium busca desarrollar y poner culmen a una doctrina iniciada en el Concilio Vaticano I en 1870, pero que se tuvo que cancelar de manera abrupta por el inicio de la guerra franco-prusiana.


La Lumen Gentium es un documento que no define ningún dogma ni herejía. No recoge nuevas doctrinas. Es una reflexión en torno a la vida de la Iglesia para dejar claro qué es, cómo debe ser entendida, su misión y su organización. 


La Lumen Gentium se inicia afirmando que “Cristo es la luz de los pueblos” para explicar y profundizar luego en el misterio de la Iglesia, el pueblo de Dios, la Jerarquía en la Iglesia, los laicos, la santidad de la Iglesia, los religiosos, la Iglesia peregrinante, y la santísima Virgen María en el misterio de la Iglesia. 


@RonaldMRivera





 





sábado, 15 de enero de 2022

Pensamiento Crítico, Lectura y el número 22 de la Agenda 21

 



El enunciado número 22 de la Agenda 21 de la Cultura nos dice:


“Promover la expresividad como una dimensión básica de la

dignidad humana y de la inclusión social, sin prejuicio de

razones de género, edad, etnia, discapacidad, pobreza o

cualquier otra discriminación que imposibilite el pleno ejercicio

de las libertades. La lucha contra la exclusión es la lucha por la

dignidad de todas las personas.”


Este apartado se vincula con la dimensión axiológica de nuestro trabajo documental. La cultura se crea en el quehacer diario de todas las personas, y cuando nos referimos a “personas” estamos hablando de un sujeto con una serie de derechos inherentes a su ser, es decir, que están con él o con ella desde que nace y sin necesidad de que sean otorgados por otra persona o institución.


El pensamiento crítico es un derecho humano contenido en la expresividad como dimensión básica de la dignidad humana y la inclusión social. Por tanto, el diseño de nuestro programa pedagógico estará orientado a apoyar todos los factores que hacen posible la mayor integración de las personas sin prejuicio de razones de género, edad, etnia, discapacidad, pobreza o cualquier otra discriminación, independiente, de estar diseñado para el colectivo estudiantil.


Luchar por la dignidad de la persona humana me parece la tarea más noble e importante que se puede realizar desde la pedagogía. Esto significa tener alteridad, reconocer el otro como persona distinta de mi yo, con capacidad de decisión y opinión propias, merecedor de respeto y admiración. La alteridad permite la capacidad de creación en el sentido cultural. Esta actitud debe reconocer la diferencia entre “educar en valores” y “educar con valores”. “Educar en valores” es un proceso que tiene por finalidad orientar al ser humano a construirse a si mismo y a reconocerse con el otro en un entorno cultural diverso de interacción. En cambio, “Educar con valores”, desde la perspectiva de la competencia profesional, radica en tener actitudes de aceptación o rechazo de determinados valores. Esto permite que dentro del programa pedagógico propuesto, pueda hablarse de educación intercultural, que plantea como reto la comunicación intercultural que prepara para la convivencia con un reconocimiento al otro, y a la educación para la convivencia como ejercicio de educación en valores, orientado a asumir el compromiso de la relación interactiva con uno mismo, con el otro y con lo otro.


@RonaldMRivera


Pensamiento Crítico, Lectura y el número 36 de la Agenda 21




El enunciado número 36 de la Agenda 21 de la Cultura nos dice:


“Establecer políticas e inversiones que fomenten la lectura y la difusión del libro, así como el pleno acceso de toda la ciudadanía a la producción literaria global y local.”


No cabe duda del valor inmaterial que tiene la lectura para la buena salud de toda cultura. Y así es reconocida por la Agenda 21 de la Cultura, que ha dedicado un enunciado específicamente a resaltar el valor de la lectura y del libro. Este enunciado utiliza dos verbos que son: Fomentar y difundir. Estos verbos están presentes en los objetivos de nuestro estudio. También los hemos aplicado a las funciones: de fomentar la lectura y difundir los textos, finalidad de nuestro trabajo al diseñar un Programa pedagógico que permita estimular el pensamiento crítico a través de la lectura como herramienta.

El tomar la lectura como herramienta pedagógica para incentivar la producción de pensamiento crítico implica tener que crear estrategias que permitan fomentar la lectura y que trabajen en la difusión de los libros. Para ello el programa pedagógico apunta a la participación de la comunidad y a la lectura cooperativa.


@RonaldMRivera

Pensamiento Crítico, Lectura y el número 35 de la Agenda 21

 


El enunciado número 35 de la Agenda 21 de la Cultura nos dice:


"Invitar a creadores y artistas a comprometerse con las

ciudades y los territorios; identificando problemas y conflictos

de nuestra sociedad, mejorando la convivencia y la calidad de

vida, ampliando la capacidad creativa y crítica de todos los

ciudadanos y, muy especialmente, cooperando para contribuir

a la resolución de los retos de las ciudades.”


En el enunciado número 35 se nos recuerda que es un deber de los creadores y artistas identificar los problemas y conflictos de su Comunidad para mejorar su convivencia y su calidad de vida. Y uno de los requisitos que se necesitan para alcanzar mejores niveles de vida y una sana convivencia es estimular bien los actores sociales de la Comunidad el pensamiento crítico, que no es simplemente pensar, sin pensar en algo que queremos comprender y hacer de la mejor manera posible. Así se aprecia y evalúa el proceso de manera que se pueda tomar decisiones durante el mismo. Decisiones que van a permitir alcanzar nuevas propuestas, de forma libre y fundamentada, que garantizarán un mejor futuro en Comunidades innovadas.


El pensamiento crítico va unido al espíritu de la Agenda 21 de la Cultura, en cuanto se desea mostrar la Cultura como un vehículo accesible del aprendizaje, que emana directamente del quehacer antropológico de todas las personas, y no solo de manera sesgada o de élites. Esto nos hace mover en un ambiente de negantropía social, que facilita la transferencia de conocimiento, aspecto característico de la Ciudad Educadora. Esta transferencia de conocimiento no significa dar todo el conocimiento en una especie de “píldora” o “fórmula mágica”, lo que implica este concepto es incentivar a que todos los que hacen vida en la Comunidad busquen la estrategia para aprender algo nuevo todos los días.


El ejercicio que nos refiere el enunciado número 35 para ampliar la capacidad creativa y crítica de todos los ciudadanos también puede interpretarse como una  invitación a la expansión de conocimiento, y para ello es necesario tener presente tres factores: El fomento de la reacción cognitiva de las personas para que tienda a ser siempre pensamiento crítico. El acceso a contenidos críticos. Y un entorno donde se pueda expresar el pensamiento crítico de forma libre y en sus dos tipos, como: Conocimiento en sí y como conocimiento para contribuir a la mejora de vida.


En el enunciado número 35 cuando nos refiere que los creadores y artistas deben cooperar para contribuir a la resolución de los retos de las ciudades, con ello se nos indica que han de ser capaces de utilizar el pensamiento crítico para lograr un beneficio concreto en la Comunidad. Ser capaz de utilizar un pensamiento crítico es no  aceptar la opinión general, oficial o dictaminada, sin antes cotejar esa opinión con las ideas individuales, para conocer los argumentos a favor y en contra, y luego tomar una decisión propia respecto a lo que se considere verdadero o falso, aceptable o inaceptable, deseable o indeseable.


@RonaldMRivera

jueves, 13 de enero de 2022

Pensamiento Crítico, Pedagogía y la Agenda 21



Otra idea clave para dar respuesta a nuestro trabajo de diseño de un programa pedagógica para la lectura y el pensamiento crítico es el compromiso y el papel que la cultura juega en las ciudades sostenidas desde la perspectiva de la Agenda 21.

La Agenda 21 es el plan de acción propuesto por la ONU para conseguir entre todos un desarrollo más sostenible en el siglo XXI. El documento fue aprobado y firmado por 173 gobiernos en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992, donde se hizo un llamamiento para que sean los gobiernos locales los que pongan en marcha sus propios procesos de Agenda 21 Local. En septiembre de 2002, durante la primera Reunión Pública Mundial de Cultura, celebrada en Porto Alegre, surgió la idea de redactar un documento orientador de las políticas culturales locales, un documento que fuera equiparable a lo que la Agenda 21 significó para el medio ambiente en 1992.

Tomaremos de la Agenda 21 seis enunciados que a continuación pasamos a reseñar. Nuestra selección ha sido motivada por considerar que son los que mejor se adaptan. 

Los enunciados número 35 y número 36 conforman el núcleo de la base documental del diseño del programa pedagógico. En el enunciado 35 se invita a ampliar la capacidad creativa y crítica de todos los ciudadanos (Pensamiento crítico).

Y en el 36 se hace un llamamiento a establecer políticas e inversiones que fomenten la lectura y la difusión del libro.

El 22 intrínsecamente relacionado con el programa pedagógico promueve la expresividad como una dimensión básica de la dignidad humana y de la inclusión social. Expresividad que es parte constitutiva de la dignidad de todas las personas y es clave para alcanzar la capacidad crítica que requiere el pensamiento.

Los enunciados números: 07, 16 y 27 están vinculados con el programa pedagógico en su dimensión espacio local y comunitario. En el 07 se nos señala que las ciudades y los espacios locales son un marco privilegiado de la elaboración cultural en constante evolución y constituyen los ámbitos de la diversidad creativa del sujeto.

Mientras que el 16 nos recuerda que los espacios públicos son bienes colectivos que pertenecen a todos los ciudadanos. Y finalmente el 27 invita a promover la existencia de espacios públicos de la ciudad como lugares culturales de relación y convivencia.

En los próximos apartados profundizaremos en cada uno de los enunciados anteriormente citados.


@RonaldMRivera

miércoles, 12 de enero de 2022

Pensador Crítico ¿Cómo enseñar a leer críticamente?



Para poder leer críticamente se necesita una integración de las habilidades y actitudes del pensamiento crítico que vinculan en la memoria distintos conocimientos complejos que forman la lógica. Dentro de un texto encontramos un mapa de situaciones y distintos caminos en el cual debemos seguir las líneas y señalizaciones correctas para lograr alcanzar nuestro “tesoro”, que es una interpretación objetiva.


Este proceso de despertar lógico va acompañado de señales claras que conocemos como las inferencias, estas nos permiten evaluar y aprender, estableciendo una relación entre lo que conocemos y las nuevas ideas. Sin el pensamiento crítico nos colocamos frente a dos peligros. El de vaciar la lectura de sentido; y que el sentido que le dé el lector al texto no posibilita una conexión real con la intención del autor.


La pedagogía debe deslizarse en un aprendizaje crítico como lugar de saberes bien articulados y priorizados. Es un error limitar la lectura a la memorización de conocimientos aislados y peor aún confusos. La pedagogía debe enseñar a leer desde un proceso interactivo y constructivista. El programa pedagógico que propone este trabajo documental destaca el pensamiento crítico como un proceso consciente a través de la lectura. Para hacerlo posible parto de la base metodológica utilizada por Ennis (1996), que sostiene que el pensamiento crítico se desarrolla en el contexto de lo leído, es decir en relación a situaciones o problemas de la vida cotidiana. Los hechos del presente, del día a día, son para el proceso cognitivo de la persona, motivaciones al aprendizaje, sin ellos no puede promoverse el pensamiento crítico (Ennis, 1996). 

Un factor importante en la enseñanza de la lectura crítica es la temática. Dentro del trabajo académico el término de “temas” para la lectura usualmente es sustituido por otros términos como: ramas, disciplinas o ciencias. En cualquiera de los casos lo importante es ser consciente que son modelos de referencias que matizan la mirada de análisis ante los distintos problemas. La interdisciplinariedad es un valor del pensamiento crítico, que refiere a todas las temáticas (disciplinas o ciencias) como necesarias, y vinculadas entre sí. Sin la interdisciplinariedad es difícil poder pensar de forma crítica, pues cuanto más distintos sean los modelos disciplinares del discurso más rica será la interpretación personal (Cassany, 2006).


Al enseñar sobre la lectura crítica hay que resaltar que no es suficiente leer y comprender el texto, sino que es necesario tener la habilidad de inferir la credibilidad de los datos y los argumentos que aporta. Desde esta idea, el ejercicio de leer supone reconocer que el texto es un instrumento cultural, con valores y situado en un tiempo y un espacio (con dimensión histórica). Esto implica que el autor del texto no es una persona neutra, sino que tiene unos conocimientos, una cultura y unas intenciones que se plasman en el escrito y que el lector tiene que llegar a interpretar. No debe escapar del lector la ideología ni el grado de certeza de los argumentos científicos que aparecen en él, diferenciando entre afirmaciones, hipótesis, especulaciones, predicciones... (Cassany, 2006). En el programa pedagógico que propone este trabajo documental tiene presente estos criterios y se apoya en el aprendizaje cooperativo.


En el proceso pedagógico los docentes pueden ayudar a los estudiantes a trabajar en el pensamiento crítico a través del aprendizaje cooperativo, esta metodología es la que hemos elegido para nuestro trabajo. El profesorado crea un ambiente de discusión en base a las ideas encontradas en el texto, invitando a que conversen de sus ideas y puntos de vista, estimulando al debate entre ellos, sin desconectarlos de los problemas de su cotidianidad y escuchando sus posibles soluciones. El docente debe invitar a los estudiantes a que planteen tareas para que construyan sus ideas y den forma a sus interpretaciones. A su vez, el docente debe dar especial atención a los conocimientos que los alumnos manejan previamente y a las emociones que despiertan en ellos el hecho de leer. Pues, los valores, los sentimientos y las emociones forman parte de la lectura y también han de ser objeto de análisis y reflexión (Colomer, 2002) .


El ejercicio de la pedagogía debe comprender que leer es el resultado de una actividad social compartida. La experiencia docente afirma que los estudiantes entienden mejor un texto y acceden mejor a la información cuando éste se ha analizado en grupo que cuando el texto se ha trabajado únicamente de manera individual (Dansereau, 1987). Es por ello que el programa pedagógico que este trabajo diseña plantea como estrategia la lectura cooperativa, como herramienta útil para estimular el placer de los estudiantes por la lectura. Y formar en ellos al mismo tiempo la capacidad de hacerlo de forma crítica (Márquez, 2009).


Entendemos que parte de la estrategia de la lectura cooperativa, es necesario también promover otras estrategias siguiendo a (Cassany, 2006). Como la reflexión metacognitiva, que consiste en crear consciencia en los estudiantes de sus procesos de aprendizaje, de forma tal que sea el estudiante el más interesado en obtener de manera eficaz este conocimiento. La autorregulación de aprendizaje le facilita a los estudiantes activar los procesos de aprendizaje a través de pensamientos autogenerados. Estos pensamientos auto-generados van acompañados de emociones  acciones que están planificadas y adaptadas cíclicamente para lograr la obtención de los objetivos personales. Objetivos individuales que se alcanzan a través del trabajo activo de los estudiantes al lograr las metas que se han trazado personalmente. La participación de aprendizaje, vincula al estudiante con la propia comunidad y con sus prácticas sociales. La participación en el aprendizaje es una estrategia clave asociada al pensamiento crítico, y la pedagogía debe ofrecer los medios para que los estudiantes la observen y puedan imitarla o generarlas, así como reflexionar sobre

ellas. 


Atendiendo a estas estrategias podemos afirmar que una pedagogía activa, crítica y dinámica, es aquella que nos permite avanzar en la relación estudiante- texto.


Un texto no se puede analizar si se desconoce la comunidad del autor y se ignora la comunidad del lector (Begoña, 2009). Para lograr una interpretación objetiva el contexto de aprendizaje debe ser comprendido y escogido por los estudiantes para que de forma natural surjan las tomas de decisiones y las muestras de responsabilidad.


@RonaldMRivera


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martes, 11 de enero de 2022

Pensador Crítico ¿Qué se entiende por leer críticamente?




Desde la pedagogía tradicional el ejercicio docente se ha centrado en la metodología expositiva donde el profesor, como artesano, centra sus resultados en la calificación memorística del educando. Esta metodología memorística relega a un segundo plano el aprecio a la lectura, considerando la comprensión de lo leído como un simple accesorio del que se puede omitir (Colomer, 2002). A pesar de ese oscuro historial de la lectura crítica en la pedagogía, ella, en su estado más simple, ha sobrevivido y continúa siendo un vehículo fiable e incluso necesario para el aprendizaje humano. 

El primer paso para dar un justo valor y escala a la lectura crítica es identificar los errores históricos que se han asido en la pedagogía. Entre los principales hemos de destacar:

A. Mala construcción del concepto de lectura: Durante mucho tiempo se pensó en el ámbito académico que leer es ser capaz de decir las palabras correctamente).

Cuando en realidad es un proceso de comprensión y elaboración de nuevos conocimientos y no exclusivamente un tema de pronunciación.

B. Mal uso del ejercicio de la lectura: Ha sido y es un error pedagógico pensar que el ejercicio de la lectura es una herramienta que sirve sólo para almacenar y transmitir conocimiento de manera unidireccional, olvidándonos y no poniendo en valor las interacciones que se producen en el proceso lector.

C. Creerse un buen lector cuando no se es: Es un problema en el aprendizaje pensar que el proceso de acercamiento a un texto tiene por finalidad localizar datos cognitivos, para memorizarlos y luego recordarlos. Es un error que la pedagogía tradicional ha cometido al considerar la mera reducción memorística como un signo de los buenos lectores. Pero ¿Cómo hablar de buenos lectores cuando solamente pueden leer y memorizar el texto pero no pueden analizarlo, sintetizarlo, clasificarlo ni interpretarlo desde sus propias impresiones y atendiendo a sus propios criterios?. 

D. Pensar que la lectura es un proceso lineal cognitivo: Es un error acercarse al texto pensando que la única autoridad es la del autor. La lectura es un aprendizaje constructivo que establece una relación entre el autor, el texto y el lector del texto. Es decir, la información contenida en el libro es una combinación entre el conocimiento del autor y los propios conocimientos del que lee. Cada lectura crea una nueva información que va más allá de la interpretación del autor o del contenido de la lectura en sí (Norris y Phillips, 2003).

 E. Creer que leer es reconocer símbolos gráficos o localizar un archivo de datos: La lectura no es un contenedor de información, es la construcción activa de nuevos conocimientos (Norris y Phillips, 2003). Esta construcción discursiva depende de las ideas previas del lector y necesita inferir las intenciones del autor.

F. Pensar que todas las interpretaciones del texto son iguales, válidas o buenas: Es vital saber que dentro del texto hay una concepción ética del autor, y que el lector antes de leer el texto trae consigo expectativas y sus propias ideas. Esto conlleva a distintos enfoques o conocimientos tantos como lectores hayan. Por lo tanto todas las conclusiones no son necesariamente válidas o universales, pues estas dependen de las creencias cognitivas y de las emociones que son concebidas antes de leer un texto (Norris y Phillips, 2003).

El segundo paso para valorar la lectura crítica en el ambiente pedagógico es adoptar la posición correcta ante el mundo que comprende el texto y el mundo que vive día a día el lector. La comprensión del texto pasa por la comprensión de nuestra propia realidad (Olson, 1994). Los lectores pueden tomar distintas posiciones epistemológicas, incluso ante un mismo texto (Norris y Phillips, 2003). Posición dominante es la que toma el lector cuando se acerca al texto con ideas previas que modifican la intención original de la lectura, en una tensión interpretativa que no es coherente con el contenido. Posición sumisa cuando el lector se acerca al texto sin ideas fijas ni previas, permitiendo que la lectura condicione sus construcciones cognitivas e incluso le haga descartar interpretaciones propias si estas van en contra de ellas. Posición mixta es la que toma el lector cuando se acerca al texto y permite que la lectura condicione sus ideas previas pero mantiene interpretaciones distintas a las originales del autor. Posición negociada se produce si el lector se acerca al texto y adopta una postura crítica y empieza una negociación empática entre la lectura y sus propios controles éticos. Esta posición permite la formulación de opiniones y la selección de la interpretación más consistente o completa. Además, también permite tener presente las ideas previas sin quitar mérito al contenido del texto. Esta es la postura que deseamos primero en la elaboración de nuestro programa pedagógico. 

El tercer paso para valorar la lectura crítica es el establecer puentes entre el entorno epistemológico del texto y el entorno sociocultural del lector. Para ello nos fundamentamos en los estudios realizados por David Richard Olson en la Universidad de Toronto y sus actualizaciones realizadas en el año 2003 (En la Universidad de Cambridge) Olson (2003). 

David Richard Olson (2003) afirma que comprender el entorno social es el resultado de comprender los textos. Esta afirmación implica que la pedagogía debe aprender a ser una herramienta que facilite al estudiantado construir puentes entre estos dos mundos, el mundo de papel y el mundo del entorno sociocultural del lector.

El contenido de cualquier texto se encuentra vinculado naturalmente a un contexto, y puede modificar la realidad social según la construcción del lector a través de la interpretación personal desde su comunidad y en función de su cultura. El contenido de un texto será útil en la medida que sea capaz de traspasar las barreras de la literalidad o simple memorización a la posición negociada o crítica. Una lectura crítica y reflexiva debe contener cuatro tareas: Comprender, interpretar, analizar y evaluar los textos (Cassany, 2006). Estas cuatro tareas permiten una interpretación lógica ante el previo estudio de los datos y argumentos que el contexto aporta, justificando el propio punto de vista del lector. Todo este desarrollo requiere del pensamiento crítico como también señalaron (Norris y Phillips, 2003). 

Para promover el pensamiento crítico en el ambiente pedagógico se debe tener especial atención al desarrollo de las expectativas de los estudiantes ante el texto y el proceso de enseñanza. La mejor manera de promover el propio juicio epistemológico es facilitar un aprendizaje cooperativo y activo conectado a los distintos problemas de la vida real, con la finalidad de crear interacciones entre el alumnado que posibiliten el debate sobre las distintas formas de ver y analizar un mismo hecho.

El pensamiento crítico conlleva proponer diversas hipótesis, observar un problema desde interpretaciones alternativas, plantear nuevas preguntas, ofrecer posibles soluciones, y diseñar un plan que contenga estrategias para la investigación.

Además, el pensamiento crítico debe desarrollar un conjunto de actitudes y habilidades Ennis (1996).

Las habilidades que deben estar presentes en el pensamiento crítico son: 

- El análisis de los argumentos.

- El juzgar la credibilidad de las fuentes.

- El identificar el foco del asunto.

- El preguntar dudas y responderlas.

- El poner en entredicho las cuestiones.

Las actitudes que deben estar presentes en el pensamiento crítico son:

- Mostrar interés por plantear preguntas y por llegar a conclusiones.

- Detentar un conocimiento global del contexto.- Tener disposición de buscar y dar razones ante los problemas.

- Estar siempre bien informado, buscando fuentes veraces y alternativas.

- Tender a juzgar si las evidencias y razones aportadas son insuficientes.

Las habilidades y las actitudes en el pensamiento crítico nos ayudan a la comprensión objetiva de los textos, pues asume el contenido no en su literalidad sino con una mirada personal y en su contexto. El pensamiento crítico facilita al lector poder analizar la información y el conocimiento que aporta el texto desde su perspectiva, lo discute y propone alternativas (Cassany, 2006). Para la elaboración de una interpretación objetiva, el lector realiza inferencias pragmáticas o proyectivas.

Podemos definir inferencia como el proceso por el cual se derivan conclusiones a partir de premisas. En la lectura crítica las inferencias deben ser parte de la acción cognitiva del lector y deben estar asociadas a la lógica. Estas deben ser conscientes y deben surgir de forma natural en el proceso de la lectura y no forzosamente.


@RonaldMRivera