Entre
hermanos. Conflictos de intereses (Gn 13, 2-18)
Menos
mal que tensiones tan graves como las de Caín y Abel son raras. Sí suelen darse
por motivos de raza o de pueblos enfrentados, cuando la envidia y el sentido de
inferioridad o de superioridad desencadenan guerras fratricidas.
Pero
nosotros nos movemos ahora en el ámbito de la familia y queremos detenernos en
lo que tal vez el caso más frecuente de litigio o de ruptura de la fraternidad
y la amistad: los conflictos de intereses. Dos personas están de acuerdo, de se
quieren, disfrutan cuando se hablan, van juntas por ahí. De pronto llega la
frialdad, el silencio y la desconfianza que terminan en diferencia, litigio y
separación. ¿Qué ha sucedido? Vamos a leer una historia bíblica que nos presenta
a un tío y un sobrino: Abraham y Lot.
Abraham
es un hombre con suerte. Tenía poco y ahora dispone de rebaños. Se ha
convertido en un hombre estimado y respetado. Su sobrino Lot, que era huérfano,
le siguió cuando emigró del lejano Oriente hacia Palestina y participó siempre
en su trabajo y su suerte. Un día decidió tener rebaños propios y disponer de
hombres. Poco a poco, intereses que eran comunes se van haciendo cada vez más
divergentes. La Biblia da a entender que la culpa no es fundamentalmente de Abraham,
hombre recto y pacífico, ni probablemente de Lot, que respeta mucho a su tío,
sino de sus trabajadores, que se pelean mucho. Ya se sabe que los litigios
entre pastores suelen ser crueles y dramáticos por un pozo, por un lugar de
pasto, por un sendero o por un robo a la manada, imaginario o cierto. El caso
es que Abraham y Lot, que habían vivido en magnífica armonía y en prefecta
sociedad de intereses, comienzan a distanciarse.
¿Qué
hará Abraham? Podría insistir en sus derechos, reivindicar su prioridad, hacer
que todo se incline bajo el cayado de su mando. En cambio como hombre sabio y
comprensivo. Comprende que a un cierto punto no vale la pena defender ciertos
derechos con minuciosidad. Hay familias que por haberlo hecho así se han
envenenado la sangre por años y años, han gastado grandes sumas de litigios y
mientras tanto, los bienes por los que contendían, no han producido fruto
alguno. Antes de embarcarse en pleitos por intereses conviene preguntarse:
¿Merecerá la pena? Y algo más importante: ¿Qué hace un cristiano cuando ve que
por una parte están unos pocos derechos, no siempre seguros, y por otro la
seguridad de perder la paz, el amor, la armonía, el buen humor y la salud? ¿Y
qué decir del daño causado al alma y a la fe cuando no conseguimos vivir en
paz?
Abraham
dice a Lot: “Evitemos las discordias entre nosotros y entre nuestros pastores,
porque somos hermanos. Tienes delante toda la tierra; sepárate de mí; si tú
hacia la derecha, yo iré a la izquierda; si tú vas a la izquierda yo iré a la derecha”
(Gn 13, 8-9). Abraham deja que Lot elija los mejores pastos. Abraham aceptó
renunciar a algunos derechos suyos, pero de hecho sus pastos fueron más
duraderos.
Abraham
nos invita a no renunciar a priori a nuestros derechos en caso de pleito pero:
- No hay que exagerar las
causas de los altercados por motivos de interés.
- Hay que saber ser de
corazón generoso y buscar de buen grado el arreglo amistoso y no el
litigio, tal vez con la ayuda de alguna persona sabia y amiga de las dos
partes.
- Hay que evitar que una
diferencia de intereses sea motivo de rencor, amargura u hostilidad.
- Hay que saber ceder,
seguros de que Dios no dejará de recompensar a quien tiene corazón
generoso.
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