miércoles, 15 de marzo de 2017

Convivir con mi hermano, un reto en Familia / Ronald Rivera



Entre hermanos. Conflictos de intereses (Gn 13, 2-18)

            Menos mal que tensiones tan graves como las de Caín y Abel son raras. Sí suelen darse por motivos de raza o de pueblos enfrentados, cuando la envidia y el sentido de inferioridad o de superioridad desencadenan guerras fratricidas.

            Pero nosotros nos movemos ahora en el ámbito de la familia y queremos detenernos en lo que tal vez el caso más frecuente de litigio o de ruptura de la fraternidad y la amistad: los conflictos de intereses. Dos personas están de acuerdo, de se quieren, disfrutan cuando se hablan, van juntas por ahí. De pronto llega la frialdad, el silencio y la desconfianza que terminan en diferencia, litigio y separación. ¿Qué ha sucedido? Vamos a leer una historia bíblica que nos presenta a un tío y un sobrino: Abraham y Lot.

            Abraham es un hombre con suerte. Tenía poco y ahora dispone de rebaños. Se ha convertido en un hombre estimado y respetado. Su sobrino Lot, que era huérfano, le siguió cuando emigró del lejano Oriente hacia Palestina y participó siempre en su trabajo y su suerte. Un día decidió tener rebaños propios y disponer de hombres. Poco a poco, intereses que eran comunes se van haciendo cada vez más divergentes. La Biblia da a entender que la culpa no es fundamentalmente de Abraham, hombre recto y pacífico, ni probablemente de Lot, que respeta mucho a su tío, sino de sus trabajadores, que se pelean mucho. Ya se sabe que los litigios entre pastores suelen ser crueles y dramáticos por un pozo, por un lugar de pasto, por un sendero o por un robo a la manada, imaginario o cierto. El caso es que Abraham y Lot, que habían vivido en magnífica armonía y en prefecta sociedad de intereses, comienzan a distanciarse.

            ¿Qué hará Abraham? Podría insistir en sus derechos, reivindicar su prioridad, hacer que todo se incline bajo el cayado de su mando. En cambio como hombre sabio y comprensivo. Comprende que a un cierto punto no vale la pena defender ciertos derechos con minuciosidad. Hay familias que por haberlo hecho así se han envenenado la sangre por años y años, han gastado grandes sumas de litigios y mientras tanto, los bienes por los que contendían, no han producido fruto alguno. Antes de embarcarse en pleitos por intereses conviene preguntarse: ¿Merecerá la pena? Y algo más importante: ¿Qué hace un cristiano cuando ve que por una parte están unos pocos derechos, no siempre seguros, y por otro la seguridad de perder la paz, el amor, la armonía, el buen humor y la salud? ¿Y qué decir del daño causado al alma y a la fe cuando no conseguimos vivir en paz?

            Abraham dice a Lot: “Evitemos las discordias entre nosotros y entre nuestros pastores, porque somos hermanos. Tienes delante toda la tierra; sepárate de mí; si tú hacia la derecha, yo iré a la izquierda; si tú vas a la izquierda yo iré a la derecha” (Gn 13, 8-9). Abraham deja que Lot elija los mejores pastos. Abraham aceptó renunciar a algunos derechos suyos, pero de hecho sus pastos fueron más duraderos.

            Abraham nos invita a no renunciar a priori a nuestros derechos en caso de pleito pero:


  1. No hay que exagerar las causas de los altercados por motivos de interés.
  2. Hay que saber ser de corazón generoso y buscar de buen grado el arreglo amistoso y no el litigio, tal vez con la ayuda de alguna persona sabia y amiga de las dos partes.
  3. Hay que evitar que una diferencia de intereses sea motivo de rencor, amargura u hostilidad.
  4. Hay que saber ceder, seguros de que Dios no dejará de recompensar a quien tiene corazón generoso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario