miércoles, 15 de noviembre de 2023

9 Principios para tener una catequesis efectiva



El papel del catequista es preparar los corazones para el encuentro con Jesús. Es el catequista un facilitador para lograr formar a los testigos del Evangelio. Esta tarea nos viene del mismo Cristo a través de la Iglesia y es Él quien nos pide que seamos faros del amor de Dios en medio del mundo. 

El catequista debe sentirse acompañado por la comunidad, y a su vez por una debida coordinación. Hay 9 principios que nos pueden ayudar a desarrollar correctamente este ministerio. 

Primer principio: La acogida desde la singularidad de la persona y no sólo de la historia. Es necesario poder conocer y subsanar los conflictos que puedan traer los que se preparan para recibir los sacramentos, para que a medida de las posibilidades pueda establecerse un espacio de paz. El catequista debe conocer donde están colocados los corazones de los nuevos formandos. 

La catequesis no debe ser comprendida desde la impartición de una asignatura o una materia extraescolar incluso no se debe ver al catequizando como un alumno que tiene que aprender contenidos. Es sin duda un reto pedagógico superar esta imagen, un reto aún no superado en nuestras parroquias. Los catequizados al encontrarse entre pupitres, mesas, pizarras y sillas, lo que le viene a la mente es un aula escolar y no un camino de profundización en la fe. La catequesis es la relación cercana de encuentro con el amor filial de Dios, no otra cosa. 

Segundo principio: El principal objetivo de la catequesis es la cercanía con Jesús. Jesús es nuestro Señor y la fuente de toda la vida. No es un amigo, como pueden ser los compañeros de clases o de mis lugares de ocio. Jesús es más que eso, porque es Él el sentido último de nuestras vidas.  

El catequista debe presentar a Dios como un Padre cercano, que por amor infinito nos ha dado a su único Hijo, para que nos enseñara como ser discípulos. La catequesis debe fomentar una relación sana de respeto y fraternidad, destacando siempre la dignidad de todos, no sólo dentro del grupo de formación sino de toda la comunidad. En la Iglesia no todos somos iguales, pero si todos somos importantes y dignos ante los ojos de Dios.  

Tercer principio: La catequesis nos enseña que todos somos hermanos. El encuentro con el amor de Dios comienza con el reconocimiento del hermano. Todos los formandos tienen que aprender en la catequesis que el rostro de Jesús se refleja en el rostro de mis hermanos. Es una tarea del catequista ir fomentando desde la catequesis la escucha activa en la comunidad. 

Cuarto principio: La fe desde la vida y para la vida. La fe no puede contenerse en un catecismo, pero sí puede vivirse en una comunidad. Los contenidos del catecismo nos ayudan a comprender mejor el dogma, pero lo más importante es que el Evangelio se encarne en la realidad que viven los catequizandos y desde esa vida concreta, sencilla y escondida, Jesús brilla.  

Desde esa vida encarnada se realza la experiencia Pascual de encuentro con el resucitado.  

Quinto principio: La oración como un diálogo relacional real. La catequesis es escuela de oración por excelencia. En ella se propicia un encuentro, se propicia un diálogo real con Cristo. El catequista ayudará a los formandos a tener una preparación adecuada para establecer una comunicación real y profunda entre Dios y sus hijos. 

Es importante que el catequista o la catequista ore con los catequizandos y hacer más experiencia de oración. Sobre todo, cuando en las familias esta oportunidad no se tiene o es poca. 

Sexto principio: Jesús es una persona y es real. Debemos presentar a Jesús no como una leyenda, un personaje en tercera persona o un elemento mítico. Jesús es una persona real, presente y cercano. 

Séptimo principio: Jesús habla en el silencio. Es papel del catequista en enseñar a escuchar a Jesús desde el silencio interior. El silencio también se educa y solo se educa si pasas ratos en su presencia. Hay que educar cómo encontrar esos momentos oportunos. 

Es útil también enseñar a llevar utilizar el cuaderno de vida o el diario espiritual, donde ellos expresan lo que han aprendido, cómo se han sentido, y ser conscientes de su crecimiento. También ayuda al catequista para que pueda ser consciente del momento en el que está acompañar mejor dicho proceso. Los ritmos y las fases de este proceso bueno piden un discernimiento que el catequista tiene que hacer junto con la familia y con el catequizando. 

Octavo principio: Jesús se encuentra en la celebración litúrgica. La misa es el lugar preferente para el desarrollo de un corazón con Jesús. La catequesis es aprender a vivir en celebración junto a toda la comunidad de bautizados.  

La dinámica celebrativa está llena de gestos y símbolos que son mistagógicos. Sus silencios son fuentes de encuentro íntimo con el Señor. La liturgia es ante todo un Misterio. Jesús es ese Misterio que se ajusta a nuestro ritmo y a nuestra mentalidad. Sin agobiarnos.  

Noveno principio: La familia debe reforzar positivamente lo que la catequesis educa en los niños. La formación de la fe debe realizarse de forma integral, es un proceso entre la comunidad y la familia. Es la familia el primer lugar donde la oración se hace presente. 

Espero estos nueve principios hagan la diferencia en tu comunidad. 


Ronald Rivera 

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