lunes, 21 de octubre de 2024

El significado del Sínodo



El término sínodo se remonta en la tradición de la Iglesia desde sus inicios. La Comisión Teológica Internacional asocia el término sínodo a los contenidos más profundos de la Revelación. Es una palabra griega que podemos traducir en "caminar juntos" y podemos comprender desde nuestra actualidad que se trata de un llamado a la reflexión para que la Iglesia pueda avanzar en medio de su proceso histórico. El sínodo nos traslada a la realidad de un camino que todo el Pueblo de Dios recorren juntos. 

El término sínodo nos remite al Señor Jesús que se presenta a sí mismo como "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14, 6), y al hecho de que los bautizados en su origen fueron llamados "discípulos del camino" (Cfr. Hch 9, 2; 19, 9; 22, 4; 24, 14. 22).

Ya en el Antiguo Testamento podemos encontrar las semillas que conciben la idea sinodal del Pueblo de Dios y pueden encontrar mayor lucidez desde su lectura sinóptica con el Nuevo Testamento. Es a partir del Concilio Vaticano II cuando se construye la comprensión actual de la sinodalidad como un proceso reflexivo y de reforma que responden a una necesidad de cambios dentro de la Iglesia. La sinodalidad es un repensar la Iglesia desde la constitución Lumen Gentium sobre el Pueblo de Dios.

El teólogo venezolano Rafael Luciani en distintas oportunidades nos afirma que el proceso sinodal es una nueva etapa en la recepción del Concilio Vaticano II, que se caracteriza por recuperar la primacía hermenéutica del capítulo II de Lumen Gentium. De este modo se reconoce el carácter vinculante y permanente del sensus fidei fidelium en la construcción del consensus omnium fidelium. 

En la constitución Lumen Gentium se desarrolla la doctrina del sensus fidei que expresa “el carácter de sujeto activo de todos los bautizados y bautizadas puesto que participan de la ‘función profética de Cristo’(LG 12a)” recordando las reflexiones de Schickendatz. Ello se  torna claro y se institucionaliza con la relación final del Sínodo extraordinario de los obispos en 1985, según la enseñanza expresa de Rafael Luciani en sus escritos.

El término sínodo es entonces una relación de diálogo y de camino juntos entre el magisterio de la Iglesia y los creyentes a la luz de los desafíos del mundo contemporáneo a los que la Iglesia tiene que hacer frente.  La teología de Schickendatz nos recuerda que la sensibilidad democrática de los pueblos, las investigaciones histórico-teológicas y el contacto con otras iglesias en un diálogo ecuménico conforman el contexto donde se debe presentar la relación entre Iglesia, democracia y democratización (Esta es la conclusión del trabajo investigativo que llega el catedrático Alessandro Caviglia).

Sin embargo, en la reflexión de un “caminar juntos” surge la confrontación entre los que promueven una visión horizontal de la Iglesia con los que deciden seguir manteniendo las estructuras eclesiales verticales (Papa, obispos, clérigos y laicos). También surgen diferencias sobre el papel del primado del Papa y las voces que piensan en una sinodalidad donde las jerarquías no desaparecen, pero donde se acentúa la dirección hacia la horizontalidad.

En el proceso del Sínodo de la Sinodalidad hay quienes hablan de la sinodalidad en sentido amplio, es decir, en relación con cuestiones como la “sinodalidad de los saberes”, término que usa Correa Plata en sus escritos para defender un camino sinodal incluyente y participativo. En otras palabras la participación como discipulado de iguales, saberes adquiridos y toma de decisiones.

Con todo, nos encontramos en un proceso de reforma de la Iglesia que busca una forma interna clara, con áreas importantes como la reflexión sobre la doctrina del sensus fidei, la renovación de la figura del ministerio episcopal, la cuestión del ordenamiento de nuevos obispos, la reflexión del ministerio presbiterial, la cuestión del lugar de los laicos dentro de la Iglesia, el lugar de la mujer en la Iglesia, la cuestión teológica y jurídica de la Conferencia Episcopal, el tema del Sínodo de los Obispos, el debate sobre la configuración del papado, la reforma de la curia, entre otros elementos puestos en la mesa de debate y que recogemos según la lectura de Schickendatz. Todo ello constituye una agenda múltiple y ambiciosa. Una agenda que no se puede pretender agotar en el Sínodo de la Sinodalidad. El procesos es abierto y evolutivo.

domingo, 20 de octubre de 2024

¡Cómo nos gusta estar bien servidos!



Domingo 29 (B) del tiempo ordinario

Hoy, nuevamente, Jesús trastoca nuestros esquemas. Provocadas por Santiago y Juan, han llegado hasta nosotros estas palabras llenas de autenticidad: «Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida» (Mc 10,45).


¡Cómo nos gusta estar bien servidos! Pensemos, por ejemplo, en lo agradable que nos resulta la eficacia, puntualidad y pulcritud de los servicios públicos; o nuestras quejas cuando, después de haber pagado un servicio, no recibimos lo que esperábamos. Jesucristo nos enseña con su ejemplo. Él no sólo es servidor de la voluntad del Padre, que incluye nuestra redención, ¡sino que además paga! Y el precio de nuestro rescate es su Sangre, en la que hemos recibido la salvación de nuestros pecados. ¡Gran paradoja ésta, que nunca llegaremos a entender! Él, el gran rey, el Hijo de David, el que había de venir en nombre del Señor, «se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres (…) haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Fl 2,7-8). ¡Qué expresivas son las representaciones de Cristo vestido como un Rey clavado en cruz! En España tenemos muchas y reciben el nombre de “Santa Majestad”. A modo de catequesis, contemplamos cómo servir es reinar, y cómo el ejercicio de cualquier autoridad ha de ser siempre un servicio.


Jesús trastoca de tal manera las categorías de este mundo que también resitúa el sentido de la actividad humana. No es mejor el encargo que más brilla, sino el que realizamos más identificados con Jesucristo-siervo, con mayor Amor a Dios y a los hermanos. Si de veras creemos que «nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos» (Jn 15,13), entonces también nos esforzaremos en ofrecer un servicio de calidad humana y de competencia profesional con nuestro trabajo, lleno de un profundo sentido cristiano de servicio. Como decía Santa Teresa de Calcuta: «El fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz».



Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales debemos ejercer alguna autoridad. Pongámonos a su servicio, a imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y no para mandar» (San Juan Bosco)


«Todo aquel que quiera hacer algo por los demás, tiene que servir. El verdadero poder está en el servicio, y la vocación más grande que tienen una mujer y un hombre es la del servicio» (Francisco)


«Los que ejercen una autoridad deben ejercerla como un servicio (…). El ejercicio de una autoridad está moralmente regulado por su origen divino, su naturaleza racional y su objeto específico. Nadie puede ordenar o instituir lo que es contrario a la dignidad de las personas y a la ley natural» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.235)

viernes, 18 de octubre de 2024

Reflexión teológica desde el Sínodo Panamazónico



Luego de poder seguir de cerca el trabajo que se ha realizado desde el Sínodo Panamazónico junto a los frutos que se han ido cosechando con el Sínodo de la Sinodalidad puedo definir esta experiencia eclesial como una gracia pascual que invita al encuentro entre todos los hombres y mujeres con el amor de Dios Padre. 

Cuando me refiero a la palabra "Encuentro" hago referencia a las distintas culturas y sensibilidades que conforman la catolicidad de la Iglesia. Y un ejemplo representativo de esta realidad es el territorio amazónico, una porción del Reino de Dios que actualmente vive un tiempo de Gracia. El ejemplo Panamazónico coloca en el contexto teológico una interconexión entre la sacralidad de todo lo creado y la economía trinitaria creadora de Dios. En el principio del acto creador de Dios el principal protagonista es el Espíritu Santo y su más alta obra el ser humano, creado a su imagen y semejanza.

La creación del ser humano está enmarcado en las relaciones personales, primero entre las mujeres y hombres con su creador y en un segundo momento entre los hombre y mujeres creados. Esto trae desde sus inicios una serie de tensiones y contradicciones por la unicidad de cada persona, pero más allá de las resistencias y posiciones ancladas o aprendidas, el Espíritu Santo sabe abrirse camino. Esto nos lleva a todos los creyentes a una conclusión: Todos somos distintos pero en el Espíritu Santo podemos ver nuestra imagen y nuestras semejanzas.

Estas semejanzas se evidencian en la amazonía donde hacen vida distintas congregaciones religiosas, en los últimos tres años se han fundado más de 10 congregaciones. Y todo apunta a un campo fecundo de vocaciones para la vida de fe. El Sínodo de la Amazonía abona a las comunidades originarias con un viento fresco que da frutos de fecundidad religiosa y vida en el espíritu.

El ejercicio sinodal es consciente y respetuoso con los territorios culturalmente diversos e imprime la dinámica de escuchar a la gente para comprender la narrativa que Dios usa para manifestarnos lo que quiere para su pueblo. Es un proceso que debe darse desde el corazón de la Iglesia, Pueblo de Dios, en plena libertad y responsabilidad, como parámetros metodológico que facilite la acción de la Gracia divina. Este método evangélico formado por los valores de la libertad y responsabilidad debe estar vinculado con el concepto eclesial de pobreza, entendiendo pobreza no desde la carencia sino desde la mayor capacidad de entrega y confianza en la divina providencia.

El Sínodo Panamazónico ha dado muchos frutos que se evidencian en procesos concretos, como son los distintos itinerarios que surgen en el corazón de la amazonía. El Sínodo despertó en la Iglesia la capacidad de interpelación en una dinámica abierta a la escucha que involucra no solo el aspecto religioso o cultual de la persona sino que apunta más allá, es decir, la integración de todos los factores humanos. Estos factores son diversos, complejos y para muchas realidades eclesiales totalmente novedosos, como son la sexualidad o la discapacidad.

Cuando el Pueblo de Dios se interpela desde su integralidad la renovación de la Iglesia se expande, y es allí, en esa expansión donde podemos comprender la cuestión ecológica, e inclusive la necesidad de fortalecer la creación de una Conferencia Eclesial no sólo formada por obispos de la región. La renovación eclesial parte desde nuevas estructuras de servicio, que busquen soluciones no desde las grandes ciudades, sino desde las periferias a las grandes ciudades. Un cambio de estas dimensiones conllevan sus propios problemas y sus propias potencialidades, pero siempre la acción del mismo Espíritu. El CEAMA puede ser una referencia de acción del Espíritu Santo sobre una conferencia de carácter mixto. 


El CEAMA como todo proceso necesita tiempo para descubrirse y reconocerse, incluso autoconocerse. El Sínodo de la Sinodalidad ofrece herramientas valiosas para que estas nuevas realidades eclesiales se hagan más fuertes y tengan una dimensión hermenéutica que las haga comprensible a todo el Cuerpo Místico de Cristo. El Sínodo de la Sinodalidad nos remite a una Iglesia Misionera que pone cara a cara el Evangelio con las distintas culturas, en una simbiosis sana. 

¿Qué es una simbiosis sana? En la realidad sinodal significa el establecer relaciones sanas dentro del Pueblo de Dios, por ejemplo, entre laicos, laicas, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos, sin distinción de razas o sexo. Una relación nueva, donde todos digan "mira cómo se aman", desde la lógica y desde la consciencia de que la cabeza del Cuerpo es el mismo Cristo. Es desde nuestra unión con la cabeza, es decir, Cristo, que se desprende toda nuestra dignidad como personas, y es en esa línea de acción que nos podemos unir a la misión que no se impone sino que transforma desde el amor.


Desde el CEAMA nos llegan los ecos de las necesidades de un territorio conformado por personas. Y ya ese hecho relacional hace que se establezcan vínculos para una misión universal, la misión de llevar a todos a un encuentro íntimo con el amor de Jesús.


¿Por qué es importante la escucha? La escucha como método teológico conduce a la conversión, de allí su importancia. A través de la escucha muchas veces se abre la única posibilidad de que haya una vida nueva, o una renovación transformadora en base de actitudes y nuevas estructuras. La escucha moviliza al cambio y nos hace consciente de las limitaciones que tenemos. Una de las limitaciones que históricamente nos ha hecho daño es el vicio de la autorreferencialidad de modos abusivos. La causa es la mala comprensión del poder y el no ser capaces de salir de las zonas de confort.

Tengo la confianza que el CEAMA se convierta en una posibilidad de una Iglesia renovada, donde la Iglesia universal pueda algún día reflejarse.



domingo, 13 de octubre de 2024

Dios es la consistencia de la vida



Domingo 28 (B) del tiempo ordinario

Hoy vemos cómo Jesús —que nos ama— quiere que todos entremos en el Reino de los cielos. De ahí esta advertencia tan severa a los “ricos”. También ellos están llamados a entrar en él. Pero sí que tienen una situación más difícil para abrirse a Dios. Las riquezas les pueden hacer creer que lo tienen todo; tienen la tentación de poner la propia seguridad y confianza en sus posibilidades y riquezas, sin darse cuenta de que la confianza y la seguridad hay que ponerlas en Dios. Pero no solamente de palabra: qué fácil es decir «Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío», pero qué difícil se hace decirlo con la vida. Si somos ricos, cuando digamos de corazón esta jaculatoria, trataremos de hacer de nuestras riquezas un bien para los demás, nos sentiremos administradores de unos bienes que Dios nos ha dado.


Acostumbro a ir a Venezuela a una misión, y allí realmente —en su pobreza, al no tener muchas seguridades humanas— las personas se dan cuenta de que la vida cuelga de un hilo, que su existencia es frágil. Esta situación les facilita ver que es Dios quien les da consistencia, que sus vidas están en las manos de Dios. En cambio, aquí —en nuestro mundo consumista— tenemos tantas cosas que podemos caer en la tentación de creer que nos otorgan seguridad, que nos sostiene una gran cuerda. Pero, en realidad —igual que los “pobres”—, estamos colgando de un hilo. Decía la Madre Teresa: «Dios no puede llenar lo que está lleno de otras cosas». Tenemos el peligro de tener a Dios como un elemento más en nuestra vida, un libro más en la biblioteca; importante, sí, pero un libro más. Y, por tanto, no considerarlo en verdad como nuestro Salvador.


Pero tanto los ricos como los pobres, nadie se puede salvar por sí mismo: «¿Quién se podrá salvar?» (Mc 10,26), exclamarán los discípulos. «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios» (Mc 10,27), responderá Jesús. Confiémonos todos y del todo a Jesús, y que esta confianza se manifieste en nuestras vidas.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«La pobreza acompañó a Cristo en la cruz: con Cristo fue sepultada, con Cristo resucitó, con Cristo subió al cielo. Las almas que se enamoran de la pobreza reciben, aún en esta vida, ligereza para volar al cielo» (San Francisco de Asís)


«El joven no se dejó conquistar por la mirada de amor de Jesús, y así no pudo cambiar. Sólo acogiendo con humilde gratitud el amor del Señor nos liberamos de la seducción de los ídolos: prometen vida, pero causan muerte» (Francisco)


«(…) En los tres evangelios sinópticos, la llamada de Jesús, dirigida al joven rico, de seguirle en la obediencia del discípulo, y en la observancia de los preceptos, es relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la castidad. Los consejos evangélicos son inseparables de los mandamientos» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.053)

domingo, 6 de octubre de 2024

Dos seres forman una unidad



Domingo 27 (B) del tiempo ordinario

Hoy, los fariseos quieren poner a Jesús nuevamente en un compromiso planteándole la cuestión sobre el divorcio. Más que dar una respuesta definitiva, Jesús pregunta a sus interlocutores por lo que dice la Escritura y, sin criticar la Ley de Moisés, les hace comprender que es legítima, pero temporal: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto» (Mc 10,5).


Jesús recuerda lo que dice el Libro del Génesis: «Al comienzo del mundo, Dios los creó hombre y mujer» (Mc 10,6, cf. Gn 1,27). Jesús habla de una unidad que será la Humanidad. El hombre dejará a sus padres y se unirá a su mujer, siendo uno con ella para formar la Humanidad. Esto supone una realidad nueva: dos seres forman una unidad, no como una "asociación", sino como procreadores de Humanidad. La conclusión es evidente: «Lo que Dios unió, no lo separe el hombre» (Mc 10,9).


Mientras tengamos del matrimonio una imagen de "asociación", la indisolubilidad resultará incomprensible. Si el matrimonio se reduce a intereses asociativos, se comprende que la disolución aparezca como legítima. Hablar entonces de matrimonio es un abuso de lenguaje, pues no es más que la asociación de dos solteros deseosos de hacer más agradable su existencia. Cuando el Señor habla de matrimonio está diciendo otra cosa. El Concilio Vaticano II nos recuerda: «Este vínculo sagrado, con miras al bien, ya de los cónyuges y su prole, ya de la sociedad, no depende del arbitrio humano. Dios mismo es el autor de un matrimonio que ha dotado de varios bienes y fines, todo lo cual es de una enorme trascendencia para la continuidad del género humano» (Gaudium et spes, n. 48).


De regreso a casa, los Apóstoles preguntan por las exigencias del matrimonio, y a continuación tiene lugar una escena cariñosa con los niños. Ambas escenas están relacionadas. La segunda enseñanza es como una parábola que explica cómo es posible el matrimonio. El Reino de Dios es para aquellos que se asemejan a un niño y aceptan construir algo nuevo. Lo mismo el matrimonio, si hemos captado bien lo que significa: dejar, unirse y devenir.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Al pensar en los hogares cristianos, me gusta imaginarlos luminosos y alegres, como fue el de la Sagrada Familia» (San Josemaría)


«Los niños pagan también el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables: son las primeras víctimas. Sufren los resultados de la cultura [egoísta] de los derechos subjetivos» (Francisco)


«El matrimonio constituye una ‘íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y provista de leyes propias’. Esta comunidad ‘se establece con la alianza del matrimonio, es decir, con un consentimiento personal e irrevocable’ (Concilio Vaticano II). Los dos se dan definitiva y totalmente el uno al otro. Ya no son dos, ahora forman una sola carne. La alianza contraída libremente por los esposos les impone la obligación de mantenerla una e indisoluble. ‘Lo que Dios unió, no lo separe el hombre’ (Mc 10,9)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.364)

“Escandalizar” es alejar a alguien del Señor



Domingo 26 (B) del tiempo ordinario

Hoy, según el modelo del realizador de televisión más actual, contemplamos a Jesús poniendo gusanos y fuego allí donde debemos evitar ir: el infierno, «donde el gusano no muere y el fuego no se apaga» (Mc 9,48). Es una descripción del estado en el que puede quedar una persona cuando su vida no la ha llevado allí adonde quería ir. Podríamos compararlo al momento en que, conduciendo nuestro automóvil, tomamos una carretera por otra, pensando que vamos bien y vamos a parar a un lugar desconocido, sin saber dónde estamos y adónde no queríamos ir. Hay que evitar ir, sea como sea, aunque tengamos que desprendernos de cosas aparentemente irrenunciables: sin manos (cf. Mc 9,43), sin pies (cf. Mc 9,45), sin ojos (cf. Mc 9,47). Es necesario querer entrar en la vida o en el Reino de Dios, aunque sea sin algo de nosotros mismos.


Posiblemente, este Evangelio nos lleva a reflexionar para descubrir qué tenemos, por muy nuestro que sea, que no nos permite ir hacia Dios, —y todavía más— qué nos aleja de Él.


El mismo Jesús nos orienta para saber cuál es el pecado en el que nos hacen caer nuestras cosas (manos, pies y ojos). Jesús habla de los que escandalizan a los pequeños que creen en Él (cf. Mc 9,42). “Escandalizar” es alejar a alguien del Señor. Por lo tanto, valoremos en cada persona su proximidad con Jesús, la fe que tiene.


Jesús nos enseña que no hace falta ser de los Doce o de los discípulos más íntimos para estar con Él: «El que no está contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40). Podemos entender que Jesús lo salva todo. Es una lección del Evangelio de hoy: hay muchos que están más cerca del Reino de Dios de lo que pensamos, porque hacen milagros en nombre de Jesús. Como confesó santa Teresita del Niño Jesús: «El Señor no me podrá premiar según mis obras (...). Pues bien, yo confío en que me premiará según las suyas».


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«A la vez que honramos sinceramente a todos los pueblos, sus culturas y tradiciones, los invitamos respetuosamente a escucharle y a abrirle sus corazones» (San Juan Pablo II)


«En verdad, el cristiano incoherente hace mucho mal, y la imagen fuerte usada por Jesús es muy elocuente. Por lo tanto, la vida del cristiano está en la senda de la coherencia» (Francisco)


«Siguiendo las enseñanzas de Cristo, la Iglesia advierte a los fieles de la triste y lamentable realidad de la muerte eterna, llamada también “infierno”» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.056)