Luego de poder seguir de cerca el trabajo que se ha realizado desde el Sínodo Panamazónico junto a los frutos que se han ido cosechando con el Sínodo de la Sinodalidad puedo definir esta experiencia eclesial como una gracia pascual que invita al encuentro entre todos los hombres y mujeres con el amor de Dios Padre.
Cuando me refiero a la palabra "Encuentro" hago referencia a las distintas culturas y sensibilidades que conforman la catolicidad de la Iglesia. Y un ejemplo representativo de esta realidad es el territorio amazónico, una porción del Reino de Dios que actualmente vive un tiempo de Gracia. El ejemplo Panamazónico coloca en el contexto teológico una interconexión entre la sacralidad de todo lo creado y la economía trinitaria creadora de Dios. En el principio del acto creador de Dios el principal protagonista es el Espíritu Santo y su más alta obra el ser humano, creado a su imagen y semejanza.
La creación del ser humano está enmarcado en las relaciones personales, primero entre las mujeres y hombres con su creador y en un segundo momento entre los hombre y mujeres creados. Esto trae desde sus inicios una serie de tensiones y contradicciones por la unicidad de cada persona, pero más allá de las resistencias y posiciones ancladas o aprendidas, el Espíritu Santo sabe abrirse camino. Esto nos lleva a todos los creyentes a una conclusión: Todos somos distintos pero en el Espíritu Santo podemos ver nuestra imagen y nuestras semejanzas.
Estas semejanzas se evidencian en la amazonía donde hacen vida distintas congregaciones religiosas, en los últimos tres años se han fundado más de 10 congregaciones. Y todo apunta a un campo fecundo de vocaciones para la vida de fe. El Sínodo de la Amazonía abona a las comunidades originarias con un viento fresco que da frutos de fecundidad religiosa y vida en el espíritu.
El ejercicio sinodal es consciente y respetuoso con los territorios culturalmente diversos e imprime la dinámica de escuchar a la gente para comprender la narrativa que Dios usa para manifestarnos lo que quiere para su pueblo. Es un proceso que debe darse desde el corazón de la Iglesia, Pueblo de Dios, en plena libertad y responsabilidad, como parámetros metodológico que facilite la acción de la Gracia divina. Este método evangélico formado por los valores de la libertad y responsabilidad debe estar vinculado con el concepto eclesial de pobreza, entendiendo pobreza no desde la carencia sino desde la mayor capacidad de entrega y confianza en la divina providencia.
El Sínodo Panamazónico ha dado muchos frutos que se evidencian en procesos concretos, como son los distintos itinerarios que surgen en el corazón de la amazonía. El Sínodo despertó en la Iglesia la capacidad de interpelación en una dinámica abierta a la escucha que involucra no solo el aspecto religioso o cultual de la persona sino que apunta más allá, es decir, la integración de todos los factores humanos. Estos factores son diversos, complejos y para muchas realidades eclesiales totalmente novedosos, como son la sexualidad o la discapacidad.
Cuando el Pueblo de Dios se interpela desde su integralidad la renovación de la Iglesia se expande, y es allí, en esa expansión donde podemos comprender la cuestión ecológica, e inclusive la necesidad de fortalecer la creación de una Conferencia Eclesial no sólo formada por obispos de la región. La renovación eclesial parte desde nuevas estructuras de servicio, que busquen soluciones no desde las grandes ciudades, sino desde las periferias a las grandes ciudades. Un cambio de estas dimensiones conllevan sus propios problemas y sus propias potencialidades, pero siempre la acción del mismo Espíritu. El CEAMA puede ser una referencia de acción del Espíritu Santo sobre una conferencia de carácter mixto.
El CEAMA como todo proceso necesita tiempo para descubrirse y reconocerse, incluso autoconocerse. El Sínodo de la Sinodalidad ofrece herramientas valiosas para que estas nuevas realidades eclesiales se hagan más fuertes y tengan una dimensión hermenéutica que las haga comprensible a todo el Cuerpo Místico de Cristo. El Sínodo de la Sinodalidad nos remite a una Iglesia Misionera que pone cara a cara el Evangelio con las distintas culturas, en una simbiosis sana.
¿Qué es una simbiosis sana? En la realidad sinodal significa el establecer relaciones sanas dentro del Pueblo de Dios, por ejemplo, entre laicos, laicas, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos, sin distinción de razas o sexo. Una relación nueva, donde todos digan "mira cómo se aman", desde la lógica y desde la consciencia de que la cabeza del Cuerpo es el mismo Cristo. Es desde nuestra unión con la cabeza, es decir, Cristo, que se desprende toda nuestra dignidad como personas, y es en esa línea de acción que nos podemos unir a la misión que no se impone sino que transforma desde el amor.
Desde el CEAMA nos llegan los ecos de las necesidades de un territorio conformado por personas. Y ya ese hecho relacional hace que se establezcan vínculos para una misión universal, la misión de llevar a todos a un encuentro íntimo con el amor de Jesús.
¿Por qué es importante la escucha? La escucha como método teológico conduce a la conversión, de allí su importancia. A través de la escucha muchas veces se abre la única posibilidad de que haya una vida nueva, o una renovación transformadora en base de actitudes y nuevas estructuras. La escucha moviliza al cambio y nos hace consciente de las limitaciones que tenemos. Una de las limitaciones que históricamente nos ha hecho daño es el vicio de la autorreferencialidad de modos abusivos. La causa es la mala comprensión del poder y el no ser capaces de salir de las zonas de confort.
Tengo la confianza que el CEAMA se convierta en una posibilidad de una Iglesia renovada, donde la Iglesia universal pueda algún día reflejarse.
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