miércoles, 22 de octubre de 2014

II Parte ¿Dónde habita Dios? Tratado de los Sacramentos / Ronald Rivera




¿Dónde habita Dios? Tratado de los Sacramentos 

1. Escolástica

En siglo XI las controversias en torno a la Eucaristía, suscitadas por Berengario, obligaron a un progresivo y más depurado análisis del concepto de signo, eje de la definición de sacramento. Se operó así una delimitación decisiva. Sacrae rei signum, signo de una cosa sagrada, será la noción vigente en aquella época.

Pero Hugo de San Víctor señaló que no es del todo satisfactoria porque hay signos de cosas sagradas que no tienen un poder santificante. Los sacramentos no sólo significan, sino que contienen la gracia, afirmaron Hugo y su escuela; de esta forma su teología contribuyó a precisar la noción de sacramento, distinguiendo entre los signos estrictamente santificadores y los demás, dando así a la palabra sacramento una mayor concreción frente al uso amplio que antes prevalecía.

En la segunda mitad del siglo XII se entiende ya por sacramento sólo y exclusivamente el signo que causa la gracia. Pedro Lombardo es testigo cualificado de esta convicción. Con S. Tomás de Aquino la noción de sacramento alcanza la más honda iluminación: El sacramento es signo de una realidad sagrada que santifica a los hombres (Sum. th. III q. 60 a2); es un instrumento separado a través del cual nos llega la virtud salvífica de la divinidad, comunicada a la humanidad de Cristo. La elaboración teológica de santo Tomás ha determinado el pensamiento teológico posterior, y ha influido decisivamente en las formulaciones magisteriales. El Concilio de Trento, hablando de la Eucaristía, da una definición de sacramento que resume la Tradición, pues dice de ella que tiene en común con los demás sacramentos "ser símbolo de una realidad  sagrada y forma visible de la gracia invisible" (Denz.Sch, 1639).

Los sacramentos, en resumen, pertenecen al género del signo y concretamente del símbolo, ya que no sólo tienen una función cognocitiva e indicadora sino además que existencial e integradora, y de símbolo práctico, porque realizan lo que significan. pueden ser definidos como "signos visibles de la gracia invisible, instituidos para nuestra justificación" (Catecismo Romano, 2, c. 1, nº 7). De ahí que quepa hablar de su constitución metafísica, consistente en el rito sensible y la referencia simbólica de la gracia que produce; y de su constitución física, en los elementos que integran el rito. Estos elementos son las cosas usadas (con la acción de utilizarlas) y las palabras que se dicen; la relación entre ambas fue expresada por los teólogos escolásticos mediante las expresiones materia y forma; nociones que provienen de la filosofía aristotélica y que fueron utilizados por Hugo de San Víctor e implícitamente Pedro Lombardo y luego por S. Tomás de Aquino.

La utilización de signos sensibles, de realidades materiales (cosas) como vehículos de la gracia es una condescendencia de Dios con el hombre y se relaciona con todo realismo en la Encarnación. Primeramente porque los caminos del conocimiento humano pasan a través de los sentidos. Además porque son como prolongaciones de Cristo, del Dios encarnado, que asumió en su carne corporal la realidad material. Y, finalmente, porque la naturaleza misma del hombre necesita de signos salvíficos que se adecuen a su naturaleza visible. También son signos que prolongan la naturaleza de la Iglesia, como componente visible de Cristo en la creación.

La palabra sacramento no es una palabra cualquiera: Es la palabra de Jesús, que continúa siendo dicha por la Iglesia, dando a los ritos sensibles el poder de santificar. La palabra de la Iglesia es la palabra personal de Cristo en forma eclesial. Por eso es una palabra eficaz, que obra lo que significa, pues es la todopoderosa palabra de Dios.

Cfr. Bibliografía: GER. Tomo XX. Voz: Sacramento. Por: J. M. Lecea Yabar. Rialp. Madrid, 1979 (Págs 622-623)

Lic. Ronald Rivera

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