miércoles, 18 de enero de 2017

La familia como teología de esperanzas cotidianas / Por Ronald Rivera



La familia como teología de esperanzas cotidianas

La esperanza ¡qué palabra! inmediatamente se nos dibujan a la mente sueños y deseos, hermosos y profundos, del presente y del futuro. Y si la unimos a la palabra "familia" toma una dimensión más sensible y significativa, debido a la vinculación de dos términos profundamente antropológicos, es decir, propios de la persona humana.

La esperanza y la familia no sólo evocan deseos hermosos y profundos, también nos hacen recordar tristezas y amarguras que todos hemos padecido, porque el dolor también forma parte de nuestra humanidad, y toda ella, con sus tristezas y gozos, debe verse en una unidad que podemos identificar como: nuestra realidad vital.

La realidad vital es "teología", en cuanto asumimos una interpretación (hermenéutica) de nuestra cotidianidad (con sus luces y sombras) a la luz de Dios, a través de su Palabra, de los Santos Padres y la enseñanza de la Iglesia, para dar un sentido a nuestra existencia.

Para unos, la esperanza es lo máximo. Otros no logran entender por qué la esperanza es tan importante. Y hay quienes han perdido sus esperanzas y se sienten derrotados, como los discípulos de Jesús después que le crucificaron al Maestro.

Dos de ellos iban tristes y cabizbajos, camino de Emaús. De pronto se les unió un caminante. Él les preguntó qué les pasaba. Y ellos, extrañados, le contaron su dolor: hace tres días en Jerusalén habían crucificado a su Señor y con Él habían enterrado sus esperanzas. Al sentarse a la mesa, en el pueblo de Emaús, el caminante bendijo el pan. Entonces a los discípulos se les abrieron los ojos y se dieron cuenta que era Jesús quien estaba con ellos. El Señor desapareció de su mirada y ellos reconocieron mutuamente que el "corazón les había ardido de gozo" mientras Él les explicaba las Escrituras por el camino (cfr. Lc 24, 29).

Así es la esperanza. Y así la vivimos dentro de nuestra familia, brota en los momentos más difíciles gracias a una presencia inesperada de Jesús que no siempre sabemos reconocer. Estos dos discípulos veían todo negro. Habían puesto su confianza en el Señor y Él había terminado en una cruz. ¿Qué podían esperar de la vida? Pero, de pronto, una presencia, un gesto, una palabra... y volvió a sonreír el corazón de estos cristianos desconsolados.

De hecho nuestra familia está llena de pequeñas y grandes esperanzas. A veces esperamos una noticia y estamos impacientes hasta que nos enteramos. Otras veces, esperamos a un hijo, a una hermana, y preparamos lentamente el corazón para el encuentro. La familia se comprende desde momentos de esperanzas. La fotografía de la madre encinta. Su sola silueta nos habla de esperanza y lo decimos tan sencillamente: "ella está esperando"... Y es verdad. Notamos la presencia del niño que va a nacer aunque no veamos su rostro (cfr. Lc 1, 30-33).

Podemos afirmar que nadie puede vivir sin esperanza. Basta recordar cuando niños queríamos ser bomberos, profesores, constructores, militares... O simplemente queríamos ser como el papá y la mamá. Luego a medida que vamos creciendo tenemos la esperanza de tener un amigo del alma, y de ser comprendido, querido, acariciado, estimulado... Enfrentamos el hecho de nuestra propia existencia: Uno desea ser un técnico calificado, el otro quiere entrar en la Universidad. Todos queremos tener trabajo, y que sea decente y digno para mantener una familia.

Los novios sueñan con casarse y tener la casa propia. Los matrimonios sueñan con prolongarse a través de sus hijos... Y de allí que las esperanzas se confunden con los anhelos, con los sueños, con los deseos más profundos... Pero cuando llega la cuota de dolor, entonces no comprendemos... ¿Qué pasó? Nos falta entonces agregar la esperanza más profunda, la de aprender a amar. Es realizarme en el servicio a Dios y a mis hermanos dándole un sentido a nuestro pesar. Dar lo mejor de mí esperando sólo en el amor de Dios... y empezar a mirar la vida con la mirada que brota de la Fe.

Para la Reflexión:

¿Cuáles son tus esperanzas cotidianas?

Ronald Rivera

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