lunes, 23 de enero de 2017

La hora de la Familia: El Concilio Vaticano II / Por Ronald Rivera



La hora de la Familia: El Concilio Vaticano II

            Cuando hablamos de la atención que tomó el Concilio Vaticano II al tema de la familia, vale recordar el papel importante que realizó el obispo Pietro Fiordelli, Italia, quien en los debates de la constitución dogmática sobre la Iglesia, promovió intensamente retomar la concepción de familia enseñada por los Santos Padres.

            El obispo Fiordelli sostenía que la Iglesia universal está formada por un enorme número de Iglesias particulares o diócesis, pero que la diócesis no es la última subdivisión de la misma. Las familias cristianas, decía, deben concebirse como "Iglesias en miniatura". En prueba de la antiguedad de esta enseñanza, citaba los textos de San Juan Crisóstomo y San Agustín que ya conocemos. Y concluía: "Por tanto, siguiendo el ejemplo de los Padres, podemos llamar a la familia cristiana una Iglesia minúscula que expresa el misterio de la unidad de Cristo con la Iglesia" (cf. Ef 5, 32).

            Es interesante señalar que el mismo obispo Fiordelli posteriormente prefirió la expresión pequeña Iglesia más que la de Iglesia doméstica; alegaba: "La idea es buena, pero la expresión, aparentemente paulina, aunque no se cita en Pablo, tenía su peculiar contexto histórico que es completamente diferente del tratamiento del matrimonio que se discute aquí. Por tanto, en lugar de Iglesia doméstica deberíamos decir pequeña Iglesia, como hacen los Padres". Esta preferencia del obispo Fiordelli por el término pequeña Iglesia se basaba también en San Juan Crisóstomo, quien en varios lugares asocia la casa familiar (oikia) con la pequeña Iglesia (ekklesia mikra). Sin embargo, el Concilio acabó decidiéndose por Iglesia doméstica.

            El Concilio Vaticano II hace tal apreciación tras haber estudiado la familia en íntima vinculación con el matrimonio "que es imagen y participción de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia" (Ef 5, 32). Y recordando que la familia cristiana "manifiesta a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad y fidelidad de los esposos, ya por la cooperación amorosa de todos sus miembros". Como conclusión de todo el número dedicado a la santidad de la familia y el matrimonio, la Constitución Gaudium et Spes (GS) presenta a la familia como "testimonio viviente de Cristo y de la Iglesia, el amor de Cristo hacia los hombres y de la verdadera naturaleza de la Iglesia, que es comunidad de caridad de todos los hijos de Dios".

            La idea de que la familia es una Iglesia doméstica es afirmada por el Concilio también en el decreto sobre el laicado: "La familia ha recibido directamente de Dios la misión de ser célula primera y vital de la sociedad. Cumplirá esta misión si,`por la mutua piedad de sus miembros y la oración en común dirigida a Dios, se ofrece como santuario doméstico de la Iglesia". La palabra "santuario" connota aquí un lugar dedicado a la oración y el amor. Está claro que el Concilio se inspira en el magisterio ordinario de papas recientes (para el momento del Concilio), especialmente en la Casti Connubii (CC) y en numerosas alocuciones de Pío XII y en la encíclica Mater et Magistra,  de San Juan XXIII.

            Esta eclesialidad da a la familia una naturaleza llena de esperanza. La esperanza aunque corresponde a la familia como algo intrínsico ontológico, al mismo tiempo que dinámico y existencial, debe entenderse en un sentido análogo respecto a la Iglesia universal y local, que a su vez junto a todos los bautizados, forman el cuerpo Místico de Jesucristo.

            Profundizando en el contenido de las afirmaciones del Génesis acerca de la creación del hombre, la constitución Gaudium et Spes llega a nuevas conclusiones sobre lo que significa la familia dentro del designio creador de Dios. El Concilio deduce del hecho de la creación del hombre la paternidad divina, extendida a todos los hombres considerados como una gran familia, la familia de Dios. Consiguientemente, la estructura familiar es esencial en la sociedad y se encuentra en ella desde los orígenes. La fraternidad de todos los hombres, como miembros de una sola y verdadera familia, no es una consideración utópica sino una realidad fundamental del ser humano. Toda familia humana posee siempre un carácter prototípico, ejemplar, que le confiere su grandeza y dignidad. Se podría decir que las familias humanas, concretas y singulares, son como un "sacramento natural" a través del cual Dios sigue revelando y realizando su designio creador.

            Podemos sintetizar la enseñanza del Concilio Vaticano II sobre la familia en estos puntos:

  1. El fundamento eclesial de la familia son los sacramentos del bautismo y del matrimonio;
  2. La familia entera es sacramental, en cuanto se convierte en signo y participación manifestativos del amor de Cristo a su Iglesia, y de las notas propias de este amor: unidad, fidelidad, fecundidad, esperanza...;
  3. La Iglesia doméstica es porción fundamental y "sacramento" de la Iglesia universal, en cuanto participa de su misterio y su misión;
  4. Esta eclesialidad de la familia se manifiesta privilegiadamente en la oración familiar (santuario doméstico), la caridad, la hospitalidad, la fecundidad, la educación cristiana de los hijos, el ser portadora de esperanza y el apostolado.
            El mismo año (1962) en que el obispo Fiordelli hablaba por primera vez de la familia como Iglesia doméstica, el teólogo ortodoxo, establecido en París, Paul Evdokimov contiene referencias patrísticas adicionales y se concentra en la relación entre marido y mujer más concretamente en la familia y en la interacción de los padre con sus hijos. Las dos aportaciones se complementan mutuamente de forma eficaz y muestran una feliz simbiosis de la teología oriental y occidental.


            Después el Concilio, la expresión Iglesia doméstica continúa usándose con frecuencia en fidelidad a la enseñanza conciliar. Cabe subrayar aquí la exhortación apostólica post-sinodal Familiaris Consortio (FC), del Papa San Juan Pablo II, que recoge el trabajo del Sínodo de 1980 sobre la vida familiar y se inspira en lo dicho por el Concilio Vaticano II.

1 comentario:

  1. Fabuloso artículo en el que se reflexiona y profundiza en continuidad con el anterior, la familia en los Padres de la Iglesia

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