jueves, 29 de agosto de 2024

La biblioteca pública como institución social



Diferenciar una biblioteca pública como institución o agencia con perspectiva sociológica tiene importancia porque ambos conceptos denotan nivel en el marco de la estructura social. Quienes la aprecian como institución social la perciben como símbolo cultural que existe para conservar y transmitir la herencia cultural de la sociedad (Shera, 1976: 49). Quienes la distinguen como una agencia social la consideran como una pieza clave para hacer funcionar una gran variedad de instituciones políticas, educativas, científicas, económicas, religiosas, gubernamentales, etcétera, al servicio de la sociedad (Shera, 1970: 60; Reith, 1984: 6). Shera nos ilustra para entender esta disparidad:


La biblioteca pública ha sido considerada como una agencia social en lugar [...] de una institución social. La distinción es fundamental para completar la comprensión de la relación entre la biblioteca y su entorno social. Considerando que la institución social es primaria y básica, la agencia social es secundaria y derivada. La familia y el Estado son las instituciones; la escuela, la biblioteca y el museo son las agencias. Unas las determinan el modelo de la sociedad, y las otras son determinadas por ese modelo. La agencia es el instrumento de la institución, y por medio de ella la institución ejerce gran parte de su control social. Así, la distinción es más que una cuestión de grado, pues implica un flujo de poder y autoridad (1949: v).


Unos años antes el sociólogo Llody V. Ballard en su obra Social institutions había reflexionado en torno a este asunto en el capítulo XII, intitulado "The public library". En ese apartado el autor argumenta que la concepción de la biblioteca pública como una institución complementaria a la escuela es lo que originó la idea que denota subordinación puesto que a este centro bibliotecario se le confirió el estatus de una agencia complementaria al centro escolar. Idea con la que no concuerda porque: "La biblioteca pública, como resultado, se ha estado convirtiendo rápidamente en una institución social por derecho propio" (Ballard, 1936: 233). Con el paso del tiempo esta visión fue fortaleciéndose a tal grado que es común leer en la literatura especializada puntos de vista como éste, que asevera:


Entre las instituciones sociales que deben contribuir al desarrollo de las manifestaciones culturales de la gran mayoría de la población y proporcionar mejores condiciones para el tratamiento de sus necesidades básicas de supervivencia, y renovar los lazos de la ciudadanía común, [está] la biblioteca, en particular, la biblioteca pública (Cysne, 1993: 16).


Así, pensamos que la noción de la biblioteca pública como institución social se vincula con el concepto de "sistema"; mientras que como agencia social se relaciona con la idea de "parte del sistema". El rango social entre una expresión y otra es claro en este sentido. Empero, aunque ambos puntos de vista tienen lógica, nos inclinamos por valorar a este centro bibliotecario –en virtud del estatus que éste se ha forjado alrededor del mundo y del consenso reflexivo que se ha alcanzado en torno a esta concepción entre los bibliotecólogos estudiosos del tema– como una institución social. Es decir, concebimos esta biblioteca como un sistema bibliotecario público equiparable, por ejemplo, al sistema educativo–básico–público. Sistemas que en la práctica, como se ve a diario, son complementarios para la sociedad pero autónomos en la esfera de la estructura de la Administración pública del Estado en la que se inserta el Sistema Bibliotecario Nacional.


Se asevera que las bibliotecas públicas estadounidenses fueron las primeras en ser definidas como instituciones sociales, resultado del movimiento democrático que caracterizó al siglo XIX (Hansson, 2010: 5). A partir de entonces, la idea inherente a la biblioteca como una institución social se ha hecho tan potente que es, sin duda, uno de los principios sustanciales que orienta el trabajo bibliotecario de hoy en día. Motivo por lo que esta noción se ha convertido, desde una visión de razón teórica, en uno de los supuestos universales de la bibliotecología y, desde una arista de sentido práctico, en un tópico general de la praxis bibliotecaria. De tal modo que la premisa referente a la biblioteca pública como una institución social presenta un valioso perfil sociológico, el cual se puede sintetizar como sigue: 1) ideológicamente adoptó la estructura de una organización social que nació con la biblioteca moderna no sólo como un recurso, sino incluso como una solución normativa a la selección, recolección, organización y ejecución para el amplio uso social de la información; 2) aseguró la supervivencia de una sociedad por haberse convertido en la principal agencia para que la información sea fácilmente accesible a los miembros de la sociedad, y 3) es el legado cultural más significativo para la sociedad (Miksa, 1996). Acorde con este contorno, se infiere: "El reconocimiento de la biblioteca pública como una institución social de usos múltiples es ahora mundial, como mucho se aprecia en la interpretación flexible de sus objetivos en todo el mundo" (Murison, 1988: 85).


En efecto, desde una perspectiva general, la biblioteca como institución social es un tópico de estudio sociológico que versa acerca del servicio de biblioteca (Rajam, 1997: 202); desde una vertiente específica, es una de la ideas básicas en el plano bibliotecario, y la base de lo que se ha convertido en uno de los supuestos comunes del campo de la biblioteca moderna y de sí misma (Miksa, 1996). Este razonamiento, vinculado con el paradigma en cuestión, ha permitido configurar teóricamente el nexo "bibliotecas y sociedad" en una articulación disciplinaria entre "biblioteconomía y sociología" (Rath y Rath, 1993; Almeida Júnior, 1997) y entre "bibliotecología y sociología" o, de manera más explicita, en distinguir una gran variedad de fenómenos clave inherentes a la investigación sociológica de la biblioteca en general y de la biblioteca pública en particular, cultivando así una esfera cognitiva referente a la especialidad conocida como bibliotecología social.


 

Les indicateurs de la démarche pédagogique

 



Les indicateurs de la démarche pédagogique

L’indicateur principal est le suivant : le bibliothécaire, dans l’aide qu’il apporte à l’usager, lui explique la démarche d’informations, d’orientation, de recherche documentaire à suivre, afin de le rendre autonome. Cet indicateur se décline de plusieurs façons :


– le bibliothécaire explique la démarche d’une façon théorique ;


– il donne directement la réponse (ce n’est évidemment pas une méthode pédagogique, mais il arrive que le bibliothécaire le fasse par manque de temps) ;


– il explique la démarche d’une façon théorique, laisse chercher le lecteur, puis cherche avec lui si ce dernier ne trouve pas ;


– il explique la démarche au lecteur, tout en la faisant avec lui.


Évidemment, ces étapes peuvent être complémentaires et se succéder.


C’est à partir de cet indicateur que nous avons élaboré, en 1997, un questionnaire composé de dix-sept questions, dont trois ouvertes. Il a servi de base à un entretien avec soixante usagers du Centre régional de formation aux carrières des bibliothèques (Mediadix), mais seuls trente et un usagers ont accepté de répondre à toutes les questions : onze en diplôme d’université « techniques documentaires », trois en diplôme d’université « jeunesse », neuf en filière information-communication (licence), quatre en diplôme universitaire de technologie, option métiers du livre, un en recherche d’emploi, trois en préparation de concours.


Nous avons tenté de les interroger d’une façon détournée sur leur pratique en tant qu’usager de bibliothèque, afin d’éviter que la représentation qu’ils se font du rôle du bibliothécaire ne puisse être faussée par le fait qu’ils sont eux-mêmes de futurs bibliothécaires.


Les variables indépendantes secondaires sont déclinées de la façon suivante : comment recherchez-vous vos documents ? Expliquez dans chaque cas votre démarche de recherche documentaire. Dans quel cas faites-vous appel au bibliothécaire ? D’après vous, la bibliothèque a-t-elle un rôle éducatif ? (Justifier votre réponse). Quelles représentations avez-vous du bibliothécaire ? Toutes ces questions ont amené progressivement l’usager à essayer d’exprimer sa vision du rôle du bibliothécaire en situation d’aide au lecteur.


42,5 % des personnes interrogées recherchent leurs documents seuls. La majorité d’entre eux commence ses recherches par le fichier, soit par mots-clés, soit par noms d’auteurs. 44,6 % des usagers interrogés disent faire d’abord appel au bibliothécaire, quand ils ne trouvent pas leurs documents.


80 % pensent que la bibliothèque a un rôle éducatif : donnant à tous un accès à la culture et à tous les domaines de la connaissance, elle aide à démocratiser la culture et à développer l’éducation permanente. Elle enseigne des règles sociales, et permet l’apprentissage de la recherche d’informations et des nouvelles technologies.


Les réponses négatives proviennent des usagers qui pensent qu’ils ne sont pas assez aidés dans la bibliothèque, qu’il doivent se débrouiller seuls. Ils reprochent aux bibliothécaires l’absence d’accueil. Mais apprendre à être indépendant n’est-il pas le but essentiel de toute éducation ?


45 % des personnes interrogées ont du bibliothécaire l’image d’un médiateur du livre, c’est-à-dire d’un intermédiaire entre le livre et le lecteur. Ceci évoque bien le rôle du pédagogue qui accompagne l’usager dans ses apprentissages.


58 % répondent que le bibliothécaire explique la méthode à suivre dans la recherche de documents.


45 % pensent au contraire que le bibliothécaire donne directement la réponse. Cela peut s’expliquer par un manque de formation et un manque de temps face à un public nombreux et demandeur.


48,3 % des personnes interrogées ont déjà travaillé en bibliothèque, surtout dans le secteur de la fonction publique territoriale et se répartissent également dans les différentes catégories de personnel (A, B, C, non-titulaire). Ce sont les bibliothèques municipales qui sont les plus fréquentées par les personnes interrogées.


L’usager a une vision du bibliothécaire différente selon le type de bibliothèque qu’il fréquente. Leur jugement est plus critique s’ils n’ont jamais travaillé en bibliothèque et varie en fonction du caractère austère ou accueillant de l’établissement fréquenté. Ces lieux sont fréquentés en majorité une fois par semaine.


A la question sur la démarche pédagogique du bibliothécaire, les personnes interrogées pensent, pour la plupart, que la bibliothèque a un rôle éducatif, et estiment que le rôle pédagogique du bibliothécaire doit encore s’améliorer. En effet, l’image vieil lotte du bibliothécaire est encore présente dans leurs esprits.


Comme nous l’avons montré, ce dernier a un rôle pédagogique à jouer dans l’accueil, l’orientation, l’information et l’animation. Cependant, ce rôle et les compétences qu’il requiert sont loin d’être reconnus, même par les bibliothécaires. Pourtant, l’émergence des nouvelles technologies de l’information, ainsi que l’utilisation de la bibliothèque par d’autres publics plus nombreux, vont accroître le besoin d’accompagnement des usagers.


Les compétences indispensables pour prendre en compte tous les paramètres développés deviendront nécessaires à tout bibliothécaire motivé, qui devra également tenir compte de l’évolution du métier. Il est donc urgent d’introduire dans le cursus de formation professionnelle des bibliothécaires les disciplines liées aux interactions avec le public.

La pédagogie en bibliothèque

 


La pédagogie en bibliothèque

Si le document est un élément capital dans l’action exercée par la bibliothèque, les relations humaines qui se nouent dans son cadre sont nombreuses et fructueuses. La bibliothèque a pour mission de diffuser des documents le plus largement possible sans privilégier l’autorité d’un individu. Les bibliothécaires – qui offrent l’information – et les usagers – qui l’exploitent – ont une attitude similaire face au document, il n’y a pas de hiérarchie entre eux.


Le « rôle de source de référence » que Carl Rogers assigne à l’enseignant peut être aussi attribué au bibliothécaire. Jean Hassenforder pense que l’action éducative des bibliothécaires « emprunte des voies différentes depuis le conseil individualisé jusqu’à l’animation de groupe ». Pour réaliser cela, le bibliothécaire doit respecter les centres d’intérêt naturels et spontanés de l’usager, tout en les stimulant, les orientant et les exploitant.


Le bibliothécaire doit tenir compte de la diversité des personnes, afin de les conduire, par des voies variées, à la lecture, et à une certaine autonomie dans leur recherche documentaire. Il va s’adapter à l’itinéraire culturel choisi par l’usager en lui permettant d’atteindre aisément son objectif. Son aide consiste à saisir la demande de l’usager en s’efforçant de percevoir, à travers ses paroles, son histoire, sa culture, son appartenance sociale.


L’usager doit, de son côté, pouvoir se projeter dans l’avenir et jouir d’une certaine liberté afin d’atteindre son but. Il faut donc inciter les sujets à trouver leur approche et leur orientation sans se substituer à eux. Entre le bibliothécaire et l’usager se noue une relation affective. De celle-ci vont dépendre l’assimilation ou la non-assimilation de l’information par le lecteur, donc sa satisfaction, et, par voie de conséquence, sa fréquentation régulière de la bibliothèque.


En fait, le rôle éducatif du bibliothécaire tourne autour de quatre pôles qui figurent au plus profond des fonctions pédagogiques : l’animation, l’accueil, l’orientation et l’information. Ces quatre fonctions peuvent se mesurer sur deux niveaux : l’accompagnement documentaire et la démarche pédagogique.


Selon Anne-Marie Bertrand , l’accompagnement documentaire comprend la gestion dans l’espace ; la gestion du temps ; le travail d’adaptation aux questions (son niveau scolaire, ses compétences docu mentaires, son objectif, la complexité qu’il peut amener dans sa réponse) ; le conseil de lecture.

La démarche pédagogique, quant à elle, comprend la pédagogie de la bibliothèque (expliquer le lieu, son organisation, ses services), la pédagogie des accès documentaires (la classification et l’interrogation du catalogue), la pédagogie de la recherche documentaire (explication de la manipulation des documents de référence et des autres outils documentaires), la pédagogie du travail scolaire, cette dernière étant souvent contestée par les bibliothécaires.


Cette définition de la démarche pédagogique a permis de mettre en place des indicateurs concernant la méthode pédagogique appliquée par le bibliothécaire pour élaborer un questionnaire. Ces indicateurs recouvrent les trois formes de la « démarche pédagogique ».

Une forme nouvelle de bibliothèque



Une forme nouvelle de bibliothèque

Dans la thèse qu’il a soutenue en 1972 , Jean Hassenforder montrait l’émergence d’une forme nouvelle de bibliothèque, caractérisée par un rôle éducatif.

Ce thème, avant-gardiste à cette époque, est de nos jours abordé dans de nombreux ouvrages et revues professionnels. Le bibliothécaire a désormais un rôle pédagogique à jouer par les méthodes qu’il met en œuvre pour accueillir, orienter, renseigner et informer les usagers. Ces usagers doivent se familiariser avec les outils de la bibliothèque, s’approprier son espace, comprendre son classement (qui varie d’un établissement à l’autre) et utiliser le fichier manuel ou le catalogue informatisé.


Les termes « pédagogue » et « bibliothécaire » semblent n’avoir aucun lien entre eux. Cependant, puisque le pédagogue est quelqu’un qui aide l’enfant à acquérir un savoir, tant à l’école qu’à la maison, ne désigne-t-il pas, finalement, celui qui accompagne ? On peut alors se demander si, dans certains cas, le bibliothécaire ne joue pas ce rôle d’accompagnateur vers le savoir.


Lieu de socialisation, la bibliothèque est un espace où se construisent aussi les réalités sociales et culturelles. Dans ses travaux, Émile Durkheim considère que les institutions ont une fonction socialisante. Il définit la socialisation comme une des médiations majeures de l’intégrité collective, et s’intéresse aux rôles spécifiques tenus par la famille, l’école et l’État, responsables de la transformation des enfants en membres actifs de la société. Pour lui, l’éducation est par essence un phénomène social, elle constitue un des temps privilégiés d’intégration et de socialisation. Émile Durkheim exprime cette conception dans sa définition de l’éducation  : « C’est l’action exercée par les générations adultes sur celles qui ne sont pas encore mûres pour la vie sociale. Elle a pour objet de susciter et de développer chez l’enfant un certain nombre d’états physiques, intellectuels et moraux que réclament de lui et la société politique dans son ensemble et le milieu social auquel il est particulièrement destiné ».La bibliothèque, de ce fait, est traitée comme une institution de socialisation et d’intégration. Or, si le rôle conservateur et l’espace cloisonné des bibliothèques de l’époque de Durkheim laissent penser que cette description ne les concerne pas, le message du sociologue prend tout son sens actuellement, l’institution scolaire n’étant plus qu’un des éléments du système éducatif, auquel il faut ajouter les « bibliothèques, qui s’ouvrent de plus en plus vers l’extérieur » .

Il est difficile de donner une définition appropriée et fédératrice de la pédagogie, car cette pratique est en perpétuel mouvement. Elle doit permettre à un savoir de devenir une compétence, mais les connaissances évoluent et fondent de nouvelles méthodes. La pédagogie est formée de l’ensemble des didactiques, qui sont aussi nombreuses que les matières à enseigner. Elle cherche à répondre à la question : comment le sujet s’approprie-t-il le savoir ? En ce sens, elle constitue un ensemble de connaissances rigoureuses, aptes à déterminer le comportement quotidien du pédagogue.


Le pédagogue – bibliothécaire – doit donc être sociologue et se soucier de la microsociété que représente le public, en respectant les lois de bon fonctionnement des groupes et des sociétés, ayant pour but de maintenir un milieu favorable à la réussite scolaire ou culturelle. Le bibliothécaire accompagne le développement du public, et devient son éducateur. La psychologie est l’outil de compréhension qui sous-tend sa pratique pédagogique. Jean Hassenforder définit le rôle du bibliothécaire comme un véritable « encadrement d’étude ».


La pédagogie, notion de contrat didactique, décrit la situation triangulaire dans laquelle se trouvent les bibliothécaires, les usagers et les savoirs ; les rôles de chacun, constitutifs de la relation pédagogique, sont absolument à respecter, faute de quoi il n’y aura pas d’apprentissage. C’est pour cette raison qu’a été étudié de manière théorique chaque aspect de ce triangle pédagogique.


Cependant, il faudra à l’avenir intégrer l’élément clef dans cette relation à trois : l’inconscient. Dans ce cas, on parlera de losange pédagogique , dans lequel les acteurs sont en interaction permanente face au savoir, et où interviennent surtout la façon dont ces acteurs se représentent ces connaissances, et la vision qu’ils ont de leur interlocuteur.

La démarche de recherche documentaire



L’un des rôles du bibliothécaire consiste à expliquer au lecteur la démar che de recherche documentaire. Il doit faire en sorte que l’usager comprenne cette démarche, qu’il la fasse sienne, afin de réaliser au mieux sa recherche. Il convient donc au bibliothécaire de s’intéresser à l’usager : de quelle façon se repré sente-t-il le métier de bibliothé caire ? Quels sont ses pré-requis ? Quel est le but immédiat de sa recherche ? Comment souhaite-t-il utiliser l’information obtenue ? A-t-il l’intention de la reprendre intégralement ou va-t-il se l’approprier pour produire une nouvelle information ?

Ce n’est qu’ensuite que le bibliothécaire pourra s’efforcer de rendre l’usager autonome. Le seul usage des catalogues, si utile soit-il, ne remplace pas les conseils et les contacts individuels, au cours desquels le bibliothécaire interroge l’usager, et cherche à préciser et à affiner sa demande.


Les bibliothèques accueillent des publics variés qui cohabitent et qui sont guidés par des besoins pluriels. Moins directement intégrées que les écoles dans un projet pédagogique ou dans un programme d’acquisition de savoirs, elles n’en sont que plus confrontées à la diversité et à l’infini des attentes. Or, elles n’ont pas les moyens de satisfaire les besoins de tous les usagers. Des choix sont indispensables. Actuellement, l’accent est mis sur le rôle pédagogique de la bibliothèque, l’apprentissage des savoir-faire nécessaires à toute appréhension de l’écrit, l’ouverture à d’autres méthodes de travail, l’autonomie dans la recherche, le développement de l’esprit critique, et la mise en scène de situations de recherche et de lecture individualisées et davantage socialisées.


Le bibliothécaire a-t-il une fonction pédagogique à remplir envers les usagers ? Cette question mérite réflexion, car elle signifie une reconnaissance justifiée du travail des bibliothécaires ; elle implique également que les moyens budgétaires et la formation professionnelle prennent en compte cette fonction.


Au XIXe siècle, le modèle pédagogique dominant s’attachait plus à diffuser l’instruction – dont l’instituteur était la courroie de transmission – qu’à enseigner à être autonome dans l’acquisition du savoir que proposait la bibliothèque. Aujourd’hui, la situation a certes changé, mais, en l’absence de loi sur les bibliothèques, les fonctions et les choix de ces établissements sont imprécis et dépendent de leurs tutelles.

martes, 27 de agosto de 2024

Être bibliothécaire jeunesse aujourd’hui...



Être bibliothécaire jeunesse aujourd’hui... Un thème aussi vaste dans ce qu’il recouvre, mais aussi étroit dans ce que nombre de citoyens peuvent imaginer de la fonction.


Mina Bouland est la cheffe d’orchestre de ce Médiathèmes. La diversité de ses missions pose déjà le bibliothécaire jeunesse comme un professionnel aux aspirations variées. Elle est à la fois chargée du pôle Enfance de la médiathèque centrale Jean-Lévy et de la politique documentaire jeunesse de la bibliothèque municipale de Lille, mais aussi responsable de la commission jeunesse de l’ABF.


L’intentionnalité du titre est affirmée, déclamée dans ce Médiathèmes à la lecture très agréable, et à la structuration qui en facilite l’approche tant par le novice que par le professionnel. Une lecture linéaire est tout à fait possible, car ponctuée de valeurs historiques, de prises de distance, et accompagnée d’exemples concrets. Cette construction intellectuelle en une dizaine de thématiques engage une lecture rythmée et incitative. La forme de l’ouvrage impose l’écrit comme principal canal de l’information. Pourtant, la lecture de l’image est si présente dans l’univers du bibliothécaire jeunesse que l’on pourrait ressentir un certain manque à la lecture de cet ouvrage.


À qui s’adresse-t-il justement ? À la fois au bibliothécaire jeunesse en processus de remise en question, d’innovation, au professionnel des bibliothèques en quête de mobilité, à l’adulte en quête de réorientation, ou à l’étudiant en quête d’orientation... La passion du métier se partage ici par l’écriture tantôt d’une sociologue, d’un libraire, d’un bibliothécaire, tantôt du monde associatif, d’un universitaire… On se pose sur un article, on rebondit sur un autre, on revient au précédent. La diversité des sources et des approches confèrent à l’ouvrage un solide socle réflexif pour tout lecteur en quête d’informations sur le métier actuel de bibliothécaire jeunesse.


Le lecteur prend alors trois boussoles pour explorer le métier : l’engagement, l’action et l’exploitation. Ces trois parties répondent clairement aux enjeux de ce livre, de cette boîte à outils également : à savoir celui d’éclairer la fonction, de l’affirmer, de la partager et de la légitimer. Car le titre sous-tend aussi la problématique de la représentation que se fait la société de ce métier. « Bibliothécaire jeunesse » versus « bibliothécaire adulte » ? « Aujourd’hui » plus ou moins qu’hier ? C’est par cette approche chronologique que démarre l’ouvrage : de la première bibliothèque de L’Heure joyeuse à aujourd’hui, dans l’article judicieusement proposé par Mina Bouland. C’est au début des années 2000 que la notion de patrimoine de la littérature jeunesse apparaît, et c’est à peu près au même moment qu’est apparu « Un nouveau champ de recherche – la sociologie de l’enfance » (Régine Sirota, p. 45). Il était donc temps de s’atteler à cette réflexion tout en y associant des thèmes proches des collections, tels que la censure et le marketing.


S’engager. Ce premier chapitre nous place d’abord dans un couffin puis nous fait grandir jusqu’à l’adolescence. Et c’est ici toute la difficulté de cet ouvrage que de parler de la « jeunesse ». Celle-ci concerne le tout-petit, le jeune, le pré-adolescent, l’adolescent, l’adulescent... Pour autant, il n’est jamais question de surexploiter ces catégorisations. La plupart des contributions envisagent le jeune de manière générale. Si l’adolescent semble parfois être observé d’un regard un peu moins bienveillant dans certains articles, charge au lecteur de prendre de la hauteur. Cela est aussi facilité, car contrebalancé, par des exemples innovants tel que le projet Mezzanine, dans l’article « La Mezzanine ou comment répondre aux besoins des adolescents à Rennes ».


Place est ensuite laissée au verbe Agir et à plusieurs contextes ô combien proches du quotidien des bibliothécaires jeunesse : l’Éducation nationale, la réforme des rythmes scolaires, les libraires, les artistes, la vie associative. Ce chapitre, non exhaustif dans les exemples, délivre une méthode et des conseils pour affirmer, à l’aide d’outils, la place de la profession dans la société, et ainsi : « Faire sens hors du cadre scolaire. […] Trouver un écho vivant et incarné aux enseignements dispensés » (Bruno Capsus, p. 86).


Les qualités humaines sont évidemment en filigrane de ce livre, et sont la pierre angulaire de tout engagement dans la profession : « L'accueil est un élément constitutif du climat des lieux [les bibliothèques]. La disponibilité et la compétence du personnel contribuent à instaurer des rapports de confiance » (Anne Ponté, p. 55). En somme, il s’agit pour chacun de s’ouvrir à l’autre, de mieux connaître et mieux se connaître.


Enfin, Exploiter. « Exploiter toute la richesse et la diversité de la production pour la jeunesse » : une compétence qui, est-il nécessaire de le rappeler, ne résume pas à elle seule le métier de bibliothécaire. Et il est intéressant de la voir placer en dernier chapitre du livre, par rapport aux représentations naïves que l’on peut avoir du métier. On entre ici dans le cœur des collections, avec des approches passionnantes et précises qui forment le lecteur à chacune des pages lues. La place de la littérature jeunesse dans la production, les éditeurs, les collections, la place du jeu, du marketing, de la censure, autant de clés, de conseils qui encouragent et consolident une culture professionnelle foisonnante.


Ce Médiathèmes stimulant donne du sens au métier, met des mots sur des pratiques, affirme les évolutions de la profession et enjoint le lecteur au plaisir de se mettre au travail ! Un plaisir qu’il faut partager avec les professeurs documentalistes, les professeurs des enseignements pratiques interdisciplinaires (EPI), les acteurs des activités périscolaires, les élus, les usagers et futurs usagers… Cet ouvrage fait le pont entre les collections et la convivialité, selon le parallèle choisi par Sophie Rat (p. 184). Il est une forme de catalyseur de nombre d’éléments de formation professionnelle autour du métier de bibliothécaire jeunesse.


Être bibliothécaire jeunesse aujourd’hui est fait pour qui l’est déjà et souhaite « mettre à jour ses compétences et se professionnaliser » (Mina Bouland, p. 202), et pour qui aspire à le devenir...


Référence bibliographique

« , Être bibliothécaire jeunesse aujourd’hui », Bulletin des bibliothèques de France (BBF), 2017, n° 12, p. 126-127.

https://bbf.enssib.fr/critiques/etre-bibliothecaire-jeunesse-aujourd-hui_67654 ISSN 1292-8399.


Quels sont les enjeux de la synodalité pour l’Église aujourd’hui ?

 



Quels sont les enjeux de la synodalité pour l’Église aujourd’hui ?

La synodalité déploie l’ecclésiologie développée par Vatican II : que tous les baptisés participent à la vie de l’Église comme membres du peuple de Dieu. Or, « il ne peut y avoir de synodalité féconde sans la formation des baptisés, y compris les prêtres, les évêques… », relève Isabelle Morel, qui rappelle que « pour être utile à la vie de l’Église, il faut une “conscience éclairée” ». Le renouveau de la synodalité apparaît également comme un signe des temps, notamment sur la façon d’exercer le pouvoir dans l’Église. « L’Église n’a plus besoin de monarques », déclarait récemment le cardinal Mario Grech, secrétaire général du Synode des évêques.


Cette affirmation a marqué la théologienne qui est aussi directrice adjointe de l’ISPC (Institut supérieur de pastorale catéchétique) : « L’Église a besoin de personnes qui soient comme Jésus-Christ, au service… Le fruit de la synodalité, c’est l’annonce de l’Évangile et une Église davantage missionnaire pour le monde. » À l’occasion du cinquantième anniversaire de l’institution du Synode des évêques en 2015, le pape François l’affirmait : « Le chemin de la synodalité est le chemin que Dieu attend de l’Église du troisième millénaire ».


Est-ce une forme de démocratie ?



Est-ce une forme de démocratie ?

Non, le synode n’est pas un parlement. La synodalité ne peut être confondue avec un jeu de partis où le camp majoritaire soumettrait l’autre à sa position. « Le risque, note Gilles Routhier, serait d’arriver spontanément en assemblée en ayant déjà une certitude quant à ce que l’Église doit faire. Au Synode sur l’Amazonie, on a vu que chacun se présentait avec ses solutions ou son avis sur l’ordination de viri probati. Mais la question à laquelle les participants devaient répondre était plutôt : “Église d’Amazonie, à quoi es-tu appelée par Dieu pour annoncer l’Évangile ?” » Si le fruit du processus synodal doit être le résultat de la communion du peuple de Dieu, il ne s’agit pourtant ni d’un compromis, ni d’une synthèse, ni d’un consensus. « Il faut reconnaître que l’autorité ecclésiale assume un service nécessaire de communion et de prise de décision, souligne Isabelle Morel. La qualité d’écoute est un des critères fondamentaux. L’autorité est garante de l’unité en fidélité à Jésus-Christ. Si le résultat final est différent de l’intuition initiale, c’est plutôt bon signe ! »

Que s’est-il passé depuis Vatican II ?

 


Que s’est-il passé depuis Vatican II ?

Le dernier concile est un moment de redécouverte de la synodalité vécue au niveau international. Refusant de ratifier des documents déjà préparés par la Curie romaine, les pères conciliaires collaborent avec des experts et s’impliquent dans la rédaction de ces textes d’une façon nouvelle. Après avoir expérimenté pendant quatre ans la richesse de ce mode de gouvernement de l’Église, Paul VI crée en 1965 le « Synode des évêques ». La liste des synodes convoqués depuis montre l’importance de cette institution : Synode sur la Parole de Dieu (2008), sur la famille (2014-2015), sur l’Amazonie (2019)… Le pontificat du pape François est tout particulièrement marqué par la conviction que l’Église est essentiellement synodale.

Comment définir la « synodalité » ?



Comment définir la « synodalité » ?

Le mot synode vient du grec sun-odos, une route parcourue ensemble. À travers cette notion de démarche commune, la synodalité se présente donc comme un processus durant lequel il s’agit d’écouter et de discerner la volonté de Dieu pour l’Église de ce temps, en impliquant la totalité des baptisés. Pour l’ecclésiologue Gilles Routhier, le terme de synodalité « dit quelque chose de la forme originale de gouvernance dans l’Église, puisqu’il implique un travail en commun, la venue en assemblée, à travers la participation différenciée de tous ». Plutôt qu’une définition théorique, Isabelle Morel, théologienne et coautrice du Petit manuel de synodalité (lire ci-contre), préfère parler de critères de synodalité : « La synodalité est comme un mode de gouvernance de l’Église qui fait entrer dans une dynamique. Pour cela, il faut d’abord pouvoir écouter les personnes, et l’Esprit Saint à travers elles. » Elle détaille la démarche : « L’ensemble du processus synodal a plus de poids quand il commence par écouter la voix des baptisés. Pour respecter un processus de maturation, il est nécessaire de laisser du temps, des moments de silence. Le rassemblement doit avoir lieu au nom de Jésus-Christ, avec une variété des états de vie et des situations des personnes. » Cette représentativité est nécessaire pour permettre l’écoute du « sensus fidei » des fidèles. Le concile Vatican II affirme en effet que « la collectivité des fidèles ne peut se tromper dans la foi » (Lumen gentium n. 12) et que ce sens de la foi est « éveillé et soutenu par l’Esprit Saint ».

Quelle est l’origine des synodes ?



Quelle est l’origine des synodes ?

Dès les premiers instants de l’Église, on se rassemble pour discerner face à une crise ou à un tournant. Les Actes des Apôtres racontent comment les communautés chrétiennes doivent résoudre certains problèmes pratiques ou questions pastorales à travers l’assemblée des croyants, l’appel à l’Esprit Saint et une discussion avec ceux qui ont autorité. « La convocation d’assemblées est une pratique très ancienne et traditionnelle dans l’Église, qui s’est concrétisée avec plus ou moins d’intensité selon les périodes de l’histoire », rappelle Gilles Routhier, membre de la Commission théologique du Synode des évêques sur la synodalité.


Qu’ils soient diocésains, locaux ou œcuméniques, on trouve la trace de synodes ou de conciles sans interruption depuis l’Église primitive jusqu’au concile Vatican II, qui marque un véritable renouveau de cette pratique. « Le mot d’origine grecque “synode” est initialement l’équivalent du latin concilium, en français concile, précise-t-il. Dans un contexte de crise, de contestation ou dans une période où l’Église a besoin de se réformer, on a recours aux synodes pour que l’on puisse en venir à une décision élaborée en commun à la suite d’un processus de discernement. » Au IIIe siècle, saint Cyprien, évêque de Carthage et Père de l’Église, affirmait ainsi s’être fait la règle, dès le début de son épiscopat, de ne rien décider « sans votre conseil et sans le suffrage du peuple, d’après mon opinion personnelle ».

Habilidades de un archivista





Lo que es un archivista y sus habilidades

Cada vez nos familiarizamos más con lo que es un archivista y para desarrollar sus funciones con mayor facilidad es necesario desarrollar ciertas habilidades en el manejo de datos y de la documentación.


Entre ellas tenemos:


Habilidad verbal, la facilidad para comunicarse con los usuarios o compañeros de trabajo es una habilidad de suma importancia, así como también el razonamiento de carácter abstracto y la memoria.

Capacidad para la aplicación de tecnologías relacionadas con el almacenamiento, al igual que para la recuperación y la difusión de la información documental.

Tiene la habilidad y se caracteriza por la investigación de temas relacionado con la archivística con el objeto de aportar conocimientos recientes y novedosos a la misma.

Cuenta con capacidad para la observación, también para el análisis y para la síntesis.

Las competencias profesionales y personales de lo que es un archivero, permitirán que su labor dentro de los espacios del archivo y fuera de él, garanticen el éxito en el desempeño de sus funciones.

Funciones de lo que es un archivero



Funciones de lo que es un archivero

Avanzando en esta investigación sobre todo lo que envuelve a lo que es un archivero, estos no solamente mueven documentos y los organizan, tienen además una serie de funciones que cumplir dentro y fuera del archivo, ellas son:


Protección del material

Dentro de lo que es un archivero, está la responsabilidad de proteger la integridad de todo el material archivístico que tiene bajo su disposición. En este sentido, se refiere a evitar que se manche, se deteriore por maltrato, se extravié, entre otras cosas.


Clasificación del material

Una de las más interesantes funciones de lo que es un archivero, consiste en seleccionar y organizar los documentos en un orden específico dependiendo de los lineamientos del archivo, bien pueden ser por orden alfabético, por fecha, por numeración ascendente o descendente, entre otros.


Verifica la documentación

El archivero tiene el deber de verificar su procedencia y las condiciones en las que se encuentran a fin de velar por que se mantengan conservados y bien resguardados.


Autenticidad de los documentos

La originalidad de los papeles o documentos que se archiven en uno de estos depósitos de información debe ser autenticada y sustentada por el archivero como parte de sus funciones en el departamento.


Control de acceso al material

Bajo ciertas normas ya definidas, el archivero o archivista, deberá facilitar según cierto orden la documentación solicitada por el personal autorizado para ello, cumpliendo las condiciones y normas expresas con el fin de resguardar y cuidar dicha documentación.


Buena atención

Para el cumplimiento de las labores, lo que es un archivero incluye la buena atención y la disponibilidad de facilitar la información necesaria por los usuarios, a fin de promover el acceso a determinado material.


Capacitación constante

Los sistemas automatizados para el manejo de la información en los archivos, están siendo cada vez más implementados, por eso, dentro de lo que es un archivero está la adaptación a nuevos sistemas y la formación académica respectiva para el fiel cumplimiento de sus funciones.


Conservación del patrimonio

Promueve la conservación y también el uso del patrimonio documental, y para ello puede trabajar en forma coordinada con la comunidad y con otros profesionales.


El uso de material correspondiente, como carpetas carta o tamaño oficio, acordeón, portafolio, la conservación de lo que es un archivero en mueble y sus gavetas y todo el mobiliario que esté dentro de su área de trabajo, estará bajo su responsabilidad y es menester mantenerlos en perfecto funcionamiento.


Discreción

El profesional archivero, tiene en su poder el acceso a todo el material depositado, por ello, es parte de sus funciones, mantener la mayor discreción y el resguardo de la información allí manejada como parte de su responsabilidad.

¿Qué es un archivero o archivista?



¿Qué es un archivero o archivista?

El archivero o archivista es el personal encargado de la clasificación y organización de toda la documentación referente a una empresa, precisamente, es la persona con estudios en el área, que ha logrado obtener conocimientos sobre la organización y el mantenimiento de los archivos.


La tarea principal que lleva a cabo un archivero, es la elaboración y la aplicación del cuadro de clasificación de la documentación, ya sea de la empresa o de la organización, fundación o lugar donde está laborando, con el propósito de que sea aplicado tanto en los archivos de gestión, en la oficina o en el archivo definitivo. Además, controla el seguimiento y actualización del mismo.


Profundicemos un poco más sobre lo qué es un archivero, su perfil profesional, características, campo laboral y datos muy puntuales sobre la archivística; ciencia o disciplina que controla la gestión de los archivos.

domingo, 25 de agosto de 2024

El secreto de la fidelidad es amar, confiar.



Domingo 21 (B) del tiempo ordinario

Hoy, el Evangelio nos sitúa en Cafarnaúm, donde Jesús es seguido por muchos por haber visto sus milagros, en especial por la multiplicación espectacular de los panes. Socialmente, Jesús allí tiene el riesgo de morir de éxito, como se dice frecuentemente; incluso lo quieren nombrar rey. Es un momento clave dentro de la catequesis de Jesús. Es el momento en el que comienza a exponer con toda claridad la dimensión sobrenatural de su mensaje. Y, como que Jesús es tan buen catequista, sacerdote perfecto, el mejor obispo y papa, les deja marchar, siente pena, pero Él es fiel a su mensaje, el éxito popular no lo ciega.


Decía un gran sacerdote que, a lo largo de la historia de la Iglesia, han caído personas que parecían columnas imprescindibles: «Se volvieron atrás y ya no andaban con Él» (Jn 6,66). Tú y yo podemos caer, “pasar”, marchar, criticar, “ir a la nuestra”. Con humildad y confianza digámosle al buen Jesús que queremos serle fieles hoy, mañana y todos los días; que nos haga ver el poco sentido evangélico que tiene discutir las enseñanzas de Dios o de la Iglesia por el hecho de que “no los entiendo”: «Señor, ¿a quién iremos?» (Jn 6,68). Pidamos más sentido sobrenatural. Sólo en Jesús y dentro de su Iglesia encontramos la Palabra de vida eterna: «Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).


Como Pedro, nosotros sabemos que Jesús nos habla con lenguaje sobrenatural, lenguaje que hay que sintonizar correctamente para entrar en su pleno sentido; en caso contrario sólo oímos ruidos incoherentes y desagradables; hay que afinar la sintonía. Como Pedro, también en nuestra vida de cristianos tenemos momentos en los que hay que renovar y manifestar que estamos en Jesús y que queremos seguir con Él. Pedro amaba a Jesucristo, por eso se quedó; los otros lo querían por el pan, por los “caramelos”, por razones políticas y lo dejan. El secreto de la fidelidad es amar, confiar. Pidamos a la Virgo fidelis que nos ayude hoy y ahora a ser fieles a la Iglesia que tenemos.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar» (San Juan de la Cruz)


«‘Señor, ¿a quién iremos?’. También nosotros podemos y queremos repetir en este momento la respuesta de Pedro, ciertamente conscientes de nuestra fragilidad humana» (Benedicto XVI)


«(…) Jesús no sólo nos enseña las palabras de la oración filial, sino que nos da también el Espíritu por el que éstas se hacen en nosotros ‘espíritu y vida’ (Jn 6,63). Más todavía: la prueba y la posibilidad de nuestra oración filial es que el Padre ‘ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!’ (Ga 4,6) (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.766)

martes, 13 de agosto de 2024

¿Quién es el Cardenal Dieudonné Nzapalainga?




Dieudonné Nzapalainga (n. Bangassou, Mbomou, República Centroafricana, 14 de marzo de 1967) es un cardenal católico y teólogo centroafricano. Ordenado sacerdote en 1998, comenzó su carrera en Francia y seguidamente siguió en su país donde ha ocupado numerosos cargos episcopales. Actualmente desde 2012, al haber sido nombrado por Benedicto XVI, es el nuevo Arzobispo de la Archidiócesis de Bangui1​ y también es un estrecho colaborador del papa Francisco, quien le creó cardenal en 2016.


Biografía

Inicios y episcopado

Nacido en la ciudad centroafricana de Bangassou en la Prefectura de Mbomou, el día 14 de marzo de 1967. Cuando era jovencito descubrió su vocación religiosa y decidió entrar al Seminario menor Saint Louis de su ciudad natal. A continuación estudió Filosofía en el Seminario Santos Apóstoles de Otélé y Teología en el Seminario de Libreville. El 8 de septiembre de 1993, se unió a la Congregación del Espíritu Santo y del Inmaculado Corazón de María ("Congregatio Sancti Spiritus, C.S.Sp.; más conocidos como los Espiritanos"), en la cual recibió la profesión perpetua, los votos canónicos y finalmente fue ordenado sacerdote, el día 9 de agosto de 1998 para la Diócesis de Bangassou.


Al ser ordenado sacerdote, se trasladó a Francia, donde obtuvo una licenciatura en Teología por el Centre Sèvres, que es una facultad incardiada en la Universidad de París. Además fue allí en Francia donde inició su ministerio sacerdotal como Capellán de la Fundación Auteuil y vicario de la Parroquia de San Jerónimo en Marsella. Seguidamente en 2005, ya regresó a su país y pasó a ser Jefe superior regional de la congregación espiritana y párroco en la ciudad-capital centroafricana de Bangui. En 2008 fue también Presidente de la Conferencia de Superioras y Superiores de Religiosos de la República Centroafricana, hasta el 26 de mayo de 2009, que tras la renuncia de Mons. Paulin Pomodimo en su sucesión pasó a ser el Administrador apostólico de Bangui.



Región eclesiástica de Bangui.

Actualmente desde el día 14 de mayo de 2012, tras ser nombrado por el papa Benedicto XVI, es el nuevo Arzobispo de la Archidiócesis de Bangui.2​Recibió la consagración episcopal el 22 de julio del mismo año, a manos de su consagrante principal el cardenal Fernando Filoni y de sus co-consagrantes los obispos Mons. Jude Thaddeus Okolo y Mons. Edouard Mathos. Tomó posesión el 29 de julio, en la catedral metropolitana.


El 9 de septiembre de 2014 además de su cargo de arzobispo, el papa Francisco lo designó como padre sinodal para la tercera reunión general del Sínodo extraordinario de obispos sobre la familia​ que se celebró en la Ciudad del Vaticano y tuvo una duración desde el 5 al 19 de octubre y en esa época también fue elegido presidente de la Conferencia episcopal de Obispos de África Central.


Cabe destacar que en noviembre de 2015, dio la bienvenida al papa Francisco en la ciudad-capital de Bangui durante su gira africana. ​El 29 de noviembre abrió la Puerta Santa de la Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción al papa​ y allí celebraron la apertura oficial del Jubileo de la Misericordia. ​Francisco hizo referencia a Bangui como: "la capital espiritual del mundo".


El 9 de octubre de 2016 el papa Francisco anunció su creación como cardenal en el consistorio celebrado el 19 de noviembre de dicho año. A partir de ese momento, se convirtió en el miembro más joven del Colegio Cardenalicio.


El 10 de enero de 2017 fue nombrado miembro de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.


El 19 de mayo de 2020 fue nombrado miembro del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso ad quinquennium.


El 21 de febrero de 2023 fue confirmado como miembro de la Sección para la primera Evangelización y las nuevas Iglesias particulares del Dicasterio para la Evangelización, ad aliud quinquennium.


Compromiso por la paz


Junto al entonces ministro de exteriores holandés Frans Timmermans.


Durante una visita a Washington D. C., para la negociación de los acuerdos de paz.

En 2015 junto al Imam Oumar Kobine Layama, recibió​ el Premio de la Paz de Aquisgrán (Armenia) y el Premio Sérgio Vieira de Mello (Polonia), por su compromiso para buscar una solución pacifica y la comprensión e entendimiento entre religiones en el conflicto armado de la República Centroafricana.

Tras estas negociaciones, lograron la liberación de una cooperante católica francesa perteneciente a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que fue secuestrada por las milicias Anti-balaka y finalmente fue puesta en libertad el 23 de enero de ese año.​También lograron conceder el asilo a un total de 10.000 refugiados en su región eclesiástica y además tras más negociaciones con los rebeldes a nivel personal, obtuvieron la liberación de rehenes, independientemente de sus creencias religiosas.


También con el imán en el mes de agosto de 2015, fundó la Plataforma de la Paz Interreligiosa de África central, con la cual recibieron más premios y reconocimientos entre los que destaca el que fue entregado por parte de la ONU.

lunes, 12 de agosto de 2024

¿Quién es el Cardenal Kazimierz Nycz?





Kazimierz Nycz (Stara Wieś, Polonia, 1 de febrero de 1950) es un prelado polaco, un cardenal de la Iglesia católica. Es el actual arzobispo de Varsovia, habiendo servido anteriormente como Obispo de Koszalin-Kołobrzeg 2004-2007. El papa Benedicto XVI elevó al arzobispo Nycz a la condición de cardenal en el consistorio del 20 de noviembre de 2010.


Biografía

Primeros años y formación

Kazimierz nació en Stara Wies. Se graduó en 1967, luego ingresó al Seminario Mayor de Cracovia.


En 1976, obtuvo una licenciatura en la Facultad de Teología de la Akademia Papieska Teologiczna (Pontificia Academia de Teología), de Cracovia, y luego, en 1977, inició sus estudios de doctorado en la Universidad Católica de Lublin, donde en 1981, obtuvo un doctorado en estudios de catequesis (tesis: "Aplicación de la renovación catequística del Concilio Vaticano II en la Arquidiócesis de Cracovia").


Sacerdocio

Recibió el diaconado del cardenal Karol Wojtyła, el 8 de mayo de 1972, y fue ordenado en el sacerdocio el 20 de mayo de 1973 por el obispo Julián Groblicki.


De 1973 a 1975 fue vicario en una parroquia de Santa Isabel en Jaworzno.


Episcopado

Obispo Auxiliar de Cracovia

El 14 de mayo de 1988, Nycz fue nombrado obispo auxiliar de Cracovia y el obispo titular de Villa Regis por el Santo Padre Juan Pablo II. Recibió su consagración episcopal el 4 de junio de 1988 del cardenal Franciszek Macharski, con los arzobispos Jerzy Stanislaw y Nowak Ablewicz como co-consagrantes.


El 26 de noviembre de 1999, fue nombrado presidente de la Comisión para la Educación Católica, su principal interés era buscar maneras de encontrar las oportunidades ofrecidas por las escuelas para las actividades de catequesis y buscar formas de catequesis parroquial. Como presidente de la Comisión de Educación de la Conferencia del Episcopado polaco, el centro de sus actividades fueron la adaptación de la catequesis de Polonia posterior al Concilio Vaticano II, los documentos catequéticos de la Iglesia, especialmente el Catecismo de la Iglesia Católica y el Directorio General para la Catequesis, y la correlación de la enseñanza de la religión en la escuela con los requisitos de las escuelas reformadas.


Obispo de Koszalin-Kołobrzeg

Fue promovido a obispo de Koszalin-Kołobrzeg el 9 de junio de 2004.


Arzobispo de Varsovia

El 3 de marzo de 2007, el papa Benedicto XVI nombró a Nycz, que estaba en un peregrinaje en Tierra Santa, como el sucesor de Stanislaw Wielgus como arzobispo metropolitano de Varsovia. Wielgus renunció abruptamente el 7 de enero después de admitir su colaboración anterior con la Służba Bezpieczeństwa, la policía secreta comunista en Polonia. Nycz fue bien recibido en gran medida,1​ y su instalación como arzobispo de Varsovia tuvo lugar durante el Domingo de Ramos el 1 de abril de 2007, en la Catedral de San Juan. Además de su papel como arzobispo, fue nombrado obispo de las Iglesias católicas orientales en Polonia el 9 de junio de 2007.


Fue vicerrector de la Seminario Mayor de Cracovia desde 1987 hasta 1988, y organizó la última visita del papa Juan Pablo II a Polonia. Los registros de la Służba Bezpieczeństwa muestran que Nycz se habría negado repetidamente para prestar sus servicios.


Cardenalato

Fue creado y proclamado cardenal de San Martino ai Monti el 20 de noviembre de 2010.


El 29 de diciembre de 2010 Nycz fue nombrado miembro de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y de la Congregación para el Clero.


El 6 de septiembre de 2016 fue confirmado como miembro de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos,4​ hasta 2022.


El 8 de noviembre de 2016 fue confirmado como miembro de la Congregación para el Clero ad aliud quinquennium.


El 27 de abril de 2019 fue confirmado como miembro del Pontificio Consejo de la Cultura ad aliud quinquennium.


El 22 de febrero de 2022 fue confirmado como miembro de la Congregación para el Clero ad aliud quinquennium.


El 22 de noviembre de 2022 fue nombrado miembro del Dicasterio para la Cultura y la Educación ad quinquennium.

¿Quién es el Cardenal Jean-Marc Aveline?






Jean-Marc Aveline (nacido el 26 de diciembre de 1958) es un prelado francés de la Iglesia católica quien desde el 8 de agosto de 2019 es el arzobispo de la arquidiócesis de Marsella, después de servir como obispo auxiliar allí desde 2013. En 2022 fue creado cardenal.


Biografía

Familia

Jean-Marc Aveline nació el 26 de diciembre de 1958 en Sidi Bel Abbes, en la Argelia francesa. En 1966 su familia se traslada a Marsella. Su padre era trabajador ferroviario y la familia vivía en una vivienda de la SNCF en el barrio de Saint-Barthélemy.


Formación

Fue educado en Marsella en el Lycée Victor-Hugo y luego durante dos años en el Lycée Thiers. Estudió en el seminario interdiocesano de Aviñón de 1977 a 1979. Luego se unió al Seminario Carmes de París para estudiar en la Universidad Católica de París, donde obtuvo un doctorado en teología en 2000. También obtuvo una licenciatura en filosofía en la Sorbona.


Sacerdocio

Fue ordenado sacerdote de la archidiócesis de Marsella el 3 de noviembre de 1984. Enseñó teología y fue director de estudios en el seminario interdiocesano de Marsella y realizó trabajo parroquial en la parroquia de Saint-Marcel. Al mudarse a la parroquia de San Pedro y San Pablo, se desempeñó como vicario episcopal para la formación permanente de 1987 a 2007. Dirigió el servicio de vocaciones de la Arquidiócesis de 1991 a 1996. En 1992 fundó el Institut des sciences et de théologie des religions de Marsella (ISTR) y fue su director durante los siguientes diez años. Fue director de 1995 a 2013 del Institut Saint-Jean, que en 1998 se convirtió en el Instituto Católico del Mediterráneo y desarrolló una asociación con la Facultad de Teología de Lyon. También enseñó en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Lyon de 1997 a 2007. En 2007 se convirtió en vicario general de la archidiócesis de Marsella.


Fue nombrado por un período de cinco años como consultor del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso en 2007.


Episcopado

Obispo auxiliar de Marsella

El 19 de diciembre de 2013, el papa Francisco lo nombró obispo titular de Simidicca y obispo auxiliar de Marsella. Recibió su consagración episcopal el 26 de enero de 2014, en la Catedral de Marsella, de manos de Georges Pontier, arzobispo de Marsella.


Dentro de la Conferencia Episcopal de Francia (CEF) dirige el consejo para las relaciones interreligiosas desde 2017.


Arzobispo de Marsella

El 8 de agosto de 2019, el papa Francisco lo nombró arzobispo de Marsella. Tomó posesión canónica el 15 de septiembre del mismo año.


El 19 de mayo de 2020 fue nombrado miembro del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso ad quinquennium.


El 12 de julio de 2022 fue nombrado miembro del Dicasterio para los Obispos ad quinquennium.


Cardenalato

Fue creado cardenal por el papa Francisco en el Consistorio celebrado el 27 de agosto de 2022, asignándole el Título de Santa María en Monti.


El 7 de octubre de 2022 fue nombrado miembro del Dicasterio para los Obispos y del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso.

¿Quién es el Cardenal John Njue?




John Njue (Kiriari, Distrito Embu, Kenia, 1 de enero de 1946) es arzobispo emérito de Nairobi y cardenal keniata.


Biografía

Tiene un doctorado en filosofía por la Universidad Pontificia Urbaniana y un doctorado en teología en la Pontificia Universidad Lateranense.


Ordenado sacerdote el 6 de enero de 1973 por el papa Pablo VI. Fue obispo de Embu, en Kenia, del 9 de junio de 1986 al 9 de marzo de 2002. La consagración episcopal la recibió de manos del cardenal Jozef Tomko.


Juan Pablo II lo nombró arzobispo coadjutor de Nyeri, pero antes de suceder al ordinario, el 6 de octubre de 2007 el papa Benedicto XVI lo nombró arzobispo de Nairobi.


Fue creado cardenal en el consistorio del 24 de noviembre de 2007 por el papa Benedicto XVI, recibiendo el título de Preziosissimo Sangue di Nostro Signore Gesù Cristo.


El papa Francisco aceptó el 4 de enero de 2021 su renuncia al cargo como arzobispo de Nairobi.


Actualmente es presidente de la Conferencia episcopal kenyana desde 2006, luego de haberlo sido de 1997 al 2003.


El 29 de julio de 2014 fue confirmado como miembro de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.


El 30 de junio de 2016 fue nombrado miembro de la Secretaría para la Comunicación.


El 13 de octubre de 2020 fue confirmado como miembro de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos usque ad octogesimum annum.

Diferencia entre la teoría archivística y la práctica archivística



La teoría archivística: Comprende su propia historia, ámbito de actuación y metodología para la consecución de sus fines. Está menos desarrollada que la práctica, debido al poco tiempo que lleva formulándose y a que su objeto de estudio presenta una complejidad difícil de reducir y uniformar.

La práctica archivística: Engloba las técnicas y procedimientos empleados para la conservación activa de los documentos y para la difusión de la información contenida en los mismos. La praxis es el aspecto más evolucionado y se orienta a ofrecer respuestas concretas.

¿Qué es la Archivística?



La Archivística aborda los aspectos teóricos y prácticos de los archivos y sus funciones.

El Consejo Internacional de Archivos (CIA) la define como la disciplina que trata el estudio teórico y práctico de los principios, procedimientos y problemas concernientes a las funciones de los archivos, entendiendo por archivos tanto los documentos como su organización en edificios e instalaciones. De esta definición se deduce que la Archivística posee dos campos de actuación, el de la teoría y el de la práctica, que se alimentan mutuamente.