viernes, 29 de noviembre de 2024

Cristología y sus controversias



Controversias respecto a los que niegan la naturaleza divina de Cristo Jesús

Varias controversias importantes se originan a partir de la negación de la divinidad de Jesucristo, es decir, de su igualdad con el Padre. Una de las primeras y más extendidas es el arrianismo, que llevó al Concilio de Nicea I. También son importantes las controversias con el nestorianismo y con el monofisismo (y sus variantes, el monotelismo y el monoenergismo), que se debatieron en varios Concilios Ecuménicos con el resultado de diversos decretos, cánones y profesiones de fe. Otras controversias cristológicas son las de los docetistas y de los adopcionistas.


La adopción del Símbolo Niceno-Constantinopolitano (Credo de Nicea-Constantinopla) respecto de la fe cristiana y del Concilio de Calcedonia (451) en relación con el punto de vista cristológico, fueron claves tanto para intentar ordenar la doctrina cristiana como para un nuevo comienzo de la discusión cristológica.4​ Así, se puede precisar la mayoría de las cuestiones controvertidas sobre si Cristo es de naturaleza divina, de naturaleza humana, o ambas; y de ser ambas naturalezas, cómo coexisten o interactúan.


Una de las más antiguas disputas en el cristianismo se centra en si Jesús es Dios. Un número de ramas cristianas primitivas creían que Jesús no era divino, sino simplemente un profeta, Meshia humano, como está prometido en el Antiguo Testamento. Esta doctrina, originada en la comunidad judeocristiana en Nazaret, de Jesús como un simple profeta, como está prometido en el AT, y en realidad sin unidad con el Padre, como la segunda persona de la Trinidad, Dios verdadero y Hombre verdadero, se conoció como la herejía ebionita por parte de la ortodoxia que prevaleció, no porque lo considera profeta, ni porque lo considera humano, sino porque solamente lo considera un hombre común y corriente pecador y no Hijo de Dios como también está prometido en la Tanaj (que incluye la Torah). Las inclusiones de las genealogías de Jesucristo en Mateo 1,1-17 y en Lucas 3,23-28 se usaron para explicar la creencia de que Jesús es el Cristo en la línea de David. Una explicación alternativa es que las naturalezas de Cristo estaban en oposición una con la otra, que Jesucristo solamente tenía la ilusión de un cuerpo humano y que, por lo tanto, no tendría ancestros humanos. Esta doctrina parece ser que perteneció a los cristianos gnósticos, llamados «docetas», o Docetismo, que fueron calificados de herejes por las autoridades ortodoxas de la Iglesia.


Una postura que tienen muchos que creen en el Binitarianismo es que Jesús era el Verbo, y por lo tanto Dios (Juan 1) antes de su nacimiento, pero que no era completamente Dios mientras estuvo en la Tierra, en el sentido de que no haría nada sobre esa naturaleza (Juan 5,19.30;8,28), y que Jesús se hizo completamente Dios luego de la resurrección con toda autoridad (Mateo 28,18) y poder de Dios como lo tenía antes de su Encarnación. Hoy en día esto se considera por la mayoría de la ortodoxia cristiana como una herejía moderna.


En el credo Niceno-Constantinopolitano ya está contenida la definición ecuménica del Concilio de Calcedonia. Este punto de vista indica que Cristo "posee dos naturalezas", divina y humana, que están unidas en una misma persona, Jesucristo, sin que ninguna de las naturalezas pierda sus propiedades ni su individualidad pero sin estar separadas. Es el dogma de las iglesias Católica y Ortodoxas, y también es el punto de vista de la Comunión Anglicana (que no obliga dogmas), y de la gran mayoría de las iglesias Protestantes. Una de las doctrinas relacionadas en profundidad con la naturaleza de Jesús en la tierra es la de la kenosis.


Controversias respecto a los que niegan la naturaleza humana de Cristo

En cambio, otras posturas proclaman que Jesús fue completamente divino pero no plenamente humano. La postura estrictamente monofisita establece que la naturaleza humana de Cristo se "disolvía" o era "consumida" por la divina, mientras que la postura miafisista establece que Cristo existe con una naturaleza híbrida, simultáneamente humana y divina, única en el universo. La postura docetista establece que Cristo no era realmente humano, sino solo aparentemente humano. El semi-docetismo niega parcialmente la humanidad, usualmente afirmando que Cristo no fue sujeto a tentación ni a ninguna debilidad humana de hambre, fatiga o miedo a la muerte.

Posturas cristológicas reflejadas en los nombres y títulos de Jesús




Posturas cristológicas reflejadas en los nombres y títulos de Jesús


Cristo o Mesías

Sin lugar a dudas, junto con el de Hijo de Dios, el de Cristo es el título más extensamente aplicado a Jesús de Nazaret.


Cristo Rey

En la teología católica, se dice que Cristo cumple las funciones de profeta, sacerdote y rey, por ello uno de los títulos otorgados a Jesús es "Cristo Rey", y existe un día festivo asociado con el otorgamiento de este título. Este título está conferido para indicar que Cristo debería gobernar sobre todos los aspectos de la vida, incluyendo la vida política. De esta manera, este título se opone al concepto del secularismo.


Rey de Reyes y Señor de Señores

Handel se refería a Jesús como el "Rey de Reyes" y "Señor de Señores" en su oratorio El Mesías, una referencia al pasaje bíblico Timoteo I 6:15.


Rey del Cielo

Hay una larga tradición en la utilización de este nombre tanto para Cristo como para Dios Padre, especialmente en el Catolicismo medieval. Por ejemplo, Juana de Arco utilizaba frases como "Rey Jesús, Rey del Cielo y de todo el mundo, mi legítimo y soberano Señor" (en una carta dictada por ella el 17 de julio de 1429).

Icono del tipo "Hecha Sin Manos ", con «ὁ Ὤν» inscritos en el halo de la cruz. La abreviación "IC XC" aparece en las esquinas superiores.


YHVH

En el Éxodo 3 cuando Dios se aparece en la zarza ardiente, Moisés le pregunta acerca del nombre por el cual debe ser llamado. En la traducción Septuaginta Dios responde «ἐγώ εἰμι ὁ Ὤν». «Ὁ Ὤν» ((H)O ON) traducido del hebreo «אהיה», también llamado tetragrama, pero determinarlo en las lenguas indoeuropeas ha sido dificultoso. Es ampliamente aceptada como "YO SOY EL QUE SOY", "El Único Existente", "El que es", "EL SER", o significados similares. En los íconos de la Ortodoxia oriental Jesús es usualmente retratado con una cruz inscrita en su halo, y por el modo de identificarlo con el Dios que se reveló a sí mismo frente a Moisés con las letras ὁ, Ὤ, y ν están frecuentemente escritas en sus brazos.


Abreviaciones


IHS o JHS Cristograma de la Cristianidad occidental.

Al iniciarse el tercer siglo, la nomina sacra, los nombres de Jesús, fueron algunas veces acortados por la contracción en las inscripciones Cristianas, resultando en secuencias de letras griegas tales como IH (iota-eta), IC (iota-sigma), o IHC (iota-eta-sigma) para Jesús (griego: Iēsous), y XC (chi-sigma), XP (chi-ro) y XPC (chi-rho-sigma) para Cristo (griego: Christos). Aquí la "C" representa la forma "alunada" medieval de la letra griega sigma; sigma podría también ser transcrita en el alfabeto latino por el sonido, dando IHS y XPS. Algunos de estos monogramas griegos continuaron usándose en latín durante la Edad Media. Eventualmente el significado correcto fue mayormente olvidado, y las interpretaciones erróneas del monograma IHS condujeron a la falta ortográfica del "Jhesus". Casi al finalizar la Edad Media, IHS llegó a ser un símbolo con la "H" apareciendo como una cruz y bajo ella tres clavos, mientras que la figura entera estaba rodeada por rayos. IHS llegó a ser la característica iconográficamente aceptada de San Vicente Ferrer y de San Bernardino de Siena. Bernardino, al final de sus sermones exhibiría este monograma devotamente a su audiencia por lo cual fue criticado y más aún llevado ante el Papa Martin V. El fundador de la Compañía de Jesús (Jesuitas), Ignacio de Loyola, adoptó el monograma en su sello y este se convirtió en el emblema de su institución. IHS fue algunas veces equivocadamente entendida como "Jesus Hominum (o Hierosolymae) Salvator", es decir, Jesús, el Salvador de los hombres (o de Jerusalén=Hierosolyma).



¿Qué es la Cristología?



La cristología es la parte de la teología cristiana que dedica su estudio al papel que desempeña Jesús de Nazaret, en tanto designado con el título de «Cristo» o «Mesías», que significa "ungido". Podría dividirse en tres grandes etapas: desde la vida y muerte de Jesús hasta el Concilio de Calcedonia, desde éste hasta la época de la Ilustración, y desde esta última hasta nuestros días.

Aunque la noción puede rastrearse ya en Rm 16, 18 la primera obra que dio un tratamiento sistemático de cristología, en el sentido moderno en el que se conoce actualmente, es Christologiae seu sermonum de Christo, del canónigo polaco Hieronymus Powodowski (latinizado Povodovius), publicada en varios volúmenes desde 1602.


Primera etapa

La cristología no se desarrolló en el cristianismo primitivo como disciplina, sino como predicación y enseñanza transmitida oralmente sobre las enseñanzas, vida y muerte de Jesús de Nazaret, lo cual fue dando origen a diversos escritos, que a la postre conformaron los llamados Evangelios, entre otros; algunos incorporados como canónicos y otros discutidos (v. gr. los llamados Evangelios apócrifos). Con estas fuentes, la figura de Jesús de Nazaret, predicada como el Cristo, planteaba interrogantes sobre su condición humana en relación con Dios, puesto que las enseñanzas en las comunidades primitivas presentaban dicha figura con el título de «Hijo de Dios», y, por lo tanto, de condición divina.

Así, muy tempranamente, aparecieron interpretaciones de la persona de Jesús que diferían de la predicación original de los primeros discípulos de Jesús o, al menos, cuestionaban sus fórmulas. Una de las primeras fue el llamado «adopcionismo», que postulaba que Jesucristo no era hijo "natural" de Dios, sino que, siendo meramente de condición humana, había sido adoptado por Dios como su hijo. Otra corriente primitiva, muy extendida, fue el arrianismo, que también cuestionaba la divinidad de Jesús, reconociéndolo como «hijo» de Dios, pero inferior al Padre. Estas corrientes —entre otras— originaron disputas en los ámbitos cristianos que llevaron al Concilio de Nicea I, el cual se pronunció por la doble naturaleza de Jesucristo: humana y divina.

No obstante, la relación entre las dos condiciones de Jesús —humana y divina— y en especial con Dios, también planteó diversos interrogantes y posturas respecto a Dios mismo, en especial en cuanto al trinitarismo. Así pueden mencionarse el nestorianismo, el monofisismo y el monotelismo.

Ya promulgado el Edicto de Milán por Constantino, y la consecuente mayor libertad de los cristianos para difundir y debatir su fe, se celebraron el Concilio de Éfeso (431) primero y luego el Concilio de Calcedonia (451), donde se definió con meridiana claridad la fórmula dogmática, poniendo fin en gran medida a las disputas.

La definición de Calcedonia respecto de Jesús de Nazaret se conoce como la Unión Hipostática (de "hipóstasis"=persona), y, en síntesis, podría enunciarse como:

Jesucristo es verdadero Dios.

Jesucristo es verdadero hombre.

Jesucristo es uno y el mismo, una sola persona.

Uno y el mismo Jesucristo en dos «naturalezas» unidas de manera real (no afectiva ni simbólica), inconfusa (sin mezcla), inmutable (sin cambio) e inseparable (para siempre) en la única Persona divina (hipóstasis).

Esta definición cristológica, a su vez, autorizó a que se siguiera aludiendo a María como «Madre de Dios» y no solamente Madre de Jesús.


Segunda etapa

La claridad de expresión de la definición de Calcedonia llevó a que durante los siglos siguientes la Cristología se limitara a precisar los términos de «naturaleza» y «persona». Asimismo, las doctrinas que se hubieron de apartar de la definición dogmática fueron acusadas de herejías, en algunos casos con persecuciones y enfrentamientos violentos.

De todos modos, hasta la actualidad, diversas confesiones cristianas aceptan en mayor o menor medida la definición de Calcedonia (v. gr. anglicanos, protestantes, ortodoxos, etc.).


Tercera etapa

La invención de la imprenta, la crisis política y moral de la Iglesia católica y consecuente Reforma protestante, y los descubrimientos geográficos y científicos, dieron lugar, en la cultura europea, a la llamada época de la Ilustración. Con la revalorización de la razón como instrumento de conocimiento, fueron tomando fuerza las verdades verificables por la ciencia y poniéndose en duda todo el bagaje cultural hasta el momento. Las investigaciones que hasta entonces eran privativas de los conventos, en un medio de escasa alfabetización, pasaron a ser asumidas por toda aquella persona ávida de conocimientos.

En este contexto, la Cristología dio un giro de paradigma, puesto que lo que se llevó a la mesa de discusión es la autenticidad histórica de sus fuentes primarias, es decir, de los Evangelios; apareciendo como cuestión cristológica nueva y central la historicidad de la vida y muerte de Jesús de Nazaret relatada en ellos, llegándose incluso a poner en duda su propia existencia histórica.

Así, H.S. Reimarus (1694-1768), profesor de lenguas orientales en Hamburgo, redactó un manuscrito de cuatro mil páginas promoviendo la distinción en los evangelios entre el proyecto de Jesús y la intención de sus discípulos. Posteriormente, David Friedrich Strauss (1808-1874) publicó en 1837 su vida de Jesús (Das Leben Jesu), afirmando que el elemento clave para comprender los evangelios es la categoría de mito. Como reacción a estas posturas, se formó la llamada "escuela liberal" de la búsqueda de la vida de Jesús, representada por H.J. Holtzman, K.H. Weisäcker, K. Hase, B. Weiss, D. Schenkel, A. Harnack y E. Renan, entre otros. Esta escuela considera que es posible "reconstruir" la vida de Jesús a partir de fuentes «históricamente puras», es decir, sin el sesgo de la fe.

En este punto cobran relevancia los estudios de Rudolf Karl Bultmann (1884-1976) y la llamada «teología del kerigma». La tesis central podría sintetizarse en dos conceptos: a) no es posible acceder al "Jesús histórico" con las fuentes con que contamos y b) tal circunstancia no es importante para la fe en el kerigma, es decir, en el mensaje central de la fe en Cristo como Salvador de la humanidad. Para Bultmann, el cristianismo comenzó con el Cristo-predicado, es decir, con el kerigma de la primitiva iglesia. Este kerigma supone sin duda la existencia histórica de Jesús, pero no manifiesta ningún interés por la crónica de esa vida.​ En consecuencia, la salvación cristiana proviene de la fe sola, y este aspecto hizo que la postura de Bultmann tuviese amplia aceptación —no unánime— en el campo protestante.

A partir de la tesis de Bultmann proliferó una «tercera generación» de investigadores, en especial teólogos, con un gran número de obras. En el ámbito protestante puede destacarse a O. Cullmann, W. Pannenberg y J. Moltmann; en el católico a W. Kasper, H. Küng, E. Schillebeeckx y K. Rahner.


De esta profusión de estudios y debates puede concluirse, con carácter general:

El principio de una desmitización de los evangelios, más o menos radical, es aceptado como una exigencia de la interpretación existencial. Los milagros y la resurrección de Jesús plantean dificultades, y para la mayor parte de los críticos no entran en el campo de la realidad histórica.

La crítica sigue centrada en la interpretación existencial de Jesús. En la historia de Jesús se busca menos una información que una significación para la existencia humana.

No hay cristología sin un conocimiento de lo que fue Jesús de Nazaret. Por otra parte, este conocimiento, en el estado actual de la crítica histórica, es una empresa realizable, que conduce a resultados ciertos y substanciales. Los avances en filología y los continuos descubrimientos arqueológicos, permiten, cada vez más, acceder a nuevos conocimientos fiables desde el punto de vista histórico.


Controversias respecto a los que niegan la naturaleza divina de Cristo Jesús

Varias controversias importantes se originan a partir de la negación de la divinidad de Jesucristo, es decir, de su igualdad con el Padre. Una de las primeras y más extendidas es el arrianismo, que llevó al Concilio de Nicea I. También son importantes las controversias con el nestorianismo y con el monofisismo (y sus variantes, el monotelismo y el monoenergismo), que se debatieron en varios Concilios Ecuménicos con el resultado de diversos decretos, cánones y profesiones de fe. Otras controversias cristológicas son las de los docetistas y de los adopcionistas.

La adopción del Símbolo Niceno-Constantinopolitano (Credo de Nicea-Constantinopla) respecto de la fe cristiana y del Concilio de Calcedonia (451) en relación con el punto de vista cristológico, fueron claves tanto para intentar ordenar la doctrina cristiana como para un nuevo comienzo de la discusión cristológica. Así, se puede precisar la mayoría de las cuestiones controvertidas sobre si Cristo es de naturaleza divina, de naturaleza humana, o ambas; y de ser ambas naturalezas, cómo coexisten o interactúan.

Una de las más antiguas disputas en el cristianismo se centra en si Jesús es Dios. Un número de ramas cristianas primitivas creían que Jesús no era divino, sino simplemente un profeta, Meshia humano, como está prometido en el Antiguo Testamento. Esta doctrina, originada en la comunidad judeocristiana en Nazaret, de Jesús como un simple profeta, como está prometido en el AT, y en realidad sin unidad con el Padre, como la segunda persona de la Trinidad, Dios verdadero y Hombre verdadero, se conoció como la herejía ebionita por parte de la ortodoxia que prevaleció, no porque lo considera profeta, ni porque lo considera humano, sino porque solamente lo considera un hombre común y corriente pecador y no Hijo de Dios como también está prometido en la Tanaj (que incluye la Torah). Las inclusiones de las genealogías de Jesucristo en Mateo 1,1-17 y en Lucas 3,23-28 se usaron para explicar la creencia de que Jesús es el Cristo en la línea de David. Una explicación alternativa es que las naturalezas de Cristo estaban en oposición una con la otra, que Jesucristo solamente tenía la ilusión de un cuerpo humano y que, por lo tanto, no tendría ancestros humanos. Esta doctrina parece ser que perteneció a los cristianos gnósticos, llamados «docetas», o Docetismo, que fueron calificados de herejes por las autoridades ortodoxas de la Iglesia.

Una postura que tienen muchos que creen en el Binitarianismo es que Jesús era el Verbo, y por lo tanto Dios (Juan 1) antes de su nacimiento, pero que no era completamente Dios mientras estuvo en la Tierra, en el sentido de que no haría nada sobre esa naturaleza (Juan 5,19.30;8,28), y que Jesús se hizo completamente Dios luego de la resurrección con toda autoridad (Mateo 28,18) y poder de Dios como lo tenía antes de su Encarnación. Hoy en día esto se considera por la mayoría de la ortodoxia cristiana como una herejía moderna.

En el credo Niceno-Constantinopolitano ya está contenida la definición ecuménica del Concilio de Calcedonia. Este punto de vista indica que Cristo "posee dos naturalezas", divina y humana, que están unidas en una misma persona, Jesucristo, sin que ninguna de las naturalezas pierda sus propiedades ni su individualidad pero sin estar separadas. Es el dogma de las iglesias Católica y Ortodoxas, y también es el punto de vista de la Comunión Anglicana (que no obliga dogmas), y de la gran mayoría de las iglesias Protestantes. Una de las doctrinas relacionadas en profundidad con la naturaleza de Jesús en la tierra es la de la kenosis.

sábado, 16 de noviembre de 2024

Análisis del documento final del Sínodo de la Sinodalidad