Estas son las principales herejías o errores doctrinales sobre la persona de Jesús, Hijo de Dios:
1. Docetismo:
Herejía difundida en el siglo I, por Marción, Valentín y Basílides (estos últimos, gnósticos) que reduce la carne de Cristo a una apariencia: "Parece que come, parece que camina, parece que está cansado...". Tanto san Juan en sus cartas (1 Jn 4, 2) como san Ignacio de Antioquía luchan contra este error. Jesús es verdadero hombre que come, bebe, se cansa, camina, llora, se admira. Jesús caminó por las calzadas polvorientas de Israel. Jesús miró con sus propios ojos a niños inocentes, a hombres enfermos, a fariseos complicados. Jesús amó con corazón también humano.
2. Ebionismo:
Herejía difundida en el siglo II en ambientes judeocristianos que niega que Cristo haya sido engendrado por el Padre y reconoce en Cristo al hombre investido por el E.S. en el Bautismo. Esta herejía fue condenada por san Ireneo de Lyon diciendo que Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios. Verdadero Dios porque sólo Dios puede dar eficazmente la salvación y restablecer la unión con los hombres. Verdadero hombre porque corresponde al hombre reparar su falta. Por ser Dios reparó la ofensa infinita que el hombre perpetró contra Dios. Por ser Hombre el hombre quedó redimido y su cuenta saldada.
3. Adopcionismo:
Herejía difundida en el siglo II por Teodoro el viejo y Pablo de Samosata que dice que Cristo es un simple hombre, adoptado por Dios como portador de una gracia divina excepcional. Niega, por tanto, la Trinidad y la divinidad de Cristo y la encarnación del Verbo. Volvemos a lo mismo: Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre. Se necesita fe para creer esto, pues Cristo, no lo olvidemos, es un misterio. Sólo los humildes y sencillos se abren totalmente a este misterio.
4. Gnosis cristiana:
Herejía difundida en el siglo II por Marción, Valentín, Epifanio y Simón el mago, según la cual Jesús no es Dios sino un "eón" en medio de los demás que ha venido para dar el conocimiento al hombre engañado por sus sentidos. Cristo desciende sobre Jesús en el momento del bautismo. Es una herejía, pues crea en Jesús un dualismo de personas y desvirtúa su misión divina y redentora. Fue combatida esta herejía por san Hipólito y san Ireneo. En Jesús hay una sola persona, la divina, con dos naturalezas, la humana y la divina. De nuevo, el misterio, ante el cual nuestras rodillas deben doblegarse. Si tuviera dos personas, tendría también dos personalidades; habría dos centros de comando. La salud psíquica y psicológica correría riesgo. Esta única persona divina de Cristo hace uso de las dos naturalezas, sin mezcla y confusión, como de dos manos. Las dos naturalezas son instrumentos que la Persona divina de Jesús utiliza para realizar su misión salvadora.
5. Arrianismo:
Herejía difundida en el siglo III por Arrio, que niega la divinidad de Cristo. Cristo, dice, es hijo adoptivo de Dios, no consusbstancial al Padre. Y el E.S. es la primera criatura del Hijo, por tanto, inferior a Él. Esta herejía fue condenada en el concilio de Nicea (325): "Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre". San Jerónimo pronunció una frase célebre: "El mundo se despertó un día y gimió de verse arriano". Muchísimos sacerdotes y fieles habían sido martirizados, los obispos católicos arrojados al destierro y sustituidos por arrianos. Todo esto por culpa del emperador Constancio II, arriano, que se había adueñado de todo el Imperio. Fue quien dijo: "Se acabaron los niceanos (es decir, los católicos hemos triunfado los cristianos (es decir, los arrianos); si solamente pudiéramos agarrar y ahorcar a ese bandido obispo de Alejandría". Se refería a un gran defensor de la fe católica, Cirilo de Alejandría.
6. Apolinarismo:
Herejía difundida en el siglo IV por Apolinar, que niega el alma humana de Cristo, creyendo que esa alma humana sería como la nuestra, pecaminosa. Así creía salvar la divinidad de Cristo. La Iglesia en el sínodo de Alejandría (362) afirmó el alma de Cristo diciendo: "El Verbo se encarnó para salvar alma y cuerpo; por ello tuvo que tomar un cuerpo". Y el sínodo de Roma del 377 condenó la herejía de Apolinar. El alma humana de Cristo no es pecaminosa, porque no tuvo pecado original, y, por los mismos, tampoco las consecuencias de ese pecado original, con el que nacemos todos los mortales. Sólo el pecado es quien deja la marca pecaminosa en el alma. Jesús no tuvo pecado, por tanto, la conclusión es bien clara.
7. Nestorianismo:
Herejía difundida en el siglo V por Nestorio, obispo de Constantinopla, que sostenía dos personas en Cristo: una divina y otra humana. El concilio de Calcedonia del 451 dice que en Cristo hay dos naturalezas separadas , unidas en una sola persona, la del Verbo. ¿Qué pensaríamos de un hombre que tenga dos personas o dos personalidades incorporadas en su ser? ¿Quién mandaría de las dos? ¡Qué lucha dentro de ese mismo ser!
8. Monofisismo:
Herejía difundida en el siglo V por Eutiques, archimandrita de Constantinopla, que sostenía una sola naturaleza en Cristo, la divina. Dio respuesta el concilio de Calcedonia del 451: en Cristo hay dos naturalezas: una, divina, y otra, humana. Si fuera verdadera esta herejía, ¿cómo se explicarían tantas actitudes de Cristo en el Evangelio: Jesús se cansaba, comía y bebía, caminaba, tenía unas manos, lloraba, se llenaba de santa cólera? Si no hubiera tenido naturaleza humana, no hubiera podido realizar estas actividades que son humanas.
9. Monotelismo:
Herejía difundida en el siglo VII por Sergio, patriarca de Constantinopla, que sostenía una sola voluntad en Cristo, la divina. La Iglesia dio respuesta en el III concilio de Constantinopla (680-681): "En Cristo hay dos voluntades sin división, sin cambio, sin separación ni confusión". Las dos voluntades no se oponen en Cristo, porque la voluntad humana sigue sin resistir ni oponerse, sometiéndose libre y amorosamente a la voluntad divina omnipotente.
10. La herejía de este siglo XX:
Hoy día pulula por ahí una herejía muy grave. Por querer acercar tanto a Cristo a los hombres y por pedir que solucione nuestros problemas económicos y materiales, se ha despojado de Cristo toda su dimensión divina y espiritual. Para esta herejía, Jesús no vino para salvarnos del pecado, no murió en la cruz para redimirnos y abrirnos las puertas del cielo; sino que vino como guerrillero, inconformista y violento que quiere poner orden y justicia, echando mano de la violencia y la guerra, y destruyendo a todos los ricos y capitalistas, para así dar de comer a los pobres. ¿En qué Evangelio se dice esto? Sólo habiendo bebido en fuentes marxistas se ha podido llegar a estas aberraciones. El Papa Juan Pablo II nos ha dado luz sobre este gran peligro en su documento sobre las luces y sombras de la teología de la liberación.
Este error distorsiona la misión de Cristo, pues Cristo vino a liberarnos del pecado que se esconde en el corazón de cada hombre. Eliminado el pecado, podrán cambiarse más fácilmente las estructuras de pecado. Quienes defienden esta posición dicen a Cristo: "Lo urgente hoy es el estómago, la cultura, la distribución de la propiedad. Cuando hayamos concluido todo eso -y sólo lo lograremos a través de la revolución- puedes tú venir al mundo para hablarnos de tu Padre Celestial. De momento, de tu Reino lo que nos interesa es lo que nos ayuda a un planteamiento revolucionario. Y no te extrañe si nosotros te "utilizamos", si adaptamos tu predicación a nuestras ideologías: lo mismo viene haciéndose desde hace dos mil años".
Conclusión
Las herejías no nos deben escandalizar ni desalentarnos. Al contrario, nos invitan a afianzar y a afirmar mejor nuestra fe, para seguir dando razones de ella a quienes nos pidan. La Providencia de Dios sabe llevar nuestra historia por los vericuetos que a Él le parezcan más apropiados para manifestar su Sabiduría y su Misericordia con todos nosotros. Al mismo tiempo, nos hacen vigilar, porque nadie está seguro de no caer. "Qui se existimat stare, videat ne cadat", nos dice san Pablo en 1 Corintios 10, 12, es decir, el que se cree estar firme, cuide para no caer.
Cuando se habla de "gnosis" se hace alusión a ese conocimiento esotérico (gnosis viene del verbo griego "conocer"), adquirido no por aprendizaje u observación empírica, sino por revelación divina, como emanación de Dios. Esta gnosis ha dado mucha guerra a la Iglesia desde entonces y muchas sectas de hoy siguen este camino. De la gnosis al panteísmo hay sólo un paso.
Refiriéndose al concilio de Nicea, donde se aclaró que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre.
Ha habido dos documentos muy importantes al respecto: el primero llamado "Algunos aspectos de la teología de la liberación" del 6 de agosto de 1984; y el otro, "Libertatis conscientia" del 22 de marzo de 1986, sobre la libertad cristiana y liberación. Ambos, emanados de la Congregación para la Doctrina de la fe, con la aprobación del Papa Juan Pablo II.
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