sábado, 20 de diciembre de 2025

Reflexión de los cuatro domingos de Adviento Ciclo A



El Adviento, en el ciclo A, está estructurado como un itinerario pedagógico: vigilancia, conversión, discernimiento mesiánico y acogida del misterio de la Encarnación. El Evangelio según san Mateo vertebra todo el recorrido y conduce, con lógica interna, hacia la Navidad no como un recuerdo sentimental, sino como un acontecimiento teológico que irrumpe en la historia.


Primer Domingo de Adviento – La vigilancia escatológica

Evangelio: Mateo 24, 37-44


Jesús remite a los días de Noé: la gente comía, bebía, se casaba… y el diluvio llegó. No hay condena de lo cotidiano, sino denuncia de la inconsciencia espiritual. La exégesis es clara: el Hijo del Hombre vendrá de forma imprevisible, y solo la vigilancia salva del autoengaño. El verbo clave es gregoreîn (velar): estar despierto interiormente.


Relación con la Navidad: antes de celebrar el nacimiento de Cristo, la Iglesia purifica la mirada. La Navidad no es evasión, es irrupción. El Niño que nace es el Juez que viene. Adviento comienza recordando que Dios entra en la historia, pero no pide permiso.


Segundo Domingo de Adviento – Conversión y juicio

Evangelio: Mateo 3, 1-12


Juan el Bautista aparece como figura profética radical. No endulza el mensaje: “Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca”. La exégesis subraya la ruptura con una religión heredada: no basta ser “hijos de Abraham”. El hacha está puesta a la raíz. El Mesías que viene bautizará con Espíritu Santo y fuego, imagen de purificación y juicio.


Relación con la Navidad: el pesebre no se entiende sin la llamada a la conversión. El Niño es fuego contenido. Celebrar su nacimiento sin cambiar de vida es traicionar el texto. Adviento recuerda que Dios no viene a confirmar estructuras, sino a transformarlas.


Tercer Domingo de Adviento – El Mesías esperado y discernido

Evangelio: Mateo 11, 2-11


Juan, encarcelado, duda. Pregunta si Jesús es realmente “el que ha de venir”. Jesús responde con hechos, no con teoría: los ciegos ven, los cojos andan, los pobres reciben la Buena Noticia. La exégesis revela un Mesías que no coincide con las expectativas de poder o castigo inmediato. Aquí nace el verdadero discernimiento: Dios actúa desde la misericordia.


Relación con la Navidad: el Mesías no llega con estruendo, sino con signos humildes. El Adviento madura: aprender a reconocer a Dios donde no parece grandioso. El pesebre es coherente con este estilo divino desconcertante.


Cuarto Domingo de Adviento – La Encarnación acogida en obediencia

Evangelio: Mateo 1, 18-24


José ocupa el centro. Hombre justo, decide obedecer a Dios incluso cuando no entiende. El texto es teológicamente denso: Jesús es concebido por obra del Espíritu Santo; se cumple Isaías 7,14; el nombre “Emmanuel” define toda la cristología: Dios con nosotros. La exégesis destaca que la Encarnación no es mito, sino intervención real de Dios en la historia humana.


Relación con la Navidad: aquí se cruza el umbral. Adviento culmina en la aceptación concreta del misterio. La Navidad no sucede sin un “sí” humano. José representa a la Iglesia que cree, acoge y custodia el misterio sin poseerlo.


Síntesis final

El ciclo A del Adviento no prepara una fiesta, prepara una fe adulta. De la vigilancia pasamos a la conversión, de la conversión al discernimiento, y del discernimiento a la acogida obediente del Dios hecho carne. La Navidad, así entendida, deja de ser folklore y se convierte en acontecimiento que juzga, salva y transforma. El Dios que nace es el Dios que reclama una humanidad despierta.

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