miércoles, 13 de julio de 2011

¿Para qué sirven entonces los teólogos? Parte I




Este artículo debe su origen tras la lectura interiorizada que realicé de la recopilación que hace Rosino Gibellini, donde se puede apreciar el trabajo de Joseph Comblin llamado: Teología, ¿Qué clase de servicio?

El primer análisis gira alrededor de lo que podemos denominar: La teología académica. Sin duda aquella que a pesar de sus orígenes protestantes y germánicos, acabó imponiéndose en nuestro ámbito. Hasta la Gregoriana cedió en tiempos del concilio; hasta Salamanca y las facultades romanas, italianas y latinoamericanas. Aún así en esta época de post concilio la teología académica ha comenzado a declinar; se evidencia la falta de confianza en sí misma.

Podemos señalar que la ilusión romántica del neo-tomismo duró hasta la mitad del siglo XX. Ya no hay castillos medievales, existe (a mi pesar) una agonía humanista, ni academicismos, a no ser por hábito y por la fuerza de inercia de las instituciones, en los programas de estudios. Ante este hecho (alarmante) frotándonos los ojos nos preguntamos: ¿Para qué sirven entonces los teólogos? ¿Pueden servir todavía de algo?

1. Debilidades y fortalezas

La teología actual está llamada a una reflexión que debe partir en reconocerse como no inmutabilidad del pensamiento para dispensarse de la necesidad de adaptarse a los tiempos nuevos. La teología debe verse humilde y descubrirse como un método humano que no es imprescindible para Dios pero que sí facilita al hombre poder comunicarse con él. La teología es una manera válida y efectiva para conocer la fe pero no es su mediación. Tampoco es un manual de la práctica cristiana.

La teología como palabra humana, pertenece al mundo, por ello es válido que interactúe con las demás ciencias humanas como la antropología, la sociología, la etnología, la lingüística, etc. Es la expresión de cierto grupo, de cierta sociedad, de unas personalidades que no son ni mucho menos excepcionales.

La teología está llamada a tener la sencillez de los pobres, sin malinterpretar mis palabras por que la teología no está por debajo de ninguna otra ciencia y es totalmente suficiente para tomar sus propias definiciones sin dependencia absoluta de ninguna ciencia humana positiva.

Más aún, la teología no es nunca desinteresada; los pobres pueden ser desinteresados, pero no los teólogos. Los teólogos deben ser ambiciosos en sus conocimientos antes de hacer teología. Pues no todo se puede dejar en manos de Dios, aún cuando sí debemos partir de su Amor. Si la teología no parte del amor de Dios entonces mezcla con Dios demasiadas cosas que no son Dios; demasiadas ignorancias y también demasiados intereses que se ocultan bajo las apariencias inmaculadas de la devoción.

La teología es aquella que busca la verdad y la verdad cristiana no está en la inteligencia, sino en la caridad; es una verdad vivida. Por eso mismo, una teología verdadera es una teología al servicio de la caridad vivida y activa. La teología debe pasar a pretender servir a servir de verdad.

El error más grande de la teología es el silencio; El silencio cuando es necesario hablar. El error de una teología consiste en hablar indefinidamente de cosas insignificantes para que pase el tiempo y, con el tiempo, el peligro. La verdad consiste en pronunciar las palabras que se precisan en el momento mismo que se precisan. De esta forma la teología se inscribe, modestamente en su propio plano, dentro de la lucha de la palabra de Dios contra el silencio. La palabra de Dios es ruptura del silencio mentiroso. La teología es ruptura del silencio. Es verdad que el discurso teológico no está demasiado maduro, que nunca está suficientemente preparado ya que no es palabra de Dios, sino incorrección humana, pero Dios se vale de Él para manifestarse como sacramento.

2. Importancia de la teología

Querer hacer de la teología el lenguaje de la revelación de Dios es encerrar a Dios dentro de la tecnicidad para convertir a los técnicos del “lenguaje reservado” en intermediarios indispensables. De esta manera estaríamos anclados a la visión medieval: Los laicos vivían al nivel de la devoción popular; sólo los clérigos tenían la clave del saber. Era un lenguaje cifrado: El propio misterio parecía un signo de lo sagrado, siendo así que no era más que un robo hecho a Dios.

La teología en su reorientación debe alejarse del “istmo apologético” ya que la historia ha dejado trasparentado que la apología no ha convencido nunca a nadie, aún cuando es tarea implícita del teólogo (sea clérigo o no). Gracias a ella, los clérigos lograban engañarse a sí mismos; se justificaban a sus propios ojos. La teología apologética es un solipsismo; es el teólogo que se persuade a sí mismo. Pero no habla nada, más que de sí mismo y de su voluntad de salvar lo que él llama su fe, pero que no es más que su falta de fe.

La teología no tiene la finalidad de liberar a la Iglesia de las falsas teologías, su finalidad es ayudar a la Iglesia a convertirse. La teología es una metodología para devolver al pueblo de Dios el uso de la palabra. Se trata de destecnificar el lenguaje cristiano, de destecnificar el lenguaje bíblico y de hacer que el pueblo de Dios vuelva a encontrar en su quehacer diario las palabras sencillas, que son las de Dios.

Ante los brotes de la “teología de los pobres” hay que resaltar que una teología no es más cristiana cuando hace hablar a los pobres. No se trata de que hable en nombre de los pobres. Sino de que se convierta a la Iglesia hasta el punto de que los pobres vuelvan a encontrar en ella el uso de la palabra. El lenguaje de la Iglesia debe convertirse en la palabra de Jesús. Es verdad que no es el lenguaje lo que importa en última instancia, sino la caridad. Pero el lenguaje puede atar o desatar los vínculos que mantienen ligado al pueblo de Dios

3. Una teología ¿Para qué?

La teología no debe solamente hablarse a sí misma. Ella no es su propio fin, ni tiene que ser la actividad puramente gratuita de una clase de humanistas cristianos. La teología no tiene la función de seleccionar entre sabios y no sabios. La teología tiene la función de comunicar la Revelación plena y definitiva dada en Jesús. Pero esa función se desarrolla dentro de la historia y por tanto su misión es una misión social.

Sin embargo la teología no se dirige directamente al pueblo de Dios como tal. Los pobres quizás nunca lleguen a entenderla, y en muchos casos ni siquiera podrán leerla. Es preciso que la teología llegue a borrarse ante el simple enunciado de la palabra de Dios. La teología se sitúa en una etapa preparatoria; su función es la de desenredar las complicaciones de las fórmulas del pasado en las que se enreda la fe, de tal manera que los cristianos puedan ponerse en contacto con la sencillez encontrada de nuevo. Pero la teología está llamada aún así a exigirse a no ser mediocre, ya que realiza un trabajo de simplificación, pero no es la simplicidad.

Es un error grave pensar que la teología está en función del clero. Pues, la teología si está solamente en manos (y en función) del clero esta será muy atenida por la ortodoxia (no quiere decir que sea negativo), sería paternalista, sería sobreprotectora y difícilmente objetiva (entendiéndose con esto que se pensaría en función de la utilización de los temas, en las precauciones que hay que emplear, en el uso apologético). Si además mencionamos los peligros graves que acechan a la “teología sólo clerical”, tendríamos que señalar: Que sería blanca, europea y masculina.

La teología tampoco puede ser una función auxiliar del magisterio, como sentido único. Es necesario que algunos teólogos desempeñen este papel, pero el pensamiento cristiano es cuestión de todo el pueblo de Dios y la teología no puede hacer otra cosa más que inscribirse en el movimiento de pensamiento y en el intercambio de palabras que se realizan en el conjunto del pueblo cristiano.

La teología no es de algunos o de minorías, la teología es para todos. Esta es su tarea. La teología es verdadera si sirve a esta tarea. Pero es falsa si sirve de coartada en beneficio de los que ponen a la Iglesia a su propio servicio.

4. La búsqueda del sentido

El sentido de la teología no se encuentra en su estructura lógica sino en la actualización de la caridad. Hablar de la teología sin una referencia a una acción no es más que evocar una estructura que cae en el vacío. Por eso ninguna teología puede tener sentido en una Iglesia en la que no pase nada. Su sentido es decir lo que pasa.

La teología será coherente con su esencia cuando su realidad sea la de la caridad formal, verbal, retórica, estructural, dentro de la vida consciente, social y visible de la Iglesia. La teología es una forma de acción de la Iglesia en el mundo.

La teología consiste precisamente en descubrir la relación entre la palabra y la acción, y esto no en abstracto, sino en las situaciones particulares.

La teología no tiene su sentido en ideologías. Una teología que encuentre su sentido en una ideología es falsa ya que buscará construir una teología para siempre, empresa blasfema. La verdadera teología une la palabra a la acción en el momento “presente”. Pretender hacer una teología que siempre sobreviva facilita su desaparición en el momento en que nosotros desaparezcamos. Pretender la eternidad es tarea de los filósofos.

La teología además debe estar sustentada en la hierofanía nunca en necesidades humanas como: El miedo, el hambre, la seguridad, la arbitrariedad del poder, el triunfo de los ricos. Si no estaríamos mitificando a la teología, sólo elaboraríamos mitos. Y el mito no es una respuesta, sino un sueño. Es distinto decir que la teología debe solidarizarse con ciertas experiencias humanas como: El miedo a la policía, el miedo a la denuncia, la sensación de que el hombre es un lobo para el hombre. En esta experiencia es donde resuena el evangelio. Por ello la teología no es un frente de guerrilla, eso es mito y sueño.

5. Palabra sobre Dios

La cuestión teológica fundamental no es la de la existencia de Dios, sino la de qué Dios. El ateísmo no es lo contrario a la fe en Dios, sino la fe en un falso dios. Por ello el trabajo de la teología es el del discernimiento. Hay muchos pobres que viven con la obsesión de un dios falso: Y cuanto más fuerte, convencida, sectaria y apasionada es esa fe, mayor también es la tragedia.

Muchas veces la teología cae en el error de llevar a un dios falso. Al dios machista, al dios inaccesible, al dios del jefe, al dios Estado, al dios del ejército. Ese es el dios del poder; un dios que sacraliza todo poder. Es el dios del yo. Un dios que es proyección de su inmensa soledad.

La teología debe mostrar la trascendencia de Dios que es distinta a cualquier pensar de sus criaturas. El verdadero Dios no se revela en la vuelta del yo sobre sí mismo; se hace presente en el otro. Dios está en el otro desconocido, en el que no atrae la atención. Dios no cree en privilegios, todos son hijos de él.


Ronald Rivera

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