Teología Fundamental de
los Sacramentos
INTRODUCCIÓN
TERMINOLOGÍA
Sacramentum.
El
uso que dentro de la tradición cristiana se la ha dado a este término deriva de
las antiguas versiones latinas de la Biblia, como traducción del término griego mysterion.
Etimológicamente sacramentum viene de sacrare, constituir a una persona o cosa
en algo sagrado (Consagración). La noción lleva consigo la intervención de un
poder público como único capaz de realizar semejante acto. En el uso romano se
aplicaba especialmente en el campo civil y militar. En el civil se llamaba
sacramentum al depósito pecuniario de los litigantes que entregaban en un lugar
sagrado, y que pasaba finalmente a poder del que ganaba el litigio. En el
terreno militar era el juramento por el que los soldados, invocando el
testimonio de los dioses, se obligaban a sujeción y fidelidad al ejército. El
que juraba verazmente recibía el auxilio de los dioses, el que lo hacía
falsamente atraía sobre sí la ira divina.[1]
Tertuliano es el autor
latino que usa primeramente este vocablo en el lenguaje cristiano. Se aplica a
la economía de la Salvación en la Encarnación, vida, muerte y resurrección de
Cristo. También llama así a la religión, a la regla de fe y a los ritos de
iniciación cristiana. Más adelante se ve el uso en los Padres Latinos la
aplicación para explicar los ritos eficaces instituidos por Cristo para la
santificación de los hombres. Así S. Agustín usa el vocablo para designar los
ritos del AT, como el sábado, la circuncisión, los sacrificios, la unción, la
pascua, el templo… Llama también sacramento al bautismo, la eucaristía, la
ordenación… Una serie de textos del obispo de Hipona llaman mysteria a la
Trinidad y a la Encarnación y en general al misterio de Cristo del que toda la
Escritura habla. En pocas palabras podemos decir que el uso del término
sacramentum era diverso en los primeros cristianos, pudiéndose decir que todos
los sacramentos pertenecen al gran Mysterium-Sacramentum que son Cristo y la
Iglesia.
Mysterion, esta palabra
griega se empleaba en los ambientes precristianos con un valor cultual. Se
llamaban mysteria, en el griego precristiano, a cultos que estuvieron en vigor
desde el siglo VIII a.C. hasta el siglo IV d. C. Están constituidos por
solemnes ceremonias en las que la muerte de algún dios mitológico se
representaba ante los iniciados, de tal manera que estos participaran de la
vida misma del dios. El secreto sagrado está en la unión entre la divinidad y
el iniciado, unión que se realiza de modo simbólico y variado en los diversos
cultos mistéricos.
En la Biblia el uso del
vocablo Mysterion tiene un sentido distinto: el de plan divino sobre la
salvación. A partir de Clemente de Alejandría y Orígenes, usan los primeros
cristianos la palabra para referirse a los ritos santificadores.
ACERCAMIENTO TEOLÓGICO
DE LOS SACRAMENTOS
¿Dónde habita Dios?
¿Dónde le encontraremos para ver su amor? ¿Dónde nos dejaremos alcanzar por Él?
La Fe de la Iglesia
responde a estas preguntas a través de los sacramentos como puntos de encuentro
con Dios. Por eso es muy importante conocer y vivir los sacramentos y tener de
ese modo experiencia del amor revelado y donado en Jesucristo.
El
“misterio-sacramento” expresa así el encuentro de la alianza, que se realiza en
la historia entre la iniciativa divina y la aceptación del hombre. El
sacramento es el acontecimiento, hecho de gestos sensibles y palabras, del
encuentro con Dios, que no duda en intervenir con nuestra cotidianidad y
nuestros límites porque nos ama y desea encontrarse con nosotros[2].
Una forma de visualizar
los sacramentos desde su contenido teológico es tomar los sacramentos como
prolongación del único sacramento que es Cristo. ¿Cómo? Tomando los sacramentos
como acciones anamnéticas y como acciones de suprasentido, realizadas por, con
y en Jesucristo.
Los Sacramentos como
acciones anamnéticas[3]:
1. Sacramentos
de Prolongación Profética de Jesús:
1.1 El Bautismo y
Confirmación: Acto profético de esperanza.
1.2 La Reconciliación:
Acto profético de paz.
1.3 La Unción: Acto profético
de compasión.
2. Sacramentos de
Autodonación de Jesús:
2.1 La Eucaristía: como
acto autodonante de Jesús y símbolo real de su cuerpo y de su sangre.
2.2 El Orden: Acto
profético de servicio.
2.3 El Matrimonio: Acto
profético de fidelidad.
Los Sacramentos como
acciones de suprasentido:
La persona humana se
encuentra en una constante búsqueda de sentido como parte de su realidad
existencial. Los sacramentos por ser medios eficaces de trascendencia se
presentan como signos sensibles que nos comunica directamente con un sentido
último que termina otorgándole significado a todos los sentidos particulares,
que denominaremos suprasentido. Este suprasentido lo definimos como el orden
que dentro de nuestra realidad temporal
establecemos entre nuestras acciones y el mundo de los valores
(trascendencia).
Ese suprasentido, no es
captable en su totalidad por el hombre porque lo supera. Es más que captable.
El hombre sólo puede llegar a percibirlo o descubrirlo, por vía de la fe o por
una captación intuitiva. Pascal decía, la rama nunca llegará a comprender el
sentido del árbol en su totalidad[4].
Los sacramentos al
referirlo direccionalmente al suprasentido podemos imaginarlo dentro de las
etapas de la vida, partiendo de fundamentos antropológicos[5]:
1. Situación
de generación y nacimiento: Bautismo.
2. Situación
de crecimiento: Confirmación.
3. Situación
de adultez: Orden y Matrimonio.
4. Situación
de casamiento: Matrimonio.
5. Situación
familiar: Eucaristía.
6. Situación
de enfermedad y dependencia: Penitencia y Unción de enfermos.
El hombre como “homo sacramentalis”
El hombre es un ser
sacramental en cuanto que el sacramento es ese encuentro con lo divino
trascendente (para nosotros personificado en el Dios de Jesucristo), que se
expresa y celebra en ritos eclesiales. Por tanto podemos afirmar[6]:
1. Que
los sacramentos cristianos están en continuidad con la sacramentalidad
existencial.
2. Que
existe una coherencia entre la realidad sacramental existencial y la oferta
sacramental de la Iglesia.
3. Que
entre lo que se demanda “desde abajo” (proceso de la vida) y lo que se ofrece
“desde arriba” (ritos sacramentales) hay una correspondencia básica o
fundamental.
4. Que
los sacramentos no son añadiduras extrañas, o simples ceremonias accidentales a
la vida humana.
5. Que
toda explicación y configuración formal de los sacramentos deberá fundarse y
tener en cuenta también aquello que constituye la misma raíz antropológica
sacramental.
Los sacramentos
desarrollan dos aspectos fundamentales de la existencia humana, que realizan al
hombre: El primero es su carácter memorial (mítico), en relación con el ideal
genuino o primordial al que orienta su vida, lo que le lleva a renovar su
sentido de vida. De ahí la densidad “pedagógica-didascálica-moral” de los
sacramentos. El segundo es un carácter celebrativo-festivo, por el que se
expresa y celebra la alegría de vivir, de compartir, la exuberancia y el
exceso, afirmando así el sentido positivo de la existencia, la irrupción de lo
extraordinario en lo cotidiano.
Siempre que se dan
estos aspectos o se cumplen estas dimensiones, podemos decir que el hombre se
auto-realiza, se encuentra a sí mismo en su ser pluridimensional, redescubre el
sentido de su vida, pacifica su cuerpo y su espíritu, anima su esperanza… De
ahí que los sacramentos hayan sido llamados “signos de sanación”, “signos de
liberación”, “signos de esperanza”, “signos de renovación y comunión”.
Lic. Ronald Rivera
[1]
Cfr. Diccionario RIALP. Tomo XX, voz: Sacramento. Pág. 619-620. Madrid, 1979.
[2]
Cfr. FORTE, Bruno. “Introducción a los sacramentos”. Paulinas. Madrid, 1996.
Pág. 07-11.
[3]
Revisar estructura del libro: ROSATO, Philip “INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA DE LOS
SACRAMENTOS”. Verbo Divino. Navarra, 1994.
[4]
Cfr. GARCÍA, Claudio “Cita a ciegas”. San Pablo. Buenos Aires, 2006. Pág.
141-148.
[5]
Revisar estructura del libro: BOROBIO, Dionisio “SACRAMENTOS Y ETAPAS DE LA
VIDA”. Sígueme. Salamanca, 2000.
[6]
Cfr. BOROBIO, Dionisio “SACRAMENTOS Y ETAPAS DE LA VIDA”. Sígueme. Salamanca,
2000. Pág. 18-21
PROBLEMÁTICA
ACTUAL EN EL TRATADO DE LOS SACRAMENTOS
1.Localización
del tratado de sacramentos:
Los
sacramentos dentro del entramado teológico están acompañados de una doble
dimensión: Cristológica y Eclesiológica, siendo desde su propia naturaleza
acciones salvíficas y eclesiales[1].
Según
Santo Tomás, el lugar propio de los sacramentos en el conjunto del plan
teológico es el que sigue a la cristología (Suma Teológica, III, q. 60,
introducción).
El
Concilio Vaticano II, vincula los sacramentos a la Iglesia (LG 07, SC 06, SC
26).
Teólogos
como Vorgrimler, H. ubican los sacramentos como parte integrante de la teología
litúrgica (Vorgrimler, H. Teología de los
sacramentos. Barcelona, 1989).
Más
recientemente teólogos como Philip J. Rosato colocan a los sacramentos como
acciones epicléticas realizadas en la unidad del Espíritu Santo (Philip R. Introducción a la Teología de los
sacramentos. Verbo Divino. Navarra, 1994). Dándole un lugar en la
pneumología.
A
partir de esta confluente operatividad cristológica, pneumológica y
eclesiológica ha de ser tomado el tratado de los sacramentos como un prisma,
cuya imagen geométrica pueda servir para aquilatar el justo equilibrio que ha
de guardarse en la consideración sobre los sacramentos. Lo importante es
destacar que su doble configuración cristológica y eclesiológica son
irrenunciables y ninguna de ellas dos debe ni desplazar ni suplantar a la otra.
Repetimos que después del Concilio Vaticano II ya no es posible concebir el
tratado de los sacramentos al margen de la eclesiología, pues los sacramentos
son acciones de Cristo en la Iglesia y para la Iglesia.
Rahner
con formulación más tajante, y en lógica consecuencia con su manera de concebir
los sacramentos, ha propuesto que la sacramentología en general forma parte
integrante de la eclesiología. Tanto que para Rahner, el único sacramento, en
términos absolutos, es la Iglesia y que los siete sacramentos participan de su
sacramentalidad (Rahner, K. La Iglesia y
los sacramentos. Barcelona, 1967).
2. Cultura
actual y signo sagrado
Con
reiterada frecuencia se viene afirmando de la cultura contemporánea que está
regida por postulados pertenecientes al mundo físico-matemático, y que por ende
es positivista y poco apta para apreciar los signos y, en consecuencia, los
sacramentos[2].
Así se lee en Mysterium Salutis: “La mentalidad de nuestra época está influida
decisivamente por la técnica moderna y, de suyo, es más bien contraria a una
interpretación personal-sacramental de la realidad” (Schulte, R. en MyS IV/2,
p.57).
FUENTES
DE LA TEOLOGÍA SACRAMENTAL
La reflexión teológica
es siempre posterior a la realidad, a la praxis y a las experiencias de la fe.
La teología de los sacramentos es, por eso mismo, posterior a la praxis
sacramental de la Iglesia. El teólogo es aquel carismático que aporta a las
comunidades cristianas claves y perspectivas para comprender la experiencia de
la gracia en el contexto de la experiencia humana de su época y ayuda a los
creyentes a dar razón de su fe en cada momento histórico[3].
Empezaremos
nuestro estudio de los sacramentos fijando nuestra mirada en el primer milenio
de la iglesia. Como punto de partida, conviene resaltar la extrañeza que la
Iglesia católica empezó a hablar de “los siete sacramentos” y elaboró su noción
teológica en una época relativamente tardía dentro de su larga y secular
historia de veintiuno siglos: en el siglo XII; y sancionó esta perspectiva más
tarde aún, en siglo XV, con el concilio de Trento. A pesar de la larga espera
definitoria, el primer milenio de la cristiandad nos ofrece un marco excelente
para encontrar respuesta a nuestras cuestiones: en primer lugar, en los
escritos del Nuevo Testamento, después en los escritos de los padres griegos y
latinos.
1. Fuente
Bíblica:
Nuevo
Testamento: En la predicación de Jesucristo sólo se usa una vez la palabra Mysterion: es en Mc 4,11 y lugares
paralelos. Los discípulos preguntan sobre el significado de la parábola del
sembrador; Cristo le responde: “A ustedes les ha sido dado el conocer el
misterio del reino de Dios (tò mysterion…) pero a los otros de fuera todo se
les dice en parábolas”. Jesús es el sacramento del Padre y ante Él la humanidad
se divide en dos grupos definitivos, los que aceptan su revelación del misterio
y los que, cegados, la rechazan. Hay que notar también que el término, usado en
labios de Jesús, tiene una relación con el Reino de Dios, la ekklesia de Cristo.
En
S. Pablo, la palabra alcanza un valor cada vez mayor. También en él hay que
tener en cuenta la perspectiva de la tradición judía-sacramento tiene clara
resonancia escatológica, aplicándose a las etapas sucesivas a través de las que
el mysterion se realiza en la
historia de los hombres. Engloba, pues, toda la historia de la salvación desde
la venida de Cristo en Belén hasta la Parusía.
S.
Pablo no aplica la palabra sacramentum
a los sacramentos de la tradición cristiana posterior, es decir, a los siete
que ya fueron definidos y delimitados solemnemente en el Concilio de Trento.
Sólo hay un pasaje en el que muchos autores ven una referencia explícita al
sacramento del matrimonio (Ef 5,32); parece ser que más que al matrimonio como
sacramento, se refiere al matrimonio como tipo de la unión de Cristo con su
Iglesia, el misterio-sacramento escondido y revelado. Lo cual no quiere decir
que los sacramentos no existieran en el momento de escribir S. Pablo. Existían
y con un fundamento que se extiende hasta el mismo Cristo. Lo que sucede es que
la terminología no estaba fraguada[4].
2.
Fuente Patrística:
2.1.
Padres Griegos[5]:
2.1.
1. Los Padres Apostólicos:
Aunque fueron parcos a la hora de
usar el término mysterion, la verdad es que San Ignacio de Antioquía lo emplea
ya en tres lugares distintos. Son éstos. En la carta de Efeso, cuando dice la
virginidad de María, de su parto y de la muerte del Señor que permanecen
ocultos para el príncipe de este mundo por tratarse de tres misterios
clamorosos que el Señor obró en silencio.
2.1.2
Los Padres Apologistas:
En
los Padres apologistas el uso de la palabra misterio fue algo más frecuente y
el significado que le otorgaron más variado. Estos son los diversos sentidos:
a) Para designar los misterios paganos b) A las acciones salvíficas obradas por
Jesucristo, tales como el nacimiento o la muerte en la cruz c) Se aplica a las
figuras del AT en relación con el NT, según el principio establecido por el
mismo San Pablo al proponer que todo cuanto en el desierto les había ocurrido a
los padres había sido en figura y para utilidad de cuantos las comprendieran
cuando llegara la plenitud de los tiempos. Así, en no pocos pasajes de San
Justino mysterion es traducible por
parábola, símbolo o tipo (JUSTINO, Diálogo,
68, en Padres Apologistas (BAC
116), p. 435 y 464).
2.1.3
Los Padres Alejandrinos:
Fueron
ellos quienes aplicaron la terminología gnóstica-neoplatónica a la teología
cristiana. Así, San Clemente de Alejandría emplea el término “misterio” hasta
noventa y una veces, aunque no siempre en el mismo sentido. La aportación más
significativa de Clemente, al asumir el término “misterio” en su teología, sea
la división que establece entre misterios menores, los que han sido revelados a
todos, y los misterios mayores, aquellos que tan sólo han sido comunicados a
los gnósticos.
Orígenes
del siglo tercero, perfiló de un modo muy particular la teoría sobre la imagen
y sentó las bases para la reflexión sistemática que establece la íntima
relación entre el signo y la realidad. Toda realidad sensible tiene una función
de mysterion, por cuanto es una imagen o símbolo que revela la realidad
verdadera, que es la espiritual.
El
planteamiento de Orígenes, lejos de restringirse a la temática meramente sacramental,
abarcó de un modo general la consideración de las imágenes bíblicas y, por
ello, a partir de las veterotestamentarias, estableció una relación con la
doctrina del Nuevo Testamento. Sin embargo, hay que tener presente que fue él
quien comenzó a formular de manera técnica la noción del signo como principio
operativo, como medio a través del cual se consigue la gracia como efecto. Por
tanto se están sentando las bases para la comprensión de los sacramentos como
signos a través de los cuales se hace presente entre los hombres el misterio de
Dios en Jesucristo. Para Orígenes el “gran Misterio” consiste en la triple
revelación del Verbo mediante la Encarnación, en la Iglesia y por la Escritura.
Por otra parte, los ritos de la religión cristiana, tales como bautismo y la
Eucaristía, son misterios derivados del Misterio Fundamental por el
procedimiento de participación.
2.2.
Padres Latinos[6]:
2.
2.1. Tertuliano:
Tertuliano
usa el término en un doble sentido. El que usa mayoritariamente equivale a
juramento. Y el otro sentido es la traducción en latín del mysterion griego. De esta manera se fue utilizando el término hasta
significar aquellas acciones a través de las cuales el misterio sagrado se hace
operativamente presente en los hombres.
2.2.2. San Cipriano:
Inmediatamente
después de Tertuliano se ha de recordar a San Cipriano, pues son los dos
autores que desde el norte de África más influyeron en el siglo III para que
fuese acogido por el lenguaje teológico el término “sacramento”. El primer
empleo de S. Cipriano del término sacramento es la acepción de juramento, y el
segundo a aquellos otros en los que traduce directamente del griego el
sustantivo “misterio”. Este último grupo cabrá subdividirlo en dos secciones,
la que contempla el misterio como tal y la que lo considera desde la figura y
el símbolo o, si se quiere, desde el signo. Se trata de apreciaciones
fundamentales de la palabra y a su través de valoraciones conceptuales del
sacramento.
S.
Cipriano da un paso más que Tertuliano al afirmar que considera el sacramento
como expresión directa del misterio de Dios.
2.2.3.
San Agustín
San
Agustín reflexionó sobre los sacramentos en general indirectamente, es decir,
al tener que tomar postura ante determinada cuestiones a partir de la
consideración de un sacramento particular. Así, por ejemplo, al tratar sobre el
bautismo administrado por los herejes formuló su preciosa doctrina sobre la
eficacia cristológica de los sacramentos, y al preguntarse acerca del efecto
del sacramento de la eucaristía, escribió sus definitivas páginas sobre la
dimensión eclesial de la celebración eucarística.
San
Agustín le da a los sacramentos una entidad sagrada (res sacra). Lo sagrado, el
ser signo de una realidad sagrada, es la nota fundamental desde la cual San
Agustín propone al sacramento y que le permite definirlo como signo de la
gracia invisible (San Agustín, Quaetiones
in Hepteteucum III. 84. PL 34, col. 712).
Lic. Ronald Rivera
[1]
ARNAU, R. Tratado General de los
Sacramentos. BAC. Madrid, 1994. Págs. 10-11
[2]
ARNAU, R. Tratado General de los
Sacramentos. BAC. Madrid, 1994. Págs. 14-15
[3]
GARCÍA, José. Teología Fundamental de los
Sacramentos. Paulinas. Madrid, 1991. Págs. 19-21
[4]
Cfr. Diccionario RIALP. Tomo XX, voz: Sacramento. Pág. 619-620. Madrid, 1979.
[5]
ARNAU, R. Tratado General de los
Sacramentos. BAC. Madrid, 1994. Págs. 48-61
[6]
ARNAU, R. Tratado General de los
Sacramentos. BAC. Madrid, 1994. Págs. 62-79
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