sábado, 21 de octubre de 2023

Catequesis y Sinodalidad: Llamado a la conversión




 Catequesis y Sinodalidad: Llamado a la conversión 

 

Cuando conversamos sobre la catequesis evangelizadora nos referimos a la madurez que estamos llamados a tener todos los cristianos en la Fe. La catequesis debe ser una herramienta pedagógica de conversión inicial y una ayuda a los cristianos para dar pleno sentido a sus vidas, educándose en una mentalidad de fe conforme al Evangelio, hasta que gradualmente lleguen a sentir, pensar y actuar con Cristo. En el proceso catequético se presenta un camino para el neocatecúmeno, donde el mismo sujeto interviene de manera decisiva con su personalidad, para medir la capacidad de acoger el Evangelio. El encuentro de la persona con su Creador está en consonancia con la situación existencial y las fases del crecimiento del fiel de forma integral. El Directorio para la Catequesis número 77 concreta lo que acabamos de decir: Es la Palabra de Dios la que nos introduce en el Misterio de Cristo. La catequesis debe estar lejos de ser un cúmulo de conocimientos abstractos para convertirse en un encuentro con Jesucristo en torno a su Palabra. Toda dinámica que toma como fuente el Evangelio nos actualiza ante el Misterio Cristo, para entrar en contacto con la experiencia, no sólo espiritual sino antropológica, del verdadero sentido de lo humano. 

 

La Palabra de Dios nos invita constantemente a un cambio de mentalidad, pero esta conversión inicial no será real hasta que la libertad y voluntad humana estén inmersas en el Amor de Jesús. Un Amor que es imposible de encontrar a espalda del Evangelio. 

 

En la catequesis lo importante es la transformación de la mentalidad: Pasar del hombre viejo al hombre nuevo. Porque en ese cambio de mentalidad es cuando la persona en su conciencia se va transformando a semejanza de Jesús. Es decir, va actuando como Jesús, va esperando como Jesús, se va configurando desde la guía discipular. Por ejemplo: ¿Cómo veía al pobre antes de mi catequesis y cómo le veo ahora? Si no hay conversión inicial entonces tampoco habrá una identificación con Cristo. 

 

El texto del Directorio para la Catequesis número tres, nos refiere a la comprensión que actualmente se tiene de los dinamismos formativos de las personas y exige la íntima Comunión con Cristo. Enseña que la íntima Comunión con Cristo no solo se debe considerar como un valor en sí mismo, sino que debe tener en cuenta el proceso de acompañamiento que supone la comunión entre personas. Es un proceso complejo que implica una oración a la luz del Evangelio y exige al neocatecúmeno, en su propia experiencia de vida, una catequesis comprometida para alcanzar la madurez de su propia respuesta de Fe. Este es el motivo por el cual, el presente directorio insiste en la importancia de que la catequesis acompañe la maduración de una mentalidad de Fe, en una dinámica de transformación espiritual. 

 

La catequesis se diferencia del aprendizaje impartido en las escuelas (como matemática, historia o ciencias naturales) de que la gracia del Espíritu Santo es el primer actor, porque nadie puede seguir a Jesús si no es movido por la gracia del Espíritu. Y la libertad de la persona neocatecumenal, como segundo actor, va abriendo el corazón al conocimiento de lo mistérico, de lo salvífico. 

 

El papel del catequista es el de acompañar la respuesta libre de las personas que desean ser de Cristo. Es en el proceso de acompañamiento donde el catequista guía la transformación del ser humano a iniciarse como discípulo de Jesús: Pensar, sentir, actuar como Jesús. 

 

La catequesis desde la Sinodalidad podemos comprenderla en clave carismática y misionera, para esto se requiere una pedagogía de iniciación inspirada en el itinerario catecumenal, que responda con sabiduría Pastoral, a la pluralidad de situaciones. En otras palabras, según un significado que se ha ido madurando en la Iglesia, y se trata de: Un itinerario pedagógico, ofrecido en el seno de la comunidad eclesial. Este itinerario conduce al creyente al encuentro personal con Jesucristo a través de la Palabra de Dios, la acción litúrgica y la caridad, integrando todas las dimensiones de la persona. Esto permite que los fieles crezcan en la mentalidad de fe y sean testigos de una nueva vida en el mundo. En el anterior directorio se había hecho mucho hincapié en una catequesis de inspiración catecumenal, en este directorio también subraya esta dimensión desde una perspectiva mistagógica y ha subrayado de una forma extraordinaria lo que se llama la catequesis kerigmática. Estas dos catequesis son complementarias por que la catequesis kerigmática está al servicio del encuentro con Cristo. 

 

El kerigma tiene la virtualidad de mostrar de qué forma Cristo está presente en la vida de la Comunidad. No de forma abstracta sino en forma de anuncio, un anuncio que hace presente a Jesucristo en la vida de sus interlocutores. El catequista debe tener el atrevimiento de anunciarlo porque en el momento que lo anunciamos de una forma personal estamos invitando a la Fe. Por tanto, nuestras catequesis para que sean evangelizadoras necesitan del kerigma. Sólo así, la catequesis puede confrontar, con el anuncio de Jesucristo, al pensamiento débil y deliberante del mundo de hoy. 

 

Ser discípulo de Cristo es ser parte del anuncio de su Amor en una dinámica mistagógica. En la catequesis kerigmática vas aprendiendo a pensar como Jesús, sentir como Jesús, actuar como Jesús, misionar como Jesús, esperar como Jesús... es por tanto en la conjunción de estos elementos del anuncio lo que hace posible la configuración con el Salvador. 


La evangelización es un proceso global, integral y holístico. No puede ser posible la iniciación cristiana sin la aceptación de este primer anuncio. Eso es kerigma.  

 

La caridad y la fraternidad son el lugar donde el servicio al otro es real, y esta realidad para el cristiano es la Comunidad. Es la Comunidad cristiana la garante del anuncio kerigmático, así cumple con el mandato del Salvador. 

 

La Comunidad es el lugar donde uno se encuentra con Cristo y así se va uno transformando en el hombre nuevo. No se puede comprender la transformación existencial llevada a cabo por el Espíritu Santo sin la Comunidad, pues es ella misma una metanoia que se manifiesta en todos los niveles de la existencia del cristiano: En su vida interior de adoración, en la acogida de la voluntad divina, en su participación activa, en la misión de la Iglesia, en su vida matrimonial y familiar, en el ejercicio de la vida profesional, en el desempeño de las actividades económicas y sociales... El creyente al aceptar el don de la fe es transformado en una criatura nueva y recibe el título indeleble de ser hijo e hija de Dios. 

 

La acción de la catequesis se llama conversión: volverse hacia Dios. Yo quiero que mi vida esté dirigida en Dios. En la medida en que los neófitos tengan una disposición de conversión y que Dios sea el centro de su vida, el discipulado será exitoso. 


Ronald Rivera

No hay comentarios:

Publicar un comentario