Deseo ahondar en el fenómeno conocido como Satanic Panic, que marcó a fuego la cultura occidental entre 1980 y 1990. Y quiero hacerlo con claridad, porque se suelen mezclar dos mundos que deben distinguirse: la histeria social y el satanismo real; la imaginación enferma y la perversión concreta; la ignorancia religiosa y la experiencia espiritual auténtica.
Hablaré desde dentro y desde fuera. Desde la sombra y desde la luz.
1. El caldo de cultivo: una sociedad herida, vulnerable y fascinada por lo oscuro
Para entender el Satanic Panic hay que situarse en la cultura estadounidense de fines de los años setenta. Venían de la resaca del Vietnam, del Watergate, del desencanto institucional. Una nación que se creía fuerte descubrió su propia fragilidad. Y donde hay grieta espiritual, suele entrar cualquier cosa: miedos, mitos, conspiraciones.
El final de los setenta coincidió con la explosión de lo paranormal en televisión, el auge de películas como El Exorcista o La Profecía, y el renacimiento del interés por el ocultismo. A esto se sumó un deterioro de las estructuras familiares, miedo al abuso infantil y creciente desconfianza hacia escuelas y guarderías.
El cóctel perfecto.
Así apareció la idea de que existían cadenas organizadas de rituales satánicos, operando en secreto, abusando de niños, infiltradas en instituciones, protegidas por redes de poder.
Les digo algo que tal vez incomoda: aunque el Templo de Seth jamás practicó rituales criminales —al menos durante mis años allí—, el satanismo real sí existía. No como en las películas, pero existía. Sectas menores, grupos dispersos, individuos obsesionados con la magia ritual. Nada que justificara una conspiración nacional, pero lo suficiente para encender miedos.
Y a veces, para que arda un bosque basta una chispa.
2. El caso McMartin: el incendio que se salió de control
El Satanic Panic tiene un epicentro: el caso McMartin Preschool (1983). Un pequeño centro preescolar en California se convirtió en el punto rojo del mapa cuando una madre denunció que su hijo había sufrido abusos sexuales por parte de maestros involucrados en rituales satánicos.
La investigación se infló como globo de feria. Entrevistas sesgadas, interrogatorios manipulados a niños, terapeutas convencidos de que los críos escondían traumas rituales. Todo se desbordó.
Se hablaba de túneles secretos, sacrificios de animales, vuelos en helicóptero para rituales nocturnos, incluso de profesores que podían “volar”.
Nada se comprobó. Ningún túnel. Ningún cadáver. Ningún ritual.
El juicio duró siete años y se gastaron quince millones de dólares. Fue el proceso penal más largo de la historia de Estados Unidos en ese momento… para terminar en nada.
Pero el daño ya estaba hecho. McMartin abrió un portal: ahora todos veían demonios en la sombra.
3. Libros que encendieron la histeria: De Michelle Remembers a los “supervivientes rituales”
En 1980, un libro de apariencia terapéutica se convirtió en dinamita cultural: Michelle Remembers, escrito por la paciente Michelle Smith y su psiquiatra —luego esposo— Lawrence Pazder. El libro narraba supuestos recuerdos recuperados mediante hipnosis: torturas, rituales, sectas, demonios, abusos.
Hoy sabemos que el libro es falso. Ni un solo hecho pudo ser verificado. Pero en 1980 nadie pedía evidencia; solo querían horror.
A partir de ahí empezaron a surgir “supervivientes” del satanismo ritual. Sus relatos eran absurdamente idénticos entre sí, como si hubiesen sido moldeados por terapeutas que ya sabían las respuestas antes de formular las preguntas. El mecanismo es conocido ahora: memoria implantada, sugestión, contaminación emocional.
Pero en los ochenta sonaba a revelación. Y la sociedad se tragó el cuento entero.
4. Casi todo fue mentira… pero algo era verdad
Desde la teología y desde mi experiencia investigativa sobre el satanismo, debo decir:
El Satanic Panic fue, en un 95 %, histeria colectiva.
Pero el otro 5 % no fue inventado.
Hubo grupos satánicos reales, aunque no organizados a nivel nacional. Hubo crímenes inspirados en símbolos satánicos: vandalismo, profanación, violencia esporádica. Hubo psicópatas que usaron imaginería satánica para justificar atrocidades.
Richard Ramirez, el “Night Stalker”, es un ejemplo grotesco: un asesino serial que dejó frases satánicas en las paredes de sus escenas del crimen, no por devoción ritual, sino por una mezcla de sadismo, nihilismo y delirio.
Y hubo jóvenes que, fascinados por el ocultismo, terminaron en prácticas peligrosas, no tanto por el demonio como por su propia fragilidad psicológica.
El problema es que la sociedad mezcló todo en un mismo saco: los satanistas filosóficos, los ocultistas amateur, los psicópatas, los rockeros con estética oscura, los jugadores de Dungeons & Dragons, y hasta niños que escuchaban heavy metal.
Ese caos conceptual fue el gran triunfo del Satanic Panic.
5. Cuando el miedo se vuelve industria
La televisión encontró oro en el pánico. Programas de investigación sensacionalistas, pastores evangélicos que vendían “manuales de guerra espiritual”, policías que asistían a cursos para reconocer “signos de ritual satánico”.
Recuerdo ver algunos de esos manuales cuando investigaba sobre el Templo de Seth. Me reía. No porque no existiera el mal, sino porque lo que describían era una fantasía grotesca, una caricatura infantil. Mientras ellos buscaban pentagramas trazados con sangre, el verdadero satanismo —al menos el de Aquino— no necesitaba sangre ni animales sacrificados. Bastaba con una idea: la exaltación del yo por encima de Dios, la voluntad como principio absoluto, la ruptura con toda forma de humildad.
El error de la sociedad fue mirar lo espectacular y no lo esencial.
6. El punto más oscuro: acusaciones en masa, familias destruidas, vidas arruinadas
Miles de personas fueron acusadas falsamente. Hubo maestros encarcelados sin pruebas, familias separadas, reputaciones devastadas. Cualquier adulto que trabajara con niños podía despertar sospechas.
El Diablo —el real— no necesitó aparecer en ritual alguno. Actuó desde el odio, desde la mentira, desde la justicia convertida en arma. Lo demoníaco no se manifestó en sótanos ni túneles ocultos, sino en tribunales contaminados por la paranoia.
A veces lo más demoníaco no lleva cuernos. Lleva traje y trabaja en instituciones respetadas.
7. ¿Qué quedó después? Una herida cultural… y una advertencia espiritual
Cuando finalmente terminó el decenio, lo que quedó fue un largo silencio. Se demostró que los casos rituales eran falsos, que los niños habían sido inducidos, que terapeutas habían creado traumas inexistentes. Pero el miedo dejó cicatrices.
Quedaron tres aprendizajes.
Primero: el mal existe, pero no actúa como Hollywood cree. Su acción es más sutil, más interior, más psicológica que ritual.
Segundo: la ignorancia religiosa fabrica monstruos imaginarios. Cuando una sociedad pierde su lenguaje espiritual, lo reemplaza con mitos deformados.
Tercero: la verdad necesita discernimiento. Sin él, el demonio puede manipular tanto a los satanistas como a quienes creen combatirlos.
8. La mirada del converso: Testimonio de un ex satanista.
"Cuando vivía en el Templo de Seth, nunca vi sacrificios ni rituales sangrientos. Lo que sí vi fue a personas hambrientas de sentido, fascinadas por la sensación de poder, intentando llenar con símbolos oscuros lo que solo Dios puede llenar.
Esa es la verdadera puerta de entrada al mal: el vacío interior.
Después de mi conversión y mis estudios en teología, comprendí que el Satanic Panic fue el síntoma de dos enfermedades simultáneas: una sociedad espiritualmente debilitada y una cultura teológicamente analfabeta. Sin formación, sin criterio, sin discernimiento, bastó una chispa para incendiar un país entero.
Y sin embargo, lo repito: el mal es real. El demonio existe. Pero su campo de batalla no son las guarderías californianas ni los túneles imaginarios. Su terreno favorito es el corazón humano desorientado. Allí trabaja, con sutileza. Allí susurra. Allí divide.
El gran engaño del Satanic Panic no fue exagerar la presencia del mal, sino confundir su forma.
Mientras la sociedad perseguía cultos invisibles, el enemigo actuaba de modo más sencillo: sembrando miedo, polarización, sospecha, credulidad morbosa, desprestigio del prójimo. Y lo logró durante una década entera."
Hoy, ustedes tienen una responsabilidad: no caer en pánicos morales ni negar lo demoníaco. Deben aprender a reconocer al enemigo sin convertirlo en mito; a denunciar su acción sin alimentar histerias; a exorcizarlo cuando es necesario y a desenmascararlo cuando se oculta bajo ropajes ideológicos o psicológicos.
El Satanic Panic fue una advertencia histórica:
cuando la fe se debilita, el miedo toma su lugar.
Y donde manda el miedo, el demonio sonríe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario