jueves, 2 de febrero de 2017

Problemas que atentan contra la esperanza en el matrimonio / Ronald Rivera



Problemas que atentan contra la esperanza
 En el matrimonio

El olvido de los intereses comunes

            “¡Oh, ya está bien con tu diploma!”
            “No me cuentes nada de tu jefe”
            “Las mujeres lloronas le vuelven a uno loco”
            “¿Ir a la cama contigo? Estoy demasiado cansada”
            “Oye, no vuelvas a meter las manos en mis papeles. No entiendes nada”
            “Tú haces los hijos y yo me encargo de mi profesión, Con eso basta.”

            El doctor Edward Kaufmann, abogado americano especialista en causas de divorcio, preparó diagramas en los que podía leer cómo se encontraban las parejas de los jóvenes que querían divorciarse respecto a sus intereses comunes. Pudo advertir que la falta de intereses comunes era la más elemental, la más frecuente y la más específica de las causas de divorcio para la mayor parte de matrimonios arruinados.

            Para el éxito y la subsistencia de un matrimonio son de importancia decisiva la creación, mantenimiento y profundización de seis especies de intereses:

  1. La comunidad de intereses espirituales.
  2. La comunidad de intereses profesionales.
  3. La cooperación en aquello que el cónyuge vive y sufre en su vida sentimental.
  4. La intimidad sexual.
  5. La comunión económica.
  6. El interés común por los hijos.
            Los intereses comunes son el fundamento de cualquier diálogo en el matrimonio. Con razón es definido el matrimonio como un diálogo perenne, y se recomienda elegir como cónyuge a aquella persona con la que mejor se pueda prolongar el diálogo.

            Cualquier mujer puede adquirir conocimientos sobre la profesión de su marido. Cualquier marido puede “ocuparse” de los hijos. En cambio, la falta de intereses tiene que ver con la falta d estima hacia el propio cónyuge. La ausencia de intereses atrofia los puntos en común. La esperanza languidece…

La falta de puntualidad

            “Bueno, a las ocho en el metro, amor mío; sé puntual, por favor”, dice el marido cuando se va a la oficina por la mañana. A las ocho y media, una vez más, su mujer no ha llegado aún según lo acordado.  Él comienza a preocuparse ¿Le habrá sucedido algo? A cierto punto, llega, con una sonrisa, la mujer presenta todas las excusas que se ofrecen en tales casos: el paraguas no aparecía, una visita que ha tenido que atender a última hora…

            En tales faltas de puntualidad, especialmente si se repiten constantemente, se manifiesta desinterés. Un desinterés del cónyuge y una falta de realismo. El marido esperará cierto tiempo, pero luego comprenderá que la falta de puntualidad de su mujer es una especie de capricho o de poco interés. Él se preguntará: “¿Tendré que ser siempre el que espera?” Un día abandonará irritado el lugar de la cita y se alegrará de la desilusión que experimentará su mujer al no encontrarlo. O bien, en adelante no volverá a aceptar ninguna clase de citas. Volverá a casa cada tarde y, en lugar de los breves momentos de felices atardeceres, se establecerá la monotonía. O quizá llegue dar cita a su propia secretaria en otra ocasión, que casualmente es puntual.

La lentitud

            “Antes de acostarnos vamos a dar un paseo en el parque”, propone el marido a la mujer. “Ven tal como estás.” La mujer en cambio muestra lentitud en aceptar la propuesta, dura una eternidad limpiando los zapatos…. Mientras, el marido se le ha pasado las ganas de dar el paseo. Los zapatos limpios no logran compensarlo de la larga espera. La próxima vez dará el paseo sólo, o bien no saldrá de casa.

La falta de un plan

            Las vacaciones están cerca. La joven pareja tiene la posibilidad de hacer un viaje. El autobús sale a las cuatro de la tarde. Cuando el marido llega a casa a mediodía encuentra la casa patas arriba. Todas las puertas del apartamento y los cajones de la cómoda abiertos. Hay ropa encima de todas las sillas. El marido tropieza con las maletas, los libros, las raquetas de tenis esparcidas por todas partes. “¿Qué has hecho en toda la mañana?”, pregunta cortésmente.

            Y la mujer responde furiosa: “¿Qué qué he hecho? Estoy trabajando desde el amanecer, y tú apenas llegas, me haces preguntas idiotas. ¡Oh! Se queman las arepas…”

            Muchas parejas pierden las mejores vacaciones de su vida porque no son capaces de hacer proyectos y prepararse metódicamente.

Sofocar la vida matrimonial a base de compromisos

            “Mira, esta tarde dan “La Bohème” por televisión. Me gusta. Sabes por qué, ¿Verdad? Fue la primera película que vimos juntos…”, exclama la mujer.

            “Oh, lo siento; esta tarde no puedo ver televisión. ¿No te he dicho que había invitado a nuestra casa a unos compañeros de trabajo?”

            “No, no me has dicho nada.”

            Citas, compromisos… Si se va más allá de ellos, generalmente llega a descubrirse la angustia de ciertos cónyuges que no logran hacer nada solos o en compañía del otro cónyuge, la angustia de no tener nada que decirse a sí mismos. Este vacío viene camuflado con una activa vida mundana. Con tal perspectiva no hay posibilidad alguna de que la vida matrimonial vuelva a florecer. El resultado son las relaciones extramatrimoniales y el amor junto al matrimonio. Cada nuevo brote de vida es sofocado por los compromisos.

Quejarse

            “Esa comida está desabrida”
            “La ropa siempre está arrugada”
            “La cocina siempre llena de platos sucios”

            Semejantes lamentaciones se les oye decir más de un marido apenas pone el pie en casa. Hasta en la cama tiene que salir a relucir los problemas e insatisfacciones del hogar. 

            Lo más prudente es detenerse en los temas agradables y en una línea optimista ante los problemas que caer en discusiones que empiezan por detalles superables.

Comparar

            “Mira lo que le ha comprado Carlos a su mujer”

            Cuando la pareja empieza a tratarse como objetos de sus sentimientos insatisfechos de rivalidad no deberían sorprenderse después de que su cónyuge busque paz y distensión fuera del matrimonio.

Insulto a los parientes

            “Una cosa semejante no habría sucedido nunca en casa de mis padres”

            Cuando el marido o la mujer atacan o maltratan a los parientes del otro, en el fondo incluyen en ellos al otro cónyuge. Las ofensas a los parientes son, por lo general, ataques simulados contra la pareja. Camuflar o disimular los problemas del matrimonio crea nuevos problemas.

Controlar

            “¿No se te ocurre nada mejor que lavar el coche el domingo?”

            Órdenes, exhortaciones, consejos y mandato; la pareja ya no goza de paz. Todo lo que hace merece una corrección. No puede ocultar debilidad alguna. En casos semejantes un cónyuge se vuelve “yunque”, y el otro, “el martillo”. De esta manera, el matrimonio es mal interpretado: se convierte en una relación de subordinación entre inferior y superior, y al revés. Debe existir lo contrario en un matrimonio, una relación de paridad y de colaboración.

Ningún espacio vital

            “¿En qué piensas? ¿En nada? ¡No puede ser! Te veo en los ojos que has pensado en algo muy preciso. Vamos dímelo”

            Algunos cónyuges están sepultados vivos en su matrimonio ¿Por qué? Porque permiten a su pareja que los “devore” por puro amor y todo lo pretenden de él o ella. Es necesario un espacio propio.

La fe religiosa

            “¡Cuándo acabarás de mascullar avemarías! Ya esas son cosas superadas.”

            La falta de respeto hacia los sentimientos religiosos de la pareja, el mofarse de la su fe en Dios, la indiferencia para con cualquier forma de religión denuncia sordidez y pobreza de espíritu, significa ofender lo más noble que existe en el corazón humano. Hasta el ateo más atravesado ha de respetar y mostrar comprensión por la fe que él no tiene. Tampoco se puede imponer a la pareja la propia concepción filosófica o la propia mentalidad.

Descuido y desorden

            “¿Has visto por algún sitio las llaves de casa?”

            El descuido y desorden si son hechos que se repiten regularmente, el cónyuge que siempre debe esperar o ayudar al otro a buscar algo acaba por ponerse de un humor de mil demonios. Advierte sin demasiada dificultad que el otro lo tiraniza con su desorden y su descuido. En tal caso sólo hay un camino a seguir: no dejarse ganar por el desorden ni tomar la costumbre de la otra pareja de olvidar, buscar o hacer esperar.

Buscar las cinco patas al gato

            “¿Por qué están hoy las papas tan frías?”


            Buscar las cinco patas al gato es una manera de hacer que los demás actúen a la forma que yo pienso. ¡Atención! ¡No se dejen tiranizar por cosas semejantes! Indiquen a su pareja desde el comienzo dónde están los límites respectivos. 

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