viernes, 20 de octubre de 2023

Catequesis y Sinodalidad

 






Catequesis y Sinodalidad 


La Catequesis actual ¿Evangeliza o no evangeliza? 

En nuestra dinámica catequética, la Iglesia de hoy evidencia que no hay evangelización ni antes, ni después del proceso catequético. El Papa San Pablo VI en su Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (que pronto celebraremos el 50 aniversario en el 2025) nos plantea que la Iglesia existe para evangelizar, es decir, la esencia de la Iglesia es la evangelización. La Iglesia se justifica para evangelizar y todas sus actividades tienen valía en la medida en que se cumple esta encomienda dada por Nuestro Señor Jesucristo.  

Evangelizar es llevar la “Buena Noticia” a todos los ambientes de la humanidad y con su influjo transformar los corazones de mujeres y hombres del mundo entero. Jesús es el único Evangelio y Él hace nuevas todas las cosas, por una sola razón: Él es la Verdad. 

A través del sacramento del Bautismo, la evangelización tiene como fin: el cambio interior de los fieles, por medio de una conciencia personal formada y una conciencia colectiva madura, donde la comunidad está comprometida, y asume el reto, de transmitir su experiencia de fe en ambientes concretos. 

El objetivo de la Evangelización es la transformación de la creación en una realidad más semejante a Cristo mismo. 

Si la Iglesia no transforma los corazones de la comunidad, entonces no está realizando bien su tarea. Si una persona que entra en la catequesis sale de la catequesis igual que entró, tenemos que empezar a sospechar que nuestras catequesis no son evangelizadoras; que nuestro discurso no transforma. Por tal motivo, entra en juego la siguiente pregunta: 

¿Cuáles son las causas? 

La respuesta es simple: No estamos acercando a las personas al Evangelio. Los ritos, normas y dogmas tienen sentido sólo si hacen presente a Jesús en la vida ordinaria de la comunidad cristiana. 

Jesús es el Logos, es la Palabra del Padre y tiene por su misma persona una fuerza transformadora, una fuerza capaz de dar vida, de animar a los huesos secos por el pecado. 

La catequesis tiene su eficacia no por las dinámicas o metodologías empleadas para hacer más asequible la Fe. La eficacia está en lograr un encuentro sincero entre el neocatecúmeno y el amor de Jesús. Las catequesis deben ser transformativas o no son. El contenido de las catequesis es el mismo Cristo que convierte en la oración meditada a la luz del Evangelio. La presencia de la oración es tan importante como la presencia del Evangelio mismo, ya que el Espíritu precede toda acción de Dios. 

Es una tarea esencial del catequista presentar a los nuevos discípulos la Palabra de Dios a través de la oración, a través de la vida comunitaria, a través de las celebraciones litúrgicas... Son estas acciones las que conectan con el corazón con el Espíritu Santo que se mueve en la Iglesia. El Espíritu Santo va inquietando al Pueblo de Dios y va abriendo el oído del alma neocatecumenal a la voz del Padre. Entonces acontece la evangelización: Cuando esa persona, ese niño, ese adolescente, ese Joven, se encuentra con Jesús. 

Nuestro Señor Jesucristo tiene algo que decirle a sus hijas e hijos, porque ya el Espíritu Santo, a través del catequista, ha preparado los oídos de la Fe... entonces es cuando empieza a cambiar la conciencia personal, comienza a transformarse progresivamente de acuerdo al Logos del Evangelio.  

La gracia del Espíritu Santo se da en la libertad, porque esto no es matemático, no es automático, es sobre todo Don... De pronto se produce el encuentro y entonces se da la transformación. Esta es la clave a partir de la cual una actividad se convierte en evangelizadora: Propicia el encuentro con Jesús. 

Ronald Manuel Rivera

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