jueves, 7 de octubre de 2010

La teología hoy


Revisando algunos textos de “historia de la teología” observaba como los estudios teológicos en el pasado gozaban de gran prestigio, y por un minuto me ubiqué en aquel esplendor de los pasados tiempos, y me preguntaba si era posible todavía hoy vindicar para la teología el lugar que alguna vez ocupó. Por supuesto que sería inadecuado e incomprensible en nuestro momento pretender que la teología volviera a ocupar un lugar de preeminencia en medio de las ciencias al modo y estilo como era considerada en el Medioevo al proclamarse reina de las ciencias, si bien debamos seguir manteniendo que la teología es también ella ciencia dado su propio método conducente a unas determinadas certezas.

Pero no sólo el racionalismo se ha constituido en juez y norma de todos los valores, incluso lo religiosos; el posterior nominalismo que pretendió encontrar contradicciones entre la razón y la fe; el liberalismo protestante, más tarde, unido en esta apreciación al modernismo, disociando el ámbito del cientifismo religioso para contraponerlo a unos valores religiosos experimentales y subjetivos en el alma; y, finalmente, el movimiento de la llamada Nueva Teología pretendiendo conducir a ésta por caminos más místicos, o al menos a-racionales: todo este paulatino proceso que ahondó la descrita separación fe-razón, parece que sigue haciendo incomprensible, más aún, inaceptable, el planteamiento medieval cuando proponía la presidencia de la teología sobre todas las ciencias especulativas y prácticas.

Lo que no hay que dudar es que en la actualidad la teología goza de gran dignidad. La teología como cualquier otra de las ciencias, en cuanto especulativas, se debe situar en el objeto sobre el que verse, así como en las certezas a las que pueda conducir. A pesar de que la filosofía y específicamente la metafísica traten como objeto sobre el primer motor, o también sobre el primer ente, sólo la teología versa sobre la profundidad del ser de Dios como su objeto adecuado; y éste es visto, además, bajo la luz sobrenatural de su Revelación, aceptada en la fe, que es ya aquí “incoación e impresión de su misma ciencia” (Santo Tomás de Aquino).

La teología siempre va ser el esplendor de la divina oscuridad que guiará al hombre en sus interrogantes más íntimas, como señalaba Pseudo-Dionisio.

Por ello mientras exista la capacidad de reflexión del hombre y su necesidad de plenitud se mantendrá la ciencia teológica.

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