viernes, 17 de mayo de 2013

A una Teo Simbología: Conocimiento Simbólico - II Parte

Función simbólica, más que símbolos

La gente acostumbrada a hablar de los símbolos, por ejemplo: La Mona Lisa, el Everest o la bandera, como si fueran unos objetos especiales, símbolos para toda la vida, de una vez para siempre y para todos. Y no. Un mismo objeto puede llegar a ser símbolo, o no. Eso es lo que buscan ansiosamente los que trabajan en el mundo de la publicidad, convertir sus productos en un símbolo de felicidad, o mejor dicho lo pretenden. Esto es debido a que los símbolos tienen mucha fuerza. Pero son fugaces, nacen y mueren; se quedan en su sóla materia. A veces, lo son para unos, pero no para otros. Y, para mí mismo, pueden serlo en algunas ocasiones y, más tarde, ya no. Y no siempre se activa y se despierta en nosotros, muestra relatividad respecto a aquello simbolizado...  Porque nunca un símbolo es símbolo sin nosotros, sino con nosotros.

Es verdad que algunas realidades conllevan una extraordinaria fuerza simbólica y se consideran símbolos en muchas culturas: por ejemplo, el fuego, el aire, el agua y la tierra. Pero lo que ya resulta imposible es saber exactamente qué es lo que simboliza cada uno de ellos. Los símbolos no tienen una equivalencia fija con lo simbolizado"tal cosa significa tal otra". Eso sí les pasa a los signos, algo muy diferente: por desición de alguien, o por costumbre, o por lo que sea, se une un objeto con un significado concreto y cuanto más unido, mejor. Así, las señales de tráfico tienen significados fijos en todo el mundo.

Pero lo simbólico salta de repente y no sabemos muy bien dónde nos lleva, o qué nos trae, o qué simboliza. "Lo simbolizado" no existe el margen de los símbolos. Por ejemplo, la patria no existe sin sus símbolos (su tierra, su lengua, su bandera, sus historias, sus héroes, sus melodías...), pero ninguna de esas realidades concretas son la patria. Porque lo más dificil de comprender es que en realidad, y sobre todo, los símbolos simbolizan nuestra propia relación con aquello...

Yo "me siento" patriota, venezolano, por ejemplo, ahora que estudio en Madrid, cuando cruzo las fronteras, cuando oigo esa música, cuando veo el mapa de Suramérica... No es una simple cuestión emocional, sentimental, sino más profunda: es algo mío, no sería quien soy sin mis relaciones. ¡Cuánto nos queda por saber de nosotros! Ni mis genes , ni el ADN, ni mi cédula, me marcan como mis relaciones. Sin ellas sólo seríamos animal viviente; pero somos los hijos de nuestros padres, hermanos de nuestros hermanos, compatriotas, contemporáneos, amigos... y todo ello sólo se percibe y se revela en símbolos. Saltan por todas partes (los hay familiares, amorosos, patrióticos, religiosos, artísticos...)

Ejemplos

Puedo mencionar algunos ejemplos tomados del Profesor José Luis Corzo (De cuyos escritos escribo todo este trabajo documental): Contemplamos una pintura en el museo o escuchamos un cuento o una historia y ¡zas!, he aquí que "Zaqueo soy yo" o "ese hijo mayor de la parábola"... o puede que "el menor". Me siento implicado, y me conozco mejor. No me pasa siempre, ni a todos los que ven un mismo Goya o leen ese pasaje del Evangelio. Como un vaso de agua que vemos todos, pero que para un sediento es algo muy distinto.

Sucede como cuando vemos a un torero frente a un toro grande y feroz, En un trance así, tan peligroso, logra acercarnos la belleza y, como en la vida misma, descubrimos que no son los que huyen atemorizados, los que engañan o los que vencen quienes nos convencen, sino el que queda bien, el que se mantiene en su sitio y da la talla. Algo estético también.

Que una cosa objetiva, que está ahí delante de todos, se active de repente y me implique, que yo me dé cuenta de estar vinvulado con eso que ahí asoma..., es casi milagroso. Me basta una melodía, una brisa de la tarde, un rostro, una tela de colores en su mástil, un lugar, unas palabras... y ¡a un clic milagroso! me siento parte de algo más: ya no es sólo música, ni viento, ni ojos, ni bandera, ni aquel rincón, ni sílabas..., sino yo mismo dentro  de la armonía del universo y de la naturaleza, yo amigo y amado, ciudadano del mundo, yo aquel niño de aquel lugar o interpelado por esas  palabras.

Puede que el "conócete a ti mismo" de Delfos no fuera una recomendación (como solemos interpretarlo), sino una oferta, gracias a los mitos que allí se celebraban. Porque los símbolos orales, los cuentos, las parábolas, las historias, los mitos... tienen una fuerza extraordinaria. Lo saben muy bien los poetas y los sacerdotes. Y los mitos se celebran con ritos, en los que nunca falta la palabra bien dicha, bien leída.

Religión y mystagogia

Las religiones son campos de símbolos vivos, o se mueren. El Cristianismo vive de la Palabra y de su fuerza mítica, o simbólica. Él mismo acuñó, para decir lo mismo, una palabra nueva que tradujo del griego symbolon y mysterion: el sacramento.

Hay que conocer muy bien lo simbólico, si se quiere conocer la pedagogía de la religión, la mystagogía o iniciación en los misterios. Su peor enemigo es convertir los símbolos en realidades literales o, los sacramentos, en magia. Es decir, lo peor sería mirar al dedo en vez de a lo que apunta.

Ronald Rivera

Teólogo
Universidad Pontificia de Salamanca


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