miércoles, 8 de febrero de 2017

Problemas en la Familia: La intromisión equivocada de un tercero / Ronald Rivera



Abrazar la cruz que implica
La intromisión equivocada de un tercero

             “Ya sé con quién te has encontrado hoy. Según cosas de negocios… Pero a mí no me los comentas… ¡has visto a Elsa!”

            El matrimonio no es “un vivir para dos”. Está colocado e inserto en una red de compromisos sociales diversos. Uno de los problemas más difíciles del matrimonio es el de cultivar, la “política externa” del matrimonio. Hay que aprenderla, y al fin se le puede dominar con maestría. Los hijos, los parientes y los amigos constituyen los problemas principales.

Primero: los hijos

            Algunos padres terminan por volverse rivales a causa de su hijo; si uno le prohíbe algo, el otro se insinúa en el corazón del hijo, puesto que le permite lo que acaba de prohibírsele. No es difícil descubrir que tal conducta arruina la relación de confianza entre los cónyuges.

            Algunos padres proyectan todos sus conflictos en los hijos: Se trata de saciar los propios anhelos de afectuosidad con él. ¿Saben tales padre educar en realidad a sus hijos? ¡No! Algunas madres o padres se alían con el hijo contra su pareja. Solos se sienten demasiado débiles para enfrentarse con el otro cónyuge. Unidos al hijo se sienten más fuertes.

            Los ejemplos podrían multiplicarse hasta lo infinito. El caso es que siempre se abusa de los sentimientos del hijo, se le introduce a la problemática matrimonial sin tener por su parte la madurez necesaria, un cuadro de perspectiva y un juicio propio sobre el matrimonio de sus padres. La regla de oro es la siguiente: resolver todos los conflictos con la persona interesada. Mezclar en ellos al hijo no sólo es incorrecto, sino que no sirve de nada. Por el contrario, complica la situación.

Segundo: los parientes

            Los parientes son una fortuna y, al mismo tiempo, un peligro para el matrimonio. No se debe montar en cólera toda vez que se habla de la suegra o de la cuñada. Piensen que los parientes son la única “fuente” a través de la cual pueden enterarse del pasado, de la infancia, de las crisis, de las enfermedades y de las costumbres típicas precedentes de su pareja. Tienen necesidad de esta “fuente” para comprenderlo o comprenderla. Sírvanse de ella.

            Los parientes se convierten en un problema matrimonial si en los primeros tiempos del matrimonio dejan que tomen pie costumbres que, bien pensado, ya no desean: control, vigilancia, prescripciones. Los parientes intervienen en la medida que ambos cónyuges se lo permiten. Lo subrayo, ambos cónyuges; esto significa que deberían estar siempre de acuerdo en todos los problemas referente a los parientes.

Tercero: los amigos


            Los amigos alegran el matrimonio, ofrecen nuevos motivos de conversación, dan la posibilidad de expresar la propia opinión y de escuchar. Además alejan las tensiones, hacen inocuas las crisis matrimoniales, ponen paz y reconcilian. Pero si los amigos se insinúan o se entrometen en la intimidad de un matrimonio, entonces se vuelve de improviso “rivales·. Pero sólo rarísimos casos los amigos se tornan rivales por propia iniciativa. Son los esposos mismos quienes se lo buscan, y de esta manera se desarman. Y esto sucede porque les permiten un montón de esos pequeños errores de conducta sin importancia que no merecen describir. Los amigos que se han vuelto rivales no son más que una señal de alarma. Traten de cambiar de ruta. 

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