No es un ranking de “peores”, sino de los que mayor repercusión tuvieron:
Jack el Destripador (Inglaterra, 1888)
El caso más célebre y enigmático. Nunca fue identificado y su figura se convirtió en mito de la criminalidad victoriana.
Ted Bundy (EE. UU., 1970s)
Encantador, manipulador y mediático. Confesó más de 30 asesinatos. Su carisma perturbador hizo que el juicio fuera un espectáculo televisivo.
Jeffrey Dahmer (EE. UU., 1978–1991)
El “Caníbal de Milwaukee”. Sus crímenes, que incluían necrofilia y canibalismo, estremecieron a la sociedad estadounidense.
Andréi Chikatilo (URSS, 1978–1990)
Conocido como “El Carnicero de Rostov”. Mató y mutiló a decenas de mujeres y niños. Su caso mostró las fallas del sistema soviético en investigar crímenes.
Pedro Alonso López (Colombia, Ecuador, Perú, 1970s–80s)
Apodado “El Monstruo de los Andes”. Se le atribuyen más de 300 víctimas, en su mayoría niñas. Es uno de los más prolíficos.
Harold Shipman (Reino Unido, 1975–1998)
Médico de familia que asesinó a más de 200 pacientes con sobredosis de morfina. Impactó porque era un “hombre de confianza” en su comunidad.
Richard Ramírez (EE. UU., 1980s)
“The Night Stalker”. Su apariencia satánica, gestos en el tribunal y la fascinación mediática lo convirtieron en icono macabro.
Aileen Wuornos (EE. UU., 1989–1990)
Prostituta que asesinó a varios hombres. Su historia fue convertida en película (Monster, 2003). Su caso planteó debates sobre género, violencia y marginalidad.
John Wayne Gacy (EE. UU., 1970s)
El “Payaso Asesino”. Violó y asesinó a al menos 33 jóvenes. Su doble vida —empresario, voluntario en hospitales y asesino— lo hizo mediáticamente aterrador.
Charles Manson (EE. UU., 1969)
Aunque técnicamente no asesinó con sus propias manos, sus crímenes a través de la “Familia Manson” y el asesinato de Sharon Tate lo convirtieron en icono cultural del mal.
Ed Gein (EE. UU., 1950s)
Su caso inspiró películas como Psicosis, La Matanza de Texas y El Silencio de los Corderos. Aunque solo se le atribuyen dos asesinatos, la exhumación de cadáveres y los objetos hechos con piel humana lo hicieron famoso.
Albert Fish (EE. UU., 1920s–30s)
Apodado “El hombre gris” o “El lobo de Wysteria”. Su sadismo y canibalismo quedaron registrados en cartas macabras que él mismo enviaba.
Dennis Rader (EE. UU., 1974–1991)
“BTK” (Bind, Torture, Kill). Se mantuvo en contacto con la policía y la prensa, alimentando su propio mito hasta que fue atrapado en 2005.
David Berkowitz (EE. UU., 1976–1977)
El “Hijo de Sam”. Su correspondencia con la prensa y el terror que desató en Nueva York le convirtieron en una figura mediática.
Luis Alfredo Garavito (Colombia, 1990s)
“La Bestia”. Asesinó a más de 170 niños. A pesar de lo macabro, su caso no alcanzó el eco internacional de Bundy o Dahmer, pero en América Latina es el más recordado.
Muchos de estos nombres se volvieron célebres no solo por sus actos, sino porque los medios de comunicación —y luego el cine, las series y la literatura— los convirtieron en arquetipos del horror moderno.
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