Henri de Lubac nació en la ciudad de Cambrai (Francia, 1896).
Fue ordenado sacerdote en 1927 y cardenal en 1983 por el Papa San Juan Pablo II.
A través de su amigo Auguste Valensin, siguió las huellas de Maurice Blondel (filósofo) y de Theillard de Chardin (jesuita).
A sus 17 años, ingresó como novicio en la Compañía de Jesús, pero tuvo que interrumpir sus estudios debido a la guerra, y posteriormente retomó su formación en Inglaterra.
Fue profesor de Teología Fundamental e Historia de las Religiones en la Facultad de Teología de Lyon en 1929. Posteriormente, entre 1935 y 1940 fue profesor en la universidad de los jesuitas de Fourvière.
También fue miembro de la Comisión Internacional de Teólogos en 1969.
Tuvo preferencia en el estudio de los Padres de la Iglesia, siendo un gran renovador de la teología católica.
Siempre diferenció el movimiento del hombre por descubrir a Dios, ese intento por llegar a Él, y el movimiento donde Dios ofrece su salvación a los hombres y se revela.
En 1950 fue suspendido de la enseñanza por la Santa Sede, volviéndose a incorporar con la llegada al pontificado de Juan XXIII. Posteriormente, participó como perito en el Concilio Vaticano II.
Fue uno de los teólogos más destacados del siglo XX. Murió a sus 95 años de edad en 1991.
Sobre su obra podemos decir que son extensos sus escritos, abarcando todos los ámbitos de la teología.
Dedicó parte de su tiempo, a estudios de divulgación sobre autores menos influyentes como Blondel, Theillard de Chardin y otros.
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