Apuntes desde la enseñanza patrística
"Convierte
tu hogar en una Iglesia", les pedía San Juan Crisóstomo a los padres de
familia, en sus homilías y comentarios al Evangelio, ¿Cómo? En primer lugar,
mediante la oración, la lectura, la explicación y la aplicación de la Palabra
de Dios, relacionada ésta con el Banquete Eucarístico; los invitaba también a
orar en torno a la mesa familiar. La participación de los fieles en las catequesis
de su pastor debía ser mucho más espontánea en aquellos tiempos, puesto que
oímos a San Juan Crisóstomo dirigiéndose a los fieles en estos términos:
"Cuando ayer os dije: Que cada uno de ustedes convierta su casa en una
Iglesia, aclaman a grandes voces y dan signos del placer con que aquellas
palabras les inundaron".
Fue
así como surgió el concepto de Iglesia doméstica, a raíz del recuerdo de la
primitiva experiencia cristiana que San Juan Crisóstomo recogió en sus
enseñanzas, que invitaban constantemente a la vida de oración.
Pero
no bastaba la oración. San Juan Crisóstomo hace referencia también al buen
ejemplo, al buen gobierno de la propia casa ("si administramos así
nuestras casas, nos hacemos capaces de dirigir la Iglesia, porque en el hogar
es una pequeña Iglesia"), y sobre todo a la caridad con los pobres, como
señal privilegiada de eclesialidad: "de este modo, nuestra casa que antes
parecía un teatro se convertirá en una Iglesia". Y, en coherencia con su
constante enseñanza sobre la relevancia del servicio a los pobres y su
vinculación con la eucaristía, insistía en que la Iglesia doméstica debía hacer
gala de esa caridad.
Relacionaba
estrechamente a la familia con la Iglesia local, poniendo de relieve que
aquella es expresión de ésta, por la oración, la Palabra, la Eucaristía, los
servicios o ministerios y las relaciones comunitarias fraternas. En otras
palabras, estos aspectos, que como manifestaciones esenciales del ser del
Reino, constituyen la misión y la esencia de la "Iglesia grande", al
ser vivenciados en el hogar lo convierten en Iglesia doméstica.
En la
misma línea iba el pensamiento de San Agustín: "Te imploro, por Aquél de
quien has recibido este don, que tú y tu Iglesia doméstica se acuerden de
incluirme también en sus oraciones". Pero llegaba aun más lejos al
comparar el ministerio de los padres de familia y el ministerio de los obispos,
aspecto de enorme riqueza teológica y catequética: San Agustín invita a los
padres a hacer en el hogar las veces del obispo, que se llama así (obispo)
precisamente por ejercer en su Iglesia el mismo cuidado de supervisión que los
padres deben ejercer en sus casas".
Tan
arraigada estaba en los Padres de la Iglesia primitiva la concepción de la
familia como una pequeña Iglesia doméstica, que no dudaron en atribuir a los
esposos una especie de "profesión" en la Iglesia, un
"oficio" o un "grado", expresiones todas que suelen
reservarse a los ministerios sagrados. Para mayor asombro nuestro convendría
recordar que San Gregorio Magno llegó a distinguir entre los
"órdenes" de la Iglesia a los pastores o predicadores, a los
continentes y a los casados.
Lamentablemente,
tan rica reflexión no fue más allá de la era patrística. Después de ella
notamos un relativo vacío en el pensamiento y en la pastoral de la familia
comprendida como Iglesia doméstica. Habría que esperar al concilio Vaticano II
para que se pusiera de nuevo en actualidad.
Ronald Rivera
Interesante artículo que esperamos que el autor siga profundizando y compartiendo con nosotros, sus lectores, el fruto de su indagación y reflexiones
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