miércoles, 18 de enero de 2017

"Convierte tu hogar en una Iglesia", Apuntes desde la enseñanza patrística / Por Ronald Rivera



"Convierte tu hogar en una Iglesia",
 Apuntes desde la enseñanza patrística

            "Convierte tu hogar en una Iglesia", les pedía San Juan Crisóstomo a los padres de familia, en sus homilías y comentarios al Evangelio, ¿Cómo? En primer lugar, mediante la oración, la lectura, la explicación y la aplicación de la Palabra de Dios, relacionada ésta con el Banquete Eucarístico; los invitaba también a orar en torno a la mesa familiar. La participación de los fieles en las catequesis de su pastor debía ser mucho más espontánea en aquellos tiempos, puesto que oímos a San Juan Crisóstomo dirigiéndose a los fieles en estos términos: "Cuando ayer os dije: Que cada uno de ustedes convierta su casa en una Iglesia, aclaman a grandes voces y dan signos del placer con que aquellas palabras les inundaron".

            Fue así como surgió el concepto de Iglesia doméstica, a raíz del recuerdo de la primitiva experiencia cristiana que San Juan Crisóstomo recogió en sus enseñanzas, que invitaban constantemente a la vida de oración.

            Pero no bastaba la oración. San Juan Crisóstomo hace referencia también al buen ejemplo, al buen gobierno de la propia casa ("si administramos así nuestras casas, nos hacemos capaces de dirigir la Iglesia, porque en el hogar es una pequeña Iglesia"), y sobre todo a la caridad con los pobres, como señal privilegiada de eclesialidad: "de este modo, nuestra casa que antes parecía un teatro se convertirá en una Iglesia". Y, en coherencia con su constante enseñanza sobre la relevancia del servicio a los pobres y su vinculación con la eucaristía, insistía en que la Iglesia doméstica debía hacer gala de esa caridad.

            Relacionaba estrechamente a la familia con la Iglesia local, poniendo de relieve que aquella es expresión de ésta, por la oración, la Palabra, la Eucaristía, los servicios o ministerios y las relaciones comunitarias fraternas. En otras palabras, estos aspectos, que como manifestaciones esenciales del ser del Reino, constituyen la misión y la esencia de la "Iglesia grande", al ser vivenciados en el hogar lo convierten en Iglesia doméstica.

            En la misma línea iba el pensamiento de San Agustín: "Te imploro, por Aquél de quien has recibido este don, que tú y tu Iglesia doméstica se acuerden de incluirme también en sus oraciones". Pero llegaba aun más lejos al comparar el ministerio de los padres de familia y el ministerio de los obispos, aspecto de enorme riqueza teológica y catequética: San Agustín invita a los padres a hacer en el hogar las veces del obispo, que se llama así (obispo) precisamente por ejercer en su Iglesia el mismo cuidado de supervisión que los padres deben ejercer en sus casas".

            Tan arraigada estaba en los Padres de la Iglesia primitiva la concepción de la familia como una pequeña Iglesia doméstica, que no dudaron en atribuir a los esposos una especie de "profesión" en la Iglesia, un "oficio" o un "grado", expresiones todas que suelen reservarse a los ministerios sagrados. Para mayor asombro nuestro convendría recordar que San Gregorio Magno llegó a distinguir entre los "órdenes" de la Iglesia a los pastores o predicadores, a los continentes y a los casados.


            Lamentablemente, tan rica reflexión no fue más allá de la era patrística. Después de ella notamos un relativo vacío en el pensamiento y en la pastoral de la familia comprendida como Iglesia doméstica. Habría que esperar al concilio Vaticano II para que se pusiera de nuevo en actualidad.

Ronald Rivera

1 comentario:

  1. Interesante artículo que esperamos que el autor siga profundizando y compartiendo con nosotros, sus lectores, el fruto de su indagación y reflexiones

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