sábado, 4 de noviembre de 2023

Sinodalidad: La Comunidad como sujeto de la Catequesis



La comunidad cristiana nos dice el directorio de la catequesis, que es el sujeto, el origen, el lugar y la meta de la catequesis. Esa es la gran relación e importancia que tiene la comprensión de la catequesis en clave evangelizadora. Una comprensión que es esencial, como lo señala el documento para la catequesis de la conferencia episcopal española del año 1983 (Catequesis de la comunidad). Este documento indica que la vida de la Iglesia se apoya en dos realidades íntimamente vinculadas entre sí:  La gracia a través de la comunión y el plano de la realidad sensible e histórica, como comunidad. Por tanto, la comunidad es la realidad histórica y visible de la Iglesia. 

La comunidad se hace de palabras, de signos, de estructuras, de iniciativas prácticas, de relaciones personales que brotan de la comunión, que son sus riquezas y revelan su vitalidad, en todos los sectores de la existencia humana. 

La comunidad cristiana es la expresión de la Resurrección de Jesús. El señor resucitado fundó la Iglesia y sus apóstoles fundan la primera comunidad cristiana, en base a la Tradición y a la misión dada por Jesús: Anunciar la Buena Nueva a todas las creaturas. 

La Iglesia se acontece siempre esencialmente en la comunidad y como comunidad. En el documento “Catequesis de la comunidad” se nos hace una distinción entre dos niveles de comunidad: La Iglesia particular, que sería la conformada por las parroquias y la diócesis. Y la Iglesia Universal, que es la encabezada por el Papa y todos los obispos del mundo. Por ello podemos hablar de una perspectiva holística, porque la perspectiva holística significa que el todo es más que la suma de las partes. O sea que la comunidad cristiana de referencia es mucho más que la suma de las pequeñas comunidades concretas, que es donde vivimos y nos educamos en la fe. Por eso, cuando hablamos de comunidad cristiana, la catequesis no es una reflexión, sino un quehacer vivo, que ocurre dentro del lugar más significativo del todo comunitario, es decir: La parroquia. 

La parroquia es el lugar en el que se forma y manifiesta la comunidad cristiana. Esto de una forma visible, como, por ejemplo: En los movimientos y en las familias cristianas. Es en la parroquia donde nos reunimos y estamos viviendo un tiempo en el cual la fe se vincula con la cultura de nuestra época y de nuestra historia. 

La parroquia no es una estructura caduca, porque es el lugar donde se reúnen los discípulos para seguir alimentándose, celebrando y viviendo la fe.  La parroquia es donde nos reunimos todos los bautizados, para vivir esa fraternidad Mística, que va mucho más de esa fraternidad o familiaridad que el mundo nos ofrece. 

Es en la parroquia donde se hace presente la Eucaristía, donde es celebrada, es donde mejor se visibiliza. Es donde la propia comunidad cristiana mantiene su dimensión teológica, cimentada en la palabra de Dios, en los sacramentos, en la Caridad. 

La parroquia es también el lugar territorial que está abierto a todos y donde todos forman parte. 

La comunidad cristiana está desafiada constantemente por la propia situación y el propio contexto cultural. En un mundo donde la información es avasallante y el pensamiento cada vez más débil. Las comunidades del mundo actual son de un interés más individualista, y las relaciones fuertes o fraternas son prácticamente nulas, si no corresponden a intereses personales o temporales. La comunidad cristiana debe distanciarse de esos conceptos. Los cristianos no celebran la Eucaristía de forma autista y se marchan. La parroquia no es una gasolinera, donde tú no vas a relacionarte con nadie. La experiencia comunitaria en las parroquias es actualmente todo un desafío. Debemos evitar vivir en una comunidad como si estuviéramos en una excursión turística.  

El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium número 81, nos advierte de la “acedia egoísta”: 


No a la acedia egoísta: 

“Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre. Hoy se ha vuelto muy difícil, por ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que perseveren en la tarea durante varios años. Pero algo semejante sucede con los sacerdotes, que cuidan con obsesión su tiempo personal. Esto frecuentemente se debe a que las personas necesitan imperiosamente preservar sus espacios de autonomía, como si una tarea evangelizadora fuera un veneno peligroso y no una alegre respuesta al amor de Dios que nos convoca a la misión y nos vuelve plenos y fecundos. Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante.” 


Uno de los mayores retos de la parroquia es optimizar el tiempo, donde el laico se sienta a gusto de estar participando activamente allí. Donde su compromiso apostólico no sea para él una pérdida de su tiempo libre, sino una ganancia para su alma y formación. El catequista debe ser un discípulo en constante formación que le permita confrontar la complejidad del mundo contemporáneo sin mirar con desesperanza ni con falta de fe, pero si conscientes de la realidad, una realidad “poliédrica” (término que utiliza el Papa Francisco). 

Una realidad poliédrica tiene muchas aristas que nos invita a ver el contexto cultural donde vivimos como comunidad cristiana, con una visión madura que nos ayude a descubrir de una forma más profunda y sabia nuestra propia relación y vivencia de la comunidad. Las personas no vivimos ajenas a nuestro contexto, y como por osmosis nos podemos contagiar de sus causas y efectos. Por eso el nuevo directorio tiene como uno de los motivos que le llevaron a la nueva redacción: El confrontarse con el paradigma de de esta cultura digital y de la globalización de la cultura que en definitiva lleva a esta revolución antropológica que ha cambiado el modelo de persona. También para descubrir esta sociedad cada vez más secularizada en la que se van perdiendo los valores cristianos; un gran desafío que los catequistas deben intentar potenciar.  

El directorio en el número 322 ante estos desafíos nos dice que no nos pueden dejar indiferentes como comunidad cristiana llamada no solo a proclamar el Evangelio a los que no lo conocen sino también apoyar en sus hijos la conciencia de la fe. El nuevo directorio pone el ejemplo del gran valor que se le da actualmente a la libertad humana, del respeto que debe mantenerse en la elección de vivir de forma cristiana y de comenzar un proceso de discipulado. Se nos invita a ver el contexto con esperanza, conociendo muy bien nuestras circunstancias concretas.  

Con los elementos leídos anteriormente, podemos definir a la comunidad cristiana como el sujeto, el lugar, el origen y la meta de la catequesis. En el directorio número 28 nos dice explícitamente que la comunidad cristiana es el sujeto principal de la catequesis. El nuevo directorio citando el directorio anterior nos recuerda que la comunidad cristiana es el lugar, es el origen, lugar y meta de la catequesis porque es en la comunidad donde nace el Anuncio del Evangelio. Es allí donde los hombres y mujeres empiezan a convertirse y a seguir a Jesucristo. La catequesis por tanto es un proceso sobre todo kerigmático. 

Ronald Rivera

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