El Papa Francisco, desde el comienzo de su pontificado está siendo atacado furiosamente, por enemigos suyos dentro de la Iglesia y por quienes les creen ciegamente, dejándose engañar. Dicen que no es Papa, que el verdadero y que hasta es incluso un antipapa, valiéndose de profecías y apariciones marianas (algunas dudosas).
Es muy preocupante la furia, el desprecio con que se ataca al Papa Bergoglio, y se hace en base de argumentos fácilmente rebatibles (para quien quiera honestamente escuchar o leer). Se le ataca pasando sobre el Derecho eclesiástico, sobre la tradición de dos mil años, por personas que o no conocen esto, o desvirtúan de mala fe aquello que es el gobierno de la Iglesia. Hasta se le ataca contando una absurda historia de cómo se desarrolló este último cónclave, cuando no hay ninguna evidencia de que se haya violado el secreto que obliga a todos.
Una persona, católica o no, puede opinar sobre la persona del Papa Francisco o de quien sea, pero debe hacerlo en base a la razón, la verdadera información y no a injurias y chismes, o peor aún de acusaciones infamantes, carentes de fundamento. Se puede estar o no de acuerdo con lo que cualquier otra persona con poder diga o haga, sea clérigo o seglar, pero no estar de acuerdo no justifica, nunca, la infamia como la que se usa para atacar al Papa, o hasta los anteriores papas postconciliares.
Quienes furiosamente atacan al Papa tratándolo de impostor, o de venir de una elección “inválida”, se olvidan de algo que la Iglesia nos enseña, y es la acción del Espíritu Santo, a quien los anti-Francisco evaden vergonzosamente. Cuando desprecian la guía del Espíritu Santo, deberían recordar lo que Jesús dijo sobre el no perdón a quienes pecan contra Él. Se olvidan que Jesús prometió estar siempre con su Iglesia, y actúan como si Jesús se hubiera alejado de ella. Inaceptable conducta.
Esta guerra contra el Papa Francisco no tiene otra cristiana explicación mas que ser obra del demonio. Un cristiano verdadero, fiel, se manifiesta siempre, pero siempre con caridad cristiana, y ésta ha estado ausente, completamente ausente en los ataques infamantes y burlas al Papa.
Por sus hechos los conoceréis, nos enseña la Escritura, y los hechos nos muestran una absoluta falta de caridad cristiana. No se hacen quejas de corazón sobre lo que no les parece del Papa Francisco; no, se le ataca con lenguaje y actitud propios del demonio, nada se ve de cristianismo. No se hacen críticas con inspiración llegada de Dios, se hacen ataques en la forma en que el demonio actúa, nada nuevo en la historia. No se habla en nombre de Dios, sino del demonio.
Se le inventan faltas, errores graves, se distorsionan sus acciones, como las que hace en favor de la convivencia de las religiones. Se ofuscan y no pueden entender la prudencia con que Francisco trata a quienes no son cristianos. Se le acusa de aceptar la compañía de pecadores, cuando se olvidan que Jesús así lo hizo. Se le adjudican palabras que nunca ha dicho, muchas veces provenientes de terceras personas.
Hay que orar mucho por estas personas injuriantes, orar frente a una visible falta de oración de parte de ellas. No se escuchan o leen voces que clamen al Señor para que remedie lo que les parece mal del Papa (si lo hacen en privado, sólo ellos lo saben, no lo manifiestan, no invitan a orar). Y mientras no se ore públicamente y sólo se ataque, se injurie, aplica la reflexión de que se trata de influencia del demonio, contraria a Cristo, cabeza de la Iglesia, que siempre está con ella, sobre los errores y debilidades de quienes la integran, sean clérigos o seglares.
Oremos por la conversión de quienes, en vez de orar por la Iglesia, injurian a su cabeza, y de paso a otros obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, con acusaciones sin sustento, por interpretaciones torcidas que, para empezar, violan las reglas generales de convivencia humana, no digamos cristiana. Sí, oremos.
¿Cómo identificarlos?
Te presento las 9 características comunes de los detractores del Papa Francisco:
1. Necesidad de admiración o de atención exclusiva por parte de los demás.
2. Baja empatía y escasa capacidad de escucha dentro de la Iglesia.
3. Actitud impositiva de los propios criterios e ideas. Agresividad en la comunicación.
4. Dificultad para reconocer los propios errores y encajar las críticas. Baja introspección.
5. Egocentrismo, hablar de uno mismo en exceso.
6. Comentarios despectivos o minusvaloración de los demás. Especialmente en contra del Papa Francisco.
7. Actitud de superioridad. Fomento del clericalismo y visión piramidal de la eclesiología.
8. Desafecto a las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
9. Tendencia a formar círculos cerrados en vez de procurar una Iglesia abierta para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario