jueves, 7 de agosto de 2025

El Sentido de la vida: una mirada terapéutica desde la perspectiva humanista



La vida, en su incesante fluir, nos enfrenta a momentos de profunda incertidumbre. Hay días en los que todo parece encajar, donde la risa brota con naturalidad y la existencia transcurre con un propósito claro. Pero hay otros en los que la pregunta emerge con una fuerza casi insoportable: ¿para qué todo esto?


Claudia, una terapeuta con años de experiencia, lo sabía bien. Desde su desapacho, había acompañado a innumerables personas en esa búsqueda incesante de sentido. Hombres y mujeres de distintas edades y circunstancias, todos convergiendo en una misma inquietud: ¿cómo seguir adelante cuando la vida pierde su significado?


La búsqueda del sentido de la vida es una de las cuestiones más humanas que existen. No se trata solo de una reflexión filosófica, sino de una necesidad vital. Sin un propósito claro, la existencia puede convertirse en un peso insoportable. Y en el ámbito terapéutico, esta ausencia de sentido suele manifestarse en depresión, ansiedad, crisis existenciales y, en casos más extremos, ideación suicida.


Pero, ¿dónde encontrar ese sentido cuando todo parece vacío?


El Vacío existencial y la necesidad de significado

Sebastián, un joven de veintisiete años, llegó a terapia con una sensación de hastío que lo devoraba por dentro. “Me levanto, voy al trabajo, vuelvo a casa, duermo… y al día siguiente es lo mismo. ¿Esto es todo? ¿Así se supone que debo vivir el resto de mi vida?”


El vacío existencial es una experiencia común en nuestra sociedad. El ritmo frenético, las exigencias externas y la desconexión con nuestro mundo interior generan una sensación de insatisfacción constante. Viktor Frankl, en su obra El hombre en busca de sentido (2004), planteaba que la falta de un propósito claro puede llevar a un estado de desesperanza y sufrimiento.


Desde la terapia humanista, el vacío no se ve como un problema que debe eliminarse, sino como una oportunidad para reconstruir el significado personal. Sebastián no estaba “roto”, ni necesitaba ser “arreglado”. Lo que necesitaba era reconectar con lo que realmente le importaba, con aquello que alguna vez lo hizo sentir vivo.


A través de la exploración terapéutica, comenzó a darse cuenta de que la vida no tenía por qué ser una rutina mecánica. Redescubrió su amor por la música, algo que había dejado de lado por la presión del día a día. Se permitió experimentar pequeños momentos de gratificación, y poco a poco, el sentido empezó a emerger en su vida.


El propósito no es algo que se encuentra en un solo instante de iluminación. Es algo que se construye en el día a día, en cada pequeña decisión, en cada paso que damos hacia lo que nos hace sentir auténticamente vivos.


El sufrimiento y la transformación del dolor en sentido

María, una madre de cuarenta y ocho años, vivió una de las experiencias más devastadoras que puede sufrir un ser humano: la pérdida de un hijo. Su mundo se desplomó en un instante, y con él, cualquier vestigio de sentido en su vida. “No entiendo por qué sigo aquí. No hay nada que me ate a este mundo”, decía en sus primeras sesiones.


El sufrimiento es, sin duda, uno de los mayores desafíos en la búsqueda de significado. Sin embargo, la terapia humanista nos muestra que, aunque no podemos evitar el dolor, sí podemos elegir qué hacemos con él.


Para María, el camino fue lento y doloroso. Pero en su proceso terapéutico, descubrió que la memoria de su hijo no tenía por qué quedar reducida a la tristeza. Comenzó a involucrarse en una asociación de apoyo a madres en duelo. A través del contacto con otras mujeres que compartían su dolor, su pérdida encontró un propósito. Su sufrimiento no desapareció, pero dejó de ser un peso sin sentido para convertirse en un puente hacia la ayuda y la conexión con otros.


El dolor, cuando se transforma en acción, puede convertirse en un catalizador de significado. No se trata de negar la tristeza o forzar una visión optimista, sino de darle un lugar dentro de nuestra historia y permitirnos seguir adelante sin olvidar lo que hemos vivido.


La relación con los otros: un pilar del significado

Desde la perspectiva humanista, el sentido de la vida no se encuentra en la acumulación de logros ni en la búsqueda de certezas absolutas, sino en la relación con los demás. Carl Rogers (1961) sostenía que la conexión genuina con otro ser humano es una de las experiencias más significativas que podemos tener.


Luis, un hombre de cincuenta años, llegó a terapia con una sensación de vacío que no lograba comprender. Había alcanzado el éxito profesional, tenía estabilidad económica y reconocimiento en su campo… pero se sentía solo. Su vida se había construido en torno al trabajo, dejando de lado las relaciones personales.


En terapia, Luis comenzó a darse cuenta de que el éxito no tenía sentido si no podía compartirlo. Retomó la relación con sus hijos, dedicó más tiempo a sus amigos y descubrió que lo que realmente le daba propósito no era el reconocimiento externo, sino la conexión con los demás.


El sentido de la vida, en gran medida, se encuentra en los vínculos que creamos. No es una meta que alcanzamos solos, sino un camino que recorremos en compañía.


Conclusión: un sentido en movimiento

El sentido de la vida no es una respuesta única ni definitiva. No se trata de encontrar “una gran razón” para vivir, sino de descubrir, en cada etapa, aquello que nos hace sentir plenos.


Para algunos, el sentido se encuentra en la creatividad; para otros, en el servicio a los demás, en la familia, en la espiritualidad o en la simple contemplación de la belleza del mundo. Lo importante es permitirnos cuestionar, explorar y, sobre todo, construir nuestra propia respuesta.


Porque la vida no nos da un significado predeterminado. Somos nosotros quienes lo creamos, día a día, en las pequeñas decisiones que nos acercan a lo que realmente importa.


Y si alguna vez la pregunta vuelve a surgir, si el vacío amenaza con instalarse de nuevo, quizás la respuesta esté en la acción: en dar un paso más, en hacer algo con amor, en sostener una mano, en encontrar en lo cotidiano aquello que nos recuerde por qué seguimos aquí.


Nota

Los casos aquí expuestos son reconstrucciones basadas en experiencias clínicas, manteniendo la confidencialidad y el anonimato de los pacientes.

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