domingo, 12 de febrero de 2017

Hacerse próximo en familia / Por Ronald Rivera



Para darle sentido a la cruz es necesario 
hacerse próximo en familia

Caridad y Palabra de Dios

            San Pablo exhorta a los cristianos de Colosas a vivir con aquellas virtudes que proceden de haber resucitado con Cristo, de ser santos por haber sido elegidos y amados por dios. So virtudes que se resumen en la caridad: “Y por encima de todo, revístanse del amor que es el vínculo de la perfección” (Col 3, 14).

            De esta forma a pesar de la cruz diaria, de los motivos para sentirse ofendidos o tener que quejarse de los demás, que sepan dar a su caridad incluso las dimensiones del soportarse mutuamente y de la prontitud al perdón a ejemplo del Señor y movidos por Él.

            De esta actitud profunda y constante brota una paz que es don de Cristo y que configura interior y exteriormente las condiciones de vida de los miembros de la comunidad, a las que todos estamos llamados.

            Como alimento, medio y garantía para mantenernos con este fervor y fuego de la caridad, está por una parte la alusión constante de la Palabra de Dios, que debe estar siempre en medio de los fieles y permanecer intensamente entre ellos, y, por otra, la oración incesante, “cantando a Dios con un corazón agradecido salmos, himnos y cánticos inspirados” (Col 3, 16).

Proximidad de Dios

            Comencemos por lo fundamental. El “hacerse próximo” atraviesa el misterio profundo de proximidad que constituye el sentido y el fundamento de toda la existencia familiar. Así, el primer modo de dejarse formar y modelar por la caridad es ser, precisamente como familia, fieles al proyecto de Dios: ser signo y sacramento de Dios para el mundo, signo e instrumento de la caridad de Cristo, testimonio e imagen viva de la proximidad misma de Cristo.

            Es la primera e insustituible misión de una familia cristiana, y más aún actualmente, ya que se imaginan y proponen formas de vida familiar que desgraciadamente en nada se parecen a imágenes de la caridad de dios y sí a una convivencia provisional, a un contrato de trabajo, a una comunidad de vida que se puede interrumpir al propio antojo.

Amor recíproco

            Un nuevo peldaño: para ofrecer el testimonio de la fidelidad a Dios, ser signo e instrumento de su amor, cada familia debe vivir el amor interiormente. Es el primer sendero de la caridad, como recuerda el Papa en la “Familiaris Consortio”, cuando dice que la primera tarea de la familia consiste en “vivir fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas” (nº 18).

            Amor vivido entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre unos familiares y otros.

            Amor que significa buen entendimiento, serenidad recíproca, capacidad para sonreír, comprender, escuchar el discurso del otro; ausencia de prejuicios recíprocos, superación de distancias, de reticencias, de desconfianzas, de momentos difíciles que suelen presentarse para turbar las relaciones familiares; capacidad de realizar entre las distintas generaciones intercambios y enriquecimiento mutuo.

            Amor que se declina con las modulaciones ricas y realistas sugeridas por el apóstol Pablo en el pasaje a los colosenses y que nos remite, como alimento y garantía, a la escucha constante de la Palabra de Dios en familia, a la oración en familia.

            Se trata, por, tanto de asegurar esos momentos y espacios estupendos e insustituibles, aun en medio de la marcha agotadora del día a día, y de todas las dificultades prácticas que pueden surgir. Es el significado del tiempo de desierto aplicado a la familia.

            Se trata, por tanto, de encontrar todos juntos el valor, la fuerza y la alegría de unir las manos y expresar a dios los sentimientos más profundos del corazón. De tres modos podemos hacerlo: orar juntos con las palabras que sabemos, orar juntos con un salmo, orar juntos con una página del Evangelio.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario