Problemas
que atentan contra la esperanza
En el matrimonio
El olvido de los intereses comunes
“¡Oh,
ya está bien con tu diploma!”
“No
me cuentes nada de tu jefe”
“Las
mujeres lloronas le vuelven a uno loco”
“¿Ir
a la cama contigo? Estoy demasiado cansada”
“Oye,
no vuelvas a meter las manos en mis papeles. No entiendes nada”
“Tú
haces los hijos y yo me encargo de mi profesión, Con eso basta.”
El
doctor Edward Kaufmann, abogado americano especialista en causas de divorcio,
preparó diagramas en los que podía leer cómo se encontraban las parejas de los
jóvenes que querían divorciarse respecto a sus intereses comunes. Pudo advertir
que la falta de intereses comunes era la más elemental, la más frecuente y la
más específica de las causas de divorcio para la mayor parte de matrimonios
arruinados.
Para
el éxito y la subsistencia de un matrimonio son de importancia decisiva la
creación, mantenimiento y profundización de seis especies de intereses:
- La comunidad de
intereses espirituales.
- La comunidad de
intereses profesionales.
- La cooperación en
aquello que el cónyuge vive y sufre en su vida sentimental.
- La intimidad sexual.
- La comunión económica.
- El interés común por
los hijos.
Los
intereses comunes son el fundamento de cualquier diálogo en el matrimonio. Con
razón es definido el matrimonio como un diálogo perenne, y se recomienda elegir
como cónyuge a aquella persona con la que mejor se pueda prolongar el diálogo.
Cualquier
mujer puede adquirir conocimientos sobre la profesión de su marido. Cualquier
marido puede “ocuparse” de los hijos. En cambio, la falta de intereses tiene
que ver con la falta d estima hacia el propio cónyuge. La ausencia de intereses
atrofia los puntos en común. La esperanza languidece…
La falta de puntualidad
“Bueno,
a las ocho en el metro, amor mío; sé puntual, por favor”, dice el marido cuando
se va a la oficina por la mañana. A las ocho y media, una vez más, su mujer no
ha llegado aún según lo acordado. Él
comienza a preocuparse ¿Le habrá sucedido algo? A cierto punto, llega, con una
sonrisa, la mujer presenta todas las excusas que se ofrecen en tales casos: el
paraguas no aparecía, una visita que ha tenido que atender a última hora…
En
tales faltas de puntualidad, especialmente si se repiten constantemente, se
manifiesta desinterés. Un desinterés del cónyuge y una falta de realismo. El
marido esperará cierto tiempo, pero luego comprenderá que la falta de
puntualidad de su mujer es una especie de capricho o de poco interés. Él se
preguntará: “¿Tendré que ser siempre el que espera?” Un día abandonará irritado
el lugar de la cita y se alegrará de la desilusión que experimentará su mujer
al no encontrarlo. O bien, en adelante no volverá a aceptar ninguna clase de
citas. Volverá a casa cada tarde y, en lugar de los breves momentos de felices
atardeceres, se establecerá la monotonía. O quizá llegue dar cita a su propia
secretaria en otra ocasión, que casualmente es puntual.
La lentitud
“Antes
de acostarnos vamos a dar un paseo en el parque”, propone el marido a la mujer.
“Ven tal como estás.” La mujer en cambio muestra lentitud en aceptar la
propuesta, dura una eternidad limpiando los zapatos…. Mientras, el marido se le
ha pasado las ganas de dar el paseo. Los zapatos limpios no logran compensarlo
de la larga espera. La próxima vez dará el paseo sólo, o bien no saldrá de
casa.
La falta de un plan
Las
vacaciones están cerca. La joven pareja tiene la posibilidad de hacer un viaje.
El autobús sale a las cuatro de la tarde. Cuando el marido llega a casa a
mediodía encuentra la casa patas arriba. Todas las puertas del apartamento y
los cajones de la cómoda abiertos. Hay ropa encima de todas las sillas. El
marido tropieza con las maletas, los libros, las raquetas de tenis esparcidas
por todas partes. “¿Qué has hecho en toda la mañana?”, pregunta cortésmente.
Y la
mujer responde furiosa: “¿Qué qué he hecho? Estoy trabajando desde el amanecer,
y tú apenas llegas, me haces preguntas idiotas. ¡Oh! Se queman las arepas…”
Muchas
parejas pierden las mejores vacaciones de su vida porque no son capaces de
hacer proyectos y prepararse metódicamente.
Sofocar la vida matrimonial a base de compromisos
“Mira,
esta tarde dan “La Bohème” por televisión. Me gusta. Sabes por qué, ¿Verdad?
Fue la primera película que vimos juntos…”, exclama la mujer.
“Oh,
lo siento; esta tarde no puedo ver televisión. ¿No te he dicho que había
invitado a nuestra casa a unos compañeros de trabajo?”
“No,
no me has dicho nada.”
Citas,
compromisos… Si se va más allá de ellos, generalmente llega a descubrirse la
angustia de ciertos cónyuges que no logran hacer nada solos o en compañía del
otro cónyuge, la angustia de no tener nada que decirse a sí mismos. Este vacío
viene camuflado con una activa vida mundana. Con tal perspectiva no hay
posibilidad alguna de que la vida matrimonial vuelva a florecer. El resultado
son las relaciones extramatrimoniales y el amor junto al matrimonio. Cada nuevo
brote de vida es sofocado por los compromisos.
Quejarse
“Esa
comida está desabrida”
“La
ropa siempre está arrugada”
“La
cocina siempre llena de platos sucios”
Semejantes
lamentaciones se les oye decir más de un marido apenas pone el pie en casa.
Hasta en la cama tiene que salir a relucir los problemas e insatisfacciones del
hogar.
Lo
más prudente es detenerse en los temas agradables y en una línea optimista ante
los problemas que caer en discusiones que empiezan por detalles superables.
Comparar
“Mira
lo que le ha comprado Carlos a su mujer”
Cuando
la pareja empieza a tratarse como objetos de sus sentimientos insatisfechos de
rivalidad no deberían sorprenderse después de que su cónyuge busque paz y
distensión fuera del matrimonio.
Insulto a los parientes
“Una
cosa semejante no habría sucedido nunca en casa de mis padres”
Cuando
el marido o la mujer atacan o maltratan a los parientes del otro, en el fondo
incluyen en ellos al otro cónyuge. Las ofensas a los parientes son, por lo
general, ataques simulados contra la pareja. Camuflar o disimular los problemas
del matrimonio crea nuevos problemas.
Controlar
“¿No
se te ocurre nada mejor que lavar el coche el domingo?”
Órdenes,
exhortaciones, consejos y mandato; la pareja ya no goza de paz. Todo lo que
hace merece una corrección. No puede ocultar debilidad alguna. En casos
semejantes un cónyuge se vuelve “yunque”, y el otro, “el martillo”. De esta
manera, el matrimonio es mal interpretado: se convierte en una relación de
subordinación entre inferior y superior, y al revés. Debe existir lo contrario en
un matrimonio, una relación de paridad y de colaboración.
Ningún espacio vital
“¿En
qué piensas? ¿En nada? ¡No puede ser! Te veo en los ojos que has pensado en
algo muy preciso. Vamos dímelo”
Algunos
cónyuges están sepultados vivos en su matrimonio ¿Por qué? Porque permiten a su
pareja que los “devore” por puro amor y todo lo pretenden de él o ella. Es
necesario un espacio propio.
La fe religiosa
“¡Cuándo
acabarás de mascullar avemarías! Ya esas son cosas superadas.”
La
falta de respeto hacia los sentimientos religiosos de la pareja, el mofarse de
la su fe en Dios, la indiferencia para con cualquier forma de religión denuncia
sordidez y pobreza de espíritu, significa ofender lo más noble que existe en el
corazón humano. Hasta el ateo más atravesado ha de respetar y mostrar
comprensión por la fe que él no tiene. Tampoco se puede imponer a la pareja la
propia concepción filosófica o la propia mentalidad.
Descuido y desorden
“¿Has
visto por algún sitio las llaves de casa?”
El
descuido y desorden si son hechos que se repiten regularmente, el cónyuge que
siempre debe esperar o ayudar al otro a buscar algo acaba por ponerse de un
humor de mil demonios. Advierte sin demasiada dificultad que el otro lo
tiraniza con su desorden y su descuido. En tal caso sólo hay un camino a
seguir: no dejarse ganar por el desorden ni tomar la costumbre de la otra
pareja de olvidar, buscar o hacer esperar.
Buscar las cinco patas al gato
“¿Por
qué están hoy las papas tan frías?”
Buscar
las cinco patas al gato es una manera de hacer que los demás actúen a la forma
que yo pienso. ¡Atención! ¡No se dejen tiranizar por cosas semejantes! Indiquen
a su pareja desde el comienzo dónde están los límites respectivos.
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