Abrazar la cruz que implica
La
intromisión equivocada de un tercero
“Ya sé con quién te has encontrado hoy. Según
cosas de negocios… Pero a mí no me los comentas… ¡has visto a Elsa!”
El
matrimonio no es “un vivir para dos”. Está colocado e inserto en una red de
compromisos sociales diversos. Uno de los problemas más difíciles del
matrimonio es el de cultivar, la “política externa” del matrimonio. Hay que
aprenderla, y al fin se le puede dominar con maestría. Los hijos, los parientes
y los amigos constituyen los problemas principales.
Primero: los hijos
Algunos
padres terminan por volverse rivales a causa de su hijo; si uno le prohíbe
algo, el otro se insinúa en el corazón del hijo, puesto que le permite lo que
acaba de prohibírsele. No es difícil descubrir que tal conducta arruina la
relación de confianza entre los cónyuges.
Algunos
padres proyectan todos sus conflictos en los hijos: Se trata de saciar los
propios anhelos de afectuosidad con él. ¿Saben tales padre educar en realidad a
sus hijos? ¡No! Algunas madres o padres se alían con el hijo contra su pareja.
Solos se sienten demasiado débiles para enfrentarse con el otro cónyuge. Unidos
al hijo se sienten más fuertes.
Los
ejemplos podrían multiplicarse hasta lo infinito. El caso es que siempre se
abusa de los sentimientos del hijo, se le introduce a la problemática
matrimonial sin tener por su parte la madurez necesaria, un cuadro de
perspectiva y un juicio propio sobre el matrimonio de sus padres. La regla de
oro es la siguiente: resolver todos los conflictos con la persona interesada. Mezclar
en ellos al hijo no sólo es incorrecto, sino que no sirve de nada. Por el
contrario, complica la situación.
Segundo: los parientes
Los
parientes son una fortuna y, al mismo tiempo, un peligro para el matrimonio. No
se debe montar en cólera toda vez que se habla de la suegra o de la cuñada. Piensen
que los parientes son la única “fuente” a través de la cual pueden enterarse
del pasado, de la infancia, de las crisis, de las enfermedades y de las
costumbres típicas precedentes de su pareja. Tienen necesidad de esta “fuente”
para comprenderlo o comprenderla. Sírvanse de ella.
Los
parientes se convierten en un problema matrimonial si en los primeros tiempos
del matrimonio dejan que tomen pie costumbres que, bien pensado, ya no desean:
control, vigilancia, prescripciones. Los parientes intervienen en la medida que
ambos cónyuges se lo permiten. Lo subrayo, ambos cónyuges; esto significa que
deberían estar siempre de acuerdo en todos los problemas referente a los
parientes.
Tercero: los amigos
Los
amigos alegran el matrimonio, ofrecen nuevos motivos de conversación, dan la
posibilidad de expresar la propia opinión y de escuchar. Además alejan las
tensiones, hacen inocuas las crisis matrimoniales, ponen paz y reconcilian.
Pero si los amigos se insinúan o se entrometen en la intimidad de un
matrimonio, entonces se vuelve de improviso “rivales·. Pero sólo rarísimos
casos los amigos se tornan rivales por propia iniciativa. Son los esposos
mismos quienes se lo buscan, y de esta manera se desarman. Y esto sucede porque
les permiten un montón de esos pequeños errores de conducta sin importancia que
no merecen describir. Los amigos que se han vuelto rivales no son más que una
señal de alarma. Traten de cambiar de ruta.
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