Hemos leído con estupor la noticia de que un grupo de 17 académicos y activistas han hecho pública una extensa declaración en la que piden al Papa Francisco que dimita o que el Colegio Cardenalicio le pida formalmente la renuncia. Sin duda es una acción reiterativa y que no tiene otro objetivo que resquebrajar aún más la unidad evangélica que se ha mantenido por siglos sólida dentro de la Iglesia. La postura de estas 17 personas firmante (y todos los que se hacen eco de esta postura) los denomino nuevos cátaros.
El catarismo fue una secta cristiana considerada herética que se desarrolló en la Europa Occidental de los siglos XII y XIII. Y hago referencia a esta herejía porque una de sus características es la separación abrupta de lo bueno y de lo malo (Maniqueísmo), no desde el criterio universal de la Iglesia (sustentado en el Magisterio), sino desde sus propias conclusiones, aludiendo a que sólo su grupo es lo suficientemente puro (iluminismo, herejía atacada por San Agustín) para tener la verdad (a la que los cátaros de hoy llaman: tradición o heterodoxia).
Es debido a la naturaleza de los cátaros que han acusado al Papa Francisco de haber «causado una crisis sin precedentes en la Iglesia católica» con sus palabras y acciones. Aseguran los 17 cátaros en su carta, que el Papa «ha hecho un gran daño a la Iglesia y al mundo entero» desde que asumió la sede papal en marzo de 2013. Su mentira cae por su propio peso, ya que ningún documento emitido en el pontificado del Papa Francisco ha apoyado algún acto herético. Caso contrario de este grupo de 17 firmantes que afirman que sólo el juicio de los que se dicen puros y tradicionales es el verdadero.
Este grupo anti Francisco afirma que las leyes y normas están por encima del amor y la misericordia de Dios, proponiendo una escucha hipócrita a los que más sufren, o en otras palabras a los que no son tan puros como ellos (es decir cátaros).
En una declaración publicada a el 2 de mayo, los 17 cátaros afirmaron que «los miembros de la jerarquía de la Iglesia tienen el deber de actuar para evitar que Francisco cause más daño.» Sin dejar claro que su verdadera intención es la de crear daño a la unidad eclesial, ¿Cómo? de una forma diabólica, es decir: dividiendo. Y añadían: “Por lo tanto, pedimos al Papa Francisco que renuncie al cargo papal, y que se arrepienta y haga penitencia por sus acciones. Si no lo hace, solicitamos que los cardenales y obispos de la Iglesia Católica pidan al Papa Francisco que renuncie al cargo de Papa”. Tales exigencias dejan claro la falta de humildad y de fidelidad a la madre Iglesia. Es un acto que dista de ser caritativo y se acerca mucho a la soberbia farisea.
En caso de negativa, los firmantes piden a los cardenales y obispos que declaren que Francisco ha perdido de alguna manera el papado: “Si se niega a dimitir o a retractarse de las herejías que ha defendido, pedimos que declaren que ha perdido el oficio papal”. Lo piden con el poder que su pureza les concede.
Los firmantes atribuyen la mencionada «crisis sin precedentes» a dos cosas: “El Papa Francisco ha cometido actos criminales gravemente perjudiciales para la Iglesia y para los creyentes individuales” y “ha demostrado que rechaza la fe católica y ha trabajado para destruir la fe de otros católicos”. Pero se equivocan. La razón de la crisis actual de la Iglesia es la misma que provocó el pecado original de nuestros primeros padres: La soberbia, el egoísmo y el querer defender sus ínfulas.
Entre los firmantes figuran los siguientes cátaros: Yves Daoudal, redactor jefe de Reconquête y Vicepresidente del Centro Charlier; Dániel Fülep, teólogo húngaro; Maria Guarini, directora de Chiesa e post concilio; Thaddeus J. Kozinski, catedrático de Filosofía del Memoria College; Peter A. Kwasniewski; Cesar Felix Sánchez Martínez, catedrático de de Filosofía de la Universidad Nacional de San Agustín de Perú; John-Henry Westen, fundador y director de LifeSiteNews, o John Zmirak, redactor jefe de The Stream.
Recordemos que la mejor manera de construir la Iglesia es a través de la oración y del apoyo a su unidad, dentro de la diversidad de carismas. Toda división asoma la cola reptil de la serpiente mencionada en el libro del Génesis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario