EL
ALMUERZO
IV
¡Toc- toc- toc!
, ¡Toc-toc-toc! Alguien toca mi puerta... Veo mi reloj que indica las 10:15 AM.
¡toc-toc-toc¡ “Un
momento, no soy sordo”. ¿ Quién podría ser?. Me levanto y coloco un short que pende
de una silla. Me acerco a la puerta, ahora con cierto temor al pensar que el
capitán se halla enterado lo de anoche. Abro la puerta y mi temor se afianza al
ver a Yasata, un colaborador cercano del capitán que se encarga del buen
funcionamiento del barco; sin embargo su aspecto gracioso y noble me daba de
cierto modo tranquilidad.
- Buenos
días Drug (Así me conocían
en el barco), disculpa si te he
molestado pero el capitán te envió un recado y como no te vi en el desayuno
vine a tu camarote.-
-No te
preocupes Yasata, tu visita no es molestia. Como ves acabo de levantarme debido
a que me costo tomar el sueño-.
-Y eso... ¿ Algún problema?
-No, todo lo
contrario no pude dormir de felicidad, de pensar en el amor.-
-¿Alguien en
particular?-
-Sí, alguien muy especial.-
-¿Quién?-
-Ya lo sabrás. Creo que ya está bien de preguntas
¿No?
-Sí, claro. Voy al
motivo de mi visita; el capitán a mandado ha decirte que te invita almorzar con
él y su esposa en el comedor de costumbre.
-¿Te
lo dijo molesto?-
-No, ¿Tiene motivo
para estarlo?... Al contrario hablaba de ti con cierto gusto... Más de una vez
me ha confesado su aprecio por ti. Le gusta escuchar tus cuentos y aventuras.-
-En eso exagera.-
-Pienso igual... Me
retiro para que te alistes, pues ya no son horas de dormir.
Saber el
motivo de la visita de Yasata ha descartado la duda que tenía de haber sido
descubierto... Me anima asistir al almuerzo, no por la generosidad del capitán
sino por que ella va a estar allí, aunque sea al lado de él, y en la mesa del
jefe siempre se come mejor.
Entra en mí
nuevos aires al recordar el momento extasiante que viví con ella. Ha sido
imposible quitar la imagen de su cuerpo desnudo en mis pensamientos y
desaparecer el sabor de su piel. Esperando ansiosamente verla me dirijo al baño
donde me afeito y tomo una ducha. Mientras me digo: “Es sin duda una hermosa
mañana, un nuevo día esperado desde mucho tiempo”.
Con ropa
acorde al caso me dispongo a esperar la hora del almuerzo, paseando por los
corredores del barco. Me uno a un grupo de jóvenes que comparten la vista al
mar. Entre ellos se encuentra Yasata que
acaricia a “iblis” un cachorro pequinés de tres meses que acompaña en todo
momento a Yasata y a veces tiene la desagradable ocurrencia de colarse a mi
camarote y dormir debajo de mi cama. Todos me dan un caluroso saludo. Saco una
cajetilla de cigarrillos y les ofrezco a cada uno de los presentes. Entre
bromas y chistes machistas nos ponemos a conversar sobre: Lo próximo que se
encuentran ya nuevas costas, cosas referentes al clima y si es posible que exista la mujer perfecta.
En cuanto a este último tema pensaba para mí que no solo es posible sino que ya
la he encontrado.
El sol
brilla muy fuerte en lo alto del cielo trayendo consigo brisas cálidas y
pasajeras. El mediodía se acerca y con ella el apetito. Es así como todos nos
dirigimos al comedor del barco, un salón amplio con dos filas de mesas que
suman veinticuatro en total presididas por una mesa central donde comía siempre
el capitán con su esposa de turno; en este viaje con Asha ya que era la única
de sus esposas que lo acompañaba en este viaje.
El comedor
empieza a llenarse y las mesas con manteles color salmón a ocuparse. Un grupo
de amigos me invitan a sentarme, pero les respondí negativamente, pues ya el
capitán y su esposa (Más mía que de él) me esperaban en su mesa.
La mesa
estaba servida para seis personas, pero los únicos presentes era el capitán,
Asha y yo. La mesa cumplía todos los requisitos para un almuerzo solemne
incluyendo servilletas de tela que hacían juego con el color salmón del mantel.
La comida era variada y vistosa; como me suponía mucho mejor que la de las
otras mesas. Estábamos atendidos por dos mesoneros y un tercero que retiraba
los platos. Sin embargo ante toda esta atención, todo era secundario. Lo único
principal era verla, mirarle los ojos y decirnos entre miradas y risas cuanto
nos amábamos.
Vestía
espléndidamente con una blusa que dejaba desnudos sus hombros y mostraban
perfectamente sus bondades naturales. La blusa era acompañada con una falda
larga que dejaba entrever sus blancos y definidos muslos a través de un pequeño
escote. Muslos que ahora son míos y de
nadie más... Mi éxtasis despertó bruscamente cuando el capitán abraza a mi
amada. Entró en mí una rabia como nunca antes había experimentado, no quería
que la tocara. Intentó besarla pero ella lo esquivó dándole la mejilla y
dirigiendo su mirada a mí. Mirada que gritaba su inocencia y desdicha de estar
con alguien que no amaba. Mis huesos se retorcían por la impotencia pero
respiré e intenté controlarme...
-Buen provecho Drug,
gracias por aceptar mi invitación. Siempre es un gusto poder compartir
contigo.-
-El gusto es mío señor capitán, exagera en su
estima.-
-Tus ocurrencias y aventuras la han ganado.
Aparte de la sinceridad que admiro en ti... ¿Has tenido el gusto de conocer a
mi hermosa esposa?-
-Solo de vista... –
-Es un
placer, mi nombre es Asha-
-El placer es mío, tienes un hermoso nombre... El
mío es Drug.-
-Simpático
nombre.-
-Gracias señora, en la cultura iraní significa
“mentira”. -
-Espero, amigo Drug,
que te guste la comida.-
-Seguro capitán.-
-El motivo de mi
invitación es debido a que mañana llegaremos a las costas de Grecia donde tengo
entendido te quedarás para seguir tu camino a nuevas aventuras... Más tanto mi
esposa y yo queremos pedirte que nos acompañes en una fiesta que haremos cerca
de la playa para renovar nuestro compromiso nupcial. ¿No es así amada?-
-Sí, es mi deseo que vayas en nombre del
amor.-
En el momento que ella respondía sus ojos trémulos me
gritaban que le diera la seguridad de que nunca la dejaría.
-Por supuesto que acepto,
para mí es un gran gusto conmemorar fiesta tan importante.-
Mi respuesta dio alivio a mi pequeña flor que no dejaba de
mirarme. Las palabras del capitán y su invitación era un plan indirecto de ella
para que fuera pensando como podíamos escapar los dos apenas lleguemos a tierra.
El almuerzo terminó como de costumbre. Después de despedirme
del capitán y agradecerle una vez más su generosidad solo deseaba encontrar el
momento oportuno para poder hablar con ella. Era difícil teniendo en cuenta que
él no la soltaba para nada, más al pasar ella a un lado de mí hizo que
tropezaba y dejó caer una nota frente a mis pies. Al ellos salir yo la recojo y
leo: “En
cinco minutos donde nos vimos por última vez”.
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