sábado, 6 de octubre de 2012

Novela: El Viaje, Capítulo IV. Autor: Ronald Rivera


EL ALMUERZO
IV

¡Toc- toc- toc! , ¡Toc-toc-toc! Alguien toca mi puerta... Veo mi reloj que indica las 10:15 AM. ¡toc-toc-toc¡ “Un momento, no soy sordo”. ¿ Quién podría ser?. Me levanto y coloco un short que pende de una silla. Me acerco a la puerta, ahora con cierto temor al pensar que el capitán se halla enterado lo de anoche. Abro la puerta y mi temor se afianza al ver a Yasata, un colaborador cercano del capitán que se encarga del buen funcionamiento del barco; sin embargo su aspecto gracioso y noble me daba de cierto modo tranquilidad.

- Buenos días Drug (Así me conocían en el barco), disculpa si te he molestado pero el capitán te envió un recado y como no te vi en el desayuno vine a tu camarote.-

-No te preocupes Yasata, tu visita no es molestia. Como ves acabo de levantarme debido a que me costo tomar el sueño-.

-Y eso... ¿ Algún problema?

-No, todo lo contrario no pude dormir de felicidad, de pensar en el amor.-

-¿Alguien en particular?-
-Sí, alguien muy especial.-

-¿Quién?-

-Ya lo sabrás. Creo que ya está bien de preguntas ¿No?

-Sí, claro. Voy al motivo de mi visita; el capitán a mandado ha decirte que te invita almorzar con él y su esposa en el comedor de costumbre.

-¿Te lo dijo molesto?-

-No, ¿Tiene motivo para estarlo?... Al contrario hablaba de ti con cierto gusto... Más de una vez me ha confesado su aprecio por ti. Le gusta escuchar tus cuentos y aventuras.-

-En eso exagera.-

-Pienso igual... Me retiro para que te alistes, pues ya no son horas de dormir.

            Saber el motivo de la visita de Yasata ha descartado la duda que tenía de haber sido descubierto... Me anima asistir al almuerzo, no por la generosidad del capitán sino por que ella va a estar allí, aunque sea al lado de él, y en la mesa del jefe siempre se come mejor.

            Entra en mí nuevos aires al recordar el momento extasiante que viví con ella. Ha sido imposible quitar la imagen de su cuerpo desnudo en mis pensamientos y desaparecer el sabor de su piel. Esperando ansiosamente verla me dirijo al baño donde me afeito y tomo una ducha. Mientras me digo: “Es sin duda una hermosa mañana, un nuevo día esperado desde mucho tiempo”.

            Con ropa acorde al caso me dispongo a esperar la hora del almuerzo, paseando por los corredores del barco. Me uno a un grupo de jóvenes que comparten la vista al mar. Entre ellos  se encuentra Yasata que acaricia a “iblis” un cachorro pequinés de tres meses que acompaña en todo momento a Yasata y a veces tiene la desagradable ocurrencia de colarse a mi camarote y dormir debajo de mi cama. Todos me dan un caluroso saludo. Saco una cajetilla de cigarrillos y les ofrezco a cada uno de los presentes. Entre bromas y chistes machistas nos ponemos a conversar sobre: Lo próximo que se encuentran ya nuevas costas, cosas referentes al clima  y si es posible que exista la mujer perfecta. En cuanto a este último tema pensaba para mí que no solo es posible sino que ya la he encontrado.

            El sol brilla muy fuerte en lo alto del cielo trayendo consigo brisas cálidas y pasajeras. El mediodía se acerca y con ella el apetito. Es así como todos nos dirigimos al comedor del barco, un salón amplio con dos filas de mesas que suman veinticuatro en total presididas por una mesa central donde comía siempre el capitán con su esposa de turno; en este viaje con Asha ya que era la única de sus esposas que lo acompañaba en este viaje.

            El comedor empieza a llenarse y las mesas con manteles color salmón a ocuparse. Un grupo de amigos me invitan a sentarme, pero les respondí negativamente, pues ya el capitán y su esposa (Más mía que de él) me esperaban en su mesa.

            La mesa estaba servida para seis personas, pero los únicos presentes era el capitán, Asha y yo. La mesa cumplía todos los requisitos para un almuerzo solemne incluyendo servilletas de tela que hacían juego con el color salmón del mantel. La comida era variada y vistosa; como me suponía mucho mejor que la de las otras mesas. Estábamos atendidos por dos mesoneros y un tercero que retiraba los platos. Sin embargo ante toda esta atención, todo era secundario. Lo único principal era verla, mirarle los ojos y decirnos entre miradas y risas cuanto nos amábamos.

Vestía espléndidamente con una blusa que dejaba desnudos sus hombros y mostraban perfectamente sus bondades naturales. La blusa era acompañada con una falda larga que dejaba entrever sus blancos y definidos muslos a través de un pequeño escote.  Muslos que ahora son míos y de nadie más... Mi éxtasis despertó bruscamente cuando el capitán abraza a mi amada. Entró en mí una rabia como nunca antes había experimentado, no quería que la tocara. Intentó besarla pero ella lo esquivó dándole la mejilla y dirigiendo su mirada a mí. Mirada que gritaba su inocencia y desdicha de estar con alguien que no amaba. Mis huesos se retorcían por la impotencia pero respiré e intenté controlarme...

-Buen provecho Drug, gracias por aceptar mi invitación. Siempre es un gusto poder compartir contigo.-

-El gusto es mío señor capitán, exagera en su estima.-

 -Tus ocurrencias y aventuras la han ganado. Aparte de la sinceridad que admiro en ti... ¿Has tenido el gusto de conocer a mi hermosa esposa?-

-Solo de vista... –

-Es un placer, mi nombre es Asha-

-El placer es mío, tienes un hermoso nombre... El mío es Drug.-

-Simpático nombre.-

-Gracias señora, en la cultura iraní significa “mentira”. -

-Espero, amigo Drug, que te guste la comida.-

-Seguro capitán.-

-El motivo de mi invitación es debido a que mañana llegaremos a las costas de Grecia donde tengo entendido te quedarás para seguir tu camino a nuevas aventuras... Más tanto mi esposa y yo queremos pedirte que nos acompañes en una fiesta que haremos cerca de la playa para renovar nuestro compromiso nupcial. ¿No es así amada?-

  -Sí, es mi deseo que vayas en nombre del amor.-

En el momento que ella respondía sus ojos trémulos me gritaban que le diera la seguridad de que nunca la dejaría.

-Por supuesto que acepto, para mí es un gran gusto conmemorar fiesta tan importante.-

Mi respuesta dio alivio a mi pequeña flor que no dejaba de mirarme. Las palabras del capitán y su invitación era un plan indirecto de ella para que fuera pensando como podíamos escapar los dos apenas lleguemos a  tierra.

El almuerzo terminó como de costumbre. Después de despedirme del capitán y agradecerle una vez más su generosidad solo deseaba encontrar el momento oportuno para poder hablar con ella. Era difícil teniendo en cuenta que él no la soltaba para nada, más al pasar ella a un lado de mí hizo que tropezaba y dejó caer una nota frente a mis pies. Al ellos salir yo la recojo y leo: “En cinco minutos donde nos vimos por última vez”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario