sábado, 6 de octubre de 2012

Novela: El Viaje Capítulo IX. Autor: Ronald Rivera

ALFOMBRA PERSA

IX


            El cielo se presenta con apacible tonalidad azul acompañando de dispersas nubes blancas que juegan con el viento y rozan las montañas como manos trémulas sobre piernas amadas.

            Hermosas praderas se disponen ha ofrecer flores de pistilos fecundos arropando jardines con azucenas, jazmines y lirios que rebosan pureza. Se ofrece el jugo del níspero, las abejas se drogan de miel, mientras que nuestros cuerpos desnudos corriendo entre flores y colores disfrutan del juego ilusivo del amor.

            Es común las risas y el delirio ante su presencia; entre los dos solo cabe un momento, el hoy,  y solo un acto, el amar. Corriendo en los jardines caemos, rodamos, ella me besa, ambos no soportamos tanto amor... Es allí cuando creo que existe el cielo pues esta vida no es suficiente para amar. Desearla es mi alimento, tenerla mi felicidad.

            Parece tan irreal este sueño, que he compartido junto a mi amada Asha. Ya hace tres meses que disfruto de su cuerpo en esta zona boscosa y cálida de la histórica Turquía. Tres meses en que he bebido de ella embriagándome de dulce sabor; ahora procurándome una nueva alegría al enterarme de su embarazo. Dichosa matriz bañada por mis genes, bendita la noche en que su vientre empezó a cantar para recibir un nuevo miembro. Nunca imaginé que mis espermatozoides y sus óvulos pudieran dar tanta felicidad.

            Tomando juntos un poco de café, el reloj de pared indica las 5:40PM. Es tan grato vernos los rostros y contemplar no solo nuestros cuerpos sino el desorden de la casa tras frecuentes ataques de pasión. Solo basta mirar el sofá de donde solo hace algunas horas pasadas ella había saltado, habiéndome llevado de por medio hasta hacerme rodar al cuarto, habiendo dejado a su paso un rastro formado por un pequeño short pijama rosa, una sandalia, un brassiere, otra sandalia y por último su ropa interior enredada en sus tobillos, viéndome obligado a liberarla.

            Habiendo ya tomado el café junto a ella, empezamos a resolver algunos problemas importantes como el de retomar, desde la próxima semana, los negocios dejados por mi padre, la atención que debe tener ella  ante el cuidado de su embarazo y sobre los sirvientes que han de regresar al trabajo de la casa después de haberle dado unos días libres por razones obvias.

            Después de concretar las decisiones laborales empezamos a recordar los gratos momentos que hemos vivido en esta cálida casa, y como paso a paso vamos formando un hogar, especialmente tras la alegría de esperar el nacimiento de un hijo. Luego de abrazarla y sentir su cuerpo junto al mío, nos reímos jocosamente al compartir las anécdotas de nuestra llegada a esta nueva morada. Anécdotas como la de aquella vez que sin esperar entrar en la casa   ya nos habíamos quitado la ropa para  empezar amarnos sobre la mesa del comedor y terminar debajo de ella. O aquella otra cuando durante la noche admirando la luna y las estrellas amanecimos abrazados en la terraza... Momentos inolvidables que se unen a muchos que vendrán y que ya hemos vivido.

            Mi reloj ya marca la  6:30PM. Ella en un descuido mío sale corriendo de mis brazos y llega al pequeño estar. El crujir de la falda de su vestido es el toque de gloria de mis sentidos: Vista, gusto y olfato, tacto y oído. Yo dándole alcance la abrazo por su espalda cayendo los dos sobre una alfombra persa tan suave como su piel. Pensativo veo sus ojos y mirándola a ella me miro a mí y me digo a mí mismo: “Que gran dicha es la de conocer el amor y hacerse esclavo de tal virtud”   Tras un suspiro siento la serenidad del alma y le digo a mi amada: “ Te asemejas, preciosa, a un cigarrillo pues eres humo, ceniza y candela” Es humo que me ciega, como ceniza me deja y como candela quema. Yo, por lo mismo, deseo saborearla lentamente en cada aspirar, en cada expirar de mi vida.

            Acostados en medio del estar y sin mucho ánimo en levantarme tomo sus besos como rosas, labios de capullos entreabiertos. Mi temperatura sube al percibir su aliento sobre mi rostro y su presencia se me es arrebatante. Su olor supera a un jardín de azucenas y sus hombros al paladar son crema con fresas salpicadas de canela, que hacen las veces de  lunares. Momento indescriptible donde todo se consume y solo queda la alegría de vivir.

            Después de sentir sus tórridos labios en un prolongado beso me levanto de la alfombra persa o mejor dicho de su cuerpo y traigo de la habitación una hoja arrugada escrita.

            -Amada musa, este papel lo había escrito en aquel barco un día antes de conocerte donde plasmaba lo que sentía en el momento. Se trata de un poema inconcluso, pero al encontrarte le he podido dar conclusión, pues tú eras la respuesta que mi corazón estaba buscando.-

 El papel decía:

            ¿Dónde estás mi chica? ¿Dónde estás hoy?

            No te escondas que la noche es fría, ya es hora de dormir.

            ¿Dónde estás mi chica? ¿Dónde estás hoy?

            No me dejes. Espérame, algún día he de llegar.

            ¿Dónde estás mi chica? ¿Dónde estás hoy?

            No llores, allí estaré. Siempre ha tu lado he de estar.

            ¿Dónde estás mi chica? ¿Dónde estás hoy?

Gracias a ti he sido respondido:

            En la belleza, en la cercanía tú has de estar.

            En las risas, en el andar.

            En la noche, en las estrellas, la luna, el dolor,

            En una suave brisa, el amanecer, las nubes, en una flor.

            En mis logros, en mis fracasos, en un cuarto solo, en una sala con mucha gente.

            En mi vida, en mis sentimientos, en mis lágrimas y sonrisas, en mi corazón.

            Al terminar de recitar mi poema me siento al lado de ella sobre la alfombra persa, y confieso en voz alta:

            Detrás de la vida, una mujer.

            Detrás de los logros, una mujer.

            Detrás de la belleza, una mujer.

            Detrás del dolor, una mujer.

            Detrás de las risas, una mujer.

            Detrás del pecado, una mujer.

            Detrás de la salvación, una mujer.

            Detrás de los problemas, una mujer.

            Entre los amigos, una mujer.

            Detrás de las alegrías, una mujer.

            Detrás del esfuerzo, una mujer.

            Detrás de un gran hombre, una mujer.

            Detrás de un santo, una mujer.

            Los momentos, amada Asha, más hermosos de mi vida han sido junto a Dios, junto a mis padres, hermano y amigos pero en especial con las mujeres que permiten que estos sean posibles.

            Es por ello que “El hombre completo es el que ha conocido a Dios y un afecto femenino”.

            “El hombre sabio es quien siempre busca a Dios y mantiene una sana relación con las damas”.

            “El hombre feliz es quien ama a Dios sobre todas las cosas, ama a los amigos y ama una mujer”.

            “El hombre santo es el que conoce, busca y ama a Dios sobre todas las cosas. El que ama a sus amigos tomando en cuenta que para él todos los son. Y establece una buena relación con las mujeres sabiendo tomar el afecto de ellas y entre ellas el de una y en una el de Dios”.

            Habiendo reflexionado sobre la filosofía del amor solo queda una cosa por hacer sobre esta alfombra persa. Cierro los ojos, beso a mi esposa palpando nuestro hijo en su vientre y rodeándola con mis brazos y labios tiro un zapato al interruptor de la luz quedando a oscuras...

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