sábado, 6 de octubre de 2012

Novela: El Viaje Capítulo VI. Autor: Ronald Rivera


 MUERTE VI


Un aliento de vida trae el amanecer de este nuevo día en que ha de efectuarse la lucha definitiva del amor. Es hoy cuando se definirá mi vida o mi muerte, vivir para amarla o morir amándola, cualquiera que sea mi suerte el amor será el resultado. Aún así el día está enrarecido, y junto la alegría de saberme con ella pronto no deja de rondar el temor y la tiniebla en este barco maldito causante de mi mayor amor.

Todavía es muy temprano, pero me incomoda seguir acostado por lo que me he levantado para dirigirme al baño. En eso le doy una patada a mi reloj que debió caerse de entre las sábanas al piso. Lo recojo y veo que marca las 4:55AM. Lo coloco en una pequeña mesa de noche y continúo, apresurando el paso, al baño para orinar. Después de haber satisfecho mi necesidad y tras un largo suspiro subo la bragueta del short, cuando de pronto escucho algunas voces que vienen de afuera. Salgo rápidamente y observo por la rendija inferior de la puerta de mi camarote algunas sombras pasearse... Me acerco a la puerta y a pocos metros de llegar a ella, escucho una voz que en tono imperativo exige que le abra. Reconocí la voz inmediatamente y me percaté de que se trataba de uno de los hombres que trabajan para el capitán del barco. Intentando mantenerme en calma le respondí que estaba enfermo y no deseaba atenderlo. Muchas cosas pasaron en ese momento por mi mente, pero no tenía muchas opciones para escapar de ese problema.

¡Tunc! ... ¡Tunc!... Dos patadas fueron suficiente para abrir la puerta. Entraron seis hombres, reconociendo entre ellos a Yasata. Intenté preguntarle que ocurría, pero no hubo tiempo, pues, antes de poder pronunciar palabra alguna ya mi cuerpo estaba en el piso por efecto de un golpe en mi rostro. Intenté levantarme pero fue imposible tras recibir varias patadas de parte de ellos. Casi inconsciente me llevaron a rastra a un sótano que servía de depósito. Era un cuarto bastante reducido, oscuro y mal oliente... Lanzándome al piso sin medir palabras cerraron la puerta con llave y se marcharon.

Dentro de tal oscuridad y de olor casi asfixiante, me encontraba muy confundido. Lo que deducía era que el capitán de alguna forma se había enterado de que su sexta esposa era más mía que de él. En ese momento me entró un gran frío en los huesos al pensar que a mi amada le pudieran haber hecho algún daño, sensación espantosa y frustrante. Intenté levantarme lográndolo con dificultad, todas las formas posibles para intentar un escape han sido agotadas y fallidas. La única solución es el de pensar algo efectivo y rezar.

Pasado algunos minutos veo que una sombra se acerca a la puerta, pero se queda quieta... Era uno de los hombres del capitán que aparentemente montaba guardia. Empecé a plantearle varias preguntas, pero a ninguna respondía.

Sentado, observando alguna que otra rata escurrirse,  han pasado ya varias horas, aunque no tengo precisión del tiempo.  La sombra del que monta guardia desaparece apareciendo otra... Y una nota pasa por la rendija de la puerta. La tomo y leo en ella:

 “Drug, el capitán ha dado la orden de matarte al atardecer, antes de desembarcar en Grecia... Se ha enterado que te has acostado con su esposa por un comentario hecho por Alicia la cocinera, quien según ella es testigo de haber visto salir a Asha tarde de tu camarote. Es inútil que lo niegues ya que el capitán en su borrachera dice que ayer notó a su mujer sin ropa interior y que ésta al negarse a responder la causa de tan extraño incidente, éste, aunque todavía con la duda,  intentó acostarse con ella como otras veces. Pero Asha se opuso dando lugar a una fuerte discusión donde después de un fuerte hostigamiento ella confesó que no lo quería y que sí lo engañaba, contigo. Ella se encuentra golpeada al haber sido tomada por la fuerza, y tu veredicto es la muerte... Pero no te desanimes, pues, tengo un plan para sacarte... Yasata”.

            Leer la nota de Yasata ha suscitado en mí distintas reacciones, entre tranquilidad y rabia... Sobre todo una gran impotencia de no poder salir y matar con mis manos al maldito capitán, por atreverse colocar sus sucias manos sobre mi amada.  Elevo mis plegarias al Buen Dios para que mi amada se vea fuera de todo peligro... Pero hay otra cosa que es mi propia suerte, no siento ánimos de morir en manos de ese perro, ojalá Yasata piense en algo bueno...

            Tengo una sed insoportable acompañado de una fuerte acidez por falta de alimento... El aire viciado me provoca nauseas y las ratas algo más que asco. Me entra gran temor al pensar sobre mi muerte, siempre la había deseado sobre una dama sin prestar atención al motivo, ya que una mujer por naturaleza convierte los momentos más desagradables en deseados y en los buenos en casos inoportunos, como lo es en este momento. Siempre imaginé que el motivo de morir sobre una mujer fuera por exceso físico o paro cardíaco, más no por celos de un hombre que además de mi amada tiene a cinco más.

            Con mi visión borrosa, me mantengo por inercia... Se abre la puerta, entra una persona, ya cerca de mí distingo que es Yasata que me trae algo de pan y agua... Sin decir palabra me da la espalda y se aleja. Ya apunto de salir se detiene, voltea y me dice: Prepárate, en cinco minutos se cumple la hora fijada... Se retira, provocándome una exaltación sus palabras dejando no solo miedo sino un hipo.

            Efectivamente la puerta vuelve abrirse y entra de nuevo los seis hombres. Cuando el primero se acerca a mí le doy un golpe por la nariz dejándola ensangrentada.. Eso provocó una nueva serie de patadas y golpes a mí ya desaliñado cuerpo, dos me levantan del piso y veo que uno saca un revolver y apunta en mi cabeza... Cerré mis ojos, cuando de pronto Yasata dice: “No, aquí no, llamarán la atención de los demás tripulantes... Lo haré yo solo en el sitio más prudente del barco, ustedes vigilen que nadie se acerque.” Tras las palabras de Yasata, me dio tiempo de tomar aire y expirar. Se acerca Yasata y tomándome por los cabellos me saca del  sótano casi a rastra no sin antes recibir algunas patadas más departe de los otros cinco.

            Ya fuera del sótano, Yasata me indica  que camine. Le dije que lo de los cabellos era una exageración, me contestó con un golpe en el rostro por lo que decidí no preguntar más. “Es para que todo salga bien” Responde él en voz baja. Bajo la mirada y cuanto es mi sorpresa que detrás de Yasata está el maldito perro Iblis moviendo su cola como si nada estuviera ocurriendo. “Estúpido perro” Digo en voz alta a Iblis. Yasata mirándome me dice que deje al perro tranquilo, pues más estúpido soy yo y que además últimamente el pobre animal ha sufrido de asfixia por haberse atragantado con un pedazo de tela blanca de pepas negras.

            Yasata me ha conducido a uno de los extremos del barco, irónicamente el mismo sitio donde había estado con Asha por vez primera. Era posible ver las costas griegas desde allí, solo distanciábamos de ellas algunos metros significativos. Trataba de un puerto poco movido y famoso por los contrabandistas que vienen de Asia a Europa. Yasata hablando con un poco más de serenidad, me ha dicho que Asha se encuentra estable y que su única preocupación era la de mi suerte y que fue ella misma quien le confió la misión de mantenerme con vida.

            El tiempo se mantiene claro aunque ya la noche no tarda en aparecer con sus alas de cuervo negro extendidas sobre nosotros. El plan establecido con Asha se mantiene excepto en el hecho de que para todos yo he de estar muerto. Es así como apareceré en las afueras de la casa, donde el capitán celebrará su conmemoración nupcial con Asha, esperándola a ella para irnos lejos a un lugar donde podamos hacer el amor en todo momento.

            Yasata después de conocer las instrucciones saca de su chaleco de cuero un revolver. Nada más de verlo me tiembla todo el cuerpo... Me dice que tiene que disparar y lanzar  mi cuerpo al mar; es decir tendré que esperar el momento oportuno para saltar del barco y llegar a las costas a nado, es la única solución... “Hay un problema” Dice Yasata, “¿Cuál?” Pregunto Yo. “Debo dejar una marca de sangre, esa será la prueba de tu muerte” Pensando un poco y viendo al animal rascándose al lado de Yasata sin pensarlo le quité el arma a Yasata y disparé al perro. A la hora de la verdad es Iblis el culpable principal. La idea no gustó mucho a Yasata pero lo entendió al verlo ya muerto. Iblis dejó buen rastro de sangre... “No habrá problema por que los dos son de la misma sangre de perro” Dijo Yasata... Después de reírme un poco, lanzamos a Iblis al mar, y luego me lancé yo en un ángulo poco visible a la tripulación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario