MUERTE VI
Un aliento de
vida trae el amanecer de este nuevo día en que ha de efectuarse la lucha
definitiva del amor. Es hoy cuando se definirá mi vida o mi muerte, vivir para
amarla o morir amándola, cualquiera que sea mi suerte el amor será el
resultado. Aún así el día está enrarecido, y junto la alegría de saberme con
ella pronto no deja de rondar el temor y la tiniebla en este barco maldito
causante de mi mayor amor.
Todavía es muy
temprano, pero me incomoda seguir acostado por lo que me he levantado para
dirigirme al baño. En eso le doy una patada a mi reloj que debió caerse de
entre las sábanas al piso. Lo recojo y veo que marca las 4:55AM. Lo coloco en
una pequeña mesa de noche y continúo, apresurando el paso, al baño para orinar.
Después de haber satisfecho mi necesidad y tras un largo suspiro subo la
bragueta del short, cuando de pronto escucho algunas voces que vienen de
afuera. Salgo rápidamente y observo por la rendija inferior de la puerta de mi
camarote algunas sombras pasearse... Me acerco a la puerta y a pocos metros de
llegar a ella, escucho una voz que en tono imperativo exige que le abra.
Reconocí la voz inmediatamente y me percaté de que se trataba de uno de los
hombres que trabajan para el capitán del barco. Intentando mantenerme en calma
le respondí que estaba enfermo y no deseaba atenderlo. Muchas cosas pasaron en
ese momento por mi mente, pero no tenía muchas opciones para escapar de ese
problema.
¡Tunc! ...
¡Tunc!... Dos patadas fueron suficiente para abrir la puerta. Entraron seis
hombres, reconociendo entre ellos a Yasata. Intenté preguntarle que ocurría,
pero no hubo tiempo, pues, antes de poder pronunciar palabra alguna ya mi
cuerpo estaba en el piso por efecto de un golpe en mi rostro. Intenté
levantarme pero fue imposible tras recibir varias patadas de parte de ellos.
Casi inconsciente me llevaron a rastra a un sótano que servía de depósito. Era
un cuarto bastante reducido, oscuro y mal oliente... Lanzándome al piso sin
medir palabras cerraron la puerta con llave y se marcharon.
Dentro de tal
oscuridad y de olor casi asfixiante, me encontraba muy confundido. Lo que
deducía era que el capitán de alguna forma se había enterado de que su sexta
esposa era más mía que de él. En ese momento me entró un gran frío en los
huesos al pensar que a mi amada le pudieran haber hecho algún daño, sensación
espantosa y frustrante. Intenté levantarme lográndolo con dificultad, todas las
formas posibles para intentar un escape han sido agotadas y fallidas. La única
solución es el de pensar algo efectivo y rezar.
Pasado algunos
minutos veo que una sombra se acerca a la puerta, pero se queda quieta... Era
uno de los hombres del capitán que aparentemente montaba guardia. Empecé a
plantearle varias preguntas, pero a ninguna respondía.
Sentado,
observando alguna que otra rata escurrirse,
han pasado ya varias horas, aunque no tengo precisión del tiempo. La sombra del que monta guardia desaparece
apareciendo otra... Y una nota pasa por la rendija de la puerta. La tomo y leo
en ella:
“Drug, el capitán ha dado la orden de matarte al
atardecer, antes de desembarcar en Grecia... Se ha enterado que te has acostado
con su esposa por un comentario hecho por Alicia la cocinera, quien según ella
es testigo de haber visto salir a Asha tarde de tu camarote. Es inútil que lo
niegues ya que el capitán en su borrachera dice que ayer notó a su mujer sin
ropa interior y que ésta al negarse a responder la causa de tan extraño
incidente, éste, aunque todavía con la duda,
intentó acostarse con ella como otras veces. Pero Asha se opuso dando
lugar a una fuerte discusión donde después de un fuerte hostigamiento ella
confesó que no lo quería y que sí lo engañaba, contigo. Ella se encuentra
golpeada al haber sido tomada por la fuerza, y tu veredicto es la muerte...
Pero no te desanimes, pues, tengo un plan para sacarte... Yasata”.
Leer la nota de
Yasata ha suscitado en mí distintas reacciones, entre tranquilidad y rabia...
Sobre todo una gran impotencia de no poder salir y matar con mis manos al
maldito capitán, por atreverse colocar sus sucias manos sobre mi amada. Elevo mis plegarias al Buen Dios para que mi
amada se vea fuera de todo peligro... Pero hay otra cosa que es mi propia
suerte, no siento ánimos de morir en manos de ese perro, ojalá Yasata piense en
algo bueno...
Tengo una sed insoportable
acompañado de una fuerte acidez por falta de alimento... El aire viciado me
provoca nauseas y las ratas algo más que asco. Me entra gran temor al pensar
sobre mi muerte, siempre la había deseado sobre una dama sin prestar atención
al motivo, ya que una mujer por naturaleza convierte los momentos más
desagradables en deseados y en los buenos en casos inoportunos, como lo es en
este momento. Siempre imaginé que el motivo de morir sobre una mujer fuera por
exceso físico o paro cardíaco, más no por celos de un hombre que además de mi
amada tiene a cinco más.
Con mi visión borrosa, me mantengo
por inercia... Se abre la puerta, entra una persona, ya cerca de mí distingo
que es Yasata que me trae algo de pan y agua... Sin decir palabra me da la
espalda y se aleja. Ya apunto de salir se detiene, voltea y me dice: Prepárate,
en cinco minutos se cumple la hora fijada... Se retira, provocándome una
exaltación sus palabras dejando no solo miedo sino un hipo.
Efectivamente la puerta vuelve
abrirse y entra de nuevo los seis hombres. Cuando el primero se acerca a mí le
doy un golpe por la nariz dejándola ensangrentada.. Eso provocó una nueva serie
de patadas y golpes a mí ya desaliñado cuerpo, dos me levantan del piso y veo
que uno saca un revolver y apunta en mi cabeza... Cerré mis ojos, cuando de
pronto Yasata dice: “No,
aquí no, llamarán la atención de los demás tripulantes... Lo haré yo solo en el
sitio más prudente del barco, ustedes vigilen que nadie se acerque.”
Tras las palabras de Yasata, me dio tiempo de tomar aire y expirar. Se acerca
Yasata y tomándome por los cabellos me saca del
sótano casi a rastra no sin antes recibir algunas patadas más departe de
los otros cinco.
Ya fuera del sótano, Yasata me
indica que camine. Le dije que lo de los
cabellos era una exageración, me contestó con un golpe en el rostro por lo que
decidí no preguntar más. “Es
para que todo salga bien” Responde él en voz baja. Bajo la mirada y cuanto es mi
sorpresa que detrás de Yasata está el maldito perro Iblis moviendo su cola como
si nada estuviera ocurriendo. “Estúpido perro” Digo
en voz alta a Iblis. Yasata mirándome me dice que deje al perro tranquilo, pues
más estúpido soy yo y que además últimamente el pobre animal ha sufrido de
asfixia por haberse atragantado con un pedazo de tela blanca de pepas negras.
Yasata me ha conducido a uno de los
extremos del barco, irónicamente el mismo sitio donde había estado con Asha por
vez primera. Era posible ver las costas griegas desde allí, solo distanciábamos
de ellas algunos metros significativos. Trataba de un puerto poco movido y
famoso por los contrabandistas que vienen de Asia a Europa. Yasata hablando con
un poco más de serenidad, me ha dicho que Asha se encuentra estable y que su
única preocupación era la de mi suerte y que fue ella misma quien le confió la
misión de mantenerme con vida.
El tiempo se mantiene claro aunque
ya la noche no tarda en aparecer con sus alas de cuervo negro extendidas sobre
nosotros. El plan establecido con Asha se mantiene excepto en el hecho de que
para todos yo he de estar muerto. Es así como apareceré en las afueras de la
casa, donde el capitán celebrará su conmemoración nupcial con Asha, esperándola
a ella para irnos lejos a un lugar donde podamos hacer el amor en todo momento.
Yasata después de conocer las
instrucciones saca de su chaleco de cuero un revolver. Nada más de verlo me
tiembla todo el cuerpo... Me dice que tiene que disparar y lanzar mi cuerpo al mar; es decir tendré que esperar
el momento oportuno para saltar del barco y llegar a las costas a nado, es la
única solución... “Hay
un problema” Dice Yasata, “¿Cuál?” Pregunto Yo. “Debo dejar una
marca de sangre, esa será la prueba de tu muerte” Pensando un
poco y viendo al animal rascándose al lado de Yasata sin pensarlo le quité el
arma a Yasata y disparé al perro. A la hora de la verdad es Iblis el culpable
principal. La idea no gustó mucho a Yasata pero lo entendió al verlo ya muerto.
Iblis dejó buen rastro de sangre... “No habrá problema por que los dos son de la misma
sangre de perro” Dijo Yasata... Después de reírme un poco, lanzamos a Iblis
al mar, y luego me lancé yo en un ángulo poco visible a la tripulación.
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