martes, 21 de marzo de 2023

¿Qué se entiende leer la Palabra de Dios críticamente? Sinodalidad y Método

 



¿Qué se entiende leer la Palabra de Dios críticamente?


Desde la eclesiología tradicional el ejercicio pastoral en las parroquias se ha centrado en la metodología expositiva del párroco o de algún coordinador de grupos de apostolados, centrando los resultados en la calificación memorística del fiel. Esta metodología memorística, o unidireccional, relega a un segundo plano el aprecio a la lectura meditativa de la Palabra de Dios, considerando la comprensión de lo leído como un simple accesorio del que se puede omitir, si los resultados operativos del funcionamiento parroquial no se ven alterados. A pesar de ese oscuro historial de la lectura de la Palabra de Dios en la eclesiología, donde hasta hace poco todos los bautizados católicos pudieron tener acceso a ella en su propio idioma y sin persecución inquisitoria,  ha sobrevivido la acción del Espíritu Santo sobre mujeres y hombres en el seno de la comunidad cristiana. Y continúa siendo la lectura de la Palabra de Dios un vehículo fiable de los dones del Espíritu Santo, indispensable para el proceso de la fe.


El primer paso para dar un justo valor y escala a la lectura crítica de la Palabra de Dios es identificar

los errores históricos que se han asido a través de la historia de la Iglesia, sin caer en anacronismos o juicios morales de hechos ocurridos en tiempos ya remotos. Entre los principales hemos de destacar:


A. Mala construcción del concepto de la lectura bíblica: Durante mucho tiempo se pensó en el ámbito teológico que leer e interpretar la Palabra de Dios era repetir literalmente lo que la dogmática del momento señalaba. Cuando en realidad es un proceso de profunda oración personal y comunitaria, cuya comprensión y elaboración de nuevos conocimientos para la fe no precisaban de una opinión única, exclusiva y excluyente, pero sí de un acompañamiento y enseñanza oyente del magisterio.


B. Mal uso del ejercicio de la lectura bíblica: Ha sido y es un error teológico pensar que el ejercicio de la lectura bíblica es una herramienta que sirve sólo para almacenar y transmitir conocimiento de manera unidireccional, olvidándonos y no poniendo en valor las interacciones que se producen en el proceso lector, orante, y comunitario de todos los bautizados.


C. Creerse un buen lector bíblico cuando no se es: Es un problema de soberbia pensar que el proceso de acercamiento a un texto bíblico tiene por finalidad localizar datos cognitivos, para memorizarlos y luego recordarlos, con el afán de demostrar la razón sobre situaciones personales. Es un error peligroso considerar la mera reducción memorística como un signo de los buenos lectores bíblicos, en especial cuando lo realizan sin una debida formación oficial y cualificada por el magisterio. ¿Cómo hablar de buenos lectores bíblicos cuando solamente pueden leer y memorizar el texto pero no pueden hacerlo oración ni meditación para el bien personal y comunitario? Cuando no pueden  analizarlo, sintetizarlo, clasificarlo ni interpretarlo desde sus propias impresiones y atendiendo a los criterios enseñados por el magisterio como parte de la Revelación.


D. Pensar que la lectura bíblica es un proceso lineal cognitivo: Es un error acercarse al texto bíblico pensando que mi vivencia de oración personal y comunitaria del texto no es lo más importante. La lectura bíblica es un aprendizaje constructivo que establece una relación entre Dios (su autor), el texto (escrito por mujeres y hombres inspirados por el Espíritu Santo) y el lector del texto bíblico (que tiene sed de la verdad). Es decir, la información y gracia contenida en el libro sagrado es una combinación entre la sabiduría infinita de Dios como autor  y los propios conocimientos humanos o inspirados por el Espíritu Santo del que lee. Cada lectura bíblica crea una nueva información y una nueva gracia que va más allá de la comprensión humana y de la inteligencia de sus escritores.


 E. Creer que leer la Palabra de Dios es reconocer símbolos gráficos o localizar un archivo de datos: La lectura bíblica no es un contenedor de información, es ante todo la Palabra de Dios. Y el Evangelio es el mismo Cristo. La lectura bíblica es la construcción activa de nuevos conocimientos, no por méritos humanos sino por puro don de Dios. La lectura bíblica es una construcción discursiva porque depende de las ideas previas del lector y este necesita experimentar la gracia santificante de su autor.


F. Pensar que todas las interpretaciones del texto bíblico son iguales, válidas o buenas: Es vital saber que dentro del texto bíblico hay una concepción ética del escritor inspirado por el Espíritu Santo, y que el lector antes de leer el texto bíblico trae consigo expectativas y sus propias ideas (y conducta) . Esto conlleva a distintos enfoques o conocimientos tantos como lectores hayan. Por lo tanto todas las conclusiones no son necesariamente válidas o universales, pues estas dependen de las creencias cognitivas y de las emociones que son concebidas antes de leer un texto bíblico. Es necesario por tal motivo que la interpretación del texto sagrado sea según la enseñanza del magisterio, a quien le compete el resguardo de la doctrina de la fe, revelada una vez y para siempre en la persona de Jesucristo. 


Valorar la lectura orante de la Palabra de Dios en medio de la vida comunitaria es la posición correcta ante nuestro deseo de construir un mundo más evangélico. Un mundo que comprende el texto bíblico y no ve como utopía, la construcción de una sociedad más agradable a la imagen del mismo Jesús.


La comprensión del texto bíblico pasa por la comprensión de nuestra propia realidad. Los bautizados pueden tomar distintas posiciones hermenéuticas, incluso ante un mismo texto bíblico. Por tal motivo la garantía del magisterio para el resguardo de la Revelación por ningún motivo debe estar amenazada por cambios o modificaciones.  Posición peligrosa al momento hermenéutico de leer los libros sagrados es la que toma el lector cuando se acerca al texto bíblico con ideas previas que modifican la intención original de la lectura bíblica, en una tensión interpretativa que no es coherente con el contenido del Evangelio. Y es doblemente peligroso cuando la falsa interpretación se ejecuta desde la autoridad eclesial o desde una mal denominada teología. De la misma manera es peligrosa para la fe la posición sumisa cuando el lector se acerca al texto bíblico sin ideas fijas ni previas, sin hacer oración previamente o sin un mínimo de respeto al misterio sagrado, permitiendo que la lectura bíblica condicione sus construcciones cognitivas y de fe e incluso le haga descartar su experiencia vivencial de la Palabra, si esta va en contra de intereses externos. Posición mixta es la que toma el lector cuando se acerca al texto bíblico  y permite que la lectura condicione sus ideas previas pero mantiene interpretaciones distintas a las enseñada por el magisterio. Posición negociada se produce si el lector se acerca al texto bíblico y adopta una postura crítica y empieza una negociación empática entre la lectura y sus propios controles éticos, pudiendo crear una interpretación falsa a la medida que su ética no sea compatible con la moral cristiana enseñada desde el magisterio. Esta posición permite la formulación de opiniones y la selección de la interpretación más consistente o completa, pero siempre y cuando se mantenga dentro de la enseñanza oficial de la Iglesia católica. Esta posición negociada, también permite tener presente las ideas previas sin quitar mérito al contenido del texto bíblico. Sería la base para la construcción sinodal.


Para valorar el proceso hermenéutico propio de la reflexión bíblica se invita el establecer puentes entre el entorno epistemológico del texto (propuesto por los biblistas) y el entorno sociocultural del lector (según la esencia propia de la comunidad). 


Desde el método teológico la reflexión a la luz del depósito revelado de la fe, comprender el entorno social es el resultado de conocer desde la oración lo que nos pide el Evangelio. Esta afirmación implica que la teología bíblica debe aprender a ser una herramienta no solo académica sino pastoral, que facilite a la comunidad de bautizados construir puentes entre estos dos mundos, el mundo hermenéutico propuesto por los biblistas y el mundo del entorno pastoral sociocultural del fiel.


El contenido de cualquier texto bíblico se encuentra vinculado naturalmente a un contexto, y puede modificar la realidad social según la construcción del lector a través de la interpretación personal desde su comunidad eclesial y en función de su cultura. El contenido de un texto bíblico será útil en la medida que sea capaz de traspasar las barreras de la literalidad o simple memorización a la posición negociada o crítica desde el contexto comunitario, eclesial y de fe. Una lectura bíblica crítica y reflexiva no es ajena a una lectura orante, meditada y en unión a lo que la Iglesia cree. Una lectura crítica del texto sagrado debe contener seis tareas: Orar, santificar, comprender, interpretar, analizar y evaluar su efecto. Estas seis tareas permiten una interpretación acorazada por la lógica racional y la fe vivida.Todo este desarrollo aunque sea de índole religioso requiere del pensamiento crítico como fundamento de un evento real e histórico, esta es la tarea de la teología bíblica.  Para promover el pensamiento crítico en el ambiente teológico se debe tener especial atención al desarrollo de las expectativas de la comunidad eclesial ante su vivencia con el texto bíblico y el proceso de enseñanza como tarea de la Iglesia. La mejor manera de promover el propio juicio epistemológico, sin caer en herejía, es facilitar un aprendizaje cooperativo y activo desde el seno de la comunidad eclesial, como por ejemplo la parroquia liderada por su párroco. Desde la teología se pretende un aprendizaje conectado a los distintos problemas de la vida real, con la finalidad de crear interacciones entre la comunidad que posibiliten el debate sobre las distintas formas de ver y analizar un mismo hecho.


El pensamiento crítico conlleva proponer diversas hipótesis, observar un problema desde interpretaciones alternativas, plantear nuevas preguntas, ofrecer posibles soluciones, y diseñar un plan que contenga estrategias para la investigación. Todas estas afirmaciones encuentran un espacio en el reto eclesial que nos invita a transformar todo en clave sinodal.


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