domingo, 12 de marzo de 2023

Promover el discernimiento de la Palabra de Dios es promover la Sinodalidad en la Iglesia




Promover el discernimiento de la Palabra de Dios es promover la Sinodalidad en la Iglesia


Toda comprensión Sinodal parte de un texto (o situación) del Evangelio que uno lee, sea para orar o discernir el propio proyecto de vida. Por lo general un bautizado se acerca a la lectura bíblica para poder escuchar lo que Dios espera de él y lograr tener éxito en su desempeño como seguidor de Jesucristo. No obstante, el propósito de la lectura bíblica está íntimamente conectada con la motivación de amar y sentirse amado por Dios y la comunidad. Es decir, la motivación emocional es esencial para el éxito en el proceso de evangelización del mismo Evangelio, y esto sólo se logra con el calor de hermandad entre todos los cristianos. En otras palabras, el Evangelio actúa a través de la fraternidad abierta.  Esto se debe a que la comprensión del texto bíblico sin motivación está anulado de todos sus beneficios al no tener aplicación posible, ni siquiera si sólo fuera para efectos académicos. Los fieles ordenados sacramentalmente deben ayudar a los fieles a descubrir por ellos mismos el valor de la lectura bíblica y aplicar sus beneficios en su día a día. El mayor beneficio de la lectura bíblica es ver y actuar como Jesús durante su vida vió y actuó. Conocer el Evangelio es indispensable para encontrar el sentido de vivir. 


La Palabra de Dios en clave sinodal es dentro del proceso metodológico la argumentación. El Evangelio es el mismo Cristo, el Logos que puede no sólo comerse sino también leer, por tanto es el Evangelio una condición intrínseca del discurso cristiano que le aporta solidez a la fe y la santidad a quien lo lee y practica. Para llegar a ser santo se necesita desarrollar, nutrir y promover el hábito de la oración con el Evangelio y evangelizar es la argumentación de nuestra fe. Es tarea de la teología facilitar los medios para que los bautizados puedan leer más de forma orante la Palabra de Dios. 


La teología  está constituida por diversas actividades académicas, técnicas, cognitivas, pastorales, humanas, sociales y espirituales. Todas esas dinámicas exigen de los teólogos enfrentar situaciones y tareas que involucran la lectura bíblica, como aplicación de la Buena Nueva en el día a día de todos los fieles. No debe ser ajeno de los teólogos la lectura bíblica expresada en la escritura analítica, el desarrollo del pensamiento crítico y la argumentación. Estas tareas son esenciales para resolver problemas eclesiológicos, no sólo de manera académica de forma, sino de manera humana de fondo, es decir para dar respuestas a las demandas reales que aquejan al Pueblo de Dios.


La teología está llamada a tener un dominio progresivo, formal y coherente en sus distintos campos disciplinarios para proponer programas pastorales que desarrollen la Sinodalidad como una vía real dentro de la vida eclesial. Donde los bautizados y toda la comunidad  puedan aprender a entender los textos bíblicos y poner en práctica los contenidos de la fe, como expresión máxima de su itinerario sacramental. Este proceso de aprendizaje apunta a la motivación de una vida acorde a la piedad y a la confianza providente al amor de Dios, que debe estar en todo momento en una sintonía de la alegría de quien cree. Todos los bautizados deben mantener un lugar en la liturgia, con una participación activa y visible. La liturgia como celebración del misterio pascual implica una pluralidad de talentos, tantos como cada bautizado hay en el mundo. La liturgia como evento pluricultural responde a la necesidad actual del cristiano de hoy a la incorporación mistérica  al Cuerpo de Cristo sin sacrificar sus estructuras culturales, que no dejan de ser humanas y amadas por Dios. La liturgia como la teología no sólo responden a las necesidades eurocentristas sino que deben responder a las necesidades de todos los continentes de la tierra. Los teólogos deben buscar estrategias para que la Sinodalidad sea posible para todos los cristianos, para su localización y acceso en medio de las comunidades eclesiales de base, para su uso en clave profética, para su síntesis y evaluación en base a la caridad con aquellos más pobres y necesitados.


No es posible enseñar la Sinodalidad y su aplicación bajo la luz del Evangelio en el vacío. Es decir, las habilidades cristianas deben estar presentadas como líneas claras de acción pastoral desde la supervisión del obispo desde su diócesis y a su vez en continua escucha a sus párrocos y al sumo pontífice.

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