lunes, 27 de marzo de 2023

Sinodalidad: La teología negra y la amerindia

 




La teología negra y la amerindia


Estas teologías parten desde la realidad cruel del racismo a través de la identificación de datos prácticos y teóricos responsables de la discriminación de algunos grupos humanos. Da como resultado la teología negra elaborada en África y América, y la teología amerindia elaborada en América. En África surge la teología de la inculturación o la teología cristiana africana, desde mediados de la década de los 60 sobre todo, en Zaire. Busca interpretar el mensaje cristiano en conceptos africanos bantús. En África del Sur, la conciencia negra hace surgir la teología negra en el escenario del apartheid. En Estados Unidos, la teología negra surge a partir del movimiento de la negritud y sólo en un segundo momento adopta la perspectiva de liberación social. Su máximo exponente es James Cone. En Brasil, la teología negra nace al interior de la teología de la liberación.


La teología negra como teología liberadora parte de la experiencia concreta de opresión-liberación del pueblo negro: su deportación de África, su reducción a la esclavitud, sus intentos de liberación y creación de espacios alternativos (quilombos en el Brasil), sus prácticas de resistencia, así como el racismo efectivo que crea y alimenta mecanismos discriminatorios y luchas por las conquistas sociales de los negros y el reconocimiento de su identidad. Cuando toda esta realidad del pueblo negro es asumida por la fe, surge la pregunta central: ¿Cómo recrear un cristianismo blanco, engendrado en el contexto cultural centro-europeo de matriz colonialista? En cuanto postura critico-deconstructiva la teología negra cuestiona el etnocentrismo que contaminó al cristianismo occidental. Sólo la etnia blanca se erige como la correcta. Todas las otras pasan a ser consideradas como inferiores o equivocadas.


La teología negra nacida en las iglesias evangélicas norteamericanas pone de relieve la fuerza desideologizadora de la Palabra de Dios. Ella lleva a no aceptar la imagen de un Jesús que propone la sumisión a los esclavos para ser mejores cristianos. Por el contrario, en la Escritura los negros encuentran la fuerza para no aceptar ninguna sumisión. La teología negra de matriz católica acentúa otros elementos. Muestra como el etnocentrismo blanco privilegió lo intelectual-doctrinal en detrimento del sentimiento religioso, la expresión festiva, la valoración de las manifestaciones culturales de los pueblos negros. Más aún, prohibió durante mucho tiempo el acceso de los negros a la jerarquía eclesiástica.

En cuanto postura creativo-constructiva, la teología negra propone elementos para curar la anemia blanca que azota al cristianismo católico. La liturgia es interpretada y vivida con el paradigma de la fiesta y el encuentro explosivo con lo divino. La comunidad cristiana se comprende no a partir de las estructuras eclesiásticas sino de la experiencia de la familia-clan. Se enriquece la experiencia religiosa con su aspecto cósmico de comunión con la naturaleza. Se redescubre la alegría cristiana. La teología es entendida más como narración de la experiencia de Dios que como ciencia descriptiva. Se teme un sincretismo religioso. ¿Hasta dónde aceptar algunos valores y rechazar otros? ¿Cómo integrar la fe en nuestro Señor Jesucristo con el culto a los orixás o el culto a los muertos? Al mismo tiempo, se corre el peligro de olvidar los elementos cuestionables de la experiencia de vida africana, como la estructura patriarcal y la rivalidad tribal.


La teología amerindia también surge de este enfoque étnico. Parte de la experiencia del pueblo indio, avasallado en su cultura y obligado a abrazar una fe que no significaba nada para él. Rescata la experiencia indígena de la dimensión sacral de la naturaleza, la unidad de toda la persona, su capacidad de descubrir la presencia divina en toda la realidad. La teología india pretende apoyar la lucha de los pueblos indígenas por su descolonización ideológica, por la conquista de la palabra política y por la participación en el discurso eclesial. También busca fortalecer su identidad y defender su causa.

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