Naturaleza del Sacramento del Orden
• Los rasgos esenciales del Orden como sacramento se identifican desde su fundamentación cristológica, su finalidad eclesiológica y su estructura sacramental.
• CICat 874: “El mismo Cristo es la fuente del ministerio en la Iglesia. Él lo ha instituido, le ha dado autoridad y misión, orientación y finalidad”.
• CICat 1548: “En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, Sumo Sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que elsacerdote, en virtud del sacramento del Orden, actúa in persona Christi Capitis (cf. LG 10; 28; SC 33; CD 11; PO 2,6)”.
• Cristo es el origen del sacramento tanto desde el punto de vista histórico como desde el punto de vista de la gracia o Históricamente se trata del problema de la institución. A la pregunta de cuándo confirió Cristo el sacramento a los apóstoles, no cabe hablar de una acción puntual aislada, sino un conjunto de momentos que sólo al final adquieren plena formalidad. Inicial: Dentro del llamado de los discípulos, se distingue la “institución” (creación) de los Doce. Ya en ella la doble referencia de estar con ély enviarlos. Formativa: Con ellos lleva a cabo un peculiar trabajo de explicación de lo que predica (y determinadas experiencias). Misionera: Dentro del período del ministerio público de Jesús, los envía ya con poder, aunque no es aún el poder del Resucitado. Eucarística: Del mismo modo que la Última Cena constituye la institución (profética) de un Sacramento cuyo sentido, sin embargo, sólo cobraba plena eficacia a partir de lo que habría de suceder en su muerte y resurrección, también en ese episodio encontramos una peculiar encomienda vinculada con ese signo particular. Podemos reconocer aquí la “institución”, pero a modo profético, que sólo adquiriría su plenitud tras la Resurrección. (Hagan esto en memoria mía).
Pascual: El período de las apariciones implica una confirmación de cuanto habían vivido, pero bajo la garantía de una eficacia decisiva, dependiente siempre del misterio pascual de Cristo. Así lo presentan reiteradamente los textos pascuales.
Pneumatológica: La consagración última, siempre vinculada a la Pascua, depende de la efusión plena del Espíritu Santo (Pentecostés), como don pascual que asegura la configuración cristológica de la misión eclesial. o Desde el punto de vista de la gracia, se reconoce en Cristo la base de la eficacia de toda acción ministerial. Él es el principio del que brota el don de la gracia que el ministro ordenado recibe y transmite. Hay una dependencia permanente de Él, y una garantía en cuanto Cristo mismo comprometió su eficacia con ese instrumento concreto.
• Cristo, además, dota de sentido y de contenido el sacramento del Orden. Su finalidad es hacerlo presente a Él, ministerialmente. Reproduce la solicitud del que se hizo servidor
de todos (cf. CICat 1551).
• El sentido del sacramento es eclesiológico. Es decir, mira a la conformación y misión de la Iglesia. El lugar eclesiológico del ministerio se entiende como un servicio a la constitución misma del Cuerpo total de Cristo, al servicio de la comunión y de la misión (como cabeza). Ello incluye el dinamismo soteriológico centrípeto (de atraer a la unidad de Cristo) y centrífugo (de salir a cumplir la misión de Cristo). Sus horizontes son universales, como los de la misma Iglesia, a nivel sincrónico (comunión actual) y a nivel diacrónico (sucesión apostólica, misión). El sacerdocio ministerial actúa en nombre de toda la Iglesia, sobre todo al presentar a Dios la oración de la Iglesia y al ofrecer el Sacrificio eucarístico, lo cual es realizado también en nombre de Cristo (cf. CICat 1552- 1553). En la originalidad de su ser y marcado por el carácter del sacramento, él le pertenece a la Iglesia, no la Iglesia a él.
• Las formas de la ministerialidad pueden englobarse en el esquema del triple munus, que corresponde bautismalmente a la condición profética, sacerdotal y real, y se expresa como munus docendi, munus sanctificandi y munus regendi. Sin agotarse en el servicio eucarístico, y extendiéndose a la realidad personal del ministro, cabe, sin embargo, reconocer su ejercicio supremo en la celebración eucarística, como realización plena de la misma Iglesia.
• La diferencia esencial y no de grado del sacerdocio bautismal y el sacerdocio ministerial puede explicarse como el servicio de la capitalidad del segundo para que cada miembro ejerza el primero. Conforme a la expresión de san Agustín: “Soy obispo para ustedes, soy cristiano con ustedes. La condición de obispo connota una obligación, la de cristiano un don; la primera comporta un peligro, la segunda una salvación” (Sermo 340,1). El ministro está llamado, por lo tanto, a propiciar que todos los miembros de la Iglesia realicen su propia vocación a la santidad, en la comunión de sus carismas específicos.
• El dinamismo constitutivo del Orden es sacramental personal. Es decir, su modo de funcionar corresponde a la persona que lo recibe, de manera que ella misma queda consagrada como un signo. El carácter que lo marca trasciende los momentos celebrativos u operativos, consagrando al sujeto. Esto implica la significatividad del ser personal, en su identidad (llamado a que su santidad se realice en su propio ministerio) y en su capacidad de relación (el ser personal es capaz de estar abierto en dependencia a Cristo y en servicio a la Iglesia y al mundo). Por ello mismo, aunque las condiciones subjetivas del ministro no afectan la realización de sus tareas garantizadas ex opere operato, él tiene el grave deber de propiciar su idoneidad y congruencia ex opere operantis (cf. CICat 1550).
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