sábado, 30 de marzo de 2024

Novela: Miércoles. Capítulo: VIII

Lunes 6:00 Am

 

Bajo mi mirada a mi cuerpo semidesnudo franqueado por rayos de luz naranja. El alba se extiende sobre las montañas grises y heladas, dejando entrever su color entre naranja y amarillo en un cielo que no deja de ser gris. Sudo y mis piernas tiemblan descompasadamente, mis ojos se llenan de lágrimas por que saben que todavía ella no aparece...


La claridad entra por mi ventana impetuosamente dejando a simple vista mi pequeña habitación llena de sobriedad y simpleza. Mi sombra se proyecta en la pared blanca sobre la figura de tres franjas oscuras que me hacen recordar que la luz tiene la virtud de poder atravesar los barrotes de la ventana.

 

Flexiono mis rodillas lentamente, caigo en rodillas y oro: “Señor ya he amado y visto lo perfecto... Ya he predicado quien soy y siento... He luchado contra el mal y le he vencido... He comido y dormido entre ángeles... He aceptado la soledad de mi celda con paciencia... he marchado lejos de mi familia y amigos... He sido escuchado y despreciado... He dejado que se marchara el amor de mi vida a favor del bien... He aceptado el dolor por amor... Ya todo es igual para mí, deseo que venga mi ángel y me lleve a ti... Mi tiempo fue absorbido por la eternidad y me creen loco... ¿Qué deseas ya de mí?...

 

Gaby... Cierro mis ojos, rojos de tanto esperar, y aún te veo ahí. Tu dulce mirada me inspira. Será que nadie te indica el camino a seguir. Aunque te comprendo porque yo también me he preguntado para qué caminar, hacia donde ir... No elegimos la primera lección de la vida, pero la hemos enfrentado juntos. De hecho también los ángeles se equivocan. Pero no te preocupes, mi corazón me dice que esta página será consumida y seremos felices. El bien y el mal, que dilema.

 

Te pido que no pase este día sin verte... Toma mi mano si no sabes llegar a Bratislava, yo te guío. Deseo dormir en tus brazos, como un niño... Te compadezco, no temas. No eres tan inocente ¿o sí?. Disculpa por la insinuación se que la duda nos hace sentir peor.”

 

Me pongo de nuevo en pies y más confortado dirijo mis pasos al jardín interno.

 

Martes, 12:00 am

 

He introducido a mi habitación un pequeño espejo... Esperanzado lo cuelgo en unas de las paredes laterales de mi habitación... Todo está oscuro, solo está presente la claridad azulada de la luna. He colocado sobre mi espejo el siguiente mensaje sostenido con cinta adhesiva:

 

“Quizás de esta forma logre conocer tu respuesta... Ayúdame a comprender la razón de todo lo que ha ocurrido en mi vida... Este humilde corazón no te olvidó, lamentablemente. Y aún, maldita sea, pienso en ti. Ya estoy pensando yo mismo que de verdad estoy demente. Mi corazón me habla sin cesar, me cuenta todo aquello que le hizo sentir tu amor, y te hecha de menos, escúchalo. Me habla muy adentro. Siente como yo lo siento. Quiere ascender al cielo donde pueda encontrar tus besos, al reino de tu Amor. Ahora se que volveremos, seremos de nuevo tú y yo.”

 

Me quito la ropa mientras observo desde la ventana el cielo lleno de sombras que  borran la luna por momentos. Ya desnudo, duermo.

 

Miércoles, 4:45 am

 

No acostumbro a levantarme de madrugada pero unas ganas terribles de ir al baño no me dejan otra alternativa. Orinar durante la noche es una de las cosas que más reprocho del frío de Bratislava. Tomo de una silla, colocada al lado de mi cama, un short que pendía de ella. Tropezándome con la misma silla apresuro mis pasos al baño que se encontraba fuera de mi habitación al fondo de un largo pasillo. Después de haber satisfecho mi necesidad y tras un largo suspiro subo la bragueta del short, cuando me disponía a regresar veo con algo de dificultad un reflejo luminoso que sale desde las rendijas de la puerta de mi habitación... Me detengo por breves segundos hasta que el reflejo luminoso se desvanece por completo. Titubeo en continuar mis pasos. Me repongo y corro a mi habitación... Al entrar, cierro mi puerta y busco algo fuera de lo normal, volteo lentamente hacia mi pequeño espejo, y veo sorpresivamente una nota debajo de la que yo hace pocas horas antes había colocado. Me acerco espasmódico y con temblor en mis manos tomo la nota y leo:

 

“Rompiste una vez más el muro de hielo que me separa de ti... Tu voz ha llegado a mi corazón, y me a hablado en forma de un beso. Mi alma aparentemente distante se quemó con tu dulce fuego, con tu calor... Espérame, no todo ha terminado”

 

Apretujando la pequeña nota al cerrar mi mano, me acerco a mi ventana y me digo a mi mismo ya ha regresado...

 

Jueves, 9:00 pm

 

Sentado en mi habitación nunca había deseado tanto no existir. Me siento engañado y abusado. Mis pensamientos son una conglomeración de impotencias, y ni las fuertes dosis de calmantes han podido controlar mi agresividad. Durante el día recibí un electroshock para controlar mis impulsos de violencia, luego de voltear una mesa durante el desayuno y golpear a los médicos que intentaban sujetarme.

 

Tengo mis brazos marcados por las fuertes correas que me tenían sujeto durante todo el día en una camilla de la enfermería. Ahora un poco sedado han dejado que pase la noche en mi habitación sin estar sujeto a mi cama, pero bajo llave y vigilancia.

 

¿Porqué tanto engaño? Recibí una nota de Gaby prometiéndome que volvería y aún me veo aquí cada vez en peor estado... No creo poder ya más resistir... Mi alma se consumió al conocerla. La eternidad ha jugado conmigo hasta el punto de gritar mi demencia para luego con voz cálida decirme que todo terminó. Tan solo sus cenizas me recuerda quien soy. Soy solo un soñador, el bufón de todas sus sonrisas, enamorado de tu vida te grito que por tu amor mi alma es lo que doy.

 

Cuando necesito aliento puedo ver tu fría cara, donde sopla el viento vas, no te importa lo que siento... he de admitir que me engañaste, he de admitir que lo lamento... Pero yo continuaré adelante a pesar de lo duro que se hace luchar...

 

De mi se dirá que cien veces me he caído, y que cien veces me levanté. No dudo en continuar sin mirar atrás. Seré cien veces maldito, cien veces por caminar. Siento solo mi camino y el de nadie más....

 

Jamás se fijará en mí, jamás sabrá que existí, jamás oirá este lamento que llevo tan dentro... de mí.

 

Dirigiendo mis ojos al lúgubre cielo lo señalo al momento que pronuncio : -Quisiera verte en mi lugar, forjando tu destino. Con tu sudor como amistad. Yo me conformo con el mío, te presento a mis heridas... Con el tiempo cicatrizarán... Solo pienso en continuar a pesar de lo duro que se hace luchar...-

 

Con voz más alta empiezo a exclamar: -¡No ves que aún estoy solo, no ves que aún te quiero....! -  Escucho los cerrojos, pero no callo. -¡No ves que aún estoy solo, no ves que aún te quiero....! - Se abre la puerta bruscamente y entran varios enfermeros. Tomándome por mis brazos y piernas, me inyectan un calmante... Al momento que mi voz pierde fuerza mis pasos se debilitan. En brazos de dos enfermeros, arrastran mis piernas en dirección a la enfermería para un nuevo electroshock.

 

Sábado 7:00 am

 

La brisa fresca de la mañana despeina mis cabellos, levanto mis brazos en dirección al cielo, tomo profundamente el aire frío de Bratislava llenando mis pulmones produciéndome un extraño bienestar, un cierto optimismo. Algo que ya creía extinto en mí. Bajo lentamente mis brazos expulsando poco a poco el aire caliente por mi boca, y me uno al paseo por el jardín externo del sanatorio junto a otros demás internos.

 

El cielo se muestra más azul de lo acostumbrado y las montañas muestran un simpático verde esmeralda. El jardín está lleno de pinos y sauces. Las flores son innumerables y en su mayoría silvestres. Los pájaros entonan alegremente sus melodías apenas opacadas por las conversaciones y risas de los internos. A cada paso que doy observo mis pisadas y me alegro de poder recobrar así sea por un instante las ganas de vivir. Es una suerte que esté en pie luego de haber recibido hace dos días dos secciones de electroshock. Ayer duré gran parte del día entre inconsciente por las descargas eléctricas en mi sien, o dormido bajo sedantes. Me da una gran náusea recordar el maldito laboratorio donde se practican tales torturas en pro de mi salud mental. Recuerdo esa infernal máquina, no mayor que una caja de zapatos, con algunos botones y tres visores como punteros, en una silla al lado de mi cama donde yacía sujeto con correas en mis muñecas y piernas. Dos cables salían de la parte superior y terminaban en algo parecido a unos auriculares. Estos eran colocados por un enfermero en mi sien. Ya no me es extraño la experiencia producida por el electroshock. Generalmente es utilizado para hacer olvidar los pensamientos más recientes y tranquilizar a las personas muy alteradas y agresivas. Al recibir la descarga eléctrica la visión normal va disminuyendo, como si alguien cerrase una cortina, hasta que desaparecía por completo. No hay dolor ni sufrimiento pero ya había presenciado la aplicación de electroshock a otros internos y sabía lo terrible que podía parecer la escena... Pero lo importante es que ahora me siento en paz.

 

La brisa se hace cada vez más fuerte y el rumor de los árboles al moverse se deja sentir como si reclamaran su atención. Es de notar la cantidad de personas jóvenes que me acompañan en este lugar. También es digno de estudio la actitud de los médicos que creen saberlo todo pero que ignoran completamente que hay en una mente esquizofrénica. Mi apreciación del sanatorio no es la misma del primer día cuando llegué. Estoy convencido que aunque ofrezca una sensación de libertad no es lo mejor. Deseo partir... El director del centro médico es un psiquiatra amable y razonable pero no es de los que creen que los ángeles pueden bajar y jugar con los sentimientos. Esto evidentemente hace imposible que me puedan dar de alta. Para él soy un esquizofrénico que ha destruido sus neuronas ante una obsesión amorosa ahogada en el uso de estupefacientes.

 

El sol de Bratislava siempre ha sido débil, pero en esta mañana tiene un candor inusual. Todos están convencidos que un baño de sol es una medicina fundamental. Acercándome a una pequeña sala que da al jardín me uno a la conversación con dos jóvenes que tomaban café y leían la prensa local... En medio de la conversación fijé mi mirada a las verdes montañas que se dejaban ver a través de las ventanas corredizas y me dije que es afuera donde continua mi camino. Gaby no me mentía después de todo, mi camino no ha terminado...

 

Domingo 9:00 am

 

Acostado sobre la camilla en la enfermería miro el techo blanco y completamente desnudo. Una risa inusitada colma mis labios mientras mis ojos se humedecen ante tanta alegría. Por fin puedo decirme a mi mismo que no estoy demente... Sólo hay una razón de poder estar tan feliz, ella vino anoche a mi lado. De una manera distinta, casi irreal... Pero sin duda era ella.

 

Unos pasos apresurados acercándose me hacen salir de mis pensamientos, aunque sigo manteniendo mi sonrisa. Se abre la puerta de par en par y hace presencia una hermosa enfermera... De uniforme blanco y ajustado... Su rostro responde a mi sonrisa con una mirada pícara y risa falsa. Me da los buenos días y me pide que me quite la camisa. Entre jocosidades y comentarios triviales se acerca dándome la oportunidad de percibir el azul eléctrico de sus ojos y el movimiento grácil de su cabello rubio. No había tenido la oportunidad desde mi estadía en el sanatorio de tenerla tan cerca, aunque es usual observarla montando guardia cerca de las habitaciones...

 

-Abre tu boca para tomarte la temperatura- me dice. Yo obedezco. Toma mi mano para tomar mi pulso, momento que aprovecho para apretar su mano robándole una sonrisa ruborizada. Aparta rápidamente su mano de la mía indicándome que no me presento tan mal después de todo. Luego examina mi pecho y los músculos de mis brazos... deja mi brazo reposar sobre la camilla, y busca una inyección. –Más inyecciones- le digo. –Es necesario, dame tu brazo...- Levanto un poco mi brazo nuevamente, ella lo toma y me aplica la inyección.

 

Una de las cosas que siempre le estaré agradecido a las tierras escandinavas son sus hermosas mujeres. Son un paradigma de la belleza femenina. Sin duda son valiosas mujeres, en especial las de Bratislava. Eslovaquia es un país donde lo estilizado  radica en la voluptuosidad, en las grandes medidas mamarias y en la inexistencia de sostenes de copas pequeñas.

 

-Ya listo... Deberías de quitar esa sonrisa y mirada tan idiota-

 

Volviéndome a colocar mi camisa le respondo: -Hay que aprovechar los momentos de felicidad que nos ofrece la vida, sobre todo cuando no son tan frecuentes-

 

Echando su rubio cabello hacia atrás y recogiéndoselo con sus manos me dice: -Y se puede saber a que se debe tanta felicidad, si es que puede haber alguna aquí-

 

-El motivo de mi felicidad es que durante la noche pasada me visitó mi ángel de la guarda en sueños... Su nombre es Gaby, y es muy hermosa... Casi como usted-


-Ah... Vaya... Su ángel de la guarda. Con que es usted el que ve ángeles y habla con ellos, ya había escuchado su caso, los pacientes hablan de su historia, y creo que hasta libros han narrado sus tormentos-

 

-Sí, así es... He contado mi historia y ya ha visto donde me han mandado...-

 

-Lo importante es que estés bien contigo mismo y con lo que has hecho. Aunque muchas veces eso implica la locura. Pues, ser loco es sencillamente ver las cosas distintas a como lo ven la mayoría... Me puede contar como fue esa visita nocturna-

 

-Ah, claro... Será un gusto-

 

Ella se acerca tomando mi mano izquierda se sienta a un lado de mi camilla a la altura de mis caderas... Y empiezo a relatar el hecho: “- Ya era entrada la noche cuando ocurrió... dormía profundamente, no recuerdo la hora ni nada que me indique tiempo. Una fuerte brisa entró por mi ventana que se encontraba abierta. Acostumbro dejarla abierta para dormir observando el cielo... La brisa era fría y a su paso dejaba un silbido perceptible pero muy sutil. La fuerza del viento hizo que tumbara al piso un pequeño espejo que tengo en mi habitación. Tras el sonido emitido por el golpe del espejo al caer me despierto exaltado... Me levanto dando tropezones mientras mi mirada se adapta a la oscuridad presente, me agacho a recoger el espejo, lo coloco de nuevo en su sitio y camino hacia la ventana recibiendo la helada brisa de frente... Mi cuerpo sentía una pulsión cada vez más acelerada, e incluso algo parecido al miedo. Mi sangre la sentía caliente y fluir muy rápidamente en mi. Una ansiedad crecía desde mi estómago casi si dejarme respirar. El aire helado hería mi esófago y surgía en mí algo parecido al entusiasmo. Mi boca se resecaba cada vez más, sudaba fríamente. Mis pasos eran firmes hacia la ventana con la intención de cerrarla... Ya cerca es cuando ocurrió tal evento... De la misma nada fue dibujándose frente de mí. Como si la oscuridad de pronto cobrara vida. Mis ojos no titubearon en reconocerla, era Gaby... La brisa jugaba con su pelo. Su cuerpo olía a jazmín. Su hermosura cada vez iba cobrando mayor forma. Estaba ante mí como un sueño. Me toma de la mano, y nos alejamos de la ventana... podía oír sus pasos. Sentía como mi alma se asomaba a su encuentro. Quería gritar, pero un nudo me ahogaba. Ni mis pensamientos, ni mi boca, sabían que decir a mi diosa... Luego nos sentamos en mi cama, nos acostamos, reposé mi rostro sobre su pecho y dormí...”

 

-Uff... eso sonó increíble, hasta me dio gana de estar loca para que mi ángel me visitara... Crees que volverá-

 

- Sí... No sé realmente como sucedió. No me importa si fue en un sueño o no... pero su cara deseo volver a ver. Me muero por ver si con suerte esta noche puedo hablarle. Oír su tierna voz...”

 

La hermosa enfermera suelta mi mano y se levanta suspirando profundamente... –Te recomiendo que salgas a tomar un poco de sol- yo asiento con mi cabeza y me siento sobre la camilla. Ella se acerca a mí, besa mi frente, sin mediar más palabras camina hacia la puerta, cerrándola detrás de sí fuertemente... Suspiro hondamente y me echo para atrás recostando mi espalda a la pared... pienso lo agradable que fue conversar con ella, sobre todo porque no le preocupó quién se lo decía, ni que pensaban los demás de mí. Escuchó simplemente como para quien no existe el infierno ni las penas.

 

Miércoles 12, 6:00 pm

 

¡chask! ¡chask! ¡chask! Mis botines se hunden cada vez más en la húmeda tierra encharcada del jardín... Mis pasos ceden al barro dificultando el poder acercarme un poco más al muro que me separa de las calles alienígenas, que crecen fuera del sanatorio y me esperan. Hasta hoy estoy en este paraíso esquizofrénico de Bratislava. Hasta hoy...

 

El aire acuoso expande un suave sentido de bienestar. Observo de arriba abajo el muro imperturbable del sanatorio y repaso mentalmente mi plan para franquearlo. En oportunidades anteriores ya había escapado de este recinto psiquiátrico sin dificultad. Sabía que caminando cinco minutos en dirección a las montañas se llegaba a una avenida concurrida de autos que marchaban en una sola dirección. Detenía mis pasos al llegar donde empieza la avenida sin ánimos nunca de querer atravesarla, por el simple hecho de que no había tenido nunca motivos para dejar el sanatorio, como la mayoría de los internos tampoco lo tienen, pero desde hace tres noches esa opinión ya no es válida para mí. La mayoría de las veces me sentaba sobre la grama a observar los autos que pasaban ante mí a alta velocidad, resguardado por la sombra de una señalización vial que indica: Viena 60 Km. Entonces pensaba con curiosidad como dos capitales de dos países distintos pueden estar tan cerca.

 

Pero la razón que me mantiene frente al muro en este momento no es la avenida y sus autos, ni para reafirmar mi opinión con respecto a la pésima vigilancia del sanatorio, es simplemente porque, en pocas horas, Gaby estará esperándome al otro lado de la vía. Así he podido asegurarlo durante las visitas que he tenido en las tres noches anteriores. Siempre aparece de la misma forma: Llega entre nieblas ante mi ventana abierta. Toma forma de mujer divina, surgiendo como una luz que me habla y me describe su amor. Luego me acompaña a mi lecho para después irse con el alba.

 

Pero hoy no solo vendrá, sino que también me llevará... El cielo de un rojo intenso muestra su agonía mezclando su rojo sangre con la densa oscuridad de las noches frías eslovacas. El jardín poco a poco va quedando desierto pues ya muchos prefieren el calor seguro que ofrece la sala común o las habitaciones. Doy una última repasada a mi plan manteniendo fija mi mirada en los montes Cárpatos, que se erigen del otro lado de la avenida y donde sin duda moriré antes del amanecer.

 

Unas palmadas en mi hombro me hacen volver al mundo real, si es que se puede usar el término “real” dentro del sanatorio. Se trataba de Mariano, un interno de 23 años. He logrado establecer una amistad con él desde que empezó a tener visiones del paraíso y llegó a describir perfectamente a Gaby, aún cuando no le había referido nada de ella. Las palmadas eran acompañada por un rostro burlesco que se explicaba al seguir su mirada y dedo índice. Señalaba, junto a otros más, a “el marico es él”. Se trataba de otro interno, ya con algún tiempo recluido, que se promulgaba gay. Su presencia siempre era motivo de burlas, señalamientos y risas entre los internos, pero poco parecía importarle a él... Su historia se remonta a chismes mal sanos que lo definen como secuela del decadente trash, con look andrógino propio de lo glam. Lo internaron debido al excesivo uso de codeína, droga que lo fue idiotizando hasta dejarlo en estado inconsciente. Hecho que ocurrió en una de sus visitas a “La Belle”, local eslovaco de electro, house y tecno. Se le conoce con el sobrenombre de “el marico es él” ya que a su paso es la expresión que todos usan.

 

“El marico es él” en esta oportunidad hacía gala de su excentricidad al tener unos jeans pegados, con una franela cortada a tijera por la mitad con la intención de exhibir un tatuaje que nunca he llegado a saber que es... Y, lo que sin duda era el motivo de risa, unos tacones imposible de usar por lo húmedo del terreno. Siempre me ha dado cierta tristeza por “el marico es él”. Aunque pocas veces hemos hablado, intento no hacerlo sentir indiferenciado y creo ayudarlo al evitar risas burlescas... Lo cierto es que nadie es lo suficientemente esquizofrénico como para no advertir un afeminado.

 

Luego que “el marico es él” se quitó sus ridículos tacones y por fin entró a la sala común. Las risas en el jardín cesaron y Mariano ya repuesto de sus carcajadas me invita a tomar un poco de café antes de ir a mi habitación.

 

Me ajusto mi chaqueta al sentir la brisa fría propias de las noches húmedas y sin luna. Entrando a la sala común pude notar que casi todos los internos estaban allí, algunos veían la TV, otros jugaban cartas o ajedrez. Un grupo sentado en el piso hablaban amenamente y otros tantos leían la prensa.

 

Mariano y yo nos acercamos a unos muebles donde nos sentamos. Coloco mis pies sobre una pequeña mesa de madera y cristal mientras soplo el café humeante que sorbo a sorbo me hace entrar en calor.

 

-¿Cómo te preparas para recibir tu visita del cielo esta noche?-

-Con muchas ansias Mariano, porque hoy no es como las otras noches... Hoy me llevará con ella-

 

-En serio... y ya tienes todo preparado, a que hora viene a buscarte.-

 

-Acordamos que a las 3:00 am, y que no es  necesario llevar nada-

 

-Que bien... por fin llegó lo que tanto esperábamos... quiero ir contigo-

 

-No puedes... Es algo acordado entre mi ángel y yo... Lo siento-

 

-No es justo, somos muchos los que esperamos que tú nos lleves al cielo-

 

-Nunca he prometido algo semejante, el camino sobrenatural es algo propio de cada quien... Busca tu propio ángel que te saque de aquí.-

 

-He visto como es el paraíso pero no como es mi ángel-

 

-Quizás es porque el tuyo no esté precisamente en tu paraíso sino en el de otros-

 

-No comprendo...-

 

-Es normal, los locos no comprenden nada...-

 

Acabando mi café, bajo mis pies sobre la mesa y coloco sobre ella la taza. Cuando me disponía a levantarme y dejar a Mariano ensimismado en sus propias ideas del cielo, se acerca Sabrina, una preciosa eslava de 22 años. Su cabello abundante era de un negro brilloso, le llegaba hasta la cintura. Su pelo suelto pero armonioso destacaba su piel blanca y ojos claros. Tenía un suéter de cuadros escoceses, una falda larga y negra que le llegaba un poco más abajo de sus rodillas, y calzaba dos botas. Traía en su mano una taza humeante de café, se acerco a mi sofá sentándose a mi lado. Por educación desistí en abandonar el lugar y respondí a su saludo. Dirigiéndose a Mariano le pregunta como ha estado, pero fue como si le hablará a la pared. –No, discúlpalo... ha quedado fuera de sí al decirle que su cielo no es necesariamente el mío- le digo yo. -¿Cómo dices?- Me responde extrañada. Para no ahondar en detalles le digo que olvide lo dicho.

 

Después de un buen trago de café Sabrina se acerca más a mí y me dice en voz baja: -¿Es verdad que has hablado con tu ángel en estas noches pasadas?-

 

-Si... Así es, ¿Cómo te has enterado?-

 

-En la sala es lo único que comentan... Quiero que me digas como es un ángel... ¿Tiene alas? ¿Aureola?.

 

-Mi ángel nunca ha tenido aureola. Eso es tan irreal como pensar que cuando se ama uno se quema sin humedecerse. El amor quema porqué es fuego pero también es agua. Arde como la hoguera adentro pero también hace manar de los ojos manantiales, y eso casi no se nos dice... La aureola de mi ángel es más que un redondel de luz, y a su vez es más simple de lo que se cree, es sencillamente una sensación de confianza y entrega que nace desde tu corazón. Una fuerza que parte de ti a ella por medio de su mano en las tuyas... Un ángel no tiene rizos rubios de muñeca, ni espada fulgurante. Sus cabellos son como los de quien se ama. Presentan gracia ante la brisa, transmiten belleza cuando caen y cubren sus hombros... Su mejor arma es la de su amor sincero, es algo que te atraviesa y corta todos los huesos, uno a uno. Mi ángel tampoco tiene túnica azulenca y de estúpido satén. Eso sería suponer que pertenece a un reino mítico donde abundan las ninfas, las sirenas, las hadas. Mi ángel está sobre la tierra. Viste con ropa acorde a su cuerpo. Lo único que lo aparta de las otras criaturas es que pisa con una soltura singular y desciende con brío los peldaños. Acaso porque siempre le ha tocado bajar a la conciencia. Y la conciencia es una escala retorcida, lleno de agujeros y maleza... Mi ángel no se calza con sandalias doradas. Ni lleva el pies desnudo, sonrosado como carmín. Mi ángel tiene pies de mujer. Mi ángel no es de tul sino de sentimientos y caricias. Ella habla mi lenguaje, aunque no digamos por días nada. Ella platica con la lluvia. Aún cuando su voz no es acompañada por campanas celestiales. Ni trinos. Ni melodías. Ni trueno. Su voz no es tan fuerte como el mar al golpear las peñas, es como escuchar un agua que pide una copa para llenarla. Yo le ofrecí mi oído, un vaso de vidrio roto y sucio, pero ella me llenó. En un principio quizás escuchaba sin entender, pero cada segundo con ella me iba sumergiendo igual que un arroyo donde se reflejan, luminosos, los sauces... Mi ángel no tiene alas sino una espalda con pecas cerca de sus hombros, y que también puede ser besada.-

 

Sabrina, mantenía su mirada atenta en mí. Contemplaba su frente, su modo de estar pensativa y muy blanca. –Me parece tan fascinante, también deseo encontrar mi ángel... ¿Es posible que estés en este sanatorio por tener una experiencia tan maravillosa...? Ojalá mi caso fuera semejante al tuyo-

 

-Estoy aquí solo por una razón, para contarte a ti mi historia y abraces la esperanza de un mundo más allá... Ya Mariano ha empezado hacerlo...- En eso Mariano sale como de sí y sin detenerse en la presencia de Sabrina, me estrecha su mano como gesto de despedida y se va.

 

Al estar ya solos en el sofá, aunque la sala sigue concurrida, noto como los ojos claros de Sabrina empiezan a llorar. Tomo de sus manos la taza todavía humeante y media llena y la coloco al lado de la mía sobre la mesa. La abrazo, ella dejándose amar coloca su rostro sobre mi pecho humedeciendo mi chaqueta... –Disculpa mis lágrimas... es que escuchándote me doy cuenta que tú has sido ese ángel para muchos aquí, para muchos que ya no creen ni en las normas de la cordura o de la demencia... Percibo de ti tanta esperanza... Llévame contigo al cielo... Y purifica mi vida-

 

-Preciosa Sabrina, agradezco tus palabras, pero el camino del cielo está ya ante ti, sólo ora y recórrelo. Llevarte conmigo sería lo más fácil y por ende lo menos correcto. Tú vida ya está purificada desde el mismo momento que dejaste entrar el amor en ti. ¿Cuál es el motivo de tu estadía aquí?-

 

-La verdad las causas son tan variadas que no se por donde empezar... Comencé con mis tratamientos psiquiátricos desde los 18 años. Mis problemas se remontan a mis 12 años... nunca he comentado con esto ha nadie... Desde esa edad, a los 12, he sido una buena candidata para cualquier crónica sobre la juventud actual. Perdí mi virginidad a esa edad en mi colegio, al siguiente año me sentía una experta en el sexo y comencé a fumar marihuana, salir a toques y acostarme con quien se me viniera en gana. Eso sí, en mi casa era una santa. En el colegio, los directores creían que yo era una jíbara, “distribuidora” en su lenguaje. Me la pasaba con cualquier tipo de gente desde skates, ravers, trashers, punketos, metaleros, hip-hopneros, a la final todos consumían drogas. Empecé a descubrir nuevas drogas, fumé piedra y tragué éxtasis, hice de todo. Y seguía teniendo una vida sexual desordenada. Un buen día le di dos jalones a un joint y me mandó para el hospital, donde pasé 23 días y toda mi familia se enteró de lo que yo era. Me recluyeron en un centro de rehabilitación. Tengo dos años que dejé de drogarme, ni siquiera tomo. Empecé a tener una pareja fija...  Superé con él muchas carencias en mi vida y el desprecio de mi misma por haberme acostado con 56 tipos en 6 años... Me casé con él, aún cuando todos me decían que era muy joven... pero hace seis meses descubrí que mi esposo me engañaba... Todo se me vino abajo, y cuando llegó a la casa traté de asesinarlo con un cuchillo, sin lograrlo. Desde ese momento he pasado por varios sanatorios, hasta llegar aquí.-

 

Sabrina, bajó su rostro como para esconderse de mi mirada. Todavía la sostengo abrazada hacia mí... Sin saber que decir pasamos minutos en silencio... Levanto su rostro y beso su frente. – Sabrina, ante ti surge una nueva oportunidad... Ahora se que no estoy por casualidad, hay alguien en el cielo que verdaderamente te ama y que ha puesto sus ángeles para cuidarte... Solo puedo decirte que ores y lo entenderás- Tomando mi mano la besa y limpia sus lágrimas con mis mangas. –Muchas Gracias... Me siento mejor-  Se levanta y dándome su espalda se dirige a su habitación... Luego de dar algunos pasos se voltea y se dirige nuevamente a mí: -No temes dejar esta vida y sus seguridades-. Le respondo sonriente: -No, para nada preciosa... El temor a la eternidad nos haría más mortales-.

 

La sala común quedó vacía... Los que no están ya en sus habitaciones, están en el comedor haciendo la sobremesa de la cena... El jardín se ve tenebroso a través de las ventanas corredizas y la luna a retomado su puesto en el cielo. El corazón se oprime en mi pecho. Mi garganta sostiene un vacío infinito que regurgita ansiedad. Sé que vendrá, y me llevará... Me levanto dando un suspiro. Saliendo de la sala aparece la hermosa enfermera de días atrás. –Ya es tarde, debe ir a su habitación.-

-Buenas noches enfermera, ya me dirigía al cuarto- le respondo. Ella sin inmutarse se queda bajo el dintel de la puerta que da a los pasillos internos, atravieso la puerta pasando a su lado, cuando me dice suavemente pero sin cambiar la seriedad en su rostro: - Me saluda a su ángel por favor-


-Con gusto...- Le respondo... Inclinando un poco mi cabeza la dejo en la sala común y voy a mi habitación.

 

Giro la manilla de mi puerta y entro. Cierro. Me voy quitando la ropa dejándola caer al piso, haciendo un camino de atavíos. Abro la ventana observando los montes Cárpatos apenas visibles por la luz azul de la luna... Observo por un momento el espejo... ninguna nota en él. Colocándome un short me acuesto programando la alarma de mi reloj a las 3:00 am.


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