sábado, 30 de marzo de 2024

Novela: Miércoles. Capítulo: X

 Apéndice

 

Anexo la descripción de los hechos en que un ser celestial me hace entrega, en 122 folios tamaño carta, la vida de mi mejor amigo:

 

“Una vez que la puerta metálica se cierra de golpe, la luz del día desaparece. Unas finas hebras de una tenue luz de neón rosa brillan sobre mujeres vestidas de encaje desgastado y sobre el espejo, en donde un letrero ordena ‘Cállate y Bebe’.

 

Afuera, un rótulo en letra cursiva promete 200 chicas sobre el escenario en el Sweet Cherry, en una esquina del barrio Sunset Park en Brooklyn.

 

En este rincón de Brooklyn, mientras terminaba mi cigarrillo y tomaba un poco, noto como ante la oscuridad del local, aparece ante mí una hermosa joven que iluminaba todo lo que estaba a su alrededor... Dejándome atónito mi piel se eriza al percibir que se acerca cada vez más a mí. Todo a mi alrededor pierde importancia, y hasta un sentimiento de malestar surge en mí, al saberme en un lugar tan bajo y denigrante. De esa manera no dejo que ella se me acerque más, sino que levantándome me acerco... Ella me recibe con una sonrisa, todo se silencia, y observando directamente a sus ojos me inundo de infinita paz. Sin mediar palabras, me toma de sus manos y me saca de aquel lugar tan infecto... Ya afuera de la puerta metálica, se presenta y me dice su nombre, nombre que no puedo revelar. Me dice que viene de parte de mi mejor amigo, y que me ha mandado algo desde el Puerto ‘El lago salado’.

 

Paralizado ante tal evento, inusual y místico, ella me invita a subir a su auto. Subo y nos dirigimos a una Iglesia cercana, que extrañamente, por la hora, se encontraba abierta. Entramos y me enseñó a rezar. Sentía como poco a poco mi corazón se abrasaba lentamente. Empecé a ser un recuento de toda mi vida... Y entonces Creí.

 

Luego de haber orado, ella saca de un bolso de mano, una cantidad considerables de hojas escritas. Entregándomela, me explica todo lo que tenía que hacer, editar este relato... Luego dándome un beso en mi mejilla, se persigna y sale de la Iglesia sin más explicación. Dejándome también las llaves del auto... Yo desecho en lágrimas, me arrodillo y seguí orando aquella noche.”

 

Así lo escribo y testifico.

 

Emerson


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