sábado, 30 de marzo de 2024

Novela: Miércoles. Capítulo IX

 Jueves 13, 2:45 am

 

La densidad oscura de la noche inunda cada rincón de mi cuarto. Acostado no he podido conciliar el sueño, mi ansiedad coloca mis nervios a una extrema sensibilidad. El silencio obtiene sobre mí un peso que amenaza con aplastarme cada vez que escucho el toc toc toc de mi taquicardia. Debajo de mi almohada mantengo una caja de cigarrillos Lucky Strike, pero cada vez que la tomo me digo a mi mismo que no vale la pena fumar. En mi séptimo intento de abrir la caja de cigarros, ante mi indecisión, la lanzo a un rincón del cuarto... Me levanto y doy vueltas por el reducido espacio de la habitación, veo mi reloj y faltan escasos minutos para las 3:00 am... Aspiro hasta llenar mis pulmones, hasta mas no poder, para luego expirar lentamente. Me acerco a la ventana donde encuentro mayor claridad y nace en mí una necesidad profunda de hablarle a Dios... “-No te puedo nombrar. Ningún nombre pudiera contenerte plenamente. Eres convicción y lo que se siente. Nunca lo que se explica. ¡Oh mi Absoluto Amado, a quien descubro ahora sin que ninguna forma me lo limite! Perdóname todo aquello en que he faltado... No eres lo que se piensa. Eres lo que se ama. No eres conocimiento sino estupor. No eres el perfil sino el asombro. Eres razón pero mucho más eres Amor. De la mano de mi ángel yo he ascendido a tu hallazgo, que nunca es un concreto tesoro sino continuamente un descubrimiento inenarrable. Te pido que sea hoy que pueda compartir por fin junto a ti”.

 

Sobresalto ante la alarma de mi reloj... abro mis ojos y me doy cuenta de que estoy de rodillas ante la ventana. Me pongo de pies mientras me repito a mi mismo: ya son las tres de la mañana... Me acerco apresuradamente al espejo con sudor frío. Y en él observo dos notas colocadas. La primera tenía solamente dos signos de exclamación: ¡! . Confundido observo la segunda y leo: ¡Corre!. Me quedo de pies ante las notas sin entender... Se apodera de mi de pronto un pánico. Desesperado coloco mis manos sobre mi cabeza y doy pasos para atrás y adelante... Espasmódico golpeo fuertemente el espejo quebrándolo estrepitosamente. Mi mano derecha es cortada por los filosos vidrios teniendo pronto todo mi brazo ensangrentado. La herida me produce mayor confusión, rasgo parte de mi sábana para improvisar un vendaje mientras la sangre goteaba desde mi codo... Cuando ya apretaba el vendaje sobre la herida escucho una música que venía desde el jardín. Me asomo por mi ventana pero sin lograr ver de donde venía la canción. Intentando recordar la melodía me doy cuenta que se trata de Lithium (Nirvana). Inmediatamente comprendí que tenía que salir hasta el jardín y saltar yo solo el muro. Corro hacia mi puerta dándole un punta pies a la cajetilla de cigarros, que yacía en el suelo. Cuando me disponía abrir la puerta, me detengo abruptamente al haber escuchado algo. Coloco mi oído sobre la puerta, y efectivamente escucho pasos acercándose... Hice un esfuerzo para tranquilizarme y evitar producir algún ruido. Los pasos sin embargo cada vez eran más fuertes. Me hecho poco a poco hacia atrás, cuando enseguida mi puerta se abre ruidosamente, era Mariano.

 

La expresión de Mariano era de una sonrisa enfermiza, estaba con ropa de cama y una pequeña mochila que sostenía con sus manos... Verlo ante mí hasta cierto punto tranquilizó mis nervios, pues temía que fuera algún enfermero. -¿Qué demonios estás haciendo aquí a esta hora Mariano?-

 

-A que crees tú, vengo para que me lleves al cielo contigo...

 

-No seas idiota, tu imprudencia va a echar todo a perder... Te he dicho que  no puedes venir conmigo-

 

Mariano cambiando su sonrisa idiota por un rostro más serio, entra en mi cuarto cerrando de un golpe la puerta. –Si no me llevas a las buenas lo harás a las malas... Soy capaz de matarte y así no nos llevarán a ninguno de los dos-

 

Al ver que no podía evitar que se acercara a mí, esperé que estuviera lo suficientemente cerca, de una patada cayó sobre mi cama... – Grandísimo idiota, sal de mi cuarto antes que vengan los enfermeros- Mariano al recuperarse se limpia la sangre que brota de su nariz con sus mangas... –Te mataré- gritando desesperadamente se lanza sobre mí, obligándome a golpearlo en el rostro... Ya en el piso sigo pateándolo... La sábana rasgada en mi mano derecha ha quedado completamente roja... La sangre vuelve a ser efusiva... Las luces de los pasillos se encienden, se escuchan de nuevo pasos... Mariano apoyándose de una silla vuelve a ponerse de pies, al momento la puerta se abre aparatosamente. Entran tres enfermeros... Mariano que se volvía de nuevo a mi con sus puños levantados, fue sujetado por dos enfermeros mientras un tercero le inyectaba un calmante. En seguida el enfermero sin haber terminado de retirar la inyectadora sujeta fuertemente mi brazo... Vuelvo escuchar la música y recuerdo que la nota ha sido bastante clara: ¡Corre!. Sin detenerme en mis pensamientos de un codazo me deshago del enfermero. Corro a lo largo del pasillo sin volver mis ojos atrás... Necesitaba salir al jardín... Llego hasta el final del pasillo, me detengo y una alarma suena por todo el sanatorio. Veo detrás de mí y vienen tres enfermeros corriendo hacia mí... Subo las escaleras a un tercer piso, era difícil esconderme tomando en cuenta que a mi paso iba dejando un rastro de sangre que me delataba. En eso me encuentro de frente con la enfermera a quien le había contado mi historia aquella vez en la enfermería. No me salían palabras que decir, y mucho menos fuerzas para dar algún paso más... Miro fijamente su rostro, esperando su reacción, los pasos de los demás enfermeros se hacían mas cercanos... Tomándome del brazo abre rápidamente un consultorio donde los dos entramos. Cierra rápidamente la puerta, a la vez que me indica que me agache y no diga nada. Cuando los pasos se pierden a lo largo del pasillo, la hermosa enfermera se acerca a mí... –Dame tu brazo- Le extiendo mi mano herida. Revisa el brazo y busca de una estantería algunos medicamentos.  Mientras me limpia la herida me dice: -Estás de verdad loco... Que pretendes acaso hacer-

-Necesito llegar al jardín, ella me está esperando del otro lado del muro... Por favor ayúdame-

-Me gustaría ayudarte, pero no estás en condición de estar solo en el jardín...-

-No me crees... Crees que estoy loco-

-Baja la voz... el hecho no está en que te crea o no, mírate, estás casi desnudo y con una mano herida... Crees llegar muy lejos así. Además todo el sanatorio está buscándote-

 

Los pasos de nuevo se acercaban desmedidamente... –Por favor, déjame intentarlo...-

Ella bajando su mirada, se levanta y me hace señas de que me quede allí. Se arregla su blusa, y sale al pasillo... Escucho un intercambio de voces entre ella y los enfermeros, pasado algunos minutos ella vuelve a entrar y acercándose a mí me dice: -He dicho que te había visto subir al último piso. Tienes pocos minutos para intentar llegar al jardín-. Metiendo su mano en el bolsillo de su uniforme saca una llave y me la entrega. –Esta llave abre una puerta que da a un sótano. La puerta está al lado del baño del primer piso... Por ese sótano podrás encontrar otra puerta que da al jardín, y por lo general no está vigilada...- Tomando mi mano me da un beso. –Espero que tengas suerte y tu ángel te saque de esta con vida... Márchate que te queda  poco tiempo-.

 

Salgo hacia el pasillo y bajo rápidamente las escaleras... Efectivamente los pasillos estaban vacíos. De los pisos superiores se escuchaban gritos descompasados, no solo de los enfermeros y vigilantes, sino también de los internos. Apretando fuertemente la llave en mi mano bajo los últimos escalones para llegar al primer piso. Siento como una gran debilidad satura mi cuerpo haciendo cada movimiento trabajoso. Mis piernas tiemblan y vacilan al andar. Tropiezo y caigo por los últimos escalones perdiendo todo el aire de mis pulmones. Tumbado sobre el suelo del primer piso abro lentamente mis ojos y veo a lo lejos una puerta gris al lado del baño... sin duda era la entrada al sótano. Cierro mi mano para asesorarme que todavía mantengo la llave. Me apoyo de la pared para ponerme en pie  y al dejar una marca de sangre, noto como mi herida vuelve a sangrar, tiñendo de rojo la venda recién colocada... Intento apresurar mis pasos hacia la puerta gris, antes de que alguien baje o me vea.

 

Cuando ya me encontraba solo a unos pasos de la puerta gris, escucho un sonido líquido... Me detengo en la entrada del baño percibiendo que el sonido provenía de allí, era el de una ducha abierta. Entro precavidamente y tras un salto de sorpresa observo a través de la puerta de la ducha la sombra de una mujer bañándose. Sobre la manilla de la puerta de la ducha colgaba un bikini con un estúpido dibujo de hello kitty, cosa que me aturdió... La transparencia opaca de la puerta era lo suficientemente clara como para observar cada uno de sus movimientos y serenidad... Me acerco titubeante. A medida que me acercaba el vapor del agua dificultaba la visibilidad... No se me era conocida aquella mujer. De pronto unos dedos goteantes se asoman al exterior abriendo un poco la puerta corrediza y tumbando el estúpido bikini. Asoma sus ojos verdes pero si inmutarse. Me detengo y tomando un poco de aire le digo con voz firme: -¿Quién eres?- pero no me responde, solo sonríe. -¿Qué haces?- le vuelvo a preguntar. –Creo que es evidente... me estoy bañando- me responde.

 

Dándome cuenta que su tranquilidad al responder me hacía sentir estúpido, le digo: -Disculpa, me voy- Pero inmediatamente me dice: -No... No te vayas- Me quedo atónito y esperando que me dijera algo más, sencillamente vuelve a poner su sonrisa... -¿Para qué quieres que me quede?, no puedo seguir perdiendo tiempo- -Necesito que enjabones mi espalda- Quedando frío, desisto de la idea y dándole la espalda me apresuro a salir del baño para abrir la puerta gris. Ya fuera del baño dos enfermeros salieron de la puerta gris... Voltearon hacia los lados dando conmigo. Era una trampa pensé yo. Tirando la maldita llave al piso corro de nuevo hacia el baño, mientras los enfermeros venían tras de mí... Cierro justo a tiempo la puerta, pasándole seguro. En seguida se dejaron sentir manotazos y patadas contra la puerta. Mis nervios empezaban a fluir aceleradamente. La ducha seguía abierta y el vapor ha llenado todo el baño. La extraña mujer sigue bañándose como si nada ocurriese. Mientras presiono la puerta y pienso que hacer, la puerta corrediza de la ducha vuelve abrirse aún más, y detrás de una nube de vapor surge la voz de ella: -Te dije que vinieras a mi... Vamos entra ya y enjabona mi espalda...- No sabía que pensar, no sabía ahora a quien temer más, si los eufóricos de afuera o la loca que estaba dentro... –No tienes más opción, esa puerta la terminarán derribando- En eso escucho el sonido de unas llaves desde el otro lado... Estaban abriendo la puerta. Sin tener otra opción, corro hacia el cuarto de duchas cubriéndome de vapor. Los enfermeros abriendo la puerta y yo entrando a la ducha con la mujer... Al entrar el vapor se hace más denso y de pronto... al despejarse... como si nada me encuentro fuera del edificio sobre el césped del jardín. Me miro de arriba abajo y solo noto que estoy algo mojado... Sin rastros de la mujer, giro mi vista a todos lados... Levanto mi mirada y veo la ventana del baño abierta junto a varios enfermeros buscándome con la mirada. Desde el jardín escuchaba todavía la ducha abierta.

 

Desconcertado corro al muro que me separa de las calles de Bratislava. A pesar de ser de noche, la claridad azulada de la luna me ayuda a tomar el camino correcto. El frío era muy fuerte y no podía correr con la facilidad que quería al hundirme constantemente en pequeñas charcas rezagadas de lluvias anteriores. La alarma seguía sonando, y las puertas principales del sanatorio se abrían de par en par, de pronto una turba de enfermeros, vigilantes y locos salieron a mi persecución...

 

Llegando al muro, salté para sujetarme entre las aberturas de algunos ladrillos. Colocaba mis pies sobre ladrillos sueltos, mi herida sangraba llenando mi palma derecha de sangre, que corría por mi brazo hasta el codo... Ya casi apunto de llegar a la parte más alta del muro, uno de los ladrillo que sostenía mi pies se desprende y vuelvo a caer al vacío. El golpe fue seco y muy fuerte, sencillamente no tengo fuerzas para levantarme y mucho menos para volver a trepar... Abro mis ojos y observo como un grupo de personas con linternas se acercan cada vez más hacia donde yo estoy... Una gran tristeza nace desde mi pecho y lloro como nunca antes lo había hecho. Cerrando mis ojos ante la respiración agitada, siento de pronto unos cálidos labios que sujetan los míos... De pronto es como si todo mi dolor y tristeza fueran absorbidos y consumidos en aquella boca. Una mano tersa y suave limpia el sucio y sudor de mi rostro... abro los ojos y una sonrisa se asoma en mis labios temblorosos, era ella... por fin... Era Gaby.

 

Acariciando su rostro intento levantarme... Ella ayudándome me sostiene. Paso mi brazo ensangrentado sobre sus hombros y nos dirigimos hacia una roca que se erigía a unos pasos de allí. Escondiéndonos detrás de la piedra esperamos que el grupo de enfermeros se acercaran con sus linternas... No tardaron de revisar la zona. Nos encontrábamos agachados, abrazados uno del otro. Ninguno de los enfermeros todavía sospechaba de la roca que yacía a pocos pasos de ellos. La noche pronto dejó de ser clara para pasar a una oscuridad más fría y densa... Las linternas de los enfermeros empezaron a fallar hasta de pronto quedar todo a oscuras... Un brisa fría empezó a tener mayor fuerza... La brisa venía acompañada por grandes gotas frías. No tardo mucho para empezar a llover. Los enfermeros, vigilantes e internos empezaron a demostrar pánico y transpiraban desesperación... En eso el silencio se interrumpe con un alarido afeminado: -aaaaaay, el vidente tenía razón, aquí está pasando algo extraño... aaaaaay yo me voy antes que vengan los ángeles del cielo o del infierno y me tortuuuren.- exclama “el marico es él”, perdiéndose en la oscuridad... Todos los demás viéndose las caras fueron dejando caer sus linternas mientras la lluvia arreciaba. Sin intercambiar palabras todos apresuraron sus pasos al edificio del sanatorio, hasta que inusitadamente una descarga eléctrica cayó sobre un enorme sauce partiéndolo en dos. El sauce al caer derriba parte del muro. Todos los que se dirigían al edificio se detienen a ver lo sucedido, mientras restos de tronco humean. Tanto la alarma y las luces eléctricas cesan dentro del edificio haciendo brotar gritos de angustias y desesperación por todo el jardín... Un segundo rayo da con la parte superior del sanatorio dejándolo entre llamas... El clímax del miedo llega a su nivel más alto y de pronto la confusión empieza a reinar. Todos corren buscando algún refugio que les alivie tal desesperación...

 

Encontrándome todavía detrás de la roca y sujeto al calor de Gaby, no escapo del pánico y un temor empieza a tomar forma en mí... -¿Qué pasa Gaby?, ¿Qué significa esto?- -Tranquilo Ron... Esto no estaba dentro de mi plan... lo que pasa ciertamente no es normal. Esta tormenta es provocada por fuerzas del mal... pero no te preocupes- Apretando mi mano fuertemente la miro a sus ojos y asiento con mi cabeza. Valiéndonos de la confusión aprovechamos y atravesamos la abertura del muro, abierta por la caída del sauce. Nuestros pasos eran dados sin descanso pero con mucha dificultad. Los matorrales dejaban heridas a nuestros cuerpos, y estábamos completamente empapados por la lluvia. Mis pies descalzos eran lastimados por las piedras del terreno y estaban llenos de ampollas... Me mantenía sujeto de los hombros de Gaby, su calor me hacía olvidar el dolor y el frío. A pesar de la poca visibilidad estábamos seguro de haber tomado el camino correcto... Hacia los montes Cárpatos.

 

Cuando llegamos a la avenida  que llevaba a Viena la lluvia empezó a cesar... Todo yo era un desastre, mi semidesnudez estaba llena de lodo y sangre... La avenida estaba inusualmente vacía... Cruzamos la avenida hasta llegar a la falda donde se levantaba las grandes montañas... Allí caí de bruces, Gaby se acercó a mí y me refugio en sus pechos y brazos... Allí nos dispusimos a descansar...

 

Ya eran más de las 6:00 Am, el cielo empezó a despejarse y la claridad de un sol débil se hizo sentir... -¿Porqué tardaste en venir Gaby?- -No tuve otra opción... tenías que vencer tus propios miedos y ser testigo de la esperanza en lo que crees y piensas- -Me parece ridículo todo lo que he pasado- -No es nada ridículo Ron, has vencido la barrera de la racionalidad y has seguido lo que te dicta el corazón, has luchado y has vencido- -Era necesario pasar por todo esto, no era más fácil morir y ya- -Evidentemente Xiomara con la poca fuerza que le queda ha complicado las cosas... pero tu ejemplo y amor la han superado en gran medida... Ron, ya llegó la hora, cuando lleguemos a la cima de la montaña,  para el mundo estarás muerto, pero para ti y para mí, estaremos empezando a vivir-

 

Retomando nuevas fuerzas nos dispusimos a subir las rocosas montañas. A cada paso mis heridas se multiplicaban y mis pensamientos fluían como si mi conciencia se desangrara, pensaba en Emerson, en Aníbal, Ricardo, Javier, en María Elena y mis padres... Los colores de los árboles y demás cosas empezaron a tener una mayor nitidez y me sentía como un niño que se acerca a la casa de sus padres luego de días de ausencia. El camino se hacía más corto y agradable a medida que conversaba con Gaby, y me refería todas las cosas que hay en el cielo. Pude entonces darme cuenta de todo el tiempo que perdemos en la vida... que lamentable. Estando ya a cierta altura pareciera que pudiéramos tocar las nubes, ante un cielo azul lleno de neblina. Subimos a una peña y observamos a la hermosa ciudad de Bratislava, quien ha sido testigo de la unión del cielo con la tierra. Podíamos ver la ciudad vieja, colorista y acogedora. Aún lado se observaba un remolino humoso proveniente de las cenizas del sanatorio, cenizas que también aguardan mi historia... También veíamos el puerto fluvial a orillas del Danubio. Pero sin duda lo más hermoso e imponente era el Castillo de Bratislava, lleno de turistas ávidos de cosas antiguas, resguardadas por el espectro Sigmundo Luxemburgo...

 

El frío cada vez me hacía tener menos pulsación... Mis manos delataban mi palidez... Temblando y con mi mirada fija en el Danubio me acuesto entre los pechos cálidos de Gaby... De pronto mi rostro es humedecido por lágrimas que caen desde los ojos azules de mi ángel, diciéndome: - Disculpa Ron lo que has tenido que sufrir... No soy ajena a tu dolor... Todo lo que ha ocurrido no podemos verlo desde otro modo que a la luz de nuestro amor. No le corresponde a la criatura amar a los ángeles, pero el amor una vez que nace no se puede destruir ni esconder... Lo importante es que esto pronto pasará. Que castigo tan grande el de los mortales el de soportar el tiempo, que castigo el de los ángeles de tener tanta libertad- Mis ojos no tienen ya fuerza para mirar, ni mis labios de abrirse, solo escuchaba atentamente, consumiéndome en su perfume de jazmín... –Amado Ron, a veces, una sombra quiere cubrir al sol. Y al acercarse a la claridad dirige sus ojos también a personas valiosas y amadas por el sol. Personas que se destacan como piedrecillas en la profundidad de las aguas. Entonces las sombras también desean oscurecer las aguas... Pero el sol no se inquieta, por que existe todavía la esperanza, que como una flor entreabierta flota sobre las aguas. Esa flor es la voluntad y libertad del hombre. Cuando el viento sopla hace que también las piedrecillas se muevan arando la arena y enturbiando el agua. Destaca entonces el dolor. ¿Porqué ha tenido que ser así nuestros días? Mas siempre se les esperan. Y como una mano amiga el sol vuelve a atravesar el agua, y las piedrecillas, encandiladas, se sitúan y la flor prevalece.- Con voz queda y agónica digo: - Pero a veces, a la flor, ligeramente oscurecida, hay que recogerla. E indicarle el recuerdo de aquella claridad...- Abrazándome fuertemente me responde: -Eso es lo que he venido hacer hoy contigo... Deseo recogerte, salvarte, y después del amparo, señalarte lo que nunca has perdido, mas has creído perder por un breve segundo sombrío... La eternidad que se comparte nunca se duda... Ya has cumplido con tu camino, créeme que aunque la hora sea hermosa, no hay amigo mas traicionero que el tiempo, y hoy le vamos a dar final.- Con el sentimiento de haber sido establecido, sigo temblando con indefensa plenitud. Me levanto y sigo sus pasos con fluidez y gran esfuerzo...

 

Luego de escalar un poco más, llegamos a un punto muy alto... Abría mis brazos y empecé a reír... pero mi dolor permanecía, el fin llegó. Gaby estaba a mi lado también abriendo sus brazos, reía y lloraba también. Dábamos vueltas y creíamos volar. Dirigimos nuestra mirada al sol débil de Bratislava... –Ya van a llegar...- escucho de Gaby. Bajamos nuestros brazos, Mi ángel me miró y se quedó quieta como si no comprendiera que yo acudía a ella como una enorme lágrima. Su cabello ante la brisa se mostraba desordenado, de brillo resistente. Su cuello se elevaba como un cirio. Y su frente era limpia y suavizada ante el azul infinito del cielo. Entonces vi sus ojos y me sobrecogí... Me devuelve una sonrisa, me acerco y nos tomamos de las manos dando pasos hasta quedar frente al vacío... cierro mis ojos escuchando el chillido de algún halcón distante. Mi respiración se hace más firme y decidida. Me concentro en el calor de su mano, y sin abrir mis ojos de pronto aparece ante mi un nuevo cielo tan real como el de mis ojos abiertos. Era de su mismo azul, sus mismas dimensiones. –Lo ves Ron- -Si, Gaby... Lo veo-... En eso veo distintos seres con hermosas alas blancas. Eran chicas tan hermosas como Gaby, venían todas de una manera uniformada y en estricto orden marcial. Eran miles y miles formadas en filas. Sus uniformes eran de marineras... Todas se mostraban alegres y sonrientes. Su serenidad me transmitían una profunda paz. Ellas se iban acercando a Gaby y a mí... Ya cuando les iba a tender mis manos, de pronto se detienen... Algo pasaba y que no había terminado de percibir...

 

Un gran temblor me hace perder el equilibrio lanzándome al vacío que se encontraba delante de mí, pero el brazo de Gaby me sujeta quedando suspendido. El ángel que se encontraba más cerca de mí, me toma por mi cintura y me coloca de nuevo al lado de Gaby... -¿Qué ocurre?- le pregunto a Gaby. Ella me contesta: -No lo se...-. Los ángeles se alistan como para un combate tras las ordenes del ángel que me había tomado por la cintura. Gaby me abraza susurrando en mi oído –Tranquilo...- Una brisa amarillenta aparece de pronto opacando la visión e intoxicando el ambiente. Un fuerte olor a azufre invade el ambiente y el cielo antes azul se ha vuelto rojo... El frío desaparece por completo dando lugar a un calor sofocante. De pronto un resplandor nauseabundo destella a mi espalda. Gaby y yo volteamos bruscamente, de pronto me veo paralizado ante la presencia de Xiomara.

 

Xiomara se hace presente con tal naturalidad que parecía haber estado siempre. Estaba rodeada de humo. Verla me produce una sensación de vértigo ante una clara caída. Luego se hicieron visibles miles de ángeles detrás de ella. Eran también chicas de aparente hermosura. Vestían un traje de negro, como si fueran ejecutivas. Todas tenían lentes oscuros y una expresión amenazadora. Xiomara por el contrario mostraba una sonrisa falsa y apenas estaba vestida.

 

Gaby se pone frente a Xiomara, y algunos ángeles del cielo se colocan al lado de ella. Yo quedo detrás... La voz de Xiomara se deja sentir: -Vengo a buscar lo que me pertenece, reclamo el alma de Ron... Siempre ha sido mía-

Gaby responde: -Olvídalo perra infernal... sencillamente Ron nunca te ha pertenecido.-

-No seas tonta, bien sabes que siempre se a mostrado cobarde y débil ante mis seducciones... Mis pechos han sido su perdición. Ahora solo busco lo que tú has retrasado- Replica Xiomara.

 

-Nunca pondrás tus pezuñas sobre su alma... Si lo haces advierto que será tu fin-

Después de un largo suspiro Xiomara contesta: -Pelearemos entonces...-

 

Xiomara se acercaba mientras su apariencia se transformaba, dejando muy atrás su hermosura. De cerca podían vérsele como de sus omoplatos espectrales surgían dos impetuosas alas de vampiro. Y luego, en un relámpago helado, los metálicos cuernos.

 

Resonaba contra algunos ángeles del cielo, que se le habían acercado, su aletazo de zinc. Se reía al verme. Vi su quebrada dentadura de ónice. Fijando su mirada en mi debilidad se acerca a mí tendiéndose por los suelos. Muchos ángeles del cielo vinieron en mi ayuda, pero pronto fueron interceptados por los ángeles del infierno, formándose una verdadera lucha. Corrían por el piso los cabellos de brumas infernales de Xiomara. Los cuernos eran de color de marrano y sus uñas eran de un alambre diabólico. Crujía toda. Especialmente cuando se movía, desparramando un polvo maloliente. Intenté huir, pero quedé helado ante su mirada de ojos colgantes y plomizos. De pronto me asió por la cintura. Pero un golpe atinado por Gaby hizo que me soltara. Enseguida empezaron ellas a enfrentarse. Gaby peleaba con gran agilidad mientras Xiomara usaba sus uñas colgadas de sus dedos fibrosos como diez sucios jades. Por todos lados se veían ángeles enfrentados. Los ángeles del infierno dejaban en el ambiente una risilla ajena de todo cierto goce... Me refugio en una abertura rocosa de la montaña... Busco con mi mirada a Gaby. Enfrentaba a Xiomara quien se veía cada vez más repulsiva. Tenía las orejas cual orugas enormes, murmuraba frases incoherentes. Xiomara se veía sin embargo debilitada y a medida que perdía sus fuerzas sus ángeles también cedían ante las embestidas de los ángeles del cielo. Intenta huir entre las empinadas fosas rocosas y en uno de sus rápidos movimientos se acerca a mí. Sus senos eran surcados por venas y manaban un jugo agrio y venenoso. Su forma extravagante relucía demoníacamente ante el cielo rojo rubí... Eran ya muchos los ángeles que yacían heridos por el suelo...

 

Lo más temido sucedió, sus ojos fueron a dar con los míos. Xiomara al verme carcajeó. De su boca salía una oscura saliva vinosa. Sus dedos se agitaban cual cerrados y satánicos rábanos. Buscaba acercarse a mí, arrastrándose como víbora. Su espalda era color escarlata. Su cercanía exhalaba un calor de fogata. Me quemaba dentro de una fiebre demoníaca. Sentía sus cabellos rozándome en el pecho como chorros de lava. Quise huir... Pero el ardor me inmovilizaba. En fracciones de segundo ataca mi hombro donde bebe mi sangre. Sentía como me desangraba entre sus dientes, cuando de pronto una espada atraviesa su vientre. Ella empezó a retorcerse manando de su cuerpo un líquido verdoso y putrefacto. Gaby soltando la espada, viene a mi encuentro y besa mi hombro herido, parando la hemorragia. Aún desangrado, reviví y levanté mi cuerpo golpeado. En mi pecho tenía un coágulo que me ardía como brasa. Pero la mano de Gaby fue suficiente para sentir alivio.

 

Parado al lado de Gaby veo el cuerpo contorsionado de Xiomara, junto a toda la desolación del lugar. Los ángeles del infierno habían desaparecido... Solo quedaban los ángeles del cielo, con sus trajes de marinera, que se iban acercando haciendo un círculo alrededor del cuerpo de Xiomara, de Gaby y de mí.

Xiomara a medida que se desangraba agónicamente iba recuperando su fémina belleza, y su sangre pasaba de un verde mucoso a un rojo sangre... Tanto Gaby, apenas arañada en una de sus mejillas, como yo, teníamos nuestros ojos fijos en el vientre convulso y atravesado del mal. En eso Gaby sin quitar sus ojos azules en el cuerpo de Xiomara, se acerca con determinación, flexiona y saca la espada ensangrentada. Tomándola la alza con sus dos brazos quedando toda su hoja metálica roja, tras el escurrir de la sangre. En total silencio, todos los demás ángeles del cielo desenvainan de sus trajes de marineras plateadas espadas, y acercándose de dos en dos, cada delicada mano angélica atravesaba con su espada el cuerpo casi inerte de Xiomara... Tal imagen ante mis ojos y agitada respiración, hacían surgir de mí gran tristeza, cediendo a las lágrimas, de esas que purifican pero no dañan.

 

La brisa antes ausente mueve suavemente nuestros cabellos. El cuerpo de Xiomara inmóvil va desapareciendo hasta que de pronto no queda nada de ella. –¿Está muerta?- pregunté. Un ángel que envainaba su espada dirigiéndome sus ojos dice: -No, la hemos debilitado y vencido. Pero no nos toca a nosotras exterminarla, es algo que solo compete a Dios.- Asiento con mi cabeza.

 

El cielo vuelve a llenarse de una profusa claridad. Mis huesos perciben de nuevo el frío propio del noreste y me sorprende ver como un grupo de pequeños pájaros atraviesan un cielo lila. Busco los ojos de Gaby, al verla sonrío. La recibo entre mis brazos reposando mi rostro en su cuello. Sus manos acarician mi cabello y sutilmente levanta mi rostro y me besa... Los demás ángeles del cielo empiezan a murmurar sin precisar yo lo que dicen... Una a una fueron levantando vuelo hasta perderse en el horizonte lila de la misma manera que los vi venir.

 

Pronto estuvimos solos Gaby y yo, en aquel picacho tan parecido a los Cárpatos, pero que sin duda pertenecían a algún lugar de la eternidad. La brisa se hacía más insistente, y sentimientos de un amor candoroso pero violento surgían de mi, mientras besaba a mi amada...

 

Un sol rojizo a mi espalda calentaba nuestros cuerpos abrazados. Cada una de mis heridas se fueron sanando, y una gran vitalidad iba resucitando en mí a medida que nos amábamos. No necesitábamos palabras, todo ya está dicho. Alrededor de nosotros se veían las formaciones de grandes cordilleras. Valles rojizos y lila en los abismales precipicios. La brisa se tornaba generosa. Solo el vuelo de pájaros y el sonido de algún halcón lejano, nos hacían volver de vez en cuando a la realidad eterna. A medida que iba creciendo nuestra efusividad iba creciendo un descontrol. De pronto surgió de la nada una reja negra, sin bases ni pilares, suspendida en el aire sin nada que la sostuviera. La reja negra separaba nuestros cuerpos y se extendía a muchos metros horizontalmente.

 

Confundido le digo a Gaby: -¡Qué es esto!- -Recuerda Ron que estamos ya en la eternidad, y las cosas aquí no son igual a las de la tierra... Ni siquiera has entrado formalmente a este nuevo estado de vida. Es normal por lo tanto que esta reja absurda sea un aviso de que no es correcto  sobrepasarnos más...-

 

Todavía un poco aturdido, sin mediar palabras me acerco lo más que puedo a los barrotes de la reja y por medio del espacio que se deja entre cada barrote paso mis manos tomando sus brazos. Acercándola a mí nos besamos. Mientras mi pierna izquierda pasa entre los barrotes y una de mis manos sujeta su espalda, ella extiende sus brazos sujetándose con sus manos en la reja. Irreflexivo, con mi otra mano sostengo su pierna izquierda y nos amamos, entre la negra reja...

 

No se cuanto tiempo permanecimos así, en la eternidad hablar de horas o segundos es un problema. Lo que si puedo afirmar que el sol no ha dejado de ser profuso. La brisa ha pegado en nuestros cuerpos el polvo recogido de las montañas, y el cielo nos ha brindado el mejor de los escenarios... Separándonos un poco de la reja negra, Gaby y yo nos observamos complacidamente. Surge en mi un pequeño sentimiento pudoroso y sonriéndole a sus ojos azules me coloco mi short... Apenas vestidos, empiezo a inspeccionar un poco a mi alrededor. Gaby, revisa la reja para encontrar algún cerrojo... -¡Ron por aquí ahí un cerrojo... Pero falta una llave!- Corro hasta donde está Gaby forcejeando la reja, y en efecto se encontraba allí un cerrojo, pero de igual forma cerrado. Pensé en saltar la reja, pero era muy alta.

–Gaby, esto te pasa por no tener alas igual que los demás ángeles. Si las tuvieras ya fueras venido a mí-

-Que iluso Ron, crees que no tengo alas por gusto, no las tengo porque me las fueron quitadas al no regresar a tiempo al cielo por quedarme contigo en la tierra... Ahora más bien reza para que no me quiten la cabeza, por lo que acabamos de hacer...-

Al oír las palabras que Gaby me dijo, sentí como quien se ha expresado estúpidamente. –Ah, vaya. Lo siento... Disculpa, no lo sabía...-

-No importa Ron... no tengo mis alas pero te tengo a ti... Bueno, eso espero... Tenemos que buscar la manera de atravesar esta reja y alcanzar a los demás ángeles, que deben estar por partir a la Gran Ciudad.-

-¿La Gran Ciudad? ¿Dónde queda eso? ¿Cómo iremos para allá si no puedes volar?-

-La Gran Ciudad es donde vivimos todos los ángeles, los santos, y demás criaturas, en el Amor perfecto de Dios... Para llegar a la ciudad es necesario atravesar un inmenso lago, conocido como el “Lago Salado”. El como irnos ya lo tengo resuelto, he mandado un recado con una de mis hermanas ángeles para que nos pase buscando un amigo.-

-¿Un amigo?-

-Sí, ya lo conocerás...

 

Pensativo hago un ademán como vencido ante la situación. Dando un fuerte suspiro me siento apoyando mi espalda en la reja. Gaby permanece de pies adoptando una mirada y sonrisa llena de ironía. Al dirigir mi mirada a las formaciones rocosas, el silencio inmaculado se ve violado de pronto por los apacibles gritos de “Smells like teen spirit”. Inmediatamente me levanto buscando de donde viene tal canción, cada vez más nítida a mis oídos.

 

-Gaby, ¿Escuchas la canción...?-

-Sí Ron, es señal de que mi amigo ya ha llegado a buscarnos.-

 

Detrás de las montañas donde se oculta el sol aparecen de pronto dos inmensos animales volando a nuestra dirección. A medida que se iban acercando pude distinguir que eran dos dragones. Uno era de color rojo y otro verde. El dragón rojo traía a alguien sobre su cuello. El viento agitaba su cabello largo y desarreglado, cargaba tenis negros, una franela gris, jeans roto y un cigarrillo encendido en sus manos. El dragón verde, de aspecto severo, venía sin nadie sobre él... Pronto las dos bestias ya estaban bastante cerca. Primero aterriza el dragón rojo recortando sus alas y eructando algunas llamaradas; luego aterriza el dragón verde dando un fuerte graznido eructando fuego al cielo. Los dos dragones aterrizaron del lado de la reja donde estaba Gaby, levantando una nube de polvo. El dragón rojo flexionó sus dos patas delantera, dejando reposar su cuello escamoso sobre el suelo, facilitando así el descenso de su ocupante. Gaby sale presurosa a su encuentro dándole un beso en la mejilla.

 

-Hola Kurt, que alegría que hayas podido venir... te presento a Ron, de quien tanto te he hablado-

Dirigiendo mis ojos perplejos a Kurt lo saludo: -Un gusto conocerte Kurt- él acercándose a mí, pasa su cigarrillo a la mano izquierda extendiéndome la derecha. Estiro la mía y lo saludo a través de los barrotes. –Créeme que el gusto es mío...- me dice mientras expulsa el humo retenido en su boca. Kurt dirigiéndose a Gaby, busca en sus bolsillos una llave y se la lanza por el aire. –Aquí tienes la llave de la reja, tendrás que agradecerme que haya mantenido el silencio con lo que aquí a pasado, si la administración del cielo se enterara, te mandarían al mismo infierno- Gaby atajando la llave en el aire, responde con una sonrisa pícara. –Sabes bien que aquí no ha pasado nada-  Gaby toma el cerrojo y lo abre con la llave lanzándola luego tras de sí al vacío. Al ver la reja abierta paso hacia al lado donde Gaby me está esperando. Tomándola de la mano nos acercamos a donde esta Kurt que nos dice: –Que bien se ven juntos... broma. Que les parece si ya nos marchamos, miren que tengo que tomar una de las primeras embarcaciones para tomar mi puesto en la entrada de la Gran Ciudad.- -¿Dónde nos iremos?- pregunto yo. Kurt, botando la colilla del cigarro al vacío me señala el dragón verde, quien había flexionado ya sus dos patas delanteras y bajado el cuello. Abro más mis ojos al ver que tenía que montar tal bestia. Gaby tomando la iniciativa se acerca al animal haciéndome seguirla sujetando mis manos. –Vamos Ron, sin miedo... Estos animalitos son completamente inofensivos- El dragón verde de pronto levanta un poco su cuello escupiendo desde su boca un poco de fuego. –Si, ya veo cuan pacífico es- exclamo yo, causando luego una serie de risas.

 

Tomando a Gaby por sus caderas la ayudo a subir por la piel escamosa del dragón. Sujeta al cuello del animal, me toma de la mano y subo colocándome atrás de ella. Me afierro a las caderas de Gaby, cuando un fuerte movimiento empuja hacia delante. Los dragones expanden sus reptiles alas, ocultando la escasa luz del sol, y empiezan a aletear fuertemente levantando una nube de polvo a nuestro alrededor. Impulsándose con sus patas traseras, el dragón rojo, con Kurt, levanta vuelo. Inmediatamente le seguimos nosotros... A medida que ganábamos altura me asía  más enérgicamente de las caderas de Gaby y evitaba ver hacia abajo... La velocidad hacía que el viento se tornara violento dificultándome la visibilidad. Giraba mi cabeza a un lado para evitar que el aire me pegara de frente y el cabello convulso de Gaby no golpeara mi rostro. El cielo de un color lila cada vez más tenue se extendía por todas las direcciones en proporciones infinitas. El frío se hace cada vez más intenso, en especial cuando atravesamos los bancos de nubes. Por un momento nos daba la impresión de estar por encima del agónico sol. El dragón volaba por encima de los nubarrones y estos se tragaban la luz solar. Los dragones de vez en cuando destrozaban alguna nube con sus alas y parecían flotar como dos barcos vikingos sobre un mar de blanca neblina. Con dificultad se veían algunos picos helados rodeados de bruma nívea... El frío profuso me obligaba a buscar el calor de Gaby, posando mi frente sobre su espalda. E intentaba no fiarme de la resbalosa escama del animal.

 

El dragón rojo pronto nos tomó ventaja, hasta convertirse en una mancha con vampiresas alas. El horizonte pronto se volvió oscuro donde ya algunas estrellas empezaban a asomarse. ¿Cuánto más tardaremos? Pensaba. No había terminado se salir de mis pensamientos cuando delante de nosotros emergen un grupo de rascacielos. Millones de focos y neones dibujan una ciudad. Presentaba la forma de una herradura, una urbe que bordea la orilla del “Lago Salado”... Pueden notarse la luces emitidas por miles de veleros encallados en lo que parece un moderno atracadero. La oscuridad era cada vez más expansiva en el cielo, y las estrellas se multiplicaban. Pero la luz artificial desprendida desde el firmamento solo indicaba gran acción.

 

Cuando llegamos a estar sobre la espectacular urbe, los dos dragones empezaron a descender en forma de espiral. Mientras nos acercábamos al emporio citadino podíamos observar con admiración los altos rascacielos, con sus fachadas negras y de cristal. Habían interminables avenidas conexas entre sí. Los bulevares estaban llenos de transeúntes, y un bullicio endeble llegaba a mí. De un momento a otro empezamos a descender rápidamente hacia las avenidas. Abrazo la espalda de Gaby, quien me pide compostura con el arqueo de sus cejas. Los dos dragones estaban uno al lado del otro con sus alas abiertas, planeando verticalmente hacia el suelo... Cuando todo indicaba una coalición, los dragones frenan la velocidad y adoptando una postura más horizontal recortan sus alas para aterrizar suavemente  sobre una plaza apenas llena. Aparto mis brazos del cuerpo de Gaby, y bajamos del dragón que yacía flexionado y botaba humo por sus fosas nasales. Lo mismo hizo Kurt. Acercándonos los tres, un fuerte aleteo a mi espalda me hace voltear y ver como los dos dragones vuelven a tomar vuelo para posarse en los rascacielos.

-¿Que tal te pareció el viaje?-

-Sin comentarios Kurt... Y donde estamos ahora.

-Estamos en el “Lago Salado”, el puerto más importante de la eternidad... Aquí vienen todas las almas luego de morir. Cada alma llega acompañada con su ángel de la guarda para tomar el velero asignado que le llevará al cielo, es decir a la “Gran Ciudad”- Me responde Kurt, mientras enciende un cigarrillo. Gaby, asiente con su cabeza.

-Te va a encantar este puerto Ron, hay muchas cosas en él para divertirse... Tenemos todavía algo de tiempo antes de tomar nuestro velero asignado. Lo suficiente como para ir a tomar algo.- Me dice Gaby...

En eso Kurt interviene. –Me parece bien por ustedes, pero temo que hasta aquí los acompaño yo, por que mi velero sí está ya pronto a zarpar... Nos veremos de nuevo en las puertas del cielo-

 

Gaby toma sus mano. -Gracias por todo lo que has hecho por Ron y por mí-

-No hay nada que agradecer Gaby, solo te pido que no te metas en más problemas-

 

-Gracias por todo Kurt, un gusto conocerte- y le extiendo mi mano.

Kurt la estrecha y  se sonríe. -Igual hermano mortal, recuerda que es mejor... -

 

Sin intercambiar mas palabras, Kurt le da una bocanada a su cigarrillo y se pierde en la oscuridad de la noche. La plaza era de forma octagonal y cada lado daba con ocho esquinas donde a su vez convergían ocho avenidas en dirección a la plazoleta. En el centro de la plaza había una pequeña fuente, un hilo que agua que salía del piso adoptando una curvatura en caída libre, de una altura mediana. Estaba relativamente alumbrada por algunas farolas, no había nadie alrededor. Tomo las manos de Gaby, estrechándola fuertemente: -Estoy tan contenta Ron de poder de nuevo estar a tu lado. Eres sin duda una persona muy especial para mí... Esta plaza se conoce como “Sofía” y está en todo el centro de esta urbe portuaria. Como decía Kurt, en este puerto llegan todas las personas a penas mueren. Llegan en compañía de su ángel asignado y juntos deben tomar un velero que los llevaría a las mismas puertas del cielo, comúnmente conocido por nosotros como “la Gran Ciudad”.-

-Es decir amada Gaby que yo estoy ya muerto y que tú eres mi ángel asignado- -Exactamente Ron... Y no solo te he guiado hasta este momento, sino que he luchado por ti, arrebatándote de las manos pérfidas del mal... Pero ya no hay nada que temer, estamos en puerto seguro. Nuestro velero pronto nos llevará a las puertas del cielo, donde viviremos en la eterna felicidad. Kurt nos recibirá, te asentará en el libro de la vida eterna, y tu cuerpo adoptará un cuerpo glorioso, y yo asumiré de nuevo mis ocupaciones de espíritu puro y con un poco de suerte incluso con mis alas.-

 

-¿En cuanto tiempo zarparemos al cielo?- - En breve Ron, vayamos caminando para que conozcas un poco “El lago Salado”.- Tomados de mano proseguimos nuestro camino, con un aire mezclado entre la alegría y la nostalgia. Nostalgia de tiempos y momentos que sin decírnoslos sabíamos que no volverán. Atravesamos la plazoleta llegándome a mojar un poco con la fuente. A medida que nos acercábamos a una de las avenidas empezábamos a percibir el bullicio de la ciudad. Pronto un olor fuerte a cigarrillos delató la presencia de algunos mortales sentados en una acera conversando animadamente, cada uno dibujando extrañas formas en la oscuridad de la noche, con las cerillas encendidas de sus cigarros. Cuando entrábamos en la avenida veía atónito como a todo lo largo se extendían tascas, juegos de azar, hoteles, restaurantes y cafés. Todo un mundo pubs. Ángeles y mortales se unían en mesas, barras, aceras, en alentadoras conversaciones y bromas. La infraestructura era sumamente lujosa, algunas recordaban el estilo antiguo de los templos griegos. Otros edificios de estilos menos clásicos se atribuían una arquitectura moderna destacando la armonía entre el concreto, el cristal y el acero. Se respiraba juventud, salud, alegría, en cada esquina que íbamos dejando atrás; mientras diferenciábamos las estrellas de las luces de los rascacielos, que emergían como centinelas a nuestros pasos... Tras la risas de Gaby, me miro y soy conciente de que muchos ángeles y mortales detenían su mirada a mi paso. Y caigo en cuenta que mi escasez de ropa es evidente. –No vas a pensar llegar al cielo así...- -- ¿Que quieres que haga?, ¿No se te ocurre algo mejor que reírte?- -Vamos, sin bromas... Ves ese edificio, allí nos darán el boleto para tomar nuestro Velero, y te darán algo de ropa... No eres el único mortal que la muerte toma por sorpresa así- El edificio estaba a frente de nosotros, no se diferenciaba de los demás, tenía puertas corredizas que se abrían automáticamente al acercarnos. Ya adentro había una pequeña oficina en el fondo, donde estaba sentada un ángel, de dulce presencia. Nos sentamos en unos muebles verdes mientras esperábamos el turno para pasar. El bullicio externo no se percibía, por el contrario se preservaba un silencio. Los que estaban esperando delante de nosotros mostraban un educado comportamiento, y siempre pasaban en pareja: un ángel y un mortal. Sentí un alivio al ver que después que tomaban sus boletos, recibían también ropas nuevas, aunque ninguno andaba falto de ella. Pronto, pasamos nosotros. Gaby saludó al ángel que nos atendía, luego lo hice yo. Me preguntó el nombre, revisó en su computador. Y sin mediar mas que una sonrisa, sella y me entrega un boleto. Luego prolongando más su sonrisa me mira de abajo arriba y me entrega nuevas ropas. Inclinándose un poco hacia abajo del escritorio, toma además una caja de zapatos que coloca sobre sus notas. Luego de darle las gracias, Gaby me lleva a la entrada de un baño. Ya adentro me aseo y visto. Tenía unos jeans negros, una franela azul, y tenis deportivos.

 

-Te ves muuucho mejor- me dice Gaby al momento que termina de meterme la franela por dentro del pantalón. –Sí, la verdad que ya me faltaba un baño y algo limpio sobre mí... Ya tenemos el boleto, ahora que nos falta por hacer.- -Solo embarcarnos... Vamos...- Con nuevos ánimos y más reconfortado al no tener que andar solo con un short, salimos del edificio recibiendo de nuevo el gran alboroto de las calles. La avenida se ve más concurrida que antes de haber entrado a retirar el boleto. Ya podía verse frente de nosotros el malecón. Estaba completamente amurallado sin dejar por ello de mostrar un hermoso paisaje. La brisa era más fuerte, y el inmenso lago traía mis remotos recuerdos del mar. El lago se perdía en su infinitud. Estaba lleno de veleros, Eran todos iguales, pequeños pero hermosos. Tenían un blanco espléndido que resaltaba ante la oscuridad de la noche, sus velas de color blanco perla hondeaban ante la brisa generosa. Muchos de ellos estaban llenos de ángeles con uniforme de marineras. Todos llenos de luces hacían parecer que el cielo se extendía al frente de nosotros. Al frente del muelle continuaban los restaurantes y cafés, llenos de ángeles y mortales que esperaban su turno para embarcar. Gaby y yo nos acercamos a un café sentándonos en una de las mesas. El ambiente no se mostraba tan agitado como el de otros locales, pedimos dos ginebras. Podíamos ver desde allí el malecón, tomo la mano de Gaby, atrayendo su atención a mis ojos. La música a alto volumen del CD “Bleed Like Me”  de Garbage cesa a mis oídos, y me hago conciente de todo lo que he vivido antes y después de mi muerte. Y tanto antes como ahora ella está mirándome a mis ojos, amándome como solo un ángel puede amar. El calor de sus manos viaja por mis venas a la velocidad de mis pensamientos. En eso nos traen las dos ginebras y brindando con un espíritu conmemorativo fuera de lugar, dirigimos la bebida a nuestras bocas, intentando no estar lo suficientemente sobrio como para pensar. –Ron, como te sientes a estar a punto de entrar al cielo- -No siento nada nuevo que ya antes no haya experimentado junto a ti... ¿Nuestra relación seguirá tan cambiante’- -Nuestra relación es la misma, solo se transforma, es decir, no cambia- - ¿Podré amarte como hasta ahora lo he hecho, al entrar al la Gran Ciudad?- -El amor seguirá allí, una vez que nace es para siempre... Cuando estés en el cielo te darás cuenta de que hay un inmenso mar que espera ser descubierto, entonces te darás cuenta que lo que me pides ahora no es lo mejor definitivo. Nos amaremos, claro, pero más razonablemente, jaja..- -Temo que hasta ahora ni tú, amor mío, eres razonable, ni yo lo soy. ¿Es cualidad del amor quebrar lo normal, lo cotidiano y lo razonable? ¿Es condición del amor, querida mía, olvidarme de nuestros nombres? ¿Es condición del amor, amada mía, no mirar delante ni detrás?- -Me haces preguntas que sabes bien que solo la soledad y el silencio pueden responder... Solo ten presente que estamos llamados a algo mayor. Pero... que aún así, he perdido mis alas... yo... te preguntaría... ¿Es condición de amor, cariño mío, confesarme asesina, siendo víctima? Ni tú ,amor mío, eres razonable, ni yo lo soy... pero en el cielo lo seremos-  Dejando mi ginebra sobre la mesa, la abrazo y digo... –Borra cuando esté enfadado o abrumado, de mis palabras la mitad, domestica mis sentimientos, corta mis uñas y recoge todos los espinos y  los lodos que se sujeten a mí. Y créeme siempre que venga, amor mío, con las flores, lunas y estaciones.- -jajaja... Definitivamente ni tú eres razonable, ni yo lo soy...- - Tienes razón en que no lo somos, y a pesar de todo sigue el amor y el dolor, a pesar de todo siguen la risa, el grito, el amanecer y atardecer. ¿Qué perderemos, cariño mío, si me das la mano y las mías viajan sobre el oro labrado? ¿Qué perderemos, reina mía, si nos lanzamos, como dos pájaros, a los campos? ¿Qué perderemos, princesa mía, si estampo un beso en el tímido rojo? ¿Qué perderemos si nos elevamos como los místicos al arrobamiento? ¿Qué perderemos?- Ella bajando su rostro, y voz tarda responde -Solo te puedo decir que nada de lo que ya antes hemos perdido-

 

Levantándonos, nos besamos profusa, violenta e indiscretamente... Las miradas de ángeles y mortales quedan ancladas en nosotros. La música vuelve ser ruidosa a mis oídos. Meto mi mano en el bolsillo, sin separarme de los labios de mi amada. Saco el boleto de mi velero, lo rompo en dos y lo dejo caer en el vaso, todavía con rastros de ginebra... Abrazados, salimos a la avenida, caminando a lo largo del malecón como dos niños felices... Mientras el boleto se deshacía en el licor.

 

Perdimos nuestro velero... Han pasado un tiempo largo pero impreciso, como todo en la eternidad; siempre con la posibilidad de comprar otro boleto. Gaby, perdió sus alas definitivamente, yo no he conocido el mar que espera ser descubierto por mí... Cada amanecer son muchos lo veleros que parten a la Gran Ciudad, donde son recibidos por mi amigo Kurt. Pero aunque Gaby no tiene alas, ni yo el mar de la plenitud, vivo feliz junto a ella, en la opción menos favorable. Algún día se que terminaremos comprando un nuevo boleto para tomar un velero, pero todavía no. Gaby a tomado el puesto de quien precisamente expide los boletos y entrega ropas nuevas a los nuevos mortales. Yo me he encargado de escribir y dejar asentado todo lo referente a la tierra donde alguna vez viví. Además de escribir mi vida y muerte para instruir a los ángeles, e incluso para dejar mis escritos en alguna banca de parque o plaza para que lo encuentre algún vivo mortal, también me he convertido en poeta. De esta manera puedo revivir momentos y personas. En eso siempre ha consistido mi misión, desde que estaba en la tierra. A ejemplo de Troya, que fue totalmente arrasada pero que ha pesar de ello, son muy pocas las ciudades que son más conocidas y célebres que ella. Y ello gracias al poema de Homero. El trabajo de los poetas es más importante que el de todas las demás corporaciones. Los arquitectos, los ingenieros, los albañiles, los pintores y los demás grupos de oficios que construyeron la ciudad de Troya vieron como era destruido su trabajo. Se trataba de un trabajo efímero. Era un trabajo que se llevaba seis días por semana. Un trabajo útil pero sin futuro. El trabajo de los poetas persiste después que las ciudades y los imperios se han convertido en polvo y cenizas. Del imperio griego de Alejandro Magno sólo han llegado hasta nosotros las ruinas. Lo único duradero que ha sobrevivido al imperio de los griegos son las obras de Aristóteles, Platón, Eurípides. Los que trabajaban en el ámbito del espíritu... De esta manera también he escrito yo, frente al horizonte lila que se expande frente al malecón, inundado de veleros que esperan un día por Gaby y por mí... El “Lago Salado” se ha convertido en el hogar para mi ángel y para mí.

 

...

 

A dos días después que las llamas consumieran por completo el viejo sanatorio de Bratislava, las autoridades Eslovacas encontraron el cuerpo muerto de Ron, despeñado en una fosa montañosa de los Cárpatos. Los estudios forenses indicaron la presencia de heridas abiertas en su cuerpo, como gangrena en casi todo sus miembros, a efecto de las bajas temperaturas, a la que fue sometido. Todo indica que su muerte fue de orden suicida al saltar voluntariamente por una fosa rocosa. El informe final emitido por las autoridades competentes de Eslovaquia, indican que Ron tras haber tenido un ataque de esquizofrenia  durante la madrugada del jueves 13, incendió el piso superior del sanatorio, aprovechando la confusión para escapar, saltando por una de las ventanas del baño, que daban al jardín externo. Tanto vigilantes, internos y enfermeros fueron tras él, pero debido a la fuerte tormenta detuvieron la búsqueda, hasta que dos días después fue encontrado en los montes Cárpatos, sin vida.

 

Los trámites legales ante el gobierno eslovaco y gastos económicos  fueron llevados por mí y mi esposa Marielena. Se realizó un sepelio simbólico ante la presencia de sus amigos de siempre y la de  sus padres (ya mayores); estos últimos bajo mi resguardo y responsabilidad.

 

Acoto que ante la historia de Ron se desprenden gran variedad de comentarios y relatos que no son conformes a la verdad... Las ideas que Ron promulgó  durante los tres últimos años de su vida, fueron recientemente recogidos y publicados teniendo gran éxito literal. Más sus ideas actualmente son fuertemente discutidas y contrariadas por el Teólogo Cristian Guerrero, ante su contundente éxito en Latinoamérica.

 

Con estas palabras concluyo el relato de la vida de mi mejor amigo... Este trabajo cumple con la promesa de orden divino, que me hizo comprometer mi ángel de la guarda, quién hace tres meses me entregó 122 páginas escritas, en que se contienen todo lo que usted ya ha leído.

 

Firmo a tres meses y quince días desde que mi ángel de la guarda, con orden expresa,  me hizo entrega de este material, mientras bebía un trago en el Sweet Cherry, bar del tamaño de un vagón de tren, ubicado en una esquina del barrio Sunset Park en Brooklyn, Nueva York.

 

Emerson

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario