sábado, 30 de marzo de 2024

Novela: Miércoles. Capítulo II

 Lunes 6:00 pm

Acostado respiro un aire narcotizado que invade todo mi apartamento. Describir el momento sería pecar de gula, al ser consciente una extraña satisfacción. Solo puedo tranquilizar mi  ansiedad anulando mis pensamientos quedando atrapado en un no-razonar en un no-decidir... Solo vivo y siento, nada más necesito...


Mirando al techo y perdiendo mi mirada en el vacío, me doy ánimos al pensar que el primer día de clases en la universidad no fue tan trágico a pesar de todo. Es reconfortante encontrarse de nuevo con viejas amistades y darse cuenta que están en mayores problemas que los tuyos. De alguna forma escuchas una voz dentro de ti que te indica que todavía puedes mejorar. No podemos negar que un segundo de vida es suficiente para dar a tu vida un giro de 360°, el problema está en que no sabes cuando llegará ese segundo, o si la muerte llega primero que él.


Hoy pudiera decir que sería un día universitario perfecto, pero lamentablemente no es así... Sólo de recordar el motivo me da escalofríos, pues no oculto que la amenaza de Carlos me asustó mucho. Pues, estaba bastante enojado, tanto que creí que me mataría sino fuera por la rápida intervención de Emerson y Ricardo... Sus palabras fueron directas y claras: “Si no quieres que te patee el trasero, o algo aún peor, deja de salir con Xiomara...” Sus ojos rojos y puños grasientos daban la impresión de estar escuchando algún demonio obeso.


Soy consciente de que lo mejor es olvidarme de esa desquiciada mujer, pero hay algo que me une a ella que no es ni siquiera natural, ni siquiera normal... Quizás sea una obsesión. La evado pero como un maldito fantasma aparece en todas partes. Es definitivamente una droga que sabes cuanto mal puede hacerte pero aún así no puedes dejar de consumir... Estoy adicto a ella. Su forma de ser me ha enfermado.


Cuando estoy con ella siento que puedo dominar la situación, incluso que puedo dejarla si quiero. Pero aún así es simplemente un autoengaño, por que su cuerpo es ahora una jaula para mí.


Deseo terminar mis problemas con Carlos, pero creo que ahora es que empiezan, pues no sé como reaccionaría si llegara a verme en este momento, acostado al lado de su tan querida Xiomara. En mi cama, en mi apartamento, compartiendo mi misma sábana, compartiendo mis tardes, quitándome lo que me queda de vida.


Martes 6:00 pm

-Vaya, amigo, casi te matan... No se de que forma decirte que esa mujer es tu perdición


-Eso mismo digo yo Emerson, pero créeme que ella tiene lo suyo...


- Estás loco, no creo que eso justifique: tres costillas rota, una fractura de pierna, un ojo morado y la moral por el piso.


- Se que tienes razón, pero no me atormentes más recordándome lo idiota que soy. Es una situación que escapa de mis manos, cuando la veo a ella es como si me hipnotizara... Pero estoy dispuesto a romper con ella.


- Te aconsejo que lo hagas y pronto, antes que te pase algo peor...


- Te aseguro que no volverá a pasar, siempre y cuando Carlos no se valga de un bate y su pandilla para destrozar mis huesos. Si ese perro fuera hombre y hubiéramos peleado cara a cara, nada de esto habría pasado...


-Deseo tu bien amigo. Con tantas mujeres no es necesario perder tu tranquilidad así... Tengo que irme... ¡ ah!, mejórate hace falta tu carro para salir.


-OK, lo tendré en cuenta.


Lunes 10: 00 pm

Agotado, destrozado, pero extrañamente feliz... Hoy ya hace seis días de reposo y la verdad que ya estoy cansado de estas paredes y todo lo que me rodea, incluyendo el televisor... Pero aún así, temo que la rutina se ha acabado... por la extraña visita que acabo de recibir escasos quince minutos. La visita de la misma muerte, del abismo infernal que lleva figura de mujer y es ocasión de mis ratos agradables y de tres costillas rotas. Debió ser algo providencial haber insistido a mi madre que no viniera a atenderme, pues, la muerte lo hizo por ella.


Su visita deja en mi una sorpresa, quedándome atónito con sus palabras llenas de falacia acompañadas de  lágrimas y disculpas por lo ocurrido, y recitando las mismas justificaciones de siempre. Debería echarla, pero en mi estado de aburrimiento y enfermedad le concedo el derecho de la “última oportunidad”. Dejando que la fútil duda de su maldad entre en mi y vea un voto de verdad en ella. Se que quizás es inútil pero en fin, mis costillas rotas ya están...


Ella tan caritativa se ha ofrecido para acompañarme esta noche en mi lecho de enfermedad. Me ha dejado sólo en mi habitación, para dirigirse a la pequeña sala, y encendiendo el reproductor de sonido coloca un CD de Pink Floid a un volumen algo fuerte pero que no rebasa la tolerancia de los vecinos. La sala queda impregnada de un incienso de rosas, según ella medicinal, que nubla mi visión por su copioso blanco humo. Al momento entra ella y a pesar del humo noto que se ha cambiado de ropa, y se ha colocado una extraña bata lila que no se de donde demonios la habrá sacado. Su paso lento pero seguro y constante hace que se retuerzan mis costillas tanto rotas como sanas. A medida que se acerca a mi, las cosas se baten y tiemblan como si fuera una tenebrosa brisa. Mi pulso se acelera, mis pensamientos quedan cobijados por extraños instintos, mis sentidos paralizados solo escuchan la canción “Time” que se ajusta al momento y espacio. Ya cuando está tan cerca de mí que pudiera tocarla con solo respirar, veo luces multicolores. El olor de rosas se confunde con su olor, mis ojos fijos a ella, como en un éxtasis, no parpadean. Mi corazón se agita como un galgo en plena competencia. No puedo temer perderme porque simplemente ya lo estoy con ella.


Estando literalmente en el limbo las horas pasan sin yo reaccionar ni pensar.


Ya habiéndome extinguido, evaporado por su fuego. Duermo. Sueño sin recordar que. Abro mis ojos, solo veo mi cama ocupada apenas por mí, con sábanas desordenadas y almohadas por el piso. En un momento pensé que todo era un sueño si no fuera por el intenso olor a rosas que todavía se mantenía en el ambiente y por una extraña nota que apareció a mi lado que decía: “Prepara el café...”


Suspirando, me pregunto, cuanto más tendrán que sufrir mis costillas.


Martes 8:30 am

Me levanto aún sin creer lo que ha ocurrido en mi cama, sobre todo por todo el desorden que ha quedado sobre ella como testigo. Con un poco de dificultad, ya que mis costillas no estaban del todo preparadas para tanto movimiento, me dirijo a mi pequeñísima cocina a preparar el café.


Ya listo el café entra sorpresivamente Xiomara, que había tomado mis llaves.


-Buenos días Ron, ¿Cómo amaneciste? ¿Te gustó mi medicina de aromaterapia?


- Buenos días Xiomara, la verdad me gusto mucho, aunque me siguen doliendo las costillas. Una pregunta, no deberías estar en clase hoy.


- Estoy donde debo estar, contigo. Como tú dices, todavía te duelen las costillas y no es bueno que estés solo.


- Gracias por tu preocupación...


- Hoy te daré una segunda receta... Es una especie de rito, que he inventado yo misma... te encantará. Se debe tomar con café, por ello te mandé a que lo prepararas.


-Si, atendí a tu...  extraña “nota”. Espero tu nueva medicina no termine matándome.

El café ya está listo.


- Pero es muy poco... Recuerda que es para los dos...


Terminado el café y puesta la mesa con algunos bizcochos, que ella había comprado en la panadería de la esquina, nos disponemos a desayunar. Hablamos de lo bien que me recuperaba, y de cómo podíamos mejorar nuestra situación. Una solución clara a nuestros problemas nunca apareció, pero mentiría si negara lo bien que me hace sentir su presencia cerca.


Luego de llamar a algunos amigos para decirles que iba a salir con mis padres, de forma que durante el día no se aparecieran inoportunamente en mi apartamento, salimos a la terraza observando a un sin números de personas en medio de sus faenas. Ella vuelve a colocar algo de música, pero esta vez no era Pink Floid, sino “I am Mine” de Pearl Jam. Se acerca a mi y me ofrece una taza de café, pero extendiendo su otra mano, me exalto por un momento al ver que sujetaba algunas píldoras de colores. Eran estimulantes que tomamos con café mientras nos sentábamos en el balcón escuchando cada vez más aguda la música del CD “Riot Act”.


Adentrábamos a una nueva dimensión, como si estuviéramos dirigiéndonos a una cavidad rocosa para escapar de la fría humedad exterior. Nos encontrábamos en medio de un fuerte olor toxicante que se desprendía de las paredes cavernosas de mi apartamento, formadas por barbitúricos y estimulantes. Mis neuronas narcotizadas han entrado en un “delirium tremens”. Quedamos atrapados en un estado “high”.


Caemos al suelo, cierro mis ojos y empiezo a escuchar una música que empezó a absorberme físicamente. Podía olerla y tocarla con la misma precisión que la oía. Yo era parte de cada uno de los instrumentos. Podía captar cada nota con su carácter, forma y color propia. Haciendo un esfuerzo para levantarme intento recobrar una parte de mi razón.


Nos acercamos a la mesa, donde Ella y yo nos acostamos, abrazados y unidos en una sola existencia, en un solo pensamiento. Cierro mis ojos, apartando mi mirada de las tazas rotas que yacían en el suelo, e intento recobrar fuerzas, sobre ella. Pierdo mi conocimiento mientras pienso que si así fue el desayuno, que se podrá esperar para el almuerzo.


Miércoles 6: 00 pm

Siento como su ausencia pega sobre mis huesos. Desde que se fue anoche no he vuelto ser el mismo, es como si se fuera ido con ella algo esencial de mi vida. Ahora solo sobrevivo sin ella. Pienso que cada segundo sin estar a su lado es una eternidad en el vacío, en la inexistencia...


No he respondido ninguna llamada telefónica, ni he querido recibir a nadie, solo deseo estar solo, carcomiéndome por dentro como un niño a quien le han quitado su dulce preferido. Haga lo que haga nada puede llenar ni saciar mi ansiedad... Estoy desesperado.


He consumido hasta la última lata de ginebra, es lo único que calma mis nervios... Pero no deseo salir a comprar nuevas latas, ni ver a nadie,  por lo que he hecho un poco de café, que si bien no es comparable con la ginebra por lo menos me mantiene vivo el recuerdo de momentos frenéticos. Estos son los segundos en que lamento no fumar.


Tomo una taza de café, observando desde mi balcón una tarde inapetecible. No hay brisa, sólo malestar atmosférico. No hay motivación. Mis neuronas siguen dopadas. No grito, no pienso, no temo, no siento. Sólo tengo el sabor del café en mi boca...


El atardecer sufre paludismo, no vuelan los pájaros y son inmutables las hojas de los árboles. Aún así tengo todavía el extraño ánimo de sentir esperanzas. De creer que puedo salir de esto, pues sigo vivo.


El día se va desvaneciendo como yo ahora...


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