martes, 18 de enero de 2022

El descubrimiento de la Sinodalidad: Pueblo de Dios (Parte II)



La Iglesia Pueblo de Dios y el Concilio Vaticano II

La Iglesia como Pueblo de Dios es la manera que los padres conciliares visualizaron la naturaleza eclesial del Cuerpo Místico de Cristo. Este punto fue desarrollado en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium). Esta Constitución desarrolla y completa la doctrina que sobre la Iglesia comenzó a formular el Concilio Vaticano I, bruscamente  interrumpido en 1869.

En su numeral 12 los padres conciliares nos recuerdan que el Pueblo de Dios participa también del oficio profético de Cristo y se adhiere indefectiblemente a la fe, que se esfuerza por aplicar en la vida. El Pueblo bautizado, puede ofrecerse a sí mismo como víctima a Dios, renovando en todo el mundo su testimonio de Cristo. El sacerdocio común de los fieles (junto a los obispos, presbíteros y diáconos) participan del único sacerdocio de Cristo. El Espíritu Santo distribuye a cada fiel sus dones o carismas, como a Él le place y para bien de todos. 

¿Somos Pueblo de Dios?

El camino sinodal es el itinerario que todos los bautizados esperan ante las exigencias del tercer milenio. El pontificado del Papa Francisco está lleno de epifanías que se expresan de forma emergentes frente a un nuevo modelo eclesial en clave de "caminar juntos".

Los signos del Espíritu Sinodal se pueden palpar en algunos hechos sensibles, como la restructuración del CELAM, la creación de la CEAMA, la celebración del Sínodo de la Sinodalidad, la celebración de Sínodos diocesanos y Concilio Plenarios, la Asamblea Eclesial.

El verbo de la clave sinodal es el Verbo "escuchar". Escuchar en una acción que involucra a todos los bautizados, en relaciones horizontales, como lo proponía la línea teológica de Karl Rahner, fundadas en la dignidad sacramental, dada por el bautismo. Es así, como nos recuerda el teólogo Rafael Luciani, que nuestras relaciones horizontales se fundamentan en el sacerdocio común de todos los fieles.

Actualmente todos los bautizados tenemos en nuestras manos el futuro de la misión de la Iglesia, inmersos en el Espíritu Santo, que se presenta como Sinodalidad. Este "caminar juntos" es retomar el mandato evangélico, de permitir que Jesús camine en medio de nosotros, como ocurrió con los discípulos de Emaús, y darnos la oportunidad de sentir como arde nuestro corazón al fuego de la Palabra de Dios.

Vivir el mandato evangélico es visibilizar a la Iglesia como "Pueblo de Dios". 

El ser Pueblo de Dios se expresa en el distanciamiento de la visión piramidal donde las acciones de todos los bautizados son limitadas por las decisiones "incuestionadas" de los obispos. Muy acertadas las palabras del Papa Francisco "Es mejor una Iglesia accidentada en salida a una Iglesia enferma encerrada". La actitud del Pueblo de Dios es superar relaciones desiguales, de superioridad y subordinación propias del clericalismo, y apostar por la reciprocidad en el Amor.

La Sinodalidad ¿Qué es? Es el ser y actuar de la Iglesia Pueblo de Dios.

¿Qué es lo que hace único al Pueblo de Dios?

Lo que hace único al Pueblo de Dios es su fundador, Dios Padre. Lo hace único su cabeza que es Jesucristo. Lo hace único su fuente de energía que es el Espíritu Santo. La puerta de entrada al Pueblo de Dios es el bautismo. Su dignidad es la libertad de los hijos de Dios. Su ley es el amor. Si este pueblo permanece fiel a Dios y busca ante todo el reino de Dios, transforma el mundo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica 781-786).

Sinodalidad: Todo lo que debes saber

Sinodalidad es un término griego, conocido hace muchos siglos en la Iglesia pero que en la actualidad ha obtenido un "renovado uso". Su traducción literal es "Caminar juntos" (συν: Sin/ οδικότητα: Camino - Caminar). Jesús es οδο, es el Camino.

El término Sinodalidad expresa la identidad de la Iglesia como Pueblo de Dios en camino; en peregrinación hacia el reino de Dios. Subraya la dignidad común de todos los bautizados y afirma la corresponsabilidad en la misión evangelizadora.

La Comisión Teológica Internacional ha elaborado un documento que trata por primera vez de forma orgánica y programática las relaciones horizontales de la Comunidad de bautizados, en medio del espíritu evangelizador de una Iglesia en salida. El documento ofrece una aclaración de la Sinodalidad con respeto a la colegialidad y la comunión eclesial, en una lectura transversal y esencial con base en las Sagradas Escrituras.

La Sinodalidad es una actitud interior que nos implica a estar abierto al diálogo, al encuentro, a hallar a Dios donde sea que se manifieste y no solamente en ambientes predeterminados, bien definidos y cerrados (Cfr. EG 231-233).

Sinodalidad y Derecho Canónico

El CIC establece que cuando un Superior necesita el consentimiento y el consejo de un Collegium o de un Coetus debe convocarlo o consultarlo conforme al derecho (can. 127 § 1; can. 166; cfr. cann. 166-173). Para que el acto sea válido debe solicitar el parecer de todos (can. 127 § 1).

El sentir actual de la Iglesia es el de empezar un cambio sustancial del Código de Derecho Canónico para facilitar la vida de un espíritu sinodal al Pueblo de Dios.

Sinodalidad y las Sagradas Escrituras

Tomando como base la investigación de Luis Heriberto Rivas para la UCA compartimos las siguientes afirmaciones:

En la versión griega del Antiguo Testamento (LXX) el término synodos aparece una sola vez: el pueblo pecador es designado como una asamblea (synodos) de adúlteros (Jeremías 9,2). En este lugar traduce el término hebreo "ageret", que en otros libros del mismo A.T. es traducido con diferentes términos griegos con el mismo sentido de "asamblea", "solemnidad".

En el Nuevo Testamento la palabra synodos no aparece, y sólo se encuentra synodia, una sola vez, con el sentido de “comitiva, el grupo de personas que siguen un mismo camino” (Lucas 2,44).

La idea de “caminar juntos con un mismo fin” está presente de muchas formas tanto en los libros del Antiguo como del Nuevo Testamento, aun cuando no se utilice en esos lugares el término synodos. La Sagrada Escritura testifica desde las primeras páginas que los seres humanos no recorren pasivamente este itinerario que ha sido llamado “historia de la salvación”, sino que en él todos son corresponsables, y esta corresponsabilidad resplandece mucho más en la etapa inaugurada por la redención realizada por Jesucristo. Si en el lenguaje común de los griegos el syn odo era el nombre con el que se designaba toda reunión o asamblea, tanto popular como política o litúrgica, que de diferentes maneras contribuía a la edificación de la polys, en la tradición de la Iglesia este término pasó a ser el nombre de la comunidad cristiana cuando en su conjunto asume su responsabilidad y contribuye a edificar el Cuerpo de Cristo y el Reinado de Dios.

La Comisión Teológica Internacional nos recuerda en su documento sobre la Sinodalidad, en su número 19, que los Hechos de los Apóstoles nos dan testimonio de algunos momentos importantes en el camino de la Iglesia apostólica, en los que el Pueblo de Dios fue llamado a ejercer en forma comunitaria el discernimiento de la voluntad del Señor resucitado. El protagonista que guía y orienta en este camino es el Espíritu Santo, derramado sobre la Iglesia el día de Pentecostés (cfr. Hechos 2,2-3). Los discípulos, en el ejercicio de sus respectivos roles, tienen la responsabilidad de ponerse en actitud de escuchas de su voz para discernir el camino que se debe seguir (cfr. Hechos 5,19-21; 8,26.29.39; 12,6-17; 13,1-3; 16,6-7.9-10; 20,22). Por ejemplo en la elección de "siete hombres de buena reputación, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría", a los que los Apóstoles confiaron el oficio de "servir las mesas" (cfr. Hechos 6,1-6), y en el discernimiento de la cuestión crucial de la misión entre los paganos (cfr. Hechos 10).

En la cita de Hechos de los Apóstoles 15, 22-29 se nos presenta la famosa carta apostólica fruto de la Asamblea de Jeru­salén, donde se dilucidó el pri­mer problema serio de la Igle­sia naciente, que fue el asunto de los judaizantes (intento de adentrar elementos puramente judíos en la fe naciente), don­de en el versículo 28 y 29 se expone lo siguiente: “Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponerles mayor carga que estas cosas esenciales: que se abstengan de cosas sacrificadas a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. Si se guardan de tales cosas, harán bien”.

La Sinodalidad, que es un caminar junto con Dios, también es un caminar junto con y como Iglesia, aquí no debe ha­ber elementos de agendas particulares, sino la que nos dicta el Espíritu, el cual nos habla a través de los signos de los tiempos, y hoy se nos pide consenso ante unos problemas que como hijos de Dios y miembros de la Iglesia debemos de dar respuesta. Somos Pueblo de Dios.



@RonaldMRivera

1 comentario:

  1. Muy bueno su planteamiento, bastante didáctico, concreto y profundo, lo comparto plenamente. Creo que todos estamos llamados a construir una eclesiología, en la cual, a través del dialogo podamos participar activamente, podamos caminar juntos.

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