domingo, 16 de enero de 2022

El descubrimiento de la Sinodalidad (Parte I)




 Antecedentes históricos:

El siglo XXI es el siglo que despierta con fuerza a la Sinodalidad en una actitud de "volver a los orígenes". Pero el proceso sinodal actual vierte sus raíces a gran profundidad. Unas raíces que nos llevan a un recorrido por el siglo XX; un siglo en que la Iglesia "descubre" el papel del laicado. A lo largo de este siglo se ha hecho común la expresión: "Ha llegado el lugar (tiempo) del laicado".


Si lo que hemos expuesto es cierto, no se comprende ¿Qué otra cosa son los laicos, sino los discípulos y seguidores de Jesús, los "cristianos", como se les llamó ya desde los primeros tiempos (Cfr. Hechos 11, 26)? Responder esta interrogante de forma afirmativa es reconocer que la Iglesia ha tardado más de dos mil años en descubrir al cristiano. Si esta es la hora del laicado (en especial del laicado femenino) ¿Qué fue entonces el laicado y la figura femenina durante los veinte siglos precedentes?.


La Sinodalidad, aunque sea una palabra no utilizada en las primeras comunidades cristianas, ya se vivía en la riqueza teológica del sacramento del Bautismo. Por tal motivo hablar del proceso sinodal nos referimos al proceso mismo del "laicado". En el siglo III el laico aparece como "clase" o "estamento" como base en la construcción de una Iglesia jerárquica. Es decir, las características civiles son transferidas a la Comunidad Cristiana.


Desde el siglo III se hace referencia al laicado para poder distinguir entre los bautizados aquellos que forman parte del "orden sacerdotal". El concepto de "clero" surge en el siglo III, cuando la multiplicidad de servicios comunitarios desembocó en las tres clásicas funciones de obispos, presbíteros y diáconos. Paralelamente el laicado o bautizado no ordenado fue perdiendo su valor participativo. Para poder ejercer cargos en la Comunidad se establece una "ordenación". En adelante ya no se hablaría de Comunidad de Bautizados, sino de Comunidad de ordenados y no ordenados; ordo y plebs. Se estableció dos clases separadas de una misma Comunidad bautismal, no sólo desde el punto de vista del culto, sino también socialmente. 


La diferencia entre ordo y plebs, clero y laicado, se convirtió así, hasta el día de hoy, en uno de los rasgos característicos de la Iglesia. El laicado se definió como no sacerdote, como no clérigo, o sea "por su no pertenencia" al estado clerical.


Dos acontecimientos que ahondan la separación entre clérigos y laicos

El edicto de Milán (313)

El emperador Constantino, emperador romano, concedía privilegios a la Iglesia cristiana y la integró en el Estado. Esto hizo que la evidente distinción, en el plano estatal, entre autoridades y súbditos, pasara también a la Iglesia. Los vínculos de unión entre jerarquía y seglares fueron quedados gradualmente relegados a un segundo plano, mientras se ponían cada vez más de relieve los factores de separación.


La Reforma (siglo XVI)

El rechazo de los reformistas de la jerarquía eclesiástica y el sacerdocio ministerial llevó a los católicos a insistir más en ambas cosas.


Los trabajos posteriores al Concilio de Trento llegaron a definir a la Iglesia desde una imagen jerárquica, elaborando una eclesiología en base a una estructura piramidal, con una vinculación entre la gracia y el poder (o autoritas Dei).


La eclesiología del Concilio de Trento presenta la palabra "Iglesia" como el conjunto formado  por el Papa, los obispos y los sacerdotes. En otras palabras, la Iglesia es el magisterio curial, también conocida como la Iglesia oficial o institucional. Surgen expresiones como: "La voz del clero es la voz oficial de la Iglesia".


Sinodalidad es vivir una nueva mentalidad

Durante el siglo XX se perciben importantes esfuerzos en la "Iglesia oficial" de una nueva mentalidad sinodal.


Tomamos como punto de partida el pontificado de Pío XI (1922-1939) donde surge la propuesta de la "acción católica".


La "acción católica" hunde sus raíces en los organismos e instituciones (en su mayoría italianas), que nacen en el siglo XIX, para la defensa de los derechos de la Iglesia:


En 1890 el Volksverein für das Katholische Deutschland (Asociación Popular por la Alemania Católica), se fundó conforme el modelo suizo de 1904, el Schweizerisches Katholiches Volksverein (SKVV), con sede en Lucerna. Todas aquellas agrupaciones se tenían así mismas por defensores de la Iglesia clerical más que abogar por las necesidades del laicado. Es por ello que estas iniciativas no se consideran dentro de la historia sinodal.


El historiador Karl Otmar Von Aretin describe de la siguiente manera a la acción católica, creada por Pío XI: "Tal organización tiene como objeto fomentar la actividad de los seglares, pero en realidad constituyó más a realzar el absolutismo papal y no a la promoción de la autonomía del laicado". La acción católica era muy apreciada por el Papa Pío XI, quien la definió como "colaboración y participación de los seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia". El apostolado de la Iglesia es el testimonio activo del mensaje de Jesús, no es algo exclusivo de la jerarquía, sino que requiere también la cooperación de los seglares. Sin embargo el pensamiento expresado por Pío XI no reúne los principios de la Sinodalidad, ya que los laicos aparecen como ayudantes al servicio de la jerarquía, atentos a la menor "señal" de la misma para ponerse inmediatamente a su disposición ("ut ad nutum hierarchiae ecclesiasticae praesto sint"). En este pensamiento clerocéntrico hasta el modo en que los laicos debían organizarse, exigía la aprobación de la jerarquía. También, pues, en tiempos de la acción católica, continuaba siendo un concepto clave el de "jerarquía" u "orden sagrado". Se incurrió en el error de pensar que para valorar al laicado se tenía que vincular más estrechamente el laicado con la jerarquía.


El Papa Pío XII (1939-1958):

Durante su pontificado busca dar nuevos pasos que permitan avanzar las urgentes modificaciones exigidas para la Sinodalidad. Todo en el marco de comprensión que se había alcanzado con el Papa Pío XI.


El Papa Pío XII se distanció de la noción de "apostolado jerárquico", declarando que la Iglesia se comprende no solamente desde la jerarquía sino desde un auténtico "apostolado seglar". Y que ni siquiera cuando la formación de los laicos esté en servicio a la jerarquía, se podía utilizar el término de "apostolado jerárquico".


Podemos afirmar que el Papa Pío XII es el primer pontífice después del Concilio de Trento,  que veía a la Iglesia encarnada en los seglares. El Papa Pío XI, afirmaba que los seglares pertenecían a la Iglesia, mientras que, según Pío XII, son la Iglesia. En 1946, el Papa Pío XII declaraba: "Los fieles, y más exactamente los seglares, están en primera línea de la vida de la Iglesia; para ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad humana. Por eso ellos, precisamente ellos, deben tener una conciencia cada vez más clara no sólo de pertenencia a la Iglesia, sino de ser la Iglesia". Esta oposición de Pío XII, respecto de su predecesor ha de interpretarse como un verdadero síntoma de crisis del antiguo paradigma de la Iglesia, permitiendo nuevas lecturas de algunas conclusiones formuladas por el Concilio Vaticano I. Concilio suspendido por el Papa Pío IX el 20 de octubre de 1870, después que se hubiera consumado la unión a Italia de los Estados Pontificios.


En 1953, el dominico francés Yves Congar sacaba a la luz lo que podría muy bien ser el primer gran ensayo de una teología del laicado (Jalons pour une théologie du laïcat). Congar prepara así el camino hacia la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la línea trazada por Pío XII (Encíclica Mystici Corporis Christi); es determinante en su tratado la idea de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. Sorprendentemente, sin embargo, y en contra de la metáfora paulina de 1 Corintio 12, todo eso llevaría a Congar a una bipartición morfológica de la Iglesia: En jerarquía y laicado. A su juicio, sólo las funciones jerárquicas garantizan a la Iglesia su estructura como institución salvadora y, en este sentido, únicamente la jerarquía es esencial para la existencia de la Iglesia.


No obstante, para poder desempeñar la Iglesia su misión en el mundo, necesita de los seglares, ya que estos forman parte integrante del Cuerpo de Cristo cuya vida sólo puede realzarse plenamente en su totalidad. Los seglares son también y en particular necesarios por tener acceso a ámbitos del mundo que permanecen vedados a la jerarquía.


"Los seglares son el pléroma de la jerarquía", afirma Congar. Forzoso es reconocer que, básicamente, Congar hubiera más bien podido imaginar una Iglesia sin seglares que sin jerarquía. En esto el teólogo dominico era hijo de su tiempo. Quien haya vivido la misma época admitirá sin reserva que el cristiano se entendía a sí mismo no tanto como miembro de pleno derecho en la Iglesia, que como vinculado a la jerarquía. No es de extrañar, pues, que también el Concilio Vaticano II, haya dado pasos en ese tema.


Concilio Vaticano II (1962-1965)

El Concilio Vaticano II se considera la carta magna del laicado. Podemos destacar tres documentos:


- El decreto sobre el apostolado de los seglares (Apostolicam Actuositatem): 

Promulgado el 18 de noviembre de 1965. El Concilio se propone en este decreto explicar la naturaleza, carácter y variedad del apostolado seglar, exponer sus principios fundamentales y dar instrucciones pastorales para comunicarle mayor eficacia. Este apostolado, reviste hoy (dice el Concilio) caracteres de urgencia por la escasez de un clero que, además, se ve a veces impedido en el ejercicio de su propio ministerio. El decreto contiene seis capítulos que recorren el apostolado de los seglares atendiendo a su vocación, fines, campos, formas, orden que hay que observar y, por último, formación necesaria.


El papel que en este campo han de asumir los seglares dependerá de lo que el seglar es en la Iglesia: de lo que pueda y se le permita hacer.


El seglar pertenece de hecho a un doble orden: espiritual y temporal (Número 5). Sin embargo el Concilio le asigna preferentemente la tarea de representar los intereses de Jesús en el mundo. El seglar sirve así de lazo de unión entre la Iglesia de lo que puede y se le permite hacer, frente a una Iglesia jerárquica, que no tiene acceso a ese mundo y la vida cotidiana (Número 6).


A los pastores les incumbe manifestar con claridad los principios sobre el sentido de la creación, elaborando también normas de vida y defendiéndolas; en cuanto a los seglares, su deber específico es actuar en el mundo, aunque han de hacerlo "según la mentalidad de la Iglesia" (Número 6).


El Concilio Vaticano II es una mirada retrospectiva que nos ayuda asumir una nueva mentalidad, donde la identidad del seglar deja de ser un simple órgano ejecutivo, como "prolongación del brazo de la jerarquía". El Concilio Vaticano II es un cuestionamiento sobre la corresponsabilidad de los laicos en la Iglesia.


En resumen, según el decreto Apostolicam Actuositatem, los seglares son un instrumento indispensable en el obrar apostólico de la Iglesia, pero siguen estando subordinados a la jerarquía o autoridad eclesiástica competente en cada caso.


- El decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia (Ad Gentes): 

Fue promulgado por el Papa Pablo VI el 7 de diciembre de 1965. Es uno de los 16 documentos y uno de los 9 decretos resultantes del Concilio Vaticano II, sobre la actividad misionera de la Iglesia, donde, según, el mismo documento, expone que desea delinear los principios de la actividad misional y reunir las fuerzas de todos los fieles para que el Pueblo de Dios, caminando por la estrecha senda de la cruz, difunda por todas partes el reino de Cristo, Señor que preside de los siglos, y prepara los caminos a su venida.


El deber de la Iglesia de ir al mundo entero caminando por el mismo sendero de Cristo a impulsos del Espíritu Santo, se denomina actividad misionera y el medio principal para desarrollarla es la predicación del Evangelio. Puesto que Iglesia ha recibido de Cristo esta misión, el Concilio sintió la necesidad de exponer los principios de la actividad misionera y reunir las fuerzas de todos los fieles para difundir el reino de Dios. Este decreto analiza la acción misionera de la Iglesia. Señala en qué consiste la vocación de los misioneros, traza líneas de reorganización de la tarea misionera y detalla los deberes de los cristianos en esta actividad, en la que todos tenemos una función.


- La Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium): 

Lumen Gentium fue promulgada por el Papa Pablo VI en noviembre de 1964. Hace referencia a la luz de los pueblos y se refiere a Cristo como el sol naciente. De alguna manera, Lumen Gentium busca desarrollar y poner culmen a una doctrina iniciada en el Concilio Vaticano I en 1870, pero que se tuvo que cancelar de manera abrupta por el inicio de la guerra franco-prusiana.


La Lumen Gentium es un documento que no define ningún dogma ni herejía. No recoge nuevas doctrinas. Es una reflexión en torno a la vida de la Iglesia para dejar claro qué es, cómo debe ser entendida, su misión y su organización. 


La Lumen Gentium se inicia afirmando que “Cristo es la luz de los pueblos” para explicar y profundizar luego en el misterio de la Iglesia, el pueblo de Dios, la Jerarquía en la Iglesia, los laicos, la santidad de la Iglesia, los religiosos, la Iglesia peregrinante, y la santísima Virgen María en el misterio de la Iglesia. 


@RonaldMRivera





 





5 comentarios:

  1. Muy interesante y enriquecedor el recorrido histórico que realiza, muy ilustrativo. Recomiendo su lectura para contextualizarnos en el tema de la sinodalidad.

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  2. Conocer la Iglesia desde sus orígenes y más sobre los inicios de la sinodalidad, cómo lo indica Hechos 11, 26... Fue en Antioquía donde por primera vez se le da a los discípulos el nombre de cristianos. Y ver el parecer de los Papás de turno en sus diferentes encíclicas. Y así, por nuestra formación, aprender a querer más nuestra Iglesia. Preciso hoy que la Iglesia celebra La Càtedra de Pedro, debemos orar y apoyar a nuestro santo Papa Francisco.

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  3. Super interesante este artículo, que nos permite visualizar cómo todos formamos parte de la iglesia y la evolución que a lo largo de los años ha requerido, para lograr entender que debemos caminar juntos laicos y clero, para llevar al mundo entero la misión que nos ha sido encomendada por Cristo de predicar el Evangelio

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  4. Este recorrido histórico deja entrever que el laicado ha estado presente en toda la historia de la Iglesia y que es un brazo muy importante en la acción misionera y evangelizadora. No se puede menospreciar su valor y su participación a través del tiempo aunque no halla buscado protagonismo siempre ha dejado huellas que se pueden seguir y resultados en la Iglesia que nos se pueden ignorar.

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  5. Es muy grato presentar una cordial felicitación al Profesor Ronald Rivera por el éxito de este sitio en Internet. Millones de visitantes y/o consultantes revelan que hay un aporte a la orientación teológica, lo cual no es una labor mercantil o comercial, sino un esfuerzo de estudio e investigación (previa meditación y oración) para dejar luces en todo el mundo cristiano o no creyente en nuestro catolicismo.
    Reciba un fraterno abrazo.

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